Julián Rodríguez ha muerto, pero en lugar de ser llevada al descanso eterno, su alma ha quedado vagando en esta tierra. Con el propósito de que el vuelva a creer en Dios y seguir protegiendo a sus seres queridos recibe la ayuda de un ángel guardián quien lo guaira por esta nueva forma de vivir.
A la misma vez, se verá ahora destinado a ayudar a personas que un día fueron creyentes de un Dios todo poderoso y amoroso, y que de repente han dejado de creer debido a las terribles cosas que les han sucedido a lo largo de su vida. Ahora están en una incansable lucha por simplemente vivir sin creer. ¿Cómo un hombre que ha dudado de las obras de Dios, puede ahora ayudar a otros a volver a creer en su amor y gracia?
“Cuando sepas que he muerto, no pronuncies mi
nombre
porque se detendrá la muerte y el reposo.
Tu voz, que es la campana de los cinco sentidos,
sería el tenue faro buscado por mi niebla.
Cuando sepas que he muerto, di sílabas extrañas.
Pronuncia flor, abeja, lágrima, pan, tormenta.
No dejes que tus labios hallen mis once letras.
Tengo sueño, he amado, he ganado el silencio.
No pronuncies mi nombre cuando sepas que he muerto
desde la oscura tierra vendría por tu voz.
No pronuncies mi nombre, no pronuncies mi nombre,
Cuando sepas que he muerto, no pronuncies mi nombre.”.
porque se detendrá la muerte y el reposo.
Tu voz, que es la campana de los cinco sentidos,
sería el tenue faro buscado por mi niebla.
Cuando sepas que he muerto, di sílabas extrañas.
Pronuncia flor, abeja, lágrima, pan, tormenta.
No dejes que tus labios hallen mis once letras.
Tengo sueño, he amado, he ganado el silencio.
No pronuncies mi nombre cuando sepas que he muerto
desde la oscura tierra vendría por tu voz.
No pronuncies mi nombre, no pronuncies mi nombre,
Cuando sepas que he muerto, no pronuncies mi nombre.”.
Roque Dalton, poeta salvadoreño.
I. Muerte
Ocho de la noche, hay mucho trabajo por concluir en el departamento de
soporte tecnológico en la compañía: Trading América Group (TAG). Un
conglomerado de varias empresas que se dedican a la exportación de productos
tecnológicos e industriales, para su uso en el creciente mercado de la
información de la Tecnología en Canadá y Sudamérica.
Julián está a punto de terminar su turno de trabajo que hoy se extendió
tres horas más, para poder cumplir con los proyectos que se le asignaron en la
semana. Una persona tan perfeccionista, calculadora y con el sentido de la
responsabilidad tan arraigado como él, no se puede dar el gusto de defraudar a
sus jefes dejando trabajos sin completar.
Cada vez que hay un proyecto muy importante, de extrema urgencia o casi
imposible, su jefe inmediato sabe que el único capaz de completar la tarea, es
el equipo de trabajo liderado por Julián. Pero ha llegado la hora de
desconectarse de toda red, cerrar bases de datos, apagar computadoras y
dirigirse a casa donde lo esperan su esposa, su hija y un plato de comida
recién hecho.
De ahora en adelante y hasta el día de mañana, cuando regrese a su
oficina lo único que estará en su mente es llegar a casa, leer un cuento a su
hija, y ponerla a dormir. Tal vez ver las noticias de las 10:00 pm, o alguna
película corta para luego dirigirse a descansar y afrontar el día de mañana con
todos los nuevos retos que se le presentaran.
Afuera se despide de todos sus compañeros y trabajadores. Como siempre
Julián es el último en abandonar el edificio. Después de asegurarse que todo
está debidamente cerrado y las alarmas instaladas, sale a la calle, donde
hay una lluvia no fuerte pero sí insistente, una brisa un poco molesta, pero de
igual modo no hace gran obstáculo al caminar.
No queda otra hay que comenzar a caminar bajo el ventoso clima de
aquella noche, las casi siete cuadras que separan a este cansado hombre de su
pequeño palacio que representa su apartamento, donde lo esperan su reina y su
princesa, su hogar. Una pequeña llovizna nunca es obstáculo cuando se busca la
paz y tranquilidad del hogar.
Las ramas de los arboles empiezan ahora a llenarse de hojas, porque se
acerca la época de la primavera, pero aún hay muchos árboles que muestran las
delgadas ramas que parecen estar secas, sin hojas, sin vida, debido al
crudo invierno que acaba de finalizar. Estas ramas se mecen de un lado a otro
por la fuerte brisa que hay. Es una noche sin muchos autos transitando en las
calles. Parecería ser la noche perfecta para salir a disfrutar de la
tranquilidad. Si no fuera por la lluvia, sería perfecta para una buena caminata
de reflexión y relajación.
El viaje de regreso a casa es algo que Julián conoce de memoria, podría
recorrerlo hasta con los ojos cerrados ya que lo ha transitado durante los
últimos siete años de su vida, sólo son ocho cuadras hasta su hogar. La ruta de
regreso consiste en salir del complejo de oficinas junto a sus compañeros
trabajo, caminar hacia las afueras de los parqueos, desde donde se
asegura de dar un vistazo hacia las oficinas y percatarse de que todas las
luces están apagadas y luego de tomar la calle que lo llevara a su hogar.
Pasar por la escuela pública que está frente a un ostentoso templo judío
es parte de esta rutina diaria. Dos cuadras más adelante de ese templo está una
escuela privada de enseñanza judía para señoritas, donde se enseña a las niñas
y jovencitas judías del vecindario. Y finalmente pasar frente al cuartel local
de la policía para llegar a su hogar.
Esa noche la rutina y el camino serían los mismos, nada tendría por qué
cambiar, una tranquila noche, sólo con un poquito de lluvia combinada con
algunas fuertes brisas, o al menos así debió haber sido.
Pero sin advertirlo Julián se aproximaba a formar parte de un evento que
le cambiaría la vida para siempre, en aquella oscura y ventosa noche. Algo
diferente era lo que se encontraría antes de llegar a casa, algo que cambiaría
no sólo su vida, sino también la vida de sus seres amados. Algo inimaginable
podría suceder a alguien que nunca se metió con nadie, alguien que siempre que
podía ayudaba, y si no podía ayudar mejor no estorbaba.
Es bien sabido que las fuerzas del maligno siempre buscan dar golpes
certeros a las fuerzas de Dios donde más le duele, haciendo caer y desmayar a
sus mejores soldados…
Al pasar justo en frente del templo judío de la comunidad ortodoxa de
Far Rockaway, Julián observó cómo dos hombres quizá en sus tempranos treinta
venían caminando en dirección contraria a él, cubriendo sus cabezas con las
capuchas de sus suéteres, algo normal si se toma en cuenta el clima lluvioso.
Se topó con los dos muchachos de aspecto muy extraño y que jamás había
visto en los alrededores. Los tipos pasaron de largo hablando con un tono muy
alto y haciendo bromas entre ellos, su aspecto y su acento al hablar denotaban
que tal vez eran caribeños.
En el mismo instante, en que se alejaron a mas o menos tres metros de
distancia, Julián escuchó cómo los dos hombres comenzaban a correr hacia él, cuando
Julián volteó hacia atrás logró ver que los muchachos lanzaban un fuerte grito,
empuñando cada uno de ellos unas dagas de color dorado. Estaba claro venían
tras Julián con la intención de hacerle daño.
La calle estaba solitaria y resbalosa. La lluvia y el cansancio después
de una larga jornada de trabajo impidieron que Julián pudiera siquiera intentar
huir, cuando menos lo pensó y sin oportunidad de reaccionar, ya tenía a los dos
jóvenes que despedían un terrible olor a marihuana frente a él. Uno de
ellos no dudó en insertar la daga de color brillante como la apariencia del oro
en el tórax, justo a la altura del corazón.
El otro joven que a primera vista dejaba entrever que era mucho más
novato en las andanzas criminales no acertó a hacer absolutamente nada, se
quedó completamente petrificado cuando vio que el joven Julián se desangraba
tirado en el piso.
El atacante de Julián, al observar que el novato se había quedado
congelado, le arrebató la daga de la mano, pues la suya se había incrustado con
tanta fuerza en el pecho de Julián, que estaba atorada y era imposible de
lograr sacarla.
-¡Dame esa vaina,
tú, idiota!
Gritó muy exaltado, con una mirada furibunda al tipo que no se inmutó y
siguió parado en su estado de shock.
Comenzó a infringir heridas profundas en diferentes partes del cuerpo
del ya moribundo Julián. Una de las heridas acertó a incrustarse en el cuello
de Julián, la sangre comenzó a salir a borbotones y a mezclarse con la lluvia
que caía desde muy temprano en aquella fatídica tarde.
-Debemos cumplir al
pie de la letra los mandatos de nuestro maestro. Así que muévete ya y ayúdame a
terminar lo que se nos ha pedido, ya sabes que si no cumplimos con esta tarea
debemos pagar con nuestra vida.
Gritó el asesino a su cómplice en otro intento de hacerlo reaccionar.
Pero no sirvió de nada, el hombre estaba completamente petrificado, no
escuchaba, ni se daba cuenta de lo que sucedía a su alrededor.
-¡Mierda!, No me
sirves pa’ nada coño siempre supe que eras un marica, bueno para nada.… - dijo
muy exaltado el hombre, notablemente molesto y nervioso.
Sacó un revólver de su bolsillo y le apuntó directo a la cabeza a su
compañero. Al principio solo trataba de hacerlo reaccionar, luego se dio cuenta
de que nada funcionaba y se decidió por darle un tiro en la frente. Acto
seguido, intentó nuevamente sacar la segunda daga del pecho Julián, quien ya no
se movía. Aún así le fue imposible obtener el arma. Al ver que no podría
sacarla tan fácilmente se puso más nervioso y comenzó a correr literalmente como
alma que lleva el diablo.
Mientras tanto, al escuchar el estruendo del disparo que acabó con la
vida del otro maleante, uno de los encargados de limpieza de la sinagoga
en el templo judío asomó la cabeza por una ventana del segundo piso del
edificio, y alcanzó a observar algo que se le figuraba como dos cuerpos tirados
bajo la fría y oscura lluvia. Inmediatamente llamó a los servicios de
emergencia y a la policía.
La ambulancia tardó exactamente siete minutos desde que recibiera la
llamada de alerta hasta llegar a la escena del hecho. En situaciones de vida o
muerte treinta segundos pueden llegar a hacer la diferencia.
Al llegar al lugar, uno de los paramédicos declaró muerto en la escena
al hombre con el disparo en la frente, mientras que otra de los paramédicos
examinaba el cuerpo de Julián.
-Este hombre aún
tiene pulso, muy débil pero tiene pulso y sigue respirando. Hay que contactar a
su familia, acá esta su cartera, busquen alguna identificación con su
información de domicilio.
La paramédica era una muchacha blanca de cabellera rubia, y unos ojos
color verde muy hermosos, muy joven pero con una vasta experiencia en los
servicios de primera respuesta de emergencia. Era una líder nata que se atrevía
a dar órdenes a sus compañeros como si tuviese mucha más experiencia de
la que en realidad tenía en este tipo de situaciones.
-Ayúdenme a ponerlo
boca arriba, lentamente no queremos causar más daños a su heridas. Parece que
tiene varias perforaciones hechas por objetos cortantes en su cuello.
Cuando terminaron de voltear el cuerpo para dejarlo completamente boca
arriba, la joven paramédica se congeló al ver como aquella extraña y muy
intimidante daga aún seguía incrustada en el pecho de Julián.
-¿Dios mío, qué es
esto?-
La chica intentó remover la daga del pecho de Julián, ya que eso parecía
causarle gran dolor. Era posible, pero una extraña sensación intimidante se
apoderó de ella, y no la dejaba decidirse a sacar aquella daga del pecho.
Además, la daga parecía estar atorada, era muy difícil poder moverla hacia
arriba sin perforar aun más su pecho.
Aquella sensación era tan extraña, tanto que la chica llegó a sentir
algo sobrenatural que le prohibía tocar el arma. Pero su espíritu
altruista, y el saber que si no actuaba rápidamente aquel pobre hombre podía irremediablemente
morir, le dio fuerzas para tomar la daga de una vez y halarla con tanta fuerza
que incluso un chorro de sangre brotó del agujero formado en el pecho de
Julián.
El cuerpo de Julián tirado sobre la lluvia sólo acertó a gemir de manera
inconsciente con un profundo gesto de dolor.
En el momento en que la paramédica se decidió a tocar aquella daga, fue
como cuando se da la reproducción de una película en cámara lenta. En su
mente ella fue capaz de ver escenas borrosas, confusas y desordenadas de lo que
le había sucedido a Julián. Fue tan extraño que incluso ella llegó a memorizar
su nombre sin antes haberlo conocido, ni haberlo visto jamás en su vida.
Al final de aquella oscura e incómoda visión, la joven logró ver el
rostro de un ser de aspecto demoníaco que se reía a grandes carcajadas. En ese
momento ella se asustó tanto que lanzó la daga muy asustada, casi llorando, y
ésta fue a caer en unos arbustos que adornaban el templo judío.
Al mismo tiempo, en su visión también logró reconocer el rostro de otro
hombre, una persona que no conocía. Pero esta persona no inspiró miedo en ella,
sino más bien una sensación de tranquilidad y la certeza de que estaba haciendo
lo correcto al ayudar a Julián. Dicho hombre asintió con la cabeza, como
aprobando el acto humanista que la joven realizaba.
Mientras tanto, otro de los paramédicos, que estaba atendiendo al
maleante que había sido muerto en el acto, vio que ya no era posible hacer nada
por él, se acercó a la joven paramédica y le dijo:
-Leah, al parecer su
nombre es…
-Julián, se llama
Julián.
-¿Ya lo conocías?
-No. No lo conozco.
-¿Cómo es posible
que sepas su nombre entonces?
-No lo sé,
simplemente lo sé.
-Bueno, no importa,
acabo de contactar a su esposa y viene en camino.
-Está bien, Mike,
vamos a subirlo a la camilla. Rápido, hay que trasladarlo al Jamaica Hospital
de urgencia.
-Sí, vamos.
Continuaron realizando los arreglos necesarios para trasladar el
malherido hombre hacia el centro médico más cercano. Cuando ya se encontraba
todo listo para que la ambulancia saliera con rumbo al hospital Jamaica, llegó la esposa de Julián, muy
preocupada y asustada por la condición de su esposo. La hicieron subir a la
ambulancia con rapidez pues no había tiempo que perder, en casos como éste,
salvar una vida podía depender de acciones de segundos.
Mientras iban en la ambulancia, los signos vitales de Julián eran cada
vez más débiles, la respiración se estaba enlenteciendo poco a poco, su esposa
no paraba de llorar y suplicar que por favor no se fuera, que su hija lo
necesitaba y que no debía abandonarlas.
Ésta era una escena que Leah, la paramédica, veía mucho más
frecuentemente de lo que ella misma quería, ella sabía que las posibilidades
para sobrevivir eran prácticamente nulas, y aunque sabía ya el final, esta vez
sentía algo especial por este caso.
Deseaba con todas sus fuerzas que no fuese lo que ella se imaginaba.
Incluso hizo algo que no estaba muy acostumbrada a hacer, no por falta de
corazón, sino porque ante todo era una profesional. Y aunque su trabajo era
salvar vidas, no acostumbraba inmiscuirse en los casos de emergencias que
atendía de una forma tan personal, prefería mantenerse al margen. Pero esta vez
abrazó y lloró junto a Sonia, mientras seguía velando por la vida de aquel
esposo, hijo y padre.
Al llegar al hospital, inmediatamente le asignaron a Julián un cuarto de
cuidados intensivos. El pronóstico era desalentador, sólo le quedaban unas
cuantas horas de vida hasta que el corazón dejara de bombear la poca sangre que
aún tenía su cuerpo, ya que la había perdido casi toda.
Aunque se le administró sangre en el hospital, la herida en el corazón
hacía que este órgano vital no funcionara en la manera necesaria para resistir
las próximas horas. Estaba demasiado débil para bombear la sangre y hacerla
circular por todo el cuerpo.
Sin embargo, pasaron los días y aunque el pronóstico nunca fue
alentador, su cuerpo resistió cuatro días antes de que su corazón se rindiera.
Así, al cuarto día de aquel ataque la última esperanza de vida, se desvaneció y
murió.
Leah estaba en la cafetería del hospital tomándose una taza de café con
leche, pensando y reflexionando sobre la extraña visión de aquella noche. Uno
de los paramédicos que la había ayudado la noche en que habían acudido en ayuda
de Julián se acerco a ella para decirle:
-Leah, creo que
debes ir a emergencias. Finalmente sucedió lo que no querías.
-Gracias, Mike. Iré
a ver en que puedo ayudar a su familia.
Leah había estado esperando que Julián se salvara, por el bien de su
familia, y también para tratar de resolver aquella situación de las extrañas e
inquietantes visones que había sufrido.
Corrió por los pasillos del hospital hasta llegar al cuarto donde estaba
el cuerpo de Julián, siendo observado por su esposa, y su pequeña hija,
destrozada y ahogada en llanto inconsolable.
Fue una tarde muy triste. Mientras tanto, la policía decía no tener un
solo rastro del tipo que había cometido el doble crimen. No había pistas, ni
testigos, tampoco pruebas, parecía haber desaparecido de la faz de la tierra, o
peor aún, que nunca en verdad existió.
Pero ahora había que preparar el funeral, no había nada más que esperar.
Leah no se separó de Sonia ni un instante durante el tiempo que se necesitó
para preparar todo. Este caso en especial la había tocado mucho, ni siquiera
ella comprendía por qué.
Quizá porque la muerte de Julián le había recrudecido el dolor de perder
a un hermano de una forma tan trágica, le había hecho recordar cómo las
autoridades nunca llegaron a esclarecer lo que ella consideraba un asesinato. Ella
creía que alguien estaba detrás de la muerte de su hermano, fuera de dar
consuelo a su familia. La memoria de su hermano fue manchada con cargos de
violación hacia una menor de edad, algo de lo que ella estaba más que segura
que su hermano era incapaz de hacer.
Tal vez era una forma de consolar su alma por el dolor sufridovarios
años atrás.
II. Cambio de Vida
En el distrito de Manhattan, se escuchó el reloj despertador a eso de
las 4:00 a.m. El día estaba apenas comenzando, los rayos del sol aún no estaban
presentes en las calles de la ciudad que nunca duerme.
Sólo se alcanzaba a notar una leve claridad de color entre rojizo y
naranja, como la de los amaneceres en el campo, pero muy difícil de apreciar en
las grandes ciudades, ya sea por los grandes edificios que llenan de sombras
las calles, o por el ajetreo diario de una ciudad que se mueve al ritmo
vertiginoso del progreso.
El capitalismo y, ¿por qué no?, el consumismo de una gran urbe donde ya
no queda tiempo para detenerse a ver los amaneceres, hace de esta ciudad una
mezcla entre lo urbano y las añoranzas de los campos para nuestra protagonista.
Era una mañana de mediados del mes de abril, cuando la primavera se
encuentra en su génesis, los fríos del crudo invierno ya no se sienten, pero tampoco
ha llegado aún el calor insoportable del verano en la costa del este de Estados
Unidos.
En cambio, hay unos climas muy agradables rondando los 70 °F. Los
árboles que parecían tristes y sin color, empezaban ahora a reverdecer y a
mostrar una cara muy distinta a la que tenían hace apenas seis semanas. El
canto de los pajaritos en los escasos árboles y zonas verdes que aún quedaban
en la gran ciudad empezaba ahora a escucharse tenuemente y perderse en la
ruidosa vida de los neoyorquinos.
Hay personas que aseguran que la primavera es la temporada en que el
amor florece. Puede que sea verdad, tanto así que al enamorarnos de la persona
equivocada podríamos terminar durmiendo eternamente en una sabana dibujada de
flores verdaderas.
Ésta era una vida completamente distinta para la hermosa joven que hace
apenas unas semanas había decidido dejar todo en su Grecia natal, para empezar
de nuevo en Nueva York.
Ximena Benoit, hija de un magnate
de la industria tabacalera europea, un hombre muy adinerado que había logrado
aumentar la fortuna familiar heredada de su padre al morir, expandiendo su
imperio del tabaco por toda Europa, y exportando a Estados Unidos.
Ximena era la única hija de la familia Benoit, una joven de ojos color
café avellana, con su larga cabellera negra hasta la cintura, piel blanca y una
figura digna de una modelo o competidora de Miss
Universo.
Había llegado a los Estados Unidos y más específicamente a Nueva York
buscando un cambio de vida que la llevara a triunfar, consiguiendo fama en lo
que a ella más le apasiona: las artes, y más específicamente la danza
contemporánea.
Por eso ha llegado a Nueva York, para estudiar en la prestigiosa Escuela de danza contemporánea de Martha
Graham. Que, dicho sea de paso, es la única escuela de danza en el mundo
que se ha mantenido activa ininterrumpidamente desde su fundación en 1926.
Toda adaptación es muy difícil en los primeros días, Ximena estaba
acostumbrada a una vida mucho más tranquila, a levantarse a las 9:00 a.m. en
lugar de las 4:00 a.m., a desayunar en familia, en lugar de tener que comprar
un café y un bagel del carrito de la esquina en Pennsylvania Station, entre la
7ma y 8va avenida.
Cambiar la comodidad de un desayuno saludable y en familia, por tener
que comer cualquier chuchería en la calle y de pie, en el peor de los casos
corriendo para que el tren o el autobús no la dejara, era un cambio demasiado
drástico para la bella joven. Pero ella tenía una meta que perseguir y
además una promesa que cumplir a su padre.
Cada mañana, Ximena recordaba las palabras que su padre, momentos antes
de salir a buscar su propio sueño americano, le había dicho aquella tarde de
finales de abril:
-Hija mía, has visto
como acabamos de viajar dos horas en auto desde nuestra casa hasta Atenas.
Pareciera un viaje demasiado largo, ¿verdad? Y sí, lo fue, pero ahora te
espera un viaje muchísimo más largo hasta Nueva York.
Pero, más importante
aún, te espera el viaje que decidirá el resto de tu vida. Ahora estarás sola,
tomarás tus propias decisiones, vivirás tu propia vida y serás tu propia
protagonista. Sólo te pido que actúes con sensatez, pues lo que hagas de tu
vida será lo que nos mostrará a tu madre y a mí si hemos hecho un buen trabajo
contigo o hemos sido un total fracaso como padres. Hija mía, no nos decepciones
confiamos en ti.
La madre de Ximena no había acertado a decir ni una sola palabra, sólo
había estado llorando fuera del auto, mirando a su bebé que se marchaba. Se
había abalanzado a abrazar a su linda muñequita, a ella le parecía que había
sido ayer cuando la pequeña Ximena llegaba a casa después de un día de escuela,
con solo seis añitos de edad y le pedía ayuda a su madre para hacer la
tarea que la maestra le asignaba cada tarde.
Esa pequeña de seis años era ahora toda una mujer, fuerte e independiente,
que debía irse a buscar su propio destino. Y aunque como padres nos sea duro
aceptarlo, debemos dejarlos ir a enfrentar el mundo, de lo contrario les
estaremos haciendo daño al no dejarlos ver lo que en verdad es la vida.
-Madre, padre,
cuídense mucho, prometo que no los defraudaré, haré todo lo que esté a mi
alcance para lograr estas metas y regresare a casa cuando haya conseguido el
objetivo de este viaje. Los amo.
Y así la joven había ingresado al aeropuerto internacional de Atenas,
para tomar el vuelo hacia su nuevo destino, hacia su nueva forma de vivir.
Los clásicos y ruidosos taxis color amarillo de la ciudad de Nueva York,
las personas corriendo como hormigas en grupos de un lado hacia otro, las luces
de los semáforos que parecen por momentos las luces de los pinos navideños en
la fiestas de fin de año, los grandes edificios que se asemejan a verdaderos
gigantes de concreto y vidrio, se han ido volviendo poco a poco volviendo parte
de la vida de Ximena.
Todas las mañanas durante las últimas cinco semanas ha sido la misma
rutina que ya se está volviendo excitante para ella, la cual consiste en salir
casi corriendo de su apartamento en el exclusivo edificio Herald Towers, ubicado en el 50 de la calle W34, muy cerca del
popular Empire State Building.
Detenerse en uno de los carritos de comida ambulante de los que se
establecen todos los días a lo largo y ancho de la ciudad, esperar por su café
en un vaso desechable, un pretzel o bagel. Tomarse el tiempo para llegar a la
estación de trenes de la 34 y Herald Square para un viaje de veinte minutos en
el tren F, con dirección a Jamaica, Queens.
Arribar a la estación de Lexington Avenue y la calle 63 en el Upper East
Side, para luego caminar durante otros cinco minutos sobre la calle 63, hasta
llegar a la Escuela de Danza
Contemporánea Martha Graham. Recibir las clases que la volverían una
estrella famosa en el arte de la danza.
La sensación del amor en el aire en época de primavera no era ajena a la
hermosa Ximena Benoit. Era la cuarta semana de clases en la escuela de danza y
ya habían comenzado a cruzarse las miradas indiscretas entre ella y otro de los
estudiantes de la clase, Tony.
Tony era un chico de padres italianos pero nacido en Nueva York, le
apasionaban las artes y lo conjugaba muy bien con su profesión como fotógrafo
independiente, vendiendo sus fotografías y trabajos a periódicos y revistas de
la ciudad de Nueva York.
En este día en especial, cerca de los jardines de la escuela, estaba la
muchacha nueva, y el muchacho serio de la clase. Por cosas del destino, quizá,
no había mucha gente en los jardines aquella placentera tarde de primavera, y
las pocas personas que estaba ahí se encontraban muy ocupados en sus asuntos
como para poner atención a lo que estaba por suceder en unos instantes.
Era el momento perfecto, lo que los dos habían estado esperando, ¿pero
quién daría el primer paso?, ¿era adecuado que la chica europea se decidiera a
romper el hielo y acercarse al muchacho serio? O en cambio ¿ella debía esperar
y tenía que ser el joven quien comenzara la conversación?
Las miradas, cada vez más nerviosas como frecuentes, hacían latir con
mayor intensidad ambos corazones. La ansiedad y nerviosismo era evidente a cada
momento entre ellos. Al mismo tiempo parecía que se habían puesto de acuerdo
solo con la mirada para caminar cada uno la mitad del camino hasta llegar a
juntarse en medio del jardín, donde estaban unas gradas que iban a dar a una
estatua y servían de bancas para charlar un rato o simplemente descansar.
Y así lo hicieron.
Él se levantó del pasto donde estaba leyendo un libro de Artes Gráficas
y ella se puso de pie junto a la banca donde estaba sentada, y los dos
emprendieron el camino hacia su encuentro. Se encontraron en medio del jardín,
comenzaron a conversar de una forma tan amigable que no parecía ser la primer
vez que se trataban. Al contrario, parecía que se hubieran conocido desde hace
años.
-¿Hola, cómo estás?
-¿Bien y tú?
-Pues muy bien, aquí
leyendo un poco.
-¿Y qué lees? ¿Puedo
acompañarte en tu lectura?
-Sí, claro, siempre
disfruto leer en compañía, y más aún en tan bella compañía como la tuya.
-Gracias por tus
palabras, eres muy amable.
-¿Ximena es tu
nombre, verdad?
-Sí, así es, soy
Ximena, o la europea ¿Así es como llaman ustedes, verdad?
-Jajaja ¿cómo lo supiste?
Aunque bueno yo nunca te llamé así. Los demás compañeros sí.
-No importa, escuché
algunas chicas refiriéndose a mí con ese nombre. Pero no me molesta.
- ¿Quieres tomar un
café? Vamos, te invito.
-Encantada, vamos.
De inmediato comenzaron a caminar juntos y siguieron conversando durante
todo el camino hasta la cafetería más cercana afuera de la escuela.
Luego de aquel primer encuentro los dos jóvenes comenzaron una linda
amistad que por momentos parecía ser mucho más que eso.
Salían juntos a bailar, al cine y todo tipo de lugares tanto culturales
y como de esparcimiento. Llegaban a las clases juntos y se iban juntos. En la
escuela siempre se les veía andando y conversando de una manera muy cariñosa.
Los rumores de un noviazgo entre ellos comenzaron a expandirse
rápidamente por los alrededores del centro educativo. Aunque ellos nunca lo
aceptaron, pero tampoco nunca lo negaron. Lo cierto es que Tony fue para Ximena
el amigo que todos necesitamos para hacer la transición y acostumbrarnos a un
nuevo lugar, nuevas personas, nuevas costumbres, en fin, una nueva vida.
El tiempo se pasó en un suspiro. Ya seis meses transcurrieron desde que
Ximena Benoit y Tony se conocieron y entablaron este tipo de relación
amor-hermandad. Se encontraban una noche en un bar de la ciudad, que solían
frecuentar los fines de semana, después de acabada la jornada de estudio en la
escuela de danza.
Estaban bailando, pero más que eso, estaban deleitando a todos los
presentes con una especie de pequeñas demostraciones coreográficas. Ya que eran
pareja de baile en su escuela, se tomaban las noches de fiesta para poner en
práctica un poco más sus habilidades en la danza.
Los movimientos de la pareja eran de una sincronía tan majestuosa, que
hasta se formaban círculos alrededor de ellos sólo para verlos en sus
actuaciones artísticas. La gente dejaba de bailar para verlos a ellos en sus
hermosas coreografías.
Aquella noche en particular, entre los presente a la discoteca se
encontraba una persona bastante extraña. Sentado en un rincón del lugar,
tomando algunos tragos con el administrador del negocio, estaba un tal James.
Era conocido por frecuentar el bar y causar algunos problemas cuando se pasaba
de copas. A pesar de eso, era muy amigo del dueño del club, por eso nunca se le
negaba la entrada a dicho lugar. James se acercó a ver por qué tanto alboroto
en el medio de la pista.
Ahí observo a la bella Ximena realizar aquéllos movimientos tan
sensuales, con su cuerpo que se movía de una manera cadenciosa, tan armoniosa,
que en su enferma mente lo llamaban a despertar los más bajos instintos
sexuales que un hombre pueda imaginar con una diosa de tan deslumbrante
belleza.
Inmediatamente se propuso a sí mismo que aquella mujer tenía que ser
suya a como diera lugar. Aparte de porque cualquier hombre quisiera tener una
mujer como ella, había algo más. Había un cierto parecido con alguien que
muchos años atrás había sido muy importante en la vida de aquel hombre tan
extraño.
Terminó la rutina de baile de la pareja, Ximena se separó un momento de
Tony para ir a buscar algo para calmar la sed ocasionada por el ajetreo del
baile. Cuando llego a la barra, pidió un vaso de agua, y a su espalda escuchó
una voz que decía
-¿Agua? Es lo único
que una belleza como tú pide, no eres nada exigente para complacer ¿Por qué no
te tomas un trago conmigo? Pide lo que quieras linda.
La muchacha trató de ignorar a aquel hombre pues no lo conocía, aparte
hablaba y se comportaba de una manera muy extraña. En su mente pensó que a lo
mejor el tipo estaba drogado o borracho. Cuando ella recibió el vaso con agua
de parte del bar tender intentó escaparse de la vista de aquel tipo, pero éste
se le interpuso en el camino, no dejándola avanzar.
-Permiso, señor.
-Sólo si me dices tu
nombre.
Ximena lo miró a los ojos y después de una pausa accedió a decirle su
nombre, pues de lo contrario aquel hombre no la dejaría continuar su camino.
-Ximena, me llamo
Ximena, ahora déjeme pasar, mi acompañante me espera es hora de marcharnos.
-Adiós, Ximena, nos
vemos luego.
Había algo en la personalidad de aquel extraño hombre que comenzaba a
desconcertar a la joven Ximena, era raro pero ella sentía una enigmática
atracción hacia ese tipo. Saber quién era se estaba convirtiendo en una
inquietud molesta para ella.
James se hizo a un lado para darle espacio para caminar, sonriéndole.
Ella sólo siguió caminando hasta llegar donde estaba Tony. Le pidió que
se fueran del sitio aduciendo cansancio, ya era muy tarde. Mientras Tony
conducía su auto por las calles iluminadas de los suburbios, notó cómo Ximena
estaba mucho más callada que de costumbre.
No quiso preguntar nada, pues imaginó que sería el sueño y el cansancio
lo que estaban retrayendo a la agotada chica. Aunque, en realidad, había
otra cosa aparte del cansancio lo que mantenía a Ximena en aquel letargo.
Estaba recordando, una y otra vez, la cara amable pero llena de misterio
del tipo del bar. No podía sacarse de la cabeza aquella sonrisa, parecía que la
había cautivado. Eso comenzó a preocuparla pues no se veía que ese tipo fuese
muy buena persona.
Llegaron al edificio donde vivía Ximena y se despidieron muy
cariñosamente.
-Bueno, Ximena,
llegamos, Cuídate mucho, que descanses. Te llamo mañana para que nos veamos por
la mañana para almorzar algo juntos ¿te parece, linda?
-Sí, claro, sólo que
llámame lo más tarde posible, pues no creo poder levantarme tan temprano
mañana, estoy muerta. Adiós, Tony. Cuídate mucho.
III. Perdido
En aquel preciso instante en que la daga atravesó el corazón de Julián,
un rayo impactó una torre donde se encontraba la antena de transmisión de una
radio local. El estruendo del rayo al impactar la torre hizo que Julián se
pusiera en pie, como si hubiera estado plácidamente dormido y el trueno lo
hubiera despertado.
Pero sin ningún tipo de dolor, a pesar de la herida tan profunda que
acababa de sufrir, solo sintió un punzón muy agudo en su pecho, similar a
cuando visitas a tu medico y él te aplica una inyección de rutina.
Igualmente, se sorprendió al imaginar que aquellos sucesos habían sido
nada más un sueño, o al menos eso pensó. Pero su desconcierto fue mayor al
verse a sí mismo junto a su atacante, que aún lo tenía sujetado y infringiendo
letales heridas a su cuerpo. Pero él no sentía ni el más mínimo pinchazo.
Cuando se paró frente a su ataque, quedó completamente confundido al ver
cómo estaba presenciando su propia muerte, siendo atacado como si
estuviera frente a un espejo. Se asustó tanto al ver cómo estaba siendo testigo
de su propia ejecución que trató de salir de su asombro y se dirigió a hacia su
agresor.
Pero al llegar hasta él y no le fue posible sujetarlo por el brazo, pues
lo atravesó como si se tratase de sujetar un chorro de agua que cae y apretarlo
con sus manos. Era como querer sujetar a un fantasma.
Pero era exactamente al revés, él era el fantasma, su cuerpo estaba
siendo destrozado por las heridas de una daga de oro, pero su espíritu había
abandonado el cuerpo y ahora estaba ahí frente a su agresor, sin poder
defenderse. Intentó gritar y aunque lo logró, nadie parecía escucharle.
Se paró en medio de la calle y observó cómo el hombre que lo había
asesinado sacaba un arma de su chaqueta y con una sonrisa socarrona le apuntaba
a su cómplice en la frente, y le decía
-Siempre supe que
eras un marica, bueno para nada.
Y le pegó un tiro en la frente. Luego de eso, se dispuso a correr por un
callejón oscuro. De pronto, no se le vio ni un rastro, sólo dejó un río de
sangre de los dos cuerpos yacidos en la acera, una daga incrustada en el pecho
de uno de los hombres y una bala en medio de la frente del otro.
Cuando el encargado de la limpieza del templo judío, que había escuchado
el disparo, salió a ver lo que sucedía, Julián intento hablar con él pidiéndole
ayuda.
-¡Ayúdame! No sé qué
me pasa…
Estoy herido pero no
estoy acá, mírame, ése es mi cuerpo, pero yo estoy acá.
Pero el hombre no podía escucharlo, no había nadie frente a él, aunque
Julián estuviese justo ahí. Luego, el desesperado Julián intentó
agarrarlo por el cuello en un último intento por llamar su atención, pero lo
único que consiguió fue atravesar su cuerpo por completo e irse de bruces hacia
el piso.
Mientras el trabajador sacaba su teléfono celular para llamar a una
ambulancia o a los servicios médicos de emergencias.
Julián se quedó de rodillas observando las palmas de sus manos en la
mojada calle y comenzó a llorar desconsoladamente. No sabía qué era lo que
estaba sucediendo, veía sangre, veía su cuerpo tirado sobre la acera, pero no
sentía dolor, no estaba muerto aunque lo que evidenciaban sus ojos decía lo
contrario.
En ese instante escuchó las sirenas de una ambulancia que se aproximaba
e intentó ir a su encuentro para llamar su atención por si ellos sí podían
verlo y brindarle ayuda. Pero el conductor de la ambulancia no lo vio, más bien
lo atravesó por completo como atravesando el aire. Observó cómo los paramédicos
bajaban las camillas, mientras que uno de ellos le decía al camillero que era
innecesario bajar las dos unidades ya que una de las victimas estaba ya muerta,
había mejor que esperar a que las autoridades forenses llegaran a recoger el
cadáver.
Se asustó mucho pues creyó que se hablaba de él. Hasta que escuchó a la
paramédica a la que sus compañeros llamaban Leah decir que él aún tenía pulso,
y que debían ayudarlo pronto, antes de que fuese demasiado tarde. En ese
momento todo parecía tener sentido, su mente en un intento de dar explicación
lógica a lo que estaba sucediendo le decía que estaba en una especia de trance,
que debido a las heridas estaba como en una especie de subconsciencia, y que
todo estaría mucho mejor una vez que llegasen hasta el hospital para recibir
los cuidados de emergencia.
Sin embargo, observó también como la desesperada Leah parecía tener poca
esperanza en él, y eso le despertaba una sensación de impotencia, ya que no
podía decirle que él se sentía bien, que no había dolor y que lo llevasen sin
demora al hospital para que pudiera recuperarse pronto.
Julián se disponía a subir a la ambulancia para ir al hospital junto a
su cuerpo, junto a los paramédicos que no se percataban de que él estaba ahí.
Pero fue entonces que escuchó una voz muy fuerte y de tono grave que parecía
venir de la oscura altura del cielo y dirigida especialmente hacia él que le
decía:
-¡Espera! ¿A dónde
vas?
Julián observó hacia su derecha, luego a la izquierda, pero no había
nadie. Observó a los paramédicos para ver si alguno de ellos finalmente le
había distinguido, pero no, ellos estaban concentrados en ayudar al herido, no
se habían dado cuenta del espíritu que estaba todo el tiempo frente a ellos.
Entonces miró hacia el cielo y observó cómo una pequeña luz brillante
destellaba de forma que parecía hablarle.
-No subas a esa
ambulancia, ya no hay nada que los médicos y la medicina puedan hacer por tu
cuerpo. Tu cuerpo ha caducado, pero tu alma sigue vigente, y tengo las
respuestas que necesitas, siempre las tuve.
Dijo aquella luz con voz fuerte, pero que sólo era perceptible por el
buen Julián.
-¿Quién eres?
¿Puedes oírme? ¿Viste todo lo que pasó aquí? ¿Por qué me hablas a mí, por qué
no me ayudaste?
-Toda tu vida
quisiste negarme, Julián, pero siempre estuve a tu lado, sabes quién soy. Sólo
que no me querías aceptar a tu lado. Sígueme.
Dijo la luz, mientras se dirigía por el mismo callejón oscuro por donde
había huido su ejecutor.
-Pero por ahí se fue
el asesin…-
-No temas, con mi
luz nadie te podrá llevar a la oscuridad, sígueme y las dudas que ahora pesan
sobre ti serán livianas. Siempre quisiste saber la verdad, ¿no? Pues
sigue hasta encontrar la verdad…
Julián comenzó a caminar tras aquella pequeña luz, la siguió y mientras
más avanzaba sentía como sus ansías iban desapareciendo, se tranquilizaba a
cada paso. Y a la misma vez su mente se acomodaba a una nueva realidad. Llegó a
un punto donde cada paso lo llenaba de seguridad, tranquilidad, como si se
tratase de un niño que comienza a dar sus primeros pasos de la mano de su
padre. Al principio el bebé no se atreve a mover las piernas, por temor a la
caída.
Pero, poco a poco, el niño siente la seguridad de que su padre no lo
soltará jamás y siempre lo sujetará en la caída. Paso a paso, olvidó todo lo
que sabía hasta ese momento. Al haber avanzado unas pocas calles su mente quedó
completamente en blanco. Ya no sabía su nombre, quién era, de dónde había
salido o lo que le había ocurrido. No recordaba trabajos, actividades ni
familiares.
A la misma vez, la luz que había sido del tamaño de una luciérnaga
pequeña comenzó a agrandar tanto su tamaño como la intensidad de su luz. Así
también comenzó a elevarse aún más y a irradiar una calidez abrazadora y
confortable. Al final, la pequeña luz se posó en lo más alto de los cielos,
convirtiéndose en un sol. Así Julián atravesó aquel camino de oscura lluvia de
la mano de la luz que lo guió hasta el claro y despejado día siguiente.
Ese nuevo día, nuestro amigo Julián caminó durante varias horas por
lugares de la ciudad, viendo gente y su modo de actuar. Pero a él nadie lo
veía, no se daban cuenta que los observa. Se lo pasó tratando de recordad algo.
Necesitaba saber qué hacía ahí o si eso era un sueño, aunque más bien parecía
una pesadilla, estar rodeado de tanta gente, poder verlos y que no te escuchen
es algo que no se le desea a nadie, es la soledad entre la multitud.
Un pequeño niño rondando los seis años de edad estaba pateando un balón
de futbol contra una pared, mientras su madre realizaba algunas compras. El
chico lanzó el balón hacia Julián, diciéndole:
-¡Patéala!
Le sonrió el chico a Julián, y él se quedó parado al ver cómo el niño
parecía poder verlo. No hizo el más mínimo esfuerzo por detener el balón.
Entonces el niño corrió tras la pelota, cuando la hubo atrapado se dirigió
nuevamente a Julián y le dijo:
-¡Tú no sabes jugar
al futbol!, eres un chico muy extraño.
-¿Extraño?¿yo?, si
tú lo dices, niño, todo esto es extraño.
Julián creyó estar nuevamente visible a los demás e intentó hablar con
la madre del pequeño:
-Oye, tu hijo es muy
simpático ¿Cuántos años tiene?
Dijo mientras sonreía, pero ella no se inmutó, pues no lo escuchaba ni
lo veía. En cambio, la mujer tomó a su hijo por el brazo y comenzó a caminar, saliendo
de la tienda con rumbo a su hogar.
-Adiós.
Dijo el niño moviendo su mano y sonriendo hacia Julián.
-A...di...ós-
Contestó Julián más confundido y desconcertado que antes ¿Cómo era
posible que aquel pequeño lo hubiera visto y hasta conversado con él, y
la madre ni se hubiera dado cuenta que él estaba jugando con su hijo?
Siguió caminando sin ningún rumbo fijo. De todas maneras no tenía ni un
lugar donde llegar, ni nadie que lo esperase, simplemente caminó y caminó hasta
llegar un taller de reparación de llantas en el pueblo vecino, en Inwood. Ahí
se sentó un rato bajo la sombra de un frondoso árbol que estaba justo en la
parada del bus local Q114, que conduce al barrio de Jamaica en Queens.
Se sentó ahí en la parada del autobús, vio cómo la gente llegaba,
esperaba su autobús y cuando este aparecía, abordaban, pagaban su pasaje y se
iban. Pasó ahí sentado un largo rato, hasta que vio a un hombre que rondaba ya
los tardíos veinte años de edad, con un aspecto que de alguna manera le pareció
familiar, pues estaban vestidos los dos de manera muy similar. Cabello largo,
chaquetas de cuero, pantalones jeans. Pero no le dio más importancia ya que
sabía que aquel hombre tampoco lo vería.
De pie al otro costado de Julián, se encontraba una atractiva jovencita
que también se dirigía a esperar en autobús.
Tampoco la observó mucho ya que de nada servía que intentara hablarle,
no podría verlo y mucho menos escucharlo. Solo escuchó que el joven se acercaba
diciendo.
-Hola, disculpa que
me haya tardado tanto, pero tuve un contratiempo por culpa de la oscuridad.
Julián no hizo caso a las palabras, pues él estaba convencido que el
hombre estaba hablando con la bonita muchacha. Debía ser su novia y habrían
quedado en verse esa tarde. Simplemente siguió observando hacia el frente.
-Soy Eric, y estoy
aquí para guiarte.
Eso ya le parecía una conversación un poco rara, ya que esas palabras no
eran algo que tú le dirías a tu novia, y mucho menos te presentarías a ella
como si fuese la primer vez que se encuentran. Entonces observó a la muchacha y
vio cómo ésta tenía sus audífonos puestos con la música tan alta que era
imposible que escuchara lo que el novio le decía. Es más, ella ni siquiera se
había percatado de que él estaba justo al lado de ella.
Entonces Julián giró su cuello hacia el otro costado y vio a aquel
hombre extendiéndole su mano derecha, para darle un apretón. Julián se quedó
sorprendido al notar cómo el hombre le sonreía y le ofrecía un apretón de
manos.
-Pe…
Pero, ¿cómo es
posible? ¿Tú puedes verme?Digo, disculpa, es que es muy raro. Eres la
primera persona con la que logro entablar conversación en el día. Me llamo
Julián.
Dijo Julián mientras extendía su mano para aceptar el saludo de Eric.
-No te preocupes,
Julián, sé quién eres, lo que te pasa, y entiendo cómo te sientes, yo pasé por
lo mismo que tú pasas ahora, es por eso que fui enviado acá, para guiarte a
encontrar tu verdadero camino.
-¿Mi camino? Ni
siquiera sé donde estoy parado como para encontrar caminos.
-Jajá, no te
preocupes, todo tomará sentido conforme pase el tiempo. Ahora debes seguirme,
es necesario que presencies algo.
-¿Algo? ¿Qué cosa es
eso?
-Un funeral…tu
funeral.
-¿Mi funeral?
¿Entonces sí estoy muerto? ¿Si es así, por qué sigo en la Tierra? No
puedo estar muerto si aún continúo aquí y conservo mi cuerpo.
-Preguntas mucho,
sólo sígueme.
Los dos espíritus se dirigieron camino hacia el cementerio del pueblo de
Inwood, el cementerio de la iglesia Santa María Estrella del Mar, que se
encontraba a pocas calles de donde ellos dos se habían encontrado. Julián
comenzó a pensar que de alguna manera no había estado dando vueltas sin sentido
todo el día, sino más bien estaba siendo llevado hasta el cementerio, ya que de
otra forma no había explicación para que él estuviera tan cerca del campo santo
si estaba caminando sin rumbo.
Mientras caminaban Eric comenzó a decir:
-Sabes, tú y yo
tenemos mucho en común. Eso lo supe desde el primer momento, por eso pedí ser
tu guía. Sé lo que piensas ahora, y se cómo te sientes. Poco a poco irás conociéndome
más y te darás cuenta de lo que digo. Pero he de advertirte algo antes de
llegar al funeral, y es que veras muchas lagrimas y mucho dolor, pero no
sentirás remordimiento ni pena, estarás tranquilo, aunque no reconocerás a
nadie. Todos los ahí presentes son personas que te aman y te ayudaron mucho.
Pero por tu bien y el de ellos te está prohibido preguntar quién es quién
¿Entendiste?
Julián se limitó a asentir con la cabeza y continuó caminando callado,
mientras los autos pasaban a través de ellos sin ni siquiera sentir un pequeño
toque. Llegaron al cementerio, entraron y se sentaron en una de las tumbas a
esperar que la caravana de gente entrase por el portal del mismo.
Unos pocos minutos después se vio ingresar dicha caravana, venía
precedida por un carro fúnebre color negro y un número significativo de gente a
los costados y atrás de dicho carro. Cualquiera que viese esa manifestación
ciertamente pensaría que esa persona debía haber tenido muchos amigos y
familiares que ahora lo acompañaban hasta su última morada. Todos lloraban, y
los que no, se contenían a duras penas para no romperse en aquella triste
procesión.
Pero había en especial una mujer que pareció extremadamente tocada por
el dolor. Su rostro y sus lágrimas eran desgarradoras, ponían triste hasta al
más duro corazón de piedra. La mujer estaba acompañada de varias otras personas
tratando de consolarla, entre ellas estaba una muchacha muy joven. Julián
reconoció a la joven al instante y le dijo a Eric:
-Dijiste que no
reconocería a nadie, pero a esa muchacha la conozco, a la que va junto al grupo
abrazando a la desconsolada mujer.
Eric preguntó quién era la chica, aunque él ya lo sabía. Solamente
estaba poniendo a prueba qué tanto era lo que Julián recordaba sobre ella.
-Ella
fue quien me atendió cuando tuve aquella mortal herida en el corazón. Esto es
muy raro, esa mujer que llora desconsolada, debió ser alguien especial en mi
vida, pero no logro recordarla. Sin embargo, sí recuerdo a una enfermera. Dime
qué clase de pesadilla es esta ¿Despertare algún día?
IV. El Rey de
Alphabet City
Brooklyn,
N.Y., 1985.
Un hombre blanco, de apariencia más bien irlandesa, con el pelo largo,
rubio y un tanto descuidado, una barba muy poblada, cejas gruesas y ojos color
café, vistiendo una chaqueta de mezclilla color azul pero desteñida ingresó a
una Deli Grocery Store o como se les
conoce en español a las tiendas de comestibles en Nueva York y gran parte de
los Estados Unidos, una bodega.
-Hey, Mohamed, dame
una cajetilla de Newports. Te
la pagaré por la tarde.
-Vamos, James. Ya me
debes dos, esta será la tercera, no puedo seguir financiando tus vicios. Lo
apuntaré a la lista, que por cierto ya va creciendo.
-¡Ya no te preocupes
árabe de mierda! Yo te pagaré todo, no tienes que llevarme en tu puta lista.
Sabes que el Rey de la Marihuana nunca deja deudas sin pagar, sólo dame tiempo,
algunos clientes se han atrasado.
-Sí, sí, sí como
sea. Toma tus cigarrillos, Rey. Espero que me pagues de verdad algún día.
-Hey, no te hagas el
loco, Mohamed. Dame los cerillos.
James Yankowitz, hijo de un oficial de alto rango de las fuerzas armadas
de los Estados Unidos y una profesora de educación pre-escolar o kindergarten. Su padre era un
hombre recio de carácter muy fuerte. Como todo militar, su descendencia ruso-polaca
le daba un aspecto bravucón, pero era justo y buena persona. Su madre, la
señora Yankowitz era la nieta del señor Walsh, un inmigrante irlandés que había
llegado al estado de Texas para comprar y cultivar las tierras. Había logrado
un relativo éxito con sus negocios locales, distribuía sus productos agrícolas
y comestibles a los comercios de la zona. Desde entonces todas las generaciones
de los Walsh, se dedicaban a los trabajos agrícolas y negocios familiares.
Sólo la señorita Alannah Walsh era la única que había buscado algo
diferente para su vida, terminar una carrera universitaria y salir de aquel
pueblecito que, aunque amaba mucho, le quedaba pequeño a sus ansias de conocer
nuevas formas de vivir. No quería sufrir el mismo destino que su madre. Casarse
muy joven y llenarse de hijos para vivir esclavizada en las tareas de la casa
no era algo que a ella le llenara como expectativa de vida, Fue así que había
decidido mudarse a la ciudad de Houston para poder ingresar a la universidad y
cumplir sus metas académicas y profesionales.
Ahí había conocido a Paul Yankowitz, un jovencito que al igual que ella
acababa de terminar su bachillerato en su pequeño pueblecito y buscaba una
mejor forma de vivir. Quería hacer carrera en los servicios militares de los Estados
Unidos y proteger a su país. Fue por eso que había decidido también mudarse a
Houston para ingresar en el Batallón de Reclutamiento del U.S Army en Houston,
Texas.
Una noche, los muchachos del Houston Community Collage decidieron hacer
la típica fiesta de ingreso al año escolar para presentarse entre ellos como
los nuevos compañeros de estudios que serian por lo próximos cuatro o seis
años. Paul había sido invitado por uno de sus ex compañeros de bachillerato que
estaba en la misma clase que Alannah.
Así sucedió en aquella fiesta a la que los dos jóvenes fueron invitados,
como si se tratase de un cursi cuento de amor. El escenario era perfecto, la
típica fiesta de adolecentes, bebidas, música, y otros mejunjes.
El joven que entra a la fiesta acompañado de su único amigo en la
ciudad, la señorita tímida que no tiene a nadie más que a las dos muchachas que
conoció durante la primer semana de estudios. El palpitar de dos corazones que
parecen sincronizarse a la hora de cruzar la primer mirada en toda su historia,
esas miradas fueron las cómplices silenciosas de un amor que duraría para
siempre.
El joven Paul se acercó a Alannah ofreciéndole un trago, le dijo un
nervioso –Hola- Ella lo miró
fijamente como encantada y sólo atinó a pronunciar con voz muy baja una
respuesta bisilábica que más bien era una repetición de lo que Paul había dicho
–Hola - Al instante las dos amigas de
Alannah se dieron cuenta de lo que estaba sucediendo y se alejaron dejando a
los dos jóvenes solos, solos para que dentro de esa multitud de personas que
eran desconocidas, pero que serían su compañía por los próximos cuatro años,
descubrieran que tenían muchas cosas en común, más de lo que se hubieran
imaginado.
Así fue como surgió el amor entre Alannah Walsh y Paul Yankowitz. Ella, después
de mucho empeño, logró terminar sus estudios para llegar a ser maestra de
kínder. Su familia estaba muy orgullosa después de todo era la primera Walsh
con un título universitario profesional bajo el brazo.
Paul, por su parte terminó con éxito el curso de admisión y todos los
entrenamientos para convertirse en oficial de las Fuerzas Armadas de los
Estados Unidos. Ahora era tiempo de pensar en ellos y en formar un hogar. Se
casaron y pronto adquirieron una casa financiada por un banco local.
Eran la típica familia americana buscando o más bien consiguiendo, su
propio sueño americano: un buen trabajo, vasa, estabilidad emocional. Pero
faltaba algo para lograr la foto familiar perfecta. Un bebé. Un hijo. El
heredero de la familia Yankowitz.
Una tarde del mes de marzo, nació James Paul Yankowitz Walsh. Hijo de
Paul y Alannah Walsh, una joven pareja de Houston, Texas, que con la llegada
del bebe a sus vidas conseguieron lo que ellos consideraban la felicidad
completa.
De niño, James mostraba una especial hiperactividad que parecía no tener
fin. En ocasiones su padre llegaba a desear que su hijo fuera como un juguete
de baterías para poder desconectarlo un rato y así poder descansar de sus
travesuras, no diarias sino horarias.
Durante su época en el bachillerato, ese espíritu rebelde se agrandó aún
más. Siempre estaba metido en pleitos y en problemas con los muchachos aun más
grandes que él.
La señora Alannah fue llamada varias veces a la dirección del
bachillerato por los problemas de conducta de su hijo. A pesar de todo eso
logró terminar sus estudios de bachillerato y se graduó aunque ya para esa
época su carrera criminal y drogadicción habían ya avanzado. Estaba
prácticamente incontrolable, teniendo que ir a prisiones juveniles por delitos
menores en varias ocasiones.
A veces no se logra entender como jóvenes que provienen de familias tan
buenas terminan en los caminos equivocados tomando las decisiones erróneas que
destruyen su vida. Y no es por falta de consejo o falta de guía de los padres,
sucede porque ellos creen saber más de lo que en verdad saben acerca de la
vida.
A los veinticinco años de edad decidió marcharse de Texas con rumbo al
estado de Nueva York, donde empezaría una nueva vida o más bien
agrandaría aún más su repertorio de problemas, crímenes y adicciones.
Cuando llegó al estado de Nueva York en 1985, comenzó a juntarse con
vagabundos que vivían en las calles de los suburbios de Brooklyn. Fue así como
al poco tiempo comenzó a necesitar dinero, y la única forma de poder
conseguirlo fácilmente y rápido, era meterse al mundo de la venta de drogas.
Empezó revendiendo para otros traficantes pero poco a poco fue
obteniendo los conocimientos necesarios para comenzar él mismo su propia red de
distribución de marihuana en la localidad del East Village, con el
apadrinamiento de uno de los hombres más temidos y a la vez odiados de la
industria de la marihuana. Hasta la misma competencia prefería no meterse
con él, lo respetaban a él y a sus clientes, igual que a su territorio de
ventas.
Se volvió un hombre despiadado. Comenzó con las drogas y luego siguió
con los asesinatos por encargo, hasta llegar a las extorsiones a los
comerciantes de la zona, para según él, dejarles trabajar en paz y brindarles
“protección”. Su éxito en el mundo de la Marihuana fue tan grande que
comenzaron a llamarlo por el nombre de El Rey de la Marihuana de Alphabet City,
pues las calles del vecindario que era su territorio de acción están
nombradas en orden alfabético desde la A hasta la D.
Muchas veces tubo que exterminar a algunos de sus vendedores que no le
generaban las ganancias deseadas por la mercancía vendida. Tampoco se le
encogía el corazón al momento de matar a personas que quisieran hacerle
competencia en su territorio y con sus clientes.
Conforme su éxito en los negocios ilícitos se consolidaba, sus
excentricidades también surgían. Se vestía con colores muy llamativos,
ropa costosa, se daba buenos lujos con lo que conseguía de sus negocios sucios.
Fue entonces que conoció a Leila Leblanc, una mujer de orígenes
haitianos e irlandeses, muy hermosa, de piel trigueña, cabellos rizados y una
cautivadora mirada de ojos color celeste cielo. Literalmente, era capaz de
encantar a cualquier desdichado mortal, pero no únicamente por su belleza, sino
también por el tipo de trabajo que hacía.
Era una especie de madame que conseguía chicas para prostituirlas en
clubes locales, aparte de ser practicante de la magia negra, santería, y
oscurantismo como mayor medo de vida.
Fue una noche como cualquier otra en la discoteca ABC’s de la Calle Este
7 y la Avenida B del East Village. Tragos, música en vivo, chicas y chicos
borrachos. Para James y Leila era otra jornada de trabajo como tantas otras.
Él debía proveer la marihuana a los deseosos clientes y Leila
debía cerciorarse de que todas sus chicas estuvieran complaciendo a los
clientes lujuriosa. Dos personas realizando sus negocios, nada del otro mundo
según ellos. Hasta que en un acto de torpeza James tropezó con la bella Leila,
que se encontraba dando indicaciones a una de sus chicas.
-¿Pero qué haces,
idiota? ¿No ves por dónde caminas?- dijo muy enojada la
mujer mientras se limpiaba los restos de cerveza que aquel tipo torpe le había
echado encima al tropezar.
-Lo siento, disculpa, no te vi.
-Sí, eso ya lo sé.
-Toma, usa mi pañuelo.
-Gracias - dijo la
joven tomando el trapo con una cara y un tono mal humorado. James le dio el un
pañuelo rojo a la joven e inmediatamente se alejó de su lado para irse hasta la
otra punta del bar, en su mente había algo que lo perturbaba. Había tenido una
sensación que nunca antes había experimentado, ni él mismo sabía explicarlo,
pero aquel encuentro había sido algo especial.
Pensó muchas veces en regresar a platicar con la bellísima mujer que lo
había cautivado. Se sintió como un idiota después de lo que había sucedido,
ninguna mujer nunca lo había intimidado tanto como lo logró hacer la hermosa
Leila. Pero eso no fue necesario pues más o menos a los quince minutos de aquel
accidente, por caprichos del destino, fue Leila quien se acercó a la mesa
de James.
Él volvió sentir los nervios del primer encuentro y se puso rojo de la
vergüenza al ver de nuevo a la muchacha parada justo frente a él.
-Hola, disculpa por
lo que dije.
-No a… al
contrario. Discúlpame tú a mí por arruinar tu vestido.
-¿Puedo sentarme
contigo, o esperas a alguien?
-Sí. Digo no. Digo,
sí, te puedes sentar, no espero a nadie.
-Me llamo Leila,
¿cómo te llamas tú?
-Yo me llamo…James.
-Y dime James, ¿por
qué en tu pañuelo está bordado el nombre “Rey”?, creí que te llamabas así.
-Jajaja no, en
verdad ese es mi sobrenombre, pues así me llaman mis seguidores. Soy el Rey de
la Marihuana en Alphabet City.
-Así que tú eres el
tan afamado Rey, ¿no?, Qué pequeño es el mundo, ahora veo que tienen razón
cuando dicen que el mundo es un pañuelo.
Y así la conversación se extendió tanto, que la noción del tiempo
desapareció por completo para aquellos dos comerciantes de muerte e ilusiones,
por una vez los negocios dejaron de importar para ellos.
Se dieron cuenta que sus vidas estaban más conectadas de lo que hubieran
jamás imaginado, al descubrir que tenían tanto en común. Esa noche no hubo
ventas, no hubo supervisión para las prostitutas, esa noche sólo importaban
ellos dos.
Así fue que tuvieron que salir del club pues éste estaba a punto de
cerrar sus puertas. Eran ya casi las cuatro de la madrugada, James invitó a
Leila a ir a su apartamento y ahí… pues bueno todo fue un verdadero remolino,
besos por aquí, besos por allá, la pasión desbordada, las cervezas y las drogas
hicieron de aquel encuentro algo más que una simple aventura sexual, todo fue
como una mezcla de ingredientes para lograr la receta la pasión perfecta.
A las pocas horas de haber estado entregados en una pasión desenfrenada,
Leila fue la primera en despertar. Al igual que James, sentía que aquel
encuentro no había sido sólo algo fortuito. Es como cuando te pasas toda la
vida deseando encontrar a tu otra mitad, y cuando finalmente lo haces, te
preguntas y ¿ahora qué?
Lo habías deseado tanto y finalmente está ahí, pero te asusta no ser lo
demasiado bueno para esa persona. Pero las cosas se dieron muy plácidamente,
pues estos dos estaban hechos tal para cual. Permanecieron juntos desde aquel
momento.
Juntos expandieron aún más su reino de drogas, prostitución, extorciones
y cosas turbias. Pero sucedió algo, la vida de lujos y extravagancias que
comenzaron a tener de la noche a la mañana levantaría muchas sospechas en la
policía y autoridades locales. Así que necesitaban una fachada para tapar sus
delitos y hacerse pasar por personas que ganaban su dinero de forma honrada.
Y así como suele suceder en la gran mayoría de casos, la excusa perfecta
para enriquecerse ilegalmente y no ser objeto de sospecha lamentablemente fue
la religión, y la necesidad de la gente de tener algo a lo que aferrarse,
la falsa esperanza de tener un guía en quien creer…
Comenzaron juntos a reclutar seguidores dentro de los círculos menos
favorecidos de la sociedad, vagabundos, borrachos, prostitutas, enfermos
mentales, todo lo que el sistema capitalista iba dejando atrás en la
vorágine del progreso, era bueno para su causa.
Fundaron así la Iglesia del 616, que según su propia explicación
provenía de un juego numérico al afirmar que las 12 tribus de Israel estaban
divididas en dos por un solo dios, quedando la ecuación así: seis Tribus de un
lado, un Dios en el medio, y las otras seis tribus al otro lado, dando como
símbolo de la iglesia el 616.
Dirigida por el líder espiritual James Yankowitz, y su esposa la líder
Leila de Yankowitz. Al principio comenzaron fingiendo un mensaje de amor,
organizaban actividades para los desamparados y les daban alimentación, ropa y
vivienda, pero poco a poco esta obras fueron cambiando.
Luego de establecer su fachada de organización buena y sin fines de
lucro, comenzaron a forzar a sus seguidores a hacer los trabajos de la venta de
droga por ellos, a prostituir a las mujeres y niñas que llegaban su iglesia en
busca de apoyo.
Su popularidad por las obras de caridad y ayuda al prójimo que
realizaban pronto se expandió por toda la zona.
Su plan iba de maravilla. Obtenían todo el dinero que querían por medio
de la venta de sus drogas y la prostitución. La fachada de la iglesia era
perfecta para mover grandes cantidades de dinero obtenido de sus sucios
negocios. Compraron varios terrenos y construyeron hogares para ancianos y
desamparados, para lavar sus ganancias.
Las propiedades siempre fueron compradas a título personal. No a nombre
de ninguna organización caritativa, como suele suceder en estos casos. Llegaron
a codearse con importantes líderes políticos de la comunidad. Algunos de ellos
incluso se convirtieron en sus clientes, participando en compras de drogas y
sirviéndose de las empleadas del sexo que tenían a su disposición.
Los Yankowitz sin duda gozaban de un gran poder en la zona de Brooklyn.
Los sargentos de los cuarteles de policía locales daban órdenes específicas a
sus elementos destacados en esa zona para no molestar ninguna de las
propiedades de James. Tampoco debían detener o revisar a ninguno de los
“miembros de su congregación” o hacer algún tipo de pregunta.
V. Sin Tiempo ni
Lugar
-¿Día? Es curioso
que menciones la palabra día, pues aquí donde estamos el tiempo no pasa, ni se
detiene, simplemente no existe - dijo Eric a Julián mientras seguían
observando el funeral en el cementerio de la ciudad.
-¿A qué te refieres?
Anoche estaba mal herido desangrándome, y ahora estoy acá como si nada
presenciando mi entierro.
-Voy
explicarte algo, así que siéntate.
Julián se acerco donde estaba Eric sentado y se sentó junto a él
poniendo mucha atención a lo que Eric tenía para contarle.
-Dices que moriste
anoche, pero en verdad han pasado ya siete días desde que sucedió aquel ataque.
Tú has tenido la sensación equivoca de que sólo han pasado un par de horas, y
es cierto, es más sólo han pasado un par de minutos. Estamos en un mundo
alternativo, este lugar no es la Tierra como tú la conociste, y aquí el tiempo
no pasa con la misma velocidad que sí lo hace para los mortales.
-¿Mortales? Entonces
¿si estoy muerto?- contestó inquieto Julián.
-Sí. Y no. Tu cuerpo
ha muerto, tu espíritu sigue acá. Cada espíritu, o para que lo termines de
comprender más claramente, cada hombre y mujer sobre la Tierra nace con un
conjunto de misiones que le han sido asignadas para cumplir a lo largo del
tiempo en que se le concederá el cuerpo humano.
Dichas misiones
pueden variar de espíritu a espíritu, puede ser cosas tan sencillas como criar
hijos, plantar árboles o simplemente escribir un libro. O tal vez sea algo aún
más difícil de completar como guiar a una nación, salvar vidas por medio de la
ciencia y medicina, crear nuevas tecnologías o descubrir nuevos planetas.
El ser supremo, ese
del que tú siempre has renegado, tratando de ignorar su existencia, nos ha
mandado a todos a formar parte de las cosas buenas y malas del mundo. La
decisión de qué camino tomar siempre es nuestra pero nadie está exento de
cumplir las misiones encomendadas por él.
-¿Entonces mis
supuestas misiones en la tierra han terminado?- preguntó Julián.
-Así como existe la
fuerza de Dios que cubre todo el universo con su luz, también existe la
oscuridad del demonio que lucha por apoderarse de los espíritus y a cada
instante coloca trampas para que éstos no logren cumplir sus misiones de vida.
Tú has sido víctima de una de esas trampas, tu destino no era morir en ese
ataque, tú debías morir dentro de muchos años más, tranquilo y en la plácida
calidez de tu hogar rodeado de tus hijos y varios nietos.
Tus misiones han
quedado inconclusas, aún tienes muchas cosas por terminar, debes proteger a
varias personas a las cuales amaste y que también te amaron, esas personas
necesitan tu ayuda y es por esos que aún no te puedes retirar al descanso de tu
espíritu.
-¿Eso significa que
volveré a la vida, entonces?
-No, lamentablemente
sólo se vive una vez. Tú y yo estamos ahora destinados a permanecer en esta
dimensión y desde aquí terminar nuestras misiones. Luego al terminar con
nuestro cometido, podremos continuar nuestro camino hacia la luz del descanso
plácido.
-Otra dimensión
dices, eso sólo se ve en las películas. La verdad me cuesta creer todo esto,
aunque bueno creo que debo asimilarlo tarde o temprano no me quedara de otra.
Eric simplemente sonrió y continuó su relato acerca de esta nueva
experiencia. A su ahora nuevo amigo Julián.
-No existe solamente
una, sino miles de millones de diferentes dimensiones. A los seres vivos de
esta tierra únicamente se les ha concedido el poder vivir en una de ellas y
nunca podrán acceder a las demás. Cada vez que alguien como tú es arrebatado
del mundo y las fuerzas oscuras del inframundo logran darle muerte antes de
terminar con los mandamientos que le fueran designados por Dios, se abre una
nueva dimensión y su alma deberá permanecer ahí.
Entonces las fuerzas
del bien y el mal envían cada uno a un emisario, uno de sus elegidos, a darle
guía a esa alma extraviada. Por eso fue que llegué tarde a tu ayuda, pues
estaba luchando por el derecho de poseer tu alma para los propósitos de Dios.
Tuve que enfrentarme
a un ángel demoniaco llamado Wyvern, que fue enviado por Satán para ganar tu
espíritu y conducir tu alma a los dominios del averno para convertirte en uno
de sus soldados.
Tienes un alma pura
y has sido elegido por Dios para misiones que sólo tú podías cumplir. Por eso
no dejaríamos que tú te pierdas en el infierno. Dios me dio el poder para
derrotar a Wyvern, fue el mismo Dios quien me envió a ser tu guía. Me concedió
esa deferencia ya que tú me recuerdas mucho a mí mismo y quería ayudarte.
Julián, notablemente molesto, comenzó a criticar a Eric y al manejo de
Dios, pues si en vida no había entendido nunca la forma de actuar de Dios,
ahora después de muerto lo cuestionaba aún más.
-Todo esto que me
dices es muy confuso, Eric, no entiendo nada. ¿Por qué tu Dios me dejó morir
entonces, si yo aún no estaba preparado para ello? ¿ Por qué tú no me
protegiste de aquel ataque, entonces?,¿ Por qué ahora vienes a hablarme de
misiones y de ángeles protectores, cuando no hicieron nada para salvarme
justo en el momento que mas los necesitaba a ti y a tu Dios?
Mira a toda esa
gente, ahí llorando y sufriendo por mi muerte, y yo ni siquiera puedo derramar
una lágrima por su dolor. Es más, dudo mucho siquiera tener lágrimas. No logro
reconocer a ninguna de esas gentes que aparentemente están sufriendo por mí.
Julián estaba muy molesto. Se puso en pie y vio cómo el llanto de todas
aquellas personas presentes en su funeral para él no significaba nada. Comenzó
a caminar hacia el lugar donde estaba su ataúd, que estaba ya casi a punto de
ser introducido en el hoyo que se convertiría en su tumba.
Al llegar hasta ahí vio a Sonia, la que en vida había sido su esposa,
era la mujer que más lloraba. Él con su perspicacia de siempre lo imaginó pero
no dijo nada sólo se paró a su lado, al costado. Eric lo acompañó hasta el
lugar y observó cómo Julián se acercaba a Sonia, y con su mano intentó tocar su
anillo de bodas, el anillo que él había puesto en su delgado dedo el día que se
unieron en matrimonio.
-¡No! ¡No lo hagas!
Recuerda que te dije que no debías interferir con ninguna de las personas que
se encuentran en este lugar. Si te atreves a ignorar mis palabras y tocas a esa
mujer te arrepentirás de lo que sucederá a continuación- dijo
Eric.
Pero Julián no prestó atención a las advertencias y siguió extendiendo
su brazo para poder tocar el anillo. Finalmente logró tocar el anillo de oro
con una pequeña piedrita brillante incrustado en el centro, y sucedió algo muy
extraño. Una luz surgió del anillo y en la cabeza de Julián se veían pasajes de
su vida como mortal, estaba él, Sonia y una niña, se proyectaron escenas en
cámara lenta de una vida feliz, paseos por los parques y las playas, risas y
bromas, la niña vestida con su tutú de bailarina y sonriendo.
Fue tan grande la impresión al escuchar como la niña lo llamaba “papi”,
que Julián soltó la mano de Sonia con tanta rapidez que, en su dimensión ella
también sintió como si alguien le estuviera tomando de la mano.
-Te dije que no lo
hicieras. De ahora en adelante debes prometerme que no ignorarás mis advertencias,
debes hacer lo que yo te pida. Pues si lo hago es por tu bien. Para evitarte
ese tipo de sufrimiento, es para eso que estoy acá, para ayudarte a sobrellevar
esto. Todos en algún momento necesitamos de un guía, una persona que ya haya
pasado por lo que nos toca enfrentar. Debes escucharlo para no cometer el error
que él cometió y así sobrellevar esas situaciones difíciles. Pero tú debes
poner tu parte y dejarme ayudarte.
Julián cayó de rodillas en el suelo y ahora sí, aquel hombre que creía
haber secado hasta su última lágrima, comenzó a llorar una vez más.
-¿QUÉ…ES…ESTO?- gritó
Julián con llanto desgarrador.
-Confía en mí,
Julián, debes creer, una de tus misiones es recobrar la fe. En tu vida siempre
fuiste muy incrédulo. Renegaste siempre de Dios, y siempre quisiste apartarte
de todo lo que fuera espiritualidad y religiosidad. Pero ahora tienes la
oportunidad de recobrar esa virtud de creer con la que todos nacemos, sólo
confía en mí.
Julián se puso nuevamente en pie y se alejó del funeral, sin decir nada,
sólo siguió caminando hacia la salida con lágrimas en su rostro. Eric lo
acompaño sin decir más palabra. De repente Julián se detuvo, y así lo hizo Eric
también.
- ¿Tú dices que nadie puede vernos
verdad?
-Así es,
absolutamente nadie es capaz de vernos o comunicarse con nosotros, aunque
nosotros sí podemos comunicarnos con ellos, pero no de manera verbal sino más
bien directamente a sus cerebros. Pero ésas son habilidades que adquirirás con
el tiempo, amigo.
- ¿Entonces, qué hay
de ese chico con la pelota de fútbol que lanzó hacia mí, y me pidió que jugara
con él? ¿Qué hay de él? ¿Por qué él sí pudo verme y hasta conversó conmigo?
Eric observó a Julián un tanto confundido, pues en verdad no sabía a qué
muchacho se estaba refiriendo. Pero de inmediato comenzó a decirle lo siguiente
para tratar de dar respuesta a la inquietud de su protegido.
-Veras, Julián, hay
muchas cosas que no entenderás en este preciso momento, pero todas ellas tienen
un propósito de existir. Cuando somos niños nuestra mente está completamente
abierta, nuestro espíritu es limpio y no tenemos malicias ni sentimientos de
egoísmos en nosotros.
Ese chico de alguna
manera ha logrado mantenerse con su alma, espíritu, mente y corazón limpios
hasta esta edad. Es algo que suele suceder a todos los niños, pues aún no han
vivido lo suficiente como para ser contaminados con los males de la humanidad.
Aparte de ello, él probablemente también sea un elegido para misiones difíciles
por Dios, cuando llegue su momento.
-¿O sea que estás
queriendo decir que ese pobre chico también será presa de este estúpido juego
de cacería entre tú Dios y el Demonio? Qué falta de humanidad la de los seres
divinos. Para ellos nosotros somos solo juguetes con los que pueden divertirse
como les plazca. Se empecinan a jugar con nosotros como gato y el ratón. Todo
con el egoísta propósito de entretenerse a costa de nuestro sufrimiento.
-Veo que no has
escuchado nada de lo que te dije, sigues con tus ideas en contra de Dios. Te
costará mucho entender si sigues con esa mentalidad cerrada.
Y diciendo esto, Eric despareció, dejando a Julián una vez más solo en
aquel lugar. Julián, al quedarse solo en aquel lugar, decidió sentarse en la
misma tumba donde había estado antes, ahí se quedo observando hacia la
carretera, viendo a los autos pasar muy deprisa, sin percatarse de que dentro
del cementerio habían muestras de dolor.
Al largo rato, Eric volvió a aparecer al lado de Julián y le
preguntó
- ¿Ya te calmaste?
Julián no contestó, se quedó callado y siguió observando hacia la calle.
Fue luego de pasado un buen rato que Eric se decidió a seguir hablando y le
dijo:
-Sabes, cuando yo
vivía, era como tú. Yo sí creía en demonios y quería no creer en dios, pero
sucedió lo que nunca imaginé, tenía una vida relativamente cómoda, hasta que un
ser maligno se cruzó por mi camino.
Me arrebató de los
brazos de la vida y se rió de Dios, por haberme hecho caer dentro de sus
garras. Mi alma estaba prácticamente desahuciada.
El demonio se había
ganado el derecho a poseerme como uno de sus soldados. Pero Dios que es poder
sobre los vivos y muertos, no me abandonó, y envió por mí a alguien mucho
más fuerte de espíritu que yo, y esa persona salvó mi alma de las garras del
maligno. Ahora sirvo a dios hasta que llegue el día en que pueda por fin rec…
regresar a descansar.
Las personas que habían acudido al funeral comenzaban una a una a
desalojar el lugar, con mucho dolor pero con la certeza de que ya no existía
nada más por lo que permanecer ahí dentro, ya no había motivo para seguir en
ese sitio.
Julián se puso de pie nuevamente para observar cómo Sonia era la última
en salir acompañada por Leah, quien se había portado como toda una amiga a
pesar de que se habían conocido hacia poco tiempo y en las circunstancias menos
agradables. Pero Leah había sido de gran apoyo para pobre viuda. En momentos
como esos es cuando se logra conocer quién está contigo en las buenas y en las
malas.
Julián recordó entonces las palabras que Eric le había dicho hacía un
rato. Que ellos tenían la capacidad de comunicarse directamente al
subconsciente de los seres humanos vivos. Entonces se acercó a Sonia y le
comenzó a hablar directamente al oído. Tratando de hacerla entender que todo
estaría bien desde ese momento en adelante.
Mientras Eric simplemente observaba, un tanto sorprendido por la astucia
de Julián, ya que a pesar de que había perdido la memoria por completo, había
ciertas cosas que el lograba descifrar aplicando un poco de sentido común.
-No… te preocupes
por mí, yo estoy bien.
Estoy en un lugar
donde las cosas son…un tanto diferentes
Pero cuento con la
ayuda de alguien que me guía.
Mi propósito ahora
es cuidar de ti,
Y proteger a…
A nuestra…- Julián
observó a Eric como pidiendo permiso para continuar con lo que quería decir,
porque no se sentía en capacidad de hacerlo. Eric simplemente asintió con la
cabeza aprobando lo que Julián quería decir y le contestó:
-Hazlo. Dilo, está
bien.
-Y proteger a
nuestra hija- continuó diciendo Julián.
-Desde ahora en
adelante no me verás, pero siempre estaré junto a ti, siempre te cuidaré y
velaré por nuestra pequeña. Debes continuar con tu vida, por nuestra pequeña.-
Terminó de decir Julián con lágrimas en sus ojos, al mismo tiempo que
Sonia sonreía, sin siquiera saber por qué. Ella simplemente sintió el confort de
la certeza de que su amado ahora estaría siempre velando por ellas.
VI. La Elección
Después de aquella noche donde Tony dejó a Ximena en si apartamento
después de disfrutar una noche de bailes en la discoteca ABC’s, pasaron siete
días sin verse. Tony se preguntaba ¿por qué Ximena no había asistido a clases?
¿Por qué no contestaba al teléfono? y ¿por qué cuando él la busco varias veces
en su apartamento nunca la encontró?, Sin embargo, cuando preguntaba a algunos
conocidos, todos le decían lo mismo: que la habían visto, pero que se le notaba
un poco distinta, como retraída, divagante.
Tony estaba muy preocupado, y como uno de los amigos de ellos le había
dicho que había escuchado que esa noche Ximena estaría en el ABC’s, Tony pensó
que ésa sería la oportunidad para encontrarla de nuevo y ver que estaba
sucediendo con su amiga. Así que se preparó para asistir esa noche al club.
Llegó al lugar y se dirigió directamente a la barra. Preguntó al bar
tender si había visto a Ximena:
-Hola, ¿Cómo estás?
-¿Bien y tú? ¿Vas a
beber algo?
- Sí. Dame un trago
de whiskey, por favor. Oye, de casualidad ¿no has visto a Ximena por aquí
últimamente?
-¿Ximena? Es la
chica que baila junto a ti los fines de semana ¿no? La que se junta con el
mafioso Yankowitz.
-¿Mafioso? No. Creo
que hablamos de personas diferentes. No creo que Ximena tenga ese tipo de
amistades, es una chica demasiado inteligente para eso- dijo
Tony pensando que el bar tender se había confundido de persona.
-Sí, Ximena, yo la
recuerdo, tú y ella bailaron hace ocho días aquí mismo y toda la gente les
aplaudió. Claro, cómo los voy a olvidar, esa noche cuando ustedes se fueron,
Yankowitz vino acá y estuvo conversando con el dueño del local. Y le preguntó
si esa chica era de por acá.
Mi jefe dijo no conocerla
pero explicó que venía de vez en cuando. Pero ¿sabes algo amigo? No sé si ella
sea tu novia pero se me hizo muy raro que a los pocos minutos de que ustedes
salieron de aquí aquella noche, ella regresó, pero sola. Y estuvo conversando
un largo rato con Yankowitz.
-¿En serio?- preguntó
Tony, rehusándose a creer lo que el joven empleado del bar le estaba
confesando.
-Ahora hay rumores
por todas partes de que esa chica está bailando en un club de strippers a unas
cuadras de aquí. Mira, no le digas a nadie lo que te he dicho, pero tu amiga
está en malas manos con este tipo. Él acaba de salir de prisión por un caso de
sectas satánicas y orgías. Decapitó a su novia, traficaba drogas y vendía
niños, es todo un caso. No entiendo como logro salir en libertad. Debe tener
muy grandes influencias para estar fuera de prisión.
-¿De casualidad
sabes la dirección de ese club? Tengo que hablar con Ximena- preguntó
Tony muy preocupado por lo que el chico le había confesado.
-Dame un segundo, te
la conseguiré.
El bar tender sacó de su bolsillo el teléfono celular,y asegurándose que
su patrón no fuese a descubrirlo, pues estaba prohibido el uso de celular
durante las horas de trabajo, comenzó a redactar un mensaje de texto a uno de
sus amigos que también fungía como bar tender en diferentes clubes de
Brooklyn y Manhattan. Así pudo conseguir la dirección del club donde Ximena
estaba supuestamente bailando desnuda.
-Toma mi tarjeta,
atrás está la dirección del bar, espero que puedas encontrar a tu novia.
Suerte, ojalá puedas ayudarla a salir de esa vida.
-Gracias, ¿tu nombre
es…?
-Greg, me llamo
Greg.
-Gracias Greg.
Así Tony salió de prisa, esperando llegar pronto a la dirección que le
había especificado Greg, el bar tender del club. Condujo por varios minutos a
través de varias cuadras para encontrar el stripper club.
Cuando llegó al night club se encontró con un escenario poco agradable.
Ese sitio no parecía ser un lugar para una muchacha de la altura social de
Ximena. Por un instante, Tony creyó que se había equivocado de sitio, o que el
bar tender se había confundido de persona. Aun así entró al recinto, pues
quería encontrar a su amiga, que probablemente estaría en un peligro que ella
ignoraba.
Había un pequeño escenario donde las mujeres se turnaban para salir una
a una a bailar y desnudarse casi por completo. Tony se sentó en una mesa
muy atrás, donde sería difícil verle o al menos reconocerlo pues estaba muy
oscuro en el rincón donde decidió quedarse a observar el ambiente del lugar.
Y, efectivamente, por los altavoces del sitio se escuchó al Disk-jockey
anunciando a las muchachas, una por una. Por fin llego el turno de Ximena,
aunque con otro nombre:
“Directamente desde las tierras míticas del monte Olimpo, ha bajado una
de sus diosas para venir a deslumbrarnos con su belleza. Un aplauso, por
favor, para Irina.”
Que en realidad era la joven Ximena. Se había cambiado el nombre como es
común en esos casos en los que no quieres que nadie sepa tu verdadera
identidad. Pero Tony la reconoció perfectamente, y a pesar de traer puesto un
antifaz, logró saber que se trataba de su amiga.
El joven pidió un trago, y cuando la mesera se lo llevó esta mujer le
pidió que le regalase un trago para ella. En estos lugares se acostumbra
que las empleadas pidan a los clientes que les regalen un trago que cuesta el
triple de un trago para clientes, pues es una estrategia de negocios. Pero para
Tony ésto representó una oportunidad de obtener la información que él
necesitaba. Así que accedió a comprar la bebida a la ya un poco madura mujer, y
le pidió que se sentase con él a charlar un rato.
-Hola, guapo, ¿me
invitas un trago?
-Hola. Sí, claro,
siéntate.
-¿Tú no eres mucho
de visitar estos lugares, verdad?
-¿Por qué lo dices?
-Se te nota chico,
este no es tu tipo de ambiente. Se ve a leguas que eres una persona de bien, no
como todos los idiotas que visitan este pulguero.
-Sí, tienes razón.
-¿Y, entonces, qué
te trae por acá? Cuéntame con confianza, yo sabré ayudarte, lindo.
En ese momento se escucharon muchos aplausos y una gran algarabía,
parecía que algo estaba haciendo muy feliz a la gente del bar. Tony giró la
vista hacia el escenario y pudo observar cómo Ximena estaba con sus pechos
completamente al descubierto, bailando de una manera muy erótica,
moviendo las caderas de una forma que hacía parecer que estaba experimentando
un orgasmo ahí mismo, en pleno escenario.
La chica que estaba con Tony se dio cuenta inmediatamente de lo que ahí
estaba sucediendo.
-Hola, ¿aún estas
ahí?-
-Sí…Sí, disculpá.
-¿Es ella, verdad?
Por ella estas aquí, ¿es tu hermana? ¿Amiga? ¿O quizá novia?-
-No, no es nada de
eso, es…. eso y mucho más.
-Ya veo. Pobre
chica. Es nueva en esto, no sabe lo que le espera, se ha venido a meter a la
boca del lobo.
-¿A qué te refieres?
La mujer continuó hablando con Tony abiertamente y sin tapujos. -Todas empezamos así, algunas por necesidad,
otras por que les gusta y otras por querer ser admiradas por su cuerpo. Pero al
final este mundo de fama y dinero se desvanece y todas terminamos mal. Te vas
haciendo vieja, tus senos y trasero se vuelven aguados y caídos, ya no eres más
atractiva para los hombres. Llegan nuevas y más jóvenes mujeres a reemplazarte,
las drogas y el alcohol te acaban, los hombres te pierden el respeto, y peor
aún, te pierdes el respeto a ti misma, haces cualquier cosa por dinero, drogas
y alcohol.
-Ya veo-
respondió Tony más consternado ahora que antes por saber que habría llevado a
Ximena a este cambio tan repentino como radical.
-Mira, tu amiga está
apenas disfrutando de este espejismo de lujos y vida desenfrenada, aun puedes
salvarla del infierno en que está a punto de convertirse su vida. Si logras
poder ayudarla estarás haciendo lo mejor para ella, así que mi único consejo
para ti es: sigue adelante en tu intento, hazlo.
Y así la mujer se puso en pie, pues debía seguir trabajando, atendiendo
a más clientes y bebiendo aún más, produciendo ganancias con su cuerpo,
arrendando su compañía por unos cuantos dólares. Mientras, la noche pasaba
lentamente.
Como es habitual en este tipo de bares y clubes, hay sesiones de bailes
eróticos privados. Al camerino de las chicas llegó uno de los administradores
del lugar para pedir hablar con Irina, pues un cliente había quedado impactado
con su baile y había pagado un privado para él con la bella chica.
Al principio Irina, o Ximena, se negó a cumplir con esa tarea, pues ella
en su inexperiencia pensaba que los privados eran para prostituirse y que el
cliente la tocaría y pretendería tener sexo con ella, algo a lo que ella no
estaba dispuesta.
Habló por un buen rato con el administrador y haciéndole entender que a
las chicas que en los privados no había ninguna forma en que el cliente se
sobrepasara con ellas. Solo tendría que hacer lo mismos movimientos que hacía
sobre el escenario. Además afuera de cada cuero para sesiones privadas había un
empleado de seguridad.
En caso de que el cliente se quiera pasar de listo, sólo debía llamar al
guardia y éste la auxiliaría. Accedió a realizar el privado. Cuando llegó al
cuarto del privado, estaba todo muy oscuro, sólo se veía la silueta de un
hombre sentando en la silla que estaba frente a ella.
La chica sin decir una sola palabra comenzó a moverse lentamente de la
misma forma sensual que siempre lo hacía en la tarima del club. Cuando llegó el
momento de quitarse la blusa para mostrar sus pechos al cliente, Ximena escuchó
una voz muy familiar, la voz de alguien muy conocido por ella.
-No te quites la
ropa, no vine aquí para verte denigrada.
-Tony. ¿Eres tú?
¿Qué haces aquí?
En ese momento Ximena encendió la luz de la habitación para confirmar si
era su amigo.
-La pregunta no es
que hago yo aquí, la pregunta, Ximena, o Irina, o como te llames es ¿qué haces
tú aquí? ¿Qué te pasa?¿Qué estás haciendo? Te he estado buscando toda la
semana. Te he llamado mil veces, te esperaba en la escuela te estás comportando
como una adolescente malcriada, ésta no eres tú.
La joven se sintió en ese momento muy avergonzada, con la sensación de
estupor de estar completamente desnuda y que todo mundo te puede ver y reírse
de ti por estarlo. Así se sentía, pues no le importaba desnudarse enfrente de
los hombres, pero desnudarse enfrente de Tony, era como desnudarse enfrente de
su hermano.
Ximena se cubrió sus pechos nuevamente, corrió hacia Tony, lo abrazó y
dijo:
-Tony, perdóname,
pero esto es lo que quiero para mi vida, esto es lo que vine a buscar a Nueva
York. Creo que nunca entenderás mis razones, pero te pido que las respetes, no
sabes lo aburrida que ha sido mi vida, siempre he vivido siendo la niña buena,
la hija de papi, la que siempre ha tenido todo.
-No sabes lo que
dices, Ximena, este mundo no es para ti ¿Qué hay de los sueños de ser
reconocida como la más grande bailarina contemporánea? ¿Ya olvidaste la promesa
que hiciste a tus padres el día que saliste de Grecia?
-Mis padres son en
parte culpables de todo esto, Tony. Siempre me criaron dándome todo, inclusive
más de lo que en verdad yo quería poseer. Siempre tuve las mejores ropas, los
últimos juguetes, todo, pero, sabes, nunca los tuve a ellos.
Mi padre, el gran
empresario tabacalero, siguió los pasos de su padre, mi abuelo, y se hizo
millonario. Me dio todo pero no estaba nunca en casa. Mi madre, una mujer buena
pero sumisa, debía hacer todo lo que padre decía, no tenía libertad propia, y
no quiero eso para mí. Quiero ser libre. Por eso mi llegada Nueva York
significó una nueva forma de vida. Tú no lo entenderás jamás.
-Tienes razón, no lo
entenderé, porque, sinceramente, te desconozco. No eres la chica dulce y tierna
que eras hace solamente una semana ¿Cómo has podido convertirte en esto?
Desnudarte por dinero ¿eso es lo que quieres para tu vida? ¿Hombres tocándote,
prostituyéndote? ¿Esa es la vida que has elegido?
-No te confundas,
Tony, no soy una puta, no me estoy acostando con ningún hombre. Es más me costó
mucho trabajo acceder a realizar esta sesión privada. Aunque; ¿sabes algo? Sí,
sí, ésta es la vida excitante y llena de emociones que quiero vivir. Lo siento
mucho si te molesta, pero ya lo decidí y no lo voy a cambiar.
-¿Quién te ha
convertido en…esto? ¿Fue el tipo de aquella noche en el club, verdad? El que
estuvo conversando contigo en la barra, ¿ha sido él, verdad?
-James es bueno.
- ¿James? Así
se llama ese idiota ¿no?
-Me sorprende de ti,
Tony, siempre has dicho que no te gusta juzgar a las personas sin antes
conocerlas y saber las circunstancias que los llevaron a cometer cualquier tipo
de errores en la vida. James cometió algunos errores, pero ya pagó por ellos
ahora es un hombre trabajador. Mira, es el dueño de este lugar y…
-¡Es un asesino y
contrabandista, y violador, eso es!
-¡No! No digas eso,
él es buena persona, me siento protegida junto a él.
La mirada de ira era muy evidente en Tony, estaba profundamente
decepcionado de ver en lo que se estaba convirtiendo su amiga.
Tony sabía que la pobre chica estaba ciega, nada de lo que le dijera la
haría cambiar de opinión. Tomó su chaqueta, observó fijamente a Ximena durante
unos cuantos segundos, pero como ya no sabía qué mas decir, solamente salió del
cuarto muy enojado.
-¡Tony;
Tony! Perdóname, perdóname por decepcionarte…
VII. Recordar es
Volver a Sufrir
Julián siempre se regía por los hechos concretos y comprobados de la
ciencia. El llamado método histórico-arqueológico dejaba muchas dudas en su fe,
ya que no había forma de comprobar los grandes enigmas que sólo fueron pasando
como historias contadas o escritas de generación en generación. Y ahora de
repente todo en lo que no creía era todo lo que había en su horizonte, un
horizonte muy sombrío.
-Julián, como ya te
habrás dado cuenta, tu memoria ha sido borrada, no recuerdas mucho de tu
pasado. Eso es necesario para evitarte el dolor y la pena que sentirías en este
momento si pudieras recordar a tus seres amados, es para no atormentar tu
alma con el peso de abandonarlos. No recuerdas quién eres ni de dónde
vienes, no hay familiares, ni amigos. Las cosas que debes recordar se te irán
revelando poco a poco y sólo será lo que te sirva en tus misiones.
Después de escuchar esto, el seño de Julián se frunció en una cara que
denotaba enojo, y sus ojos se tornaron de una inmensa rabia.
-¿Misiones? Aquí vas
otras vez con tus misiones. No creo que me estés ayudando mucho. Y si no
sé recordar cosas tan esenciales como mis padres, mis hermanos, o mi
esposa, si es que existen ¿por qué tu Dios me los ha borrado? ¿Por qué me los
ha quitado? He visto a mucha gente en mi supuesto entierro; PERO NO LOS
RECUERDO!; SON SÓLO UN MONTÓN DE GENTE LLORANDO POR ALGUIEN QUIEN SUPE SER Y
AHORA NO SOY!
Con una pasividad que confundía pero a la vez confortaba a Julián, Eric
se limitó a decir:
-Haces muchas
preguntas y no soy yo el que te dará todas las respuestas. Algunas las
descubrirás tú y otras se te revelarán sin que lo preguntes. No puedo
contarte nada más de tu vida.
Julián sabía que estaba muerto y que en una especie de segunda dimensión
probablemente había terceros sufriendo un terrible dolor por su muerte, pero ni
siquiera lograba recordarlos. Simplemente podía especular y sacar sus propias
conclusiones, ya que nada se le estaba siendo revelado. Se sentó bajo la sombra
de un frondoso árbol que mecía sus verdes ramas con una fuerte pero agradable
brisa que soplaba en aquel lugar.
Eric lo observó y se dispuso a desaparecer una vez más. No había nada
que él pudiera hacer o decir para sanar el corazón dolido del espíritu que
ahora él debía proteger y guiar en ese camino hacia la verdad. Cuando se giró,
dando la espalda a su ahora protegido, escucho una pregunta que lo hizo
desistir en su intento de marcharse y decidió quedarse junto a él.
-Si no puedes contarme acerca de mi vida, si
no tienes las respuestas que busco, entonces cuéntame la tuya. ¿Dime, qué te
pasó? ¿Por qué moriste?, ¿Por qué tu alma no logró llegar a su destino?
¿Hiciste algo malo? ¿Por qué tu dios te condenó a este triste destino al que
ahora me condena a mí?
Julián era muy astuto, y a pesar de haber perdido la memoria y sólo
retener un poco de información necesaria para sus supuestas misiones como si se
tratara de una especie de formateo cerebral, seguía teniendo esa intuición de
buscar respuestas donde sólo hay preguntas. Esperaba sacar algunas conclusiones
de lo que Eric le contara y hallar algunas similitudes entre su caso y el de su
ángel guardián, y así conseguir saber más de su antiguo ser cuando tenía vida.
Eric se dio la media vuelta,dio unos cuantos pasos y se sentó sobre una
alfombra de hojas en el piso justo al lado de Julián y dijo:
-Está bien, no puedo
decir nada de tu vida pasada, pero no hay nada que me impida mostrarte lo que
yo viví y lo que me sucedió a mí, o más bien a nosotros. Pero sólo debo
advertirte algo.
-¿Quécosa?- preguntó
Julián observando cómo el rostro de Eric se llenaba de una tristeza no muy
esperanzadora.
-Debo advertirte que
lo que verás es lo más doloroso que me ha tocado vivir en mi vida mortal y
ahora que soy un espíritu guardián, este dolor tan grande que llevo dentro.
Quisiera no poder recordarlo jamás, quisiera ser como tú eres en este momento,
no poder recordar nada de esto, porque cada vez que lo recuerdo, es como
volverlo a vivir…Las heridas no siempre sanan con el tiempo, al menos no las
heridas que se causan a quien tú amas. Y lo peor de todo es que sean a causadas
cuando lo único que tu deseas es protegerlas…
Julián se preguntaba que sería lo que este hombre con el alma tan limpia
y pura como para haber llegado a ser un ángel habría hecho para sufrir tremendo
castigo de dolor. Y aunque ni siquiera se imaginada de qué se trataba, por la
cara y las palabras de Eric pensaba que debía ser algo extremadamente terrible.
Eric tomóa Julián de la mano y le dijo:
-Pase lo que pase,
veas lo que veas y haga lo que yo haga, no debes soltar mi mano. Vamos a viajar
a otra dimensión, si sueltas mi mano se romperá el enlace entre este mundo y el
mundo donde iremos y jamás podríamos regresar acá, pero por ningún motivo podemos
interferir en lo que sucederá. Solo observaremos, promételo.
-Lo prometo.
Los dos jóvenes se transportaron a un lugar y tiempo diferente.
Pues ahora estaban dentro de una especie de bar. Al parecer todo estaba
listo para un pequeño concierto. Y, claro, éste es un escenario completamente
diferente al del cementerio donde estaban anteriormente.
En el club nocturno de uno de los suburbios de Brooklyn, las luces
multicolores, la gente bebiendo y disfrutando conforman una escena muy distinta
a las que se puede encontrar en un cementerio. Ahora todo es alegría, las
meseras sirviendo tragos a los huéspedes del club, más y más clientes jóvenes y
viejos amantes del rock ingresando llenos de alegría. Son sin duda mucho más
alegres que las tristes tumbas del campo santo.
Afuera del club, un cartel anuncia la presentación estelar de una banda
de rock local que está comenzando a saborear las mieles del éxito y la fama con
su el primer sencillo de su álbum debut.
“Hoy estelar presentación de
LOS ÁNGELES ON FIRE
Y su éxito del momento
FIRE ON FIRE
Entrada gratis después de las 10:00 p.m.”
-Julián ¿ves a ese
joven que está en el escenario afinando su guitarra? ¿Lo reconoces?-
-Sí, claro. Eres tú,
Eric.
-Exactamente, soy
yo. O al menos el yo que tenía una vida feliz, una banda de rock, un contrato
firmado con una disquera y una gira alrededor de todo los Estados Unidos.
El club se comenzaba a llenar cada vez más de jóvenes y adultos rockeros
esperando escuchar y disfrutar de buena música y un rato de esparcimiento sano.
Eric se dirigió nuevamente a Julián y le dijo:
-Mira hacia tu
izquierda ahora. ¿Ves a la joven que acaba de entrar justo ahora?
-¿La de pelo rizado?
Sí, la veo.
-Ella es Maryam, mi
prometida. Estábamos planeando lo que sería nuestra boda para después de la
grabación del disco y la gira de mi banda.
La joven Maryam corrió a fundirse en un apasionado abrazo con su amado,
y éste la besó con tanto amor que todos los asistentes al concierto
aplaudieron. El concierto comenzó con una canción de especial dedicatoria para
Maryam, escrita por Eric, especialmente para ella. Ésta, al escuchar las
palabras de amor en público de su amado, sólo acertó a lanzarle un beso al
escenario donde él cantaba.
Ella había llegado a presenciar el concierto, y luego de eso se irían a
su apartamento, que no estaba muy lejos de ahí, para mostrarle a Eric los
anillos que ella había escogido para su boda.
En ese momento Julián, sintió cómo las manos de Eric se apuñaban, como
listas para lanzar un golpe. Ya que debían permanecer tomados de las manos para
no romper la cadena que los mantendría juntos entre las dimensiones, Julián
pudo sentir la fuerza con la que Eric apuñó su mano.
En ese momento, Julián comprendió que el dolor de Eric era aun más
grande de lo que él se había imaginado. Después de todo, a veces recordar es
volver a sufrir…
Julián pidió a Eric que se fueran del lugar -Eric, no quiero causarte más dolor, vámonos de aquí. Ya no me interesa
ver, no quiero ver más.
Eric con una lágrima rodando en su rostro y con una voz de amargura
respondió a Julián -No. Ahora verás todo, debes verlo para que comprendas que
tú no eres el único que sufre, y que será mejor que los recuerdos de tu vida
pasada no regresen, porque te atormentarán para siempre, para toda la
eternidad. No podrás olvidarlos, y lo peor de todo ya no puedes morir aunque lo
desearas, pues ya muerto estás-
Luego de unas horas el concierto acabó, entre aplausos y ovaciones del
público. A esas alturas todos los asistentes estaban borrachos, y llenos de
alegría, aplaudieron a la banda como si se tratase de un apoteósico recital,
pero todo acabó en una calma muy placentera. Eric entonces se acercó a la
primera fila de asientos donde estaba Maryam, la tomó de la mano, y se fue a
buscar su chaqueta. Se detuvieron unos minutos en la barra para tomar una
cerveza. Luego, Eric se puso la chaqueta, desató su cabello y se dispuso a
salir del club de la mano de su amada Maryam.
Era una fría y oscura noche de noviembre de 1985 en los suburbios de
Brooklyn. Afuera ya estaban esperando los dos espíritus que habían venido desde
otra dimensión, desde otro tiempo. Se dispusieron a seguir a la pareja de
enamorados, aunque con cada paso, cada beso y cada caricia que se daban, el
dolor del espíritu de Eric parecía agrandarse al máximo.
Llegaron al viejo edificio de seis pisos, donde en su mayoría vivían
ancianos ya retirados y veteranos de las fuerzas armadas de los Estados Unidos.
Era un lugar muy tranquilo a pesar de estar en una zona marginal o pobre.
Decidieron esa noche subir por las escaleras hasta el cuarto piso donde era su
apartamento, pues el elevador permanecía la mayor parte del tiempo averiado y
el encargado de mantenimiento no lo reparaba sino hasta pasados varios días o
varias quejas de los inquilinos, lo que sucediera al primero.
Cuando llegaron al apartamento 4to A, que era su hogar, notaron que la
puerta estaba entreabierta, pero no le dieron mayor importancia, pues dado que
era una residencia de ancianos, una de las reglas del edificio era que el
encargado de mantenimiento debía tener acceso a las llaves de todas las
unidades en caso de emergencia.
-Este Jorge debió
haber venido a reparar la fuga de agua y olvidó cerrar la puerta de nuevo.- dijo
Maryam.
-Un día de estos lo
van a despedir de su trabajo, es muy descuidado- respondió Eric.
La joven pareja estaba extremadamente cansada, se fueron directamente al
dormitorio, a buscar la cama para descansar un rato. Entonces Maryam le dijo a
Eric.
-Espera un momento,
amor, debo mostrarte algo, no te duermas.
-Um, ¿qué será? ¿Qué
sorpresa me darás ahora?
-Espera y verás, no
seas impaciente.
Maryam se dirigió al baño y desde ahí se escuchaba que conversaban en
voz alta, ella gritaba a Eric, para que este no se durmiera y pudiera ver la
sorpresa que le tenía preparada.
-ERIC, EL CONCIERTO ESTUVO GENIAL.
-¿TE GUSTÓ?
-SÍ, ESTUVIERON ESPECTACULARES, ¿VISTE CÓMO LA GENTE APLAUDIÓ? ME
ENCANTÓ LA PARTE DONDE ME DEDICASTE LA CANCIÓN, AMOR.
-POR CIERTO, Mañana VAMOS A GRABAR EL SIGUIENTE TEMA DEL DISCO
¿RECUERDAS LA ÚLTIMA CANCIÓN QUE ESCRIBÍ PARA TÍ? PUES LA PRESENTÉ A LOS CHICOS
DE LA BANDA Y A LOS REPRESENTANTES DE LA DISQUERA, Y LES ENCANTÓ.
En ese momento la bellísima Maryam se paró en el umbral de la puerta del
dormitorio, vistiendo un hermoso vestido de un color blanco pulcro y un velo
transparente y un ramo de rosas blancas. El vestido le tallaba hermosamente su
delgada figura, se veía deslumbrante, parecía iluminar toda la habitación. Eric
quedó como en un estado de Shock, no acertó a decir ni media palabra, estaba
tan nervioso que se puso más rojo que un tomate.
-¿Y? ¿No me dices
nada?- preguntó Maryam, esbozando una sonrisa llena de malicia.
-Es...Es
que...Estás, Bellísima- dijo Eric, con un tartamudeo que lo hacía
sonar como un tarado.
-Pe… ¿Pero que no se
supone que el novio no debe ver a la novia con su vestido puesto? Dicen que da
mala suerte y el matrimonio no se realiza.
-Jajaja, por favor,
amor, ¿te vas a poner con supersticioso ahora? Tú nunca has creído en esas
cosas.
-No sé si sea
superstición, pero es lo que decían las monjas del orfanato. Y vagamente
recuerdo que mi madre lo dijo alguna vez.
-Espera, tengo algo
más que mostrarte- dijo la dulce Maryam, mientras buscaba algo en su vestido al
interior de su pecho.
Eric, que hasta ahora permanecía aún recostado en su cama pues estaba
completamente agotado después del concierto, sólo observó con mucho amor a su
querida, pero rápidamente su rostro de alegría cambió a asombro y miedo, pues
vio como una figura alta y sombría se acercaba a Maryam por la espalda.
-¡CUIDADO MARYAM!- gritó
Eric. Al instante vio cómo la figura esbelta de su amor se retorcía de dolor y
se inclinaba hacia atrás. Inmediatamente su rostro cambió de una mirada dulce a
una llena de angustia. Solamente alcanzó a lanzar un gemido suave que salió de
sus rosados labios brillantes, y cayó desvanecida en el piso.
-¡Boo! Eric,es un
placer conocerte- dijo aquella figura con una macabra sonrisa
socarrona.
Eric saltó de la cama y se dirigió a su prometida, que estaba ahora
muriendo lentamente en un charco de sangre. El blanco de su vestido estaba poco
a poco tiñéndose de rojo carmesí, los gestos de dolor eran desgarradores. Y en
su mano sostenía la cajita donde estaban los anillos de boda, que eran la
segunda sorpresa que iba a mostrar a su prometido aquella fatídica noche.
-¡Ay!, Qué bonita pareja hacen,
¿pero sabes algo? Ella va a morir, y no es justo, porque yo vine por ti, no por
ella, así que ahora voy a redimir mi error, ¡mandándote al infierno a ti junto
a ella!- dijo con crueldad aquel extraño hombre que jamás en su vida habían
visto.
Al escuchar esas palabras Eric se abalanzó contra el hombre, pero éste
lo contuvo apuntándolo con la misma daga con la que acababa de malherir a su
novia.
-¿Quién demonios
eres? ¿Qué te hemos hecho a ti? Jamás en mi vida te he visto.
-Calla, no estoy
aquí para darte explicaciones, sino para cumplir una misión y eso haré.
El hombre hizo girar la daga lanzándola en el aire para poder tomarla
por la punta, y la lanzó hacia Eric, acertándole en el cuello. La herida de la
daga hizo que la sangre de Eric no tuviera por donde salir, rápidamente moriría
ahogado en su propia sangre. Sólo pudo arrodillarse y posteriormente caer al
lado de su mujer amada, que también moría lentamente. Los dos se tomaron de la
mano en aquel río de sangre, y con una tenue voz, Maryam le dijo a Eric:
-No me sueltes.
-¡Ay! Pero qué
cursis son, ya muéranse de una vez- dijo el asesino,
tomando la daga nuevamente y propinando varias heridas a los dos, no sin antes
decir a Eric las siguientes palabras.
-¿Recuerdas como
Judas vendió a Jesús? Sí, sí, lo recuerdas, pues un Judas amigo tuyo te ha
vendido, uno de los integrantes de tu banda le dijo a Hartman que te fuiste con
su competencia, y Hartman me envió a darte este mensaje. “Te dije que pagarías
caro el no haber aceptado el contrato que le ofrecí a tu grupito de mierda.”
En ese momento, los espíritus de Eric y Julián que se encontraban
observando todo, pero no podían intervenir, se soltaron, ya que el dolor de
Eric había calado fuerte en los dos, pero más en el espíritu de Eric, que
volvía a vivir la muerte de su amada y de él mismo.
Al soltarse ellos de las manos una fuerte bocanada de aire irrumpió en
la habitación, pero sólo fue perceptible por ellos dos ya que ellos estaban en
su propia dimensión, solo como observadores. Ya la pareja estaba muerta, y el
asesino se había marchado.
Entonces el espíritu de Eric se volvió loco de dolor, comenzó a gritar
mientras Julián trataba de sujetar su mano nuevamente para regresar a la
dimensión a la que ahora pertenecían.
Finalmente, después de mucho tratar, Julián tomó la mano de Eric y le
dijo:-Vámonos de aquí, hermano, ya
sufriste demasiado.
Y al instante se escuchó un grito desgarrador que salió de la boca del
espíritu de Eric
-¡NOOOOOO!
Regresaron al cementerio desde donde habían partido. Eric estaba
completamente destrozado, inconsolable y a la vez con una mirada llena de ira y
rabia, que no era propia de un ángel, sino más bien de un malvado ser lleno de
odio. Arrodillados en el piso los dos sólo acertaron a apoyarse uno sobre el
otro para ponerse de pie.
Luego de eso el espíritu de Eric desapareció, y Julián se quedó sentado
sobre su propia tumba, meditando y reflexionando sobre lo que acababa de
presenciar.
VIII. Sacrificio
Pasaron varias semanas desde la última conversación que tuvieron Tony y
Ximena en aquel stripper club de mala muerte. Las cosas no cambiaron, Ximena
abandonó la escuela por completo, nunca más se lo volvió a ver por el lugar, y
Tony continuó con sus estudios.
Esa noche al camerino de Ximena llegó un mensaje escrito en una tarjeta
que uno de los empleados de seguridad del strip club le hizo llegar a la joven,
esta la tomó en sus manos y vio que el mensaje decía.
“¿Recuerdas el
jardín a las afueras de MG? Te espero ahí mañana a las 2:00 p.m. No faltes.
Atte. T.N.”
Era su amigo Tony Noselli quien le enviaba esa nota para poder hablar
con ella, quizá por última vez…
-Puntual como siempre Ximena- dijo Tony, quien vestía ropa muy elegante
en aquel día. Llevaba una camisa de vestir blanca, pantalón negro y unos lentes
de marca. Parecía listo para una boda o un evento muy importante.
-¡Wow! ¿Por qué
tanta elegancia? ¿Dónde es la fiesta?- dijo Ximena
-Jaja, ninguna
fiesta, sólo pedí hablar contigo para despedirme.
-¿Despedirte? ¿Te vas?, ¿A dónde?
-Italia. Mi padre ha
decidido mudarse una temporada a Milán para cuidar de mi abuelo, ya está muy
viejo. En cualquier momento nos dice Ciao, y no queremos dejar solo al viejo en sus
últimos días.
El rostro de Ximena cambió de inmediato, dejando ver una tristeza
notable por lo que se venía. La despedida.
-Pero, ¿y tus
estudios? ¿Las clases en Martha
Graham? ¿Qué va a pasar con ellos?
-Voy seguir
estudiando en Italia, de hecho es por eso que me voy, mi padre quería que me
quedara aquí y terminara la escuela para alcanzarlo luego allá, pero he
decidido acompañarlo e inscribirme en una escuela de fotografía avanzada, en
Milán, así practico mas mi italiano, que no es nada bueno después de vivir aquí
toda mi vida.
-¿Es por mí, verdad?
¿Te vas por mí? Me habías hablado antes de ese viaje a Italia, pero no era
prioridad para ti, y ahora de repente decides irte, yo soy la culpable ¿verdad
Tony?
Ximena trató de abrazar al muchacho, pero éste no se dejó tomar, más
bien en su lugar tomó la mano de Ximena y comenzaron a caminar juntos mientras
Tony le decía:
-Prométeme que te
vas a cuidar mucho, y que vas a estar bien.
Ximena no dijo una palabra, sólo se quedó pensando, tratando de asimilar
lo que estaba sucediendo y caminando tomada de la mano de Tony. Cuando por fin quiso
decir algo, le hizo esta confesión a su amigo:
-Esa última noche en
el club, después de que tu y yo bailamos con esa fuerza e intensidad, yo
termine de confirmar algo Tony, ¿quieres que te diga qué fue?
-Sí, claro, dime.
-Que tú eres la persona más buena que jamás haya conocido, y que estaba
sintiendo algo por ti más que amistad, creo que me llegue a enamorar de ti. Y
tal vez vas a pensar que estoy loca, pero me asusté de estar experimentando ese
sentimiento, me dio miedo enamorarme de ti.
No porque fuese malo enamorarse de ti, sino por el temor de que yo no
sea lo suficientemente buena para ti. Luego, esa misma noche conocí a James. Al
principio me inspiró mucha desconfianza, y me alejé de él. Sin embargo su
personalidad enigmática me atrajo de regreso hacia él-
-Sí, Ximena, lo
supe, supe que esa noche cuando te dejé en tu casa te regresaste sola al club.
-Lo pensé mucho
antes de regresar, incluso varias veces le pedí al taxista que se detuviera y
me llevara a casa, pero al final terminaba cambiando de opinión, y algo
me decía que debía regresar al club. No sé que me paso, en verdad ni yo me lo
explico.
-No te preocupes,
Ximena, no tienes que explicar nada, ni sentirte mal.
-Luego, cuando
llegué al club comencé a conversar con James, y me cautivó de una manera
que yo no me explico cómo ha podido suceder, es como un hechizo. Su
personalidad es muy diferente a lo que aparenta, es muy tierno y dulce a pesar
de que refleja hacia el exterior una imagen de dureza y hasta maldad.
-Hey, como dicen,
“El infierno puede llegar a ser un lugar muy divertido, si estas con el demonio
correcto”...- dijo Tony dibujando una sonrisa en la cara de
Ximena.
-Jajaja, sí algo
así, Tony.
-Bueno, Ximena,
ahora sí, creo que ha llegado la hora de decir adiós.
-Sólo respóndeme
algo, Tony, ¿te volveré a ver algún día?
-Eso tenlo por
seguro, en esta vida o en otra, pero nuestras almas están destinadas a
encontrarse.
-Pues espero que sea
en esta, porque no estoy segura de aguantar otra vida entera como ésta.
-Jajaja. Cuídate mucho,
Ximena.
Con un abrazo profundo y un beso en la boca se despidieron los dos
amigos, Hermanos, o amantes, sin saber que ésta sería la última vez que
se verían. O por lo menos la última vez que lo harían en esta vida…
Era la noche de descanso de Ximena, esta noche no habría bailes eróticos
ni clientes borrachos, tampoco luces ni música, era la noche de la semana que
estaba separada para estar en casa con el que debía de ser la persona que la
protegiese.
Ese mismo día, después de su encuentro de despedida con Tony, decidió
salir para hacer algunas compras. El tiempo se le pasó volando y la noche llegó
y su novio la estaba esperando ya en casa. Un mensaje de texto a su teléfono
celular la hiso sonreír pues este decía.
“Apresúrate, Ximena,
Te espera una sorpresa en casa :) ”
La chica pasó el resto del camino a casa tratando de adivinar qué era lo
que su amado le había preparado para pasar una noche llena de placer.
¿Podría
ser una cena especialmente preparada para ella? Con vino y luces de velas. ¿O acaso un regalito más
material?, como un anillo de compromiso, ¿o
acaso algo mas intimo? Todo eso le daba vueltas en la cabeza, mientras se moría
de ansias por llegar a su nidito de amor. (O dolor tal vez en esta ocasión)
Al fin llegó a casa de su novio James Yankowitz. Notó desde la calle
donde estaba aparcado su auto que todas las luces del apartamento estaban
apagadas. La chica muy emocionada pensó que aquel era un detalle muy romántico.
Se apresuró a subir por el elevador hasta el piso donde estaba el apartamento
de Yankowitz. Abrió la puerta del apartamento y comenzó a caminar lentamente
para no hacer mucho ruido y no arruinar la sorpresa que le tenía preparada su
novio, fuese cual fuese esta. Dejó las bolsas llenas de las cosas que había
comprado en una esquina dentro de la cocina.
Vio cómo al ingresar al apartamento había una pequeña vereda formada por
pétalos de rosas muy rojas, e iluminado por pequeñas velas. Se quitó los
zapatos de tacón alto y se dispuso a caminar sobre aquel manto de rosas que
formaban el camino.
Llegó hasta la sala del lugar y notó como en el medio del cuarto de la
sala estaba formado un corazón con rosas de color morado tan oscuro que hasta
parecían ser rosas negras. Justo en el centro de ese corazón estaba una
fotografía de una mujer que ella jamás había visto, pero que tenía un cierto
parecido en lo físico a ella. A un lado de la fotografía estaba dentro de una
pequeña jaula de metal, una iguana verde.
Esto ya comenzaba a tornarse demasiado raro para Ximena, se asustó un
poco y comenzó a llamar a su novio.
-¿James, estas
aquí?…
¿Quién es esta
mujer?…
¿Qué hace este
animal en la casa?…
Esto no es nada
gracioso…
Pero nadie respondía a una sola de las preguntas que la muchacha
formulaba. Se asustó aún más al ver como si varias sombras pasaran frente a su
ventana. Luego trató de convencerse a sí misma de que eso no debía ser más que
el viento moviendo las ramas de los árboles afuera. El único detalle era que el
apartamento estaba situado en un sexto piso, y los árboles de la calle no eran
tan altos como para generar sombras en su apartamento.
En ese instante, le sorprendió por la espalda un tremendo golpe en la
nuca que la dejó desmayada en el acto. El golpe fue tan grande que sólo se
escuchó un tenue gemido, al caer ella al piso completamente desvanecida.
Al instante salieron tres hombres de las oscuras sombras que cubrían
todo el lugar. Uno de ellos, y el que le asestó aquel terrible golpe en la
cabeza a la bella e indefensa Ximena, era James Yankowitz. Inmediatamente
comenzó a dar órdenes a los otros dos hombres.
-Vamos, discípulos
míos, debemos preparar todo para el sacrificio de nuestra hermana Ximena, que
traerá a la vida a mi amada Leila, la perla perdida de mis tiempos felices.
-Sí, maestro.
Dijeron los dos tipos que se encontraban junto a James aquella fatídica
noche. Esos hombres eran dos de los elegidos por Yankowitz para el renacimiento
de su mal llamada Iglesia, que no era más que una secta de satánica, era la
misma iglesia que había fundado hacía varios años junto a su novia de aquel
entonces, Leila. Esta vez el nombre de la Iglesia sufriría un cambio. En
lugar de llamarse la “Iglesia del 616”, se llamaría la “Iglesia del 966”.
Simplemente invirtiendo el primer 6 de la cifra 666 para convertirlo en un 9.
Todo estaba planeado desde antes de que Yankowitz consiguiese su
libertad después de pasar veinte años en cárcel. Según él, en los momentos de
soledad en el encierro de la prisión, su amada Leila lo acompañaba en todo
momento. Fue ella quien ideó el plan de conseguir a una muchacha muy joven y
bonita para poder sacrificarla a los Loas de la vida y la muerte, así
complacerlos a ellos y pedir el favor de regresar a la vida a Leila y poder
pasar la eternidad al lado de su amado James. Un plan digno de la locura más
extrema en la cual James ya era experto.
En la cultura vudú se acostumbra realizar sacrificios animales para
pedir favores a los Loas o deidades vudúes. Pero no se sacrifica jamás a
personas. Contrario a lo que se piensa, el verdadero vudú es una religión más
dentro de la gran variedad que existen en el mundo.
El vudú mezcla la magia blanca y la magia negra. La primera, para las
peticiones consideradas como positivas, como la protección del hogar, por
ejemplo. Y la segunda, en la que se desea hacer daño a algún enemigo. A los que
practican el vudú con magia negra se les conoce como bokós y zobóps. Son personas que poseen un gran conocimiento en
preparación de venenos y maleficios.
Leila era una experimentada sacerdotisa vudú de magia negra. Ahora
necesitaba realizar un sacrificio de sangre joven humana para reencarnar en una
nueva criatura viva. Ella había escogido reencarnar en una iguana verde, porque
la iguana es un símbolo de grandeza al ser descendiente directo de los saurios
del mundo moderno. Además de ser un reptil de sangre fría.
Inmediatamente Yankowitz preparó en medio del corazón de pétalos un
enorme contenedor de metal similar a una olla, mientras sacaba de su jaula a la
iguana que tenía encerrada para el supuesto sacrificio de resurrección.
Al mismo tiempo, los discípulos de Yankowitz comenzaron a sujetar por
los brazos y piernas a la aún inconsciente Ximena, mientras el maestro
Yankowitz comenzó a cortarle el cuello con una sierra para madera. El dolor que
causó el roce de la sierra al cortar el delicado cuello de Ximena, hizo que la
muchacha se despertara y tratara de liberarse de esa dolorosa situación.
Pero fue entonces que Yankowitz aceleró el corte con la sierra para dar
muerte rápidamente a la pobre chica. La sangre fluía a borbollones del cuello
de la joven. Uno de los dos discípulos de Yankowitz no soportó ver
aquella escena tan macabra y se echó a llorar.
Cuando se había desprendido por completo la cabeza de la joven de su
cuerpo, la pusieron directamente en el contendor de metal. Yankowitz se acercó
al discípulo que estaba aún llorando y muy asustado, casi paralizado. Y le
dijo:
-No te sientas mal,
hijo mío, estos sacrificios son necesarios para la construcción de nuestra
nueva iglesia. Ahora tomen estos cuchillos y terminen de despedazar ese cuerpo,
viertan toda la sangre en la olla. Y comenzaremos el ritual para que nuestra
sacerdotisa Leila, vuelva a estar con nosotros.
Y así los hombres prosiguieron con el mandato recibido por parte de su
maestro de cortar en partes el bello cuerpo de Ximena. Toda la sangre que
emanaba de las partes del cuerpo estaba siendo vertida en aquel contenedor de
metal, donde ya estaba la cabeza de la joven, pero las partes eran cortadas en
pedazos muy pequeños y los guardaron en otros contenedores de plástico para luego
deshacerse de ellos.
Al terminar de despedazar a la joven, Yankowitz se dispuso a cantar en
una lengua que para los otros dos hombres era muy extraña, no entendían nada
pero James, se mantenía muy concentrado en su trance realizando los cantos y
oraciones dedicadas a sus loas.
Tomó la iguana y la puso cerca de la olla, también tomó un cucharón y
sacó un poco de la sangre que había en la olla. Primero roció a la iguana
mientras seguía recitando una oración, luego tomó la foto de Leila, la roció
también con la sangre de Ximena y continuó con sus oraciones.
Al final puso a la iguana y a la foto en el piso frente a frente, y
utilizó su dedo como pincel para dibujar con sangre dos flechas que apuntaban
en sentido contrario de la otra. Luego las oraciones se tornaron más ruidosas,
subió el tono de voz al punto de gritos muy altos.
Súbitamente, se quedó callado durante varios minutos, hasta que al fin
les pidió a sus discípulos que comenzasen a hervir la cabeza de la muchacha en
la mezcla de agua y sangre, para crear lo que el definió como “la sopa para
conquistar almas”.
Luego de dar esa orden, tomó a la iguana y se dirigió a su habitación
hablándole con palabras de amor, como si se tratase de una esposa a la cual no
veía desde hace mucho tiempo.
-Mi amor, por fin
estamos de nuevo juntos, la espera ha sido muy larga pero al fin estamos aquí
tu yo. Esta vez, mi amada Leila, no voy a dejar que nada ni nadie nos separe.
Si esta vez vas a morir, yo muero contigo y, si yo muero, tú vendrás conmigo,
pues es nuestro destino: no volver a separarnos…
Anocheció así, los discípulos de Yankowitz habían seguido las órdenes de
su maestro. Llenaron el contenedor de metal con agua y lo pusieron sobre la
estufa para hervirlo durante varias horas. Carlos Frías era un joven de origen
dominicano que había quedado huérfano a los diez años de edad, y desde entonces
había vivido en las calles a los alrededores e Tompkin Square.
Había conocido a Hugo Vázquez, otro hombre de las calles que había
llegado desde Puerto Rico hacía ya varios años, y sabía todo lo referente a
sobrevivir en las calles de Brooklyn. Estos dos eran los nuevos discípulos de
James Yankowitz en el renacimiento de su Iglesia del 966.
Carlos era un novato en todo esto del ocultismo, él había sido criado
bajo la estricta doctrina de la Iglesia Católica. Quizá por eso le resultaba
tan perturbador el hecho de presenciar todos estos actos satánicos realizados
por su nuevo maestro. Sin embargo, deseaba sentirse protegido y ser parte de
una familia, la cual nunca tuvo por eso le hizo frente a todas estas prácticas
diabólicas y siguió formando parte de la nueva secta.
Al amanecer James Yankowitz se despertó a eso de las 11:00 a.m. y les
pidió a sus discípulos que prepararan la mesa para un almuerzo digno de un
maestro, con sus pupilos haciendo un claro contraste de la Última Cena de
Cristo precedente a su pasión.
Así lo hicieron pues los discípulos. Prepararon una mesa con tres sillas
y un mantel blanco, las sillas con una cubierta de tela con el mismo color.
También en medio de la mesa colocaron un ramo de las mismas rosas color morado
oscuro que habían usado durante el sacrificio de Ximena. Unas velas gruesas y
tres platos con sus respectivos juego de cubiertos.
-Ah hermanos míos, que su ignorancia no sea la fuente de mi ira, porque
yo como padre bueno debo reprenderos cuando hacen algo bien, ¿han olvidado lo que aquí anoche
sucedió?-
-No, maestro, no lo
hemos olvidado.
-Pues si no lo habéis olvidado, ¿por qué solo ven mis ojos, tres sets de
sillas? Si aquí hay cuatro personas para sentarnos a la mesa ¿Acaso habéis ignorado a mi amada
Leila?- dijo el maestro dirigiéndose a sus alumnos y señalando a la iguana, que
ahora era la reencarnación de la que alguna vez fuera una mujer tan hermosa
como malvada.
-Per…Perdón maestro.
Perdone nuestra torpeza. Ahora mismo le preparemos su sitio a la señorita
Leila.
-Nunca lo olviden,
ella y yo somos uno solo, lo que a mí me venga bien, también a ella, si a ella
le sucede algo, a mí también, manténgala feliz a ella y yo seré feliz.
-Sí, maestro.
Luego de haber terminado el almuerzo donde cada uno de los asistentes degustaron un grotesco plato de sopa hecha con restos humanos, James le pidió a sus discípulos que llenaran un contenedor de plástico con lo que había aun de la sopa, y salieran a la calle a ofrecerle la bebida caliente a todo aquel vagabundo y borracho necesitado de una sopa para el alma.
IX. Inocencia
Brooklyn, NY,
1985.
Marta era una muchacha humilde que acababa de llegar a Estados Unidos
con su hija de apenas cinco añitos. Habían recorrido un largo camino para
poder cruzar la frontera de su natal Guatemala, llegar a estados unidos y
comenzar una vida llena de oportunidades, o al menos eso era lo que ella
perseguía al aventurarse en aquel largo y pesado viaje que recorría tres
fronteras.
Era su primera noche en la gran manzana desde que, pagando los últimos
$200 que traía consigo había logrado que un transportista de indocumentados la
trasladara desde Texas, por donde había cruzado la frontera hasta Nueva York.
Llegar a Nueva York le suponía a ella una gran victoria de vida, ya que
sin educación formal en su país, sabiendo apenas escribir su nombre y más o
menos leer, las oportunidades de sobresalir escaseaban mucho más. Pensó que el
país del norte sería un mejor lugar para ella y para su hija.
Aquella primera noche de su estadía en la ciudad que nunca duerme, no
fue tan placentera, pues intentó quedarse a dormir en las bancas de un parque
de Brooklyn, sin saber que eso estaba prohibido por ley, que la policía podía
arrestarla por dicha acción. Afortunadamente para ella, eso no sucedió, pasó la
noche abrazada a su bebé y durmiendo por momentos.
Al amanecer había que ponerse en pie y buscar algo para alimentar a la
pequeña Liliana, pues la bebé tenía la noche entera sin haber comido nada. Sin
dinero y sin saber comunicarse con nadie, lo único que le quedaba era
buscar algo entre los cestos de basura. Cruel realidad a la que muchos
inmigrantes son obligados por la ineptitud de los gobernantes de sus países, no
nos queda otra más que abandonar lo que amamos quizá para siempre, y hacer una
vida en el desprecio, la mala cara y la humillación del americano, que muchas
veces siente que venimos a quitarles lo que a ellos les pertenece por
nacimiento. Y tal vez tengan la razón, pero el hombre no es de donde nace sino
de donde está. No hay más que afrontar esa vida de desdicha.
Una señora de edad ya avanzada pasaba por el lugar y vio a aquella
muchacha que no pasaba de los veinticinco años de edad, rebuscando entre los
botes de basura. Se acercó a ella y le dijo:
-Oye, muchacha, ¿qué
haces? Te vas a meter en problemas. Si la policía te ve tirando la basura al
piso te meterán presa.
Marta sólo consiguió quedarse parada sin decir una sola palabra,
mientras la señora le seguía preguntando.
-¿Es ésa tu hija?
Mira muchacha, ¿ves esa calle? Sigue derecho hasta llegar a un portón negro con
las figuras de dos angelitos bebés desnudos tomándose de las manos. Dicen que
ahí dan ayuda a personas de la calle. Personalmente, nunca he estado ahí, pero
José, un borracho que siempre me ayuda en la casa, se la pasa ahí porque le dan
ropa y comida. Ve y pide ayuda para ti y para tu hija.
Marta tomó de la mano a Liliana, y dándole gracias a la señora con una
rapidez que denota vergüenza, comenzó a caminar sobre la calle que le había
indicado la anciana.
-Pobre muchacha, todos vienen aquí creyendo que Estados Unidos es aún el
país de las oportunidades.- murmuró la señora mientras se alejaba a paso
lento, empujando un carrito de compras metálico.
Mientras tanto Marta llegó al lugar donde la señora le había indicado,
ahí estaban los dos angelitos desnudos sobre un portón negro. Tocó el timbre de
la puerta una vez pero nadie atendió, lo hizo de nuevo pero nada pasó, a la
tercera vez logró que alguien hablara por el intercomunicador:
-¿Quién es?
-Hola, me dijeron que aquí me podían ayudar, por favor no les pido nada
para mí. Si pudieran sólo darle algo de comer a mi hija-
-Espera un momento.
Al instante el “Hermano Rey” como se conocía ahora a James Yankowitz,
salió a recibir a la muchacha y le pidió amablemente que la acompañara. Ella lo
siguió hasta la casa donde él y su novia Leila vivían.
Leila la recibió, la observó de pies cabeza y le dijo a otra
muchacha que estaba ahí que la llevara la cocina, le lavara las manos y la cara
a la niña y les diera algo de ropa limpia, y comida. Cuando se fueron, James le
preguntó a Leila:
-¿Qué crees amor,
nos servirá?
-La muchacha
sí, no tiene mal cuerpo, y es linda de cara. Creo que será llamativa para
nuestros clientes, sólo es cuestión de bañarla, darle ropa y enseñarle un
poco de modales. Lo que no sé es qué haremos con su hija, será un
estorbo.
-Ya le encontraremos
uso de alguna forma- dijo James con una sonrisa diabólica muy burlesca.
Mientras tanto, en la cocina, las dos muchachas conversaban
tranquilamente.
-¿Cómo te llamas?
-Yo soy Ana, ¿tú
cómo te llamas?
-Soy Marta, ¿de qué
país eres?
-Nací en la frontera
entre El Salvador y Honduras, mi mamá es hondureña y mi papa es salvadoreño,
cuando nací me asentaron en las dos alcaldías de los dos países así que soy de
los dos países.
-¿Si? Qué raro,
nunca había escuchado algo así.
-Bueno, en el lugar
donde yo nací se solía hacer mucho eso con los niños recién nacidos. Pero ahora
ya no se hace pues no importa de qué país seas, la puta situación está jodida
en los dos lados, da igual si sos salvadoreña o hondureña, comes la misma
mierda igual.
-Sí, eso sí, dímelo
a mí. Yo soy de Guatemala, y la cosa esta igual allá.- comentó
Marta mientras seguía lavándole las manos y la carita a su pequeña
Liliana.
-Gracias a Dios no
te pasó nada con tu hija en ese camino tan malo. Yo sinceramente no tendría el
valor para arriesgar a una criatura tan pequeña en ese viaje tan peligroso.
Inmediatamente la expresión facial de Marta cambió de una cierta
tranquilidad a una profunda tristeza, en su mente se recrearon las escenas
donde el coyote que le había prometido llevarla a ella y su hija sanas y salvas
hasta Nueva York en un tiempo no mayor a diez días. Se había aprovechado
de ella sexualmente con la amenaza de matar a su bebé.
Contó a Ana que aquel hombre la había golpeado y la había obligado a
tener sexo sobre unos matorrales, a sólo unos escasos pasos de distancia donde
su pequeña hija dormía. Con la amenaza de que si no mantenía relaciones
genitales con él, se llevaría a su hija, la violaría, luego la cortaría
en pedazos y las partes las arrojaría esparcidas por todo el desierto para que
los animales carroñeros se la comieran, con una amenaza de ese tipo, una madre
que daría hasta la vida por el bienestar de su hija no tenía más que aceptar
que aquel cerdo la tomara, pues era eso o la vida de su bebé.
No bastando con haberla humillado y golpeado, el malnacido
pollero, la dejó sin dinero abandonada en una zona desierta, donde tuvo que
deambular perdida con su hija por dos días hasta que se topó con otro grupo de
migrantes que viajaban solos, sin guía, ni polleros. Ellos la ayudaron junto a
su hija y la hicieron cruzar la frontera.
Uno de los miembros del grupo, llamado Manuel, era de México. Le ofreció
una disculpa a ella por la mala imagen que le habían dejado las personas en
México, le dijo que no todos eran así de malos como el pollero que le había
hecho eso. Que había gente muy buena en México y que la mayoría apoyaban al
migrante en su camino, pues como ellos miles de mexicanos debían abandonar sus
tierras cada día, en busca de una mejor vida.
Manuel tenía ya una vasta experiencia en este tipo de viajes, pues a
pesar de no tener documentos legales en Estados Unidos, cada año se tomaba de
seis a ocho semanas para cruzar de regreso a México a visitar a su familia, y
luego regresaba a Estados Unidos, él había sido quien había ayudado a Marta a
pagar los $200 para transportarla desde Texas hasta Nueva York.
-Bueno, ya se limpiaron,
comieron y descansaron. Ahora vengan a la sala, pues mi novio y yo tenemos algo
que decirle- les dijo Leila a las dos muchachas.
De inmediato, las dos mujeres se dirigieron a la sala donde ya las
esperaba la pareja sentados en un sofá de color rojo. Un color un tanto
frívolo. Había dos sillas frente a ellos
-Siéntense. Espero
hayan disfrutado de la comida- dijo Leila, luego James tomó la palabra
diciendo:
-A partir de hoy se
quedaran a dormir en esta casa por un tiempo, mañana Leila las llevará a
conocer el bar donde trabajarán, trabajarán para nosotros en nuestros negocios,
por dos semanas no recibirán pago, pues deben cubrir los gastos de su ropa y
comida. Luego de dos semanas comenzarán a ganar su propio dinero y podrán
buscar un lugar más cómodo donde podrán vivir tranquilas. Conocerán a las
chicas y ellas las entrenaran en cómo atender a los clientes.
-Ah, y un consejo.
Un cliente contento deja una buena propina, así que les conviene “ser
complacientes” – dijo Leila con una sonrisa en su bello pero
malvado rostro.
Ellas pasaron el resto del día platicando sobre sus vivencias en sus
países, el camino duro hacia Estados Unidos y haciendo planes a futuro. A
las chicas les parecía que habían caído en buenas manos, las dos parecían ser
buenas personas, y el trato de trabajo se les hizo muy justo. Su futuro pintaba
bien.
Así, las muchachas se fueron a dormir esa noche, y la mañana siguiente
se levantaron con la alegría de pensar que por fin su nueva vida les sonreía,
éste sería su primer día de trabajo. Hoy por fin el sueño americano comenzaría
a tomar forma para ellas.
Todo estaba saliendo más o menos bien, hasta que llegaron al bar de sus
protectores y vieron que el lugar parecía de todo, menos un sitio decente para
trabajar. Los clientes eran en su mayoría hombres blancos de entre treinta y
cincuenta años de edad, borrachos a más no poder y drogados hasta las uñas. Las
chicas que trabajaban ahí eran en su mayoría latinas y unas que otras,
asiáticas, con vestidos muy provocativos, de color negro mostrando mucho más de
lo que normalmente se muestra bajo un traje de baño.
Marta y Ana estaban muy incómodas y pensaron en abandonar aquel
lugar, pero la malvada Leila, que adivinaba sus intenciones, se les adelantó
diciéndoles que:
-Sé lo que están pensando,
sé que en este momento lo que desean es salir huyendo de acá. Pero déjenme
decirles que si se van, estarán desperdiciando la oportunidad de sus vidas,
todas estas chicas estuvieron como ustedes, con esas dudas, sus valores
morales no las dejaban trabajar tranquilas, pero con el paso del tiempo se
dieron cuenta que esos sentimientos moralistas baratos no dan de comer.
Tu, Marta tienes una
hija, no seas tan egoísta, piensa en ella. Te estoy dando la oportunidad de
poner ropa limpia en su piel. Comida fresca en su boca. ¿O prefieres volver a
darle de comer los restos de la basura que en este país ni los perros se comen?
¿Es eso lo quieres para tu hija?
Y tú, Ana, ¿qué hay
de tus cinco hermanitos en Honduras? ¿Qué les vas a decir cuando te pregunten si
ya tienes el dinero para pagar la casa de tu madre, para que el banco no las
eche a la calle?
Así que, díganme,
ustedes deciden. Lo toman o lo dejan, las decisiones son duras, pero la mayor
parte de las ocasiones no se deben tomar pensando en nosotros mismos, sino en
aquellos que dependen de nosotros.
Las muchachas sólo acertaron a abrazarse, y con unas ganas tremendas de
llorar decidieron aceptar el trabajo que les ofrecía Leila. Ahora debían
vestirse (o desvestirse más bien) y servir tragos a los drogadictos, acostarse
con enfermos depravados sexuales, eso era su sueño americano. Eso era lo que
las sacaría de la pobreza, muchas veces se preguntaron si el precio de esta
mejora de vida valía la pena. Y siempre la respuesta era la misma.
“Si mis seres amados están bien, no importa que yo este desgarrándome en
sufrimiento y dolor por dentro, debo continuar con esta vida, pues no es sólo
mi vida, es nuestra vida.”
Pasaron así los primeros dos meses de trabajo para las dos chicas, y
aunque al principio fue muy difícil adaptarse a aquel tipo de labores, la
necesidad disfrazada de ganas de superarse les hizo soportar aquellas duras
jornadas de sexo con unos completos desconocidos, borrachos y drogados. Algunos
de ellos se movían encima de ellas, otros estaban tan drogados que hasta se
quedaban dormidos a la hora del acto sexual. Pero también había otros que se
querían pasar de listos y llegaban al extremo de querer golpearlas.
Pero la mayoría de ellos eran jovencitos hijos de papi, estudiantes
universitarios, ejecutivos de empresa, y llenos de plata, así que las propinas
que dejaban eran muy buenas para todas las empleadas del bar de Leila y James.
Liliana se había estado quedando con Leila y James en la casa de los
dos. La niña se sentía protegida por la pareja, ellos nunca demostraban algún
tipo de maldad o desprecio hacia la pequeña.
Una mañana se pudo ver a James manteniendo una conversación de negocios
vía telefónica con uno de sus mejores clientes, que a la vez había sido quien
le habían enseñado todos los secretos de cómo ser un asesino a sueldo,
traficante y extorsionista.
-Tim, mi viejo
amigo, no te preocupes. Ese trabajito no es nada para mi experiencia, es sólo
un tonto Punk star, dile a tu hijo que acabaré con ese imbécil sin ningún
problema.
-Lo sé, James,
confío en tu capacidad, pues he sido yo quien te enseñó todo para ser el mejor
en estos trabajos. Ese tonto rechazó el contrato que mi hijo le ofreció para su
disco, en cambio, se fue con la disquera rival de Mark. El tipo es buen músico
y hubiese tenido una buena carrera, pero lamentablemente no puedo aceptar que
le hagan desplantes a mi buen Mark, así que su carrera ha llegado a su fin
mucho antes de empezar.
-Oye, Tim, y
volviendo a lo que te comenté de la niña aquella, está perfecta como a ti te
gusta. Tiene 5 años, jugosa y tiernita como te encantan a ti.
-Está bien, James,
tráela a mi casa y veré la mercancía para ver cuánto te doy por ella, te veo en
un rato.
En el mismo instante que colgó el teléfono, James se dirigió al cuarto
donde Leila y Liliana estaban jugando. James le dijo a Liliana que se pusiera
los zapatos pues irían a dar un pequeño paseo, por que Leila sin ningún tipo de
vergüenza preguntó:
-¿La has logrado
vender?
-No está tan seguro
de comprarla, la verá primero y luego nos hará una propuesta, creo que tendré
que dejarlo probarla antes, para que se decida, cada vez se pone más exigente.
Así la inocente Liliana, sin saber las malvadas intenciones que tenían
para con ella, se sintió contenta de que su amigo James y su amiga Leila
la llevaban a dar un paseo. En su inocencia no se imaginaba el mal que se
aproximaba a ella. Estaban a punto de venderla a un pervertido violador de
niñas, asesino y contrabandista sin corazón.
Tim Hartman, el más despiadado hombre que jamás hubiesen conocido, era
el mentor de James, el hombre que lo había convertido en lo que ahora era. El
hijo de Tim, Mark, era el fundador de una pequeña compañía disquera de
creciente éxito, se dedicaba a la búsqueda y exposición de nuevos talentos en
la zona de Nueva York. Obviamente, la compañía además de haber sido fundada con
dinero sucio de su padre, también era una empresa fachada para blanquear dinero
sucio del narcotráfico, extorsiones y asesinatos cometidos por su padre.
Mark había ofrecido un contrato de representación y grabación de disco a
un emergente chico, Eric Di Ángelo que con su grupo de hard rock, “Los Ángeles
on Fire”, estaba obteniendo un éxito tremendo en los bares y clubes locales de
Brooklyn. De alguna manera el trato no le había inspirado confianza al joven
Eric y había decidido no hacer negocios con Mark.
En cambio, había decidido irse con Future
Stars Marketing, que era la compañía rival de Mark Management. Eso había encolerizado mucho al joven empresario.
Incluso había llegado a hacer llamadas amenazantes a Eric, pero este no las
había tomado en serio, había pensado que sólo eran habladurías de un hombre
enojado.
Pero al igual que la mayoría de los hijos de papi, quienes cada
vez que tienen algún problema no tienen los pantalones para afrontar sus
problemas, sino que salen corriendo en busca de su papi para solucionarlos,
Mark había recurrido a su padre para decirle del desprecio por Eric Di Ángelo.
Rápidamente Tim se había puesto a investigar lo más posible acerca de
Eric, su vida y su familia. No le había sido muy difícil obtener toda esa
información, pues conocía a todos y cada uno de los que vivían en cada
vecindario de Brooklyn, fuesen buenas o malas personas, todos le rendían
pleitesía y cualquier cosa que él quisiera saber, sólo debía hacer una o dos
preguntas y obtenía lo que buscaba.
Al parecer no había mucho que saber acerca de Di Ángelo, pues sus padres
habían muerto cuando el tenia catorce años. Estuvo en un centro para huérfanos
hasta los diecisiete donde había aprendido a tocar la guitarra y había
comenzado a componer canciones. A los dieciocho había comenzado a trabajar como
escritor de artículos relacionados con la escena rockera de la ciudad, vendía
sus artículos a periódicos y revistas del género.
Tenía su propia banda de Hard Rock. Estaba comprometido con la que había
sido su novia desde los dieciséis años, Maryam. El matrimonio sería dentro de
tres meses, se encontraban en los preparativos para realizar la boda después de
la grabación del primer álbum de la banda.
En definitiva, un muchacho que no se metía con nadie y estaba tratando
de sobresalir por sus propios medios, sólo con el apoyo de su novia y los
amigos de la su grupo musical.
El Porsche 911 Turbo, año 1985, de James se aparcó frente a una lujosa
mansión de las afueras de East Hamptom, la zona más exclusiva de todo el estado
de Nueva York. Se bajó del auto y le pidió a la pequeña Liliana que lo
siguiera. La inocente niña, sin saber el triste destino que le esperaba,
continuó cantando una dulce canción infantil que su mamá le había enseñado en
los ratos que pasaba jugando con ella en casa.
-Tim, aquí estamos
¿cómo te va?
-Pues, ya me ves,
aquí en mi casa de retiro. Hola pequeña ¿cómo te va?
La niña, que estaba aún aprendiendo a hablar en inglés solo acertó a decirle
-“Hi”
-No importa, para lo
que te tengo preparado, no es necesario que hables. Mientras menos digas, es
mucho mejor.
-¿Entonces te la
quedarás?- preguntó un sonriente James que podía sentir la
satisfacción de haber cerrado otro de sus mezquinos tratos.
Tim llevó a la niña hacia un gran cuarto que tenía preparado con muchos
juguetes, algunas camas y ropa linda, le dijo -¿ves todo esto? Pues ahora es todo tuyo.
Luego de eso los dos hombres se dispusieron a beber y a drogarse,
mientras continuaban hablando de sus planes y nuevas alianzas delictivas.
Estaban tan felices de poder acercar aun más los lazos que los unían.
Luego de varias botellas de whisky, unas cuantas líneas de cocaína, y
dos o tres puros de marihuana, el perverso deseo sexual se apoderó de Tim. Éste
decidió que era el momento para darle una probada a la nueva diversión que le
había comprado a su amigo james.
-Vamos a ver qué tan
buena es esta esa chiquilla que me trajiste, James.
-No, Tim, tú sabes
que esos deseos sexual es por las niñas no van conmigo, a mí me gustan las
mujeres ya hechas y derechas, con experiencia y que tengan de donde agarrarse,
no unas mocosas cagadas.
-No sabes de lo que
te pierdes, es lo mejor que puedes experimentar. Son tan tiernas y jugosas.
-Estás enfermo ¿sabes,
Tim?
-Sí, lo sé- dijo con
una sonrisa el maléfico Tim.
-Mejor me voy a
dormir un rato, asegúrate de que esa mocosa no grite demasiado. Quiero
descansar.
-Eso no te lo
prometo.
Así, James se fue a una de las habitaciones para invitados dentro de la
casa de Tim. A los pocos segundos se podía escuchar el llanto desgarrador de la
pobre Liliana, la pequeña inocente estaba siendo violada por aquel cerdo
mezquino, sin corazón. Los gritos de la beba hubieran sido capaces de conmover
al más duro ser humano sobre la Tierra, pero lamentablemente en aquella casa
alejada de toda civilización sólo estaban los demoníacos seres de James Tim, y
ninguno de ellos se apiadarían de la inocente Liliana.
-¡Noooo! ¡me
dueleeee! ¡Por favor nooo! No quierooo… ¿Mami? Mami, mami…
…Leila, leila,
ayúdame… no, por favor…
X. Venganza
Como suele suceder en la mayoría de casos cuando una madre presiente el
peligro para sus hijos, la joven Marta esa tarde estaba muy intranquila y no
quiso seguir trabajando, pues presentía que algo estaba mal con su pequeña
Lily.
Llamó a casa de Leila pero ésta no contestaba el teléfono, así que, le
pidió a Ana que la acompañara a casa y ésta aceptó. Pero cuando se disponían a
salir del bar otra de las trabajadoras las interceptó y les dijo que las
dos no se podían ir, pues era jueves y ese día había un especial de chicas al
dos por uno para los clientes más exclusivos, y aún no habían llegado las demás
muchachas, el club se estaba llenando rápidamente y había mucho trabajo.
La chica les dijo que entendía perfectamente lo que sucedía, pues ella
también era madre, pero que no podía dejar que se fueran las dos, si no Leila
se molestaría mucho con ella, le dijo a Marta que ella podía irse a ver que
todo estuviera bien con su hija y que regresara rápido. Pero Ana debía quedarse
a ayudar con los clientes.
Rápidamente, Marta se fue a casa de los Yankowitz para salir de la duda
de aquel mal presentimiento. Al llegar al portón nada parecía estar mal, todo
estaba en la misma calma que siempre había estado. Pero algo muy diferente pasó
al ingresar a la casa, estaba demasiado tranquila, más de lo normal.
Se dirigió hacia su cuarto para buscar a su pequeña Liliana, pero no la
encontró por ningún lado. En ese momento se comenzó a desesperar, pues el
presentimiento maternal de que algo le había sucedido a su pequeña se agrandaba
más y más.
Fue entonces cuando Leila salió del baño, secándose su abundante
cabellera rizada con una toalla. Inmediatamente Marta le pregunto por su hija.
-Pero, cálmate,
mujer, ¿qué es lo que te pasa? James llevo a tu nena a dar una vuelta al parque
y a comprarle algo, qué se yo.
Pero esas palabras no tranquilizaron para nada a Marta, pues por más que
los Yankowitz se habían portado bien con su hija, y jugaban con ella, nunca la
habían sacado a ningún lugar, mucho menos acompañada sólo por James. Marta no
dijo nada, solamente regresó a su cuarto, para revisar dentro de las
pertenencias de su hija. Se encontraba buscando en las gavetas de Liliana, no
encontró nada para sospechar, pero no se sentía aún tranquila.
De repente, sintió un empujón por la espalda, con tal fuerza que la
tumbó en la cama, al girarse para ver quien la había empujado, vio a la malvada
Leila. Estaba ahí parada frente a ella, sosteniendo un largo y afilado cuchillo
de cocina y apuntándolo hacia ella dijo:
-Yo sabía que tarde
o temprano tú y tu hija nos traerían más problemas que beneficios. Nunca has
sido una buena puta para mi negocio, además he notado como James te mira, le
gustas y no puedo permitir que eso suceda en mi propia casa.
-Ustedes son unos
maniáticos ¿Dónde está mi hija? ¿Qué han hecho con ella?
-No te preocupes por
ella, a estas altura ya debe estar muerta.
En ese preciso momento la furia y desesperación hicieron que a
Marta no le importara que aquella endiablada mujer la estuviese apuntando con
el cuchillo. Se abalanzó hacia ella con furia y se enfrascaron en una pelea
cuerpo a cuerpo, de la cual Marta se llevó la peor parte, pues fue herida en la
pecho con el cuchillo de Leila.
Pero era tal la furia que sentía aquella mujer, y además el sentimiento
de haber perdido todo lo que en verdad importaba para ella, que olvidó el
dolor de la herida, y con fuerza logró arrebatarle el cuchillo a su agresora, y
con el mismo le asestó una certera puñalada en el cuello, desesperada, Leila
trató de huir, trató de salir de la casa para buscar ayuda, pero la herida fue
tan profunda que destrozo por completo la vena yugular, quedó
prácticamente desangrada en medio del patio de la casa, en medio de un lago de
sangre.
Al mismo tiempo, la pobre Marta sintió le dolor intenso de la herida,
pero más aun sentía el no haber podido salvar la inocente vida de su pequeña
bebé. Ahora al menos había logrado que la maldad de Leila no siguiera y al
mismo tiempo causaría dolor a la persona que usualmente era el encargado de
causarlo.
James estaba acostumbrado a acabar con la vida de sus enemigos
infringiéndoles heridas profundas en el cuello, para que murieran desangrados,
le excitaba ver fluir los lagos de sangre. Irónicamente, sería la forma en que
encontraría muerta a su novia. Y él no podría hacer nada por ella.
Después de haber descansado un rato de la gran fiesta que habían tenido
los dos hombres, James se recuperó de los estragos de las drogas y alcohol
consumido, y se dispuso a regresara a su casa junto a su amada Leila. Pero
antes de marcharse decidió despedirse de su amigo y maestro Tim Hartman.
-Bueno, Tim, ha
llegado la hora de irme, espero que hayas disfrutado la mercancía que te traje.
-En marihuana,
déjame decirte que mantienes la calidad, la niña estuvo bien, pero no me duró
mucho tiempo como las demás. A ver si la próxima que me traigas, me la
entregas mejor alimentada para que me dure al menos unas cuantas horas más.
-Trataré, trataré,
es que te has vuelto demasiado exigente- dijo James.
-Ya sabes que soy
refinado en mis gustos, mi querido James. A propósito, me gustaría que te
encargues del asunto del tal Di Ángelo ese, lo más pronto posible. He escuchado
que la grabación de su disco va ya bastante avanzada y no me gustaría que sea
más conocido, tú sabes, mientras menos popular sea a la hora de su muerte,
nadie lo notará y no tendremos a la prensa haciendo ruido.
-No te preocupes,
Tim, es más, te prometo que esta misma noche ese idiota dormirá nadando en su
propia sangre asquerosa. Ya lo verás.
Así sin ningún tipo de remordimiento por la inocente vida que acababa de
arrebatar por un puñado de dinero, James subió a su auto de lujo, prendió la
radio y comenzó a conducir hacia su próxima parada de negocios, pues nunca
paraba de producir para él y para el amor de su vida, sin saber el amargo
final que le había tocado a su bella pero maléfica Leila.
Era una de las noches más frías del invierno en los suburbios de la
ciudad. Las calles, más solas que de costumbre. James preguntó a uno de sus
informantes donde era la casa de Eric Di Ángelo, “El Rockero”. El hombre le dio
la información que necesitaba para llegar hasta el edificio donde Eric y su
novia Maryam compartían un pequeño apartamento.
Al llegar al primer piso se dirigió a al apartamento de Jorge, quien era
el encargado del mantenimiento del viejo y desgastado edificio. Golpeó a su
puerta, y de adentro se escuchó la voz que decía:
-¿Quién?
-Hola, Jorge
¿podrías ayudarme?
-Espere un momento,
voy ahora.
El viejo abrió la puerta de su apartamento y justo ahí vio a un hombre
joven, blanco, de cabellera platinada y suelta, con una barba muy poblada y
amablemente se presentó.
-Hola, Jorge, soy
Mike, soy amigo de Eric, el chico del último piso que toca en el grupo de Rock.
-Ah, el ruidoso
chico rockero ese, es un buen muchacho, muy amable.-
-Sí, bueno, ¿sabes?
El y yo quedamos de vernos hoy en su casa para arreglar un asunto relacionado
con su carrera como músico, además les voy a ayudar con los arreglos de su boda.
Pero no está ahí, no sé si puedes dejarme entrar para esperarlo dentro.
Está muy frío el pasillo para esperarlo ahí y no sé cuanto se vaya a tardar.
-Ah, sí, es cierto.
Maryam me comentó que se van a casar pronto. ¡Uhm! pero, no lo sé, ¿sabes? No estoy
autorizado para dejar entrar a nadie en los apartamentos de los inquilinos,
pero a Eric y Maryam los conozco bien y no creo que se molesten por dejarte
entrar, y más aún si eres tan amigo de ellos. Ven, sígueme, te abriré la
puerta.
Subieron por las sucias escaleras del sitio, pues el elevador llevaba ya
descompuesto dos semanas. James se portó muy amable con el anciano, lo ayudó a
subir las últimas escalinatas pues ya estaba muy cansado para hacerlo con la
jovialidad de sus años mozos. Al fin llegaron al 6to piso del edificio, al
apartamento de la joven pareja. No había nadie, como efectivamente lo había ya
sabido James por medio de su informante.
El viejo Jorge, creyendo que hacia una favor a Eric y su prometida
Maryam. Dejó entrar al hombre que buscaba dejarlos sin dicha, robarles la vida,
y destruir las ilusiones de dos buenas almas. Sólo por un caprichito de un hijo
de papi malcriado que no soportaba un “no” por respuesta.
-Bueno, muchacho,
pasa, adelante, y espera a tus amigos ahí dentro.
Jorge, ¿no quieres
que te ayude a bajar las escaleras? Están muy oscuras y sucias, puedes
resbalarte- dijo James al pobre viejo que, sin saberlo,estaba
siendo su cómplice.
-No. No te
preocupes, yo subo y bajo estas escaleras todos los días, es parte de mi trabajo.
Me tardaré un poco, pero no es nada. Cuídate, muchacho -contestó
el viejo, y mientras lentamente bajaba las escaleras para llegar a su
apartamento, se detuvo un momento a pensar en voz alta:
-¿Cómo es posible
que este chico sepa mi nombre, si yo jamás lo he visto en mi vida? Debe ser que
Eric y Maryam le han hablado de mí. Después de todo, son buenos amigos, al
menos alguien habla de mí, jeje.
James esperó pacientemente muchas horas dentro del apartamento de Maryam
y Eric. Cuando éstos llegaron a su casa, sucedió la tragedia de sus muertes,
que fue relatada en el capítulo 7 (recordar es volver a sufrir).
Cuando James regresó a su casa, luego de haber consumado la muerte de
Eric Di Ángelo y su prometida Maryam, era ya muy tarde, pasada la media noche,
es más quizá hasta de madrugada. Encontró la casa completamente a
oscuras, no había nada de ruido dentro. Por más que toco la corneta de su
auto para que su novia saliera a abrir el portón de acceso a la residencia,
ella nunca apareció. Esto era muy raro e inmediatamente supuso que algo estaba
mal.
Bajó rápidamente de su auto, corriendo a buscar en sus bolsillos las
llaves para abrir el portón del garaje. Estaba tan nervioso y ansioso por
abrir, que torpemente botó las llaves al tratar de sacarlas de su bolsa, éstas
cayeron a unos pasos de distancia, pero como estaba tan oscuro, se tardó
algunos segundos en encontrarlas. Finalmente abrió el acceso a la mansión y se
subió nuevamente al carro para estacionarlo dentro de su casa y ver lo que
pasaba. Definitivamente tenía un mal presentimiento acerca de lo que podría
estar pasando en casa.
Por su mente pasó la idea de que alguno de sus antiguos enemigos podría
estar dentro esperándolo para saldar viejas cuentas. Nunca imaginó que algo
malo podría haberle pasado a Leila, pues ella nunca estaba en casa a esa hora
de la noche, siempre estaba atendiendo el bar, asegurándose de que las chicas
estuvieran cumpliendo con su trabajo.
Al estacionar su carro dentro de la propiedad sintió cómo las llantas
delanteras se subían sobre algo, algo que por el peso podía ser alguna roca o
un bache. Al bajar del auto sintió cómo sus botas esparcieron agua de un
charco, que probablemente se había formado por el agua que usaban para el riego
del jardín. Inmediatamente sacó una pistola que él siempre llevaba consigo y se
dispuso a ingresar a la casa.
Primero prendió las luces del patio, esperando ver desde ahí si alguien
se movía en el interior de la casa. Pero nada pasó, todo seguía en calma.
Se dirigió a la cocina, pero todo estaba impecablemente limpio, nadie había ni
siquiera tocado un trasto, al parecer ni siquiera se había hecho ni un café en
aquella cocina aquel día.
Prosiguió con su arma en mano y con una sensación de temor cada vez más
grande. Por primera vez en su vida estaba sintiendo miedo. Aquel hombre que era
capaz de asesinar hasta niños a sangre fría, estaba completamente asustado, su
cuerpo temblaba y no podía evitar la sensación estar siendo perseguido u
observado.
Se aproximó por último a su habitación, pero antes de salir de la cocina
escuchó como un vaso de cristal se rompía. En ese momento no aguantó más, era
tal su miedo que no se pudo contener y tuvo que gritar, al mismo tiempo que por
accidente, o quizá por temor, disparó su arma al azar y volvió unos pasos hacia
la cocina, pero no había nadie ahí.
Ahora sí, tomó el camino hacia su habitación, pero no había nada fuera
de lugar. Sólo encontró un cepillo de pelo de Leila, sobre la cama, aún tenía
algunos rizos desprendidos de la abundante cabellera de Leila.
Tomó el cepillo en sus manos y se puso a temblar con aún más fuerza, no
tenía ya control sobre los movimientos de sus propias piernas, estuvo a punto
de caer al piso varias veces mientras intentaba revisar las demás habitaciones
de la casa.
Finalmente llegó a la habitación que compartían Ana, Martha y su pequeña
hija Liliana. Al llegar ahí encontró a la moribunda pero aún con signos vitales
y casi desangrada Martha. James la sacudió con fuerzas y le preguntó qué había
sucedido en esa casa, dónde estaba Leila. Martha, con una vos muy débil y una
sonrisa socarrona le dijo a James.
-Tú creíste que eras
el único capaz de... tomar las vidas de los demás... podrás haberte llevado la
vida de mi angelito. Pero yo...
Yo...
Me he llevado la
vida de tu perra conmigo…
-¿Qué dices? ¿Quéle
hiciste a Leila?- dijo James a Marta mientras le estrellaba de
cabeza contra el piso. Tomó su arma y le apuntó a la casi muerta mujer en la
cabeza.
-No hice nada que...
esa... puta no mereciera... murió desangrada en su p...propia sangre...llorando...llorando
por ti... así como mi hija lloró rogando por mí... y no pude hacer nada por
ella...tú...
Tú tampoco… hiciste
nada por tu...perr..a.
Antes de terminar de decir esas palabras el corazón de Marta no pudo más
y se apagó. Entonces James, lleno de furia y desconsuelo, a la vez
recordó la roca con la que chocó y el charco que pisó al estacionar el auto.
Recordó que ahí nunca había habido una roca, y que el jardinero
nunca regaba las plantas de noche. Corrió a su habitación, tomó una linterna, y
se fue al jardín. Se desplomó por completo al darse cuenta de la terrible
realidad que sus ojos veía ahora. El charco era rojo carmesí y muy espeso,
debajo de su auto estaba el cuerpo de su amada con la cabeza completamente
machacada por las ruedas delanteras de su costoso auto.
La furia que sentía era tan grande que lanzó un grito tan fuerte que
hizo ladrar a los perros de toda la cuadra. Tomó su arma y se dirigió a donde
estaba el cuerpo sin vida de Marta, le descargó toda la metralla de su arma,
aunque ésta ya no sintió nada pues lo que ahí estaba era sólo su cuerpo sin
alma. Su alma estaba ahora siendo guiada al reencuentro con su bebita. No había
nada, ni nadie que impidiera aquel reencuentro entre almas de madre e hija.
Casi a las seis de la mañana, Ana regresaba de su turno en el club.
Después de haberse acostado con cinco clientes haber tomado diez cervezas y
consumido varias líneas de cocaína, lo único que esperaba era llegar a casa,
tomar un baño y dormir plácidamente hasta las cinco de la tarde, cuando tendría
que volver a otra larga jornada de sexo, drogas y alcohol.
En cambio, cuando llegó a casa, la escena parecía haber sido sacada de
una película de terror. Restos de ríos de sangre en el jardín, agujeros
de bala en las paredes, cuerpos tiradas por la casa. Encontró a James
totalmente fuera de sí, abrazando la cabeza de Leila que se había desprendido
de su cuerpo al pasarle el auto por encima, estaba en estado de locura, muy
aletargado y cantaba una vieja canción vudú que Leila le había enseñado en el
idioma haitiano antiguo.
Ana decidió salir de la casa lo más pronto posible, y desde un teléfono
público llamó a la policía para informarles que su patrón había asesinado a la
novia junto a otra de sus trabajadoras en su propia casa.
Días más tarde un titular en The Daily News decía" Pastor de Secta
satánica y empresario, es condenado a veinticinco años por asesinato
doble."
En el resto del articulo del periódico decía que
James había asesinado a Leila y Marta por celos al darse cuenta que las dos
mujeres mantenían una relación lésbica, y que probablemente la relación entre
ellas había iniciado porque Yankowitz las usaba para realizar orgias en su
casa.
XI. Embriagantes
Recuerdos
Luego de la ceremonia fúnebre de Julián, la joven Leah Coors dejó a
Sonia en su apartamento, para después conducir por cuarenta minutos hasta su
casa. Esa tarde estaba muy pensativa y reflexiva por los varios sucesos que le
habían pasado en últimos días. No dejaba de pensar en el dolor de la muerte y
las separaciones que esta misma provoca.
A unas pocas cuadras de llegar a su casa, tomó un pequeño desvío.
Después de pensarlo mucho, había tomado la decisión de comprarse una botella de
whisky, para hacer esos pensamientos marcharse. Total, mañana sería su día de
descanso y podría beber hasta desfallecer y dejar ese tormento que ahora
sentía.
Luego de haber entrado a la licorería por la botella de whisky que sería
hoy su compañera de fin de semana, Leah volvió a su auto y siguió manejando por
el camino hacia su casa. Lo recuerdos que la atormentaban ahora eran cosas que
habían estado con ella durante ya casi cinco años, nunca se habían marchado,
pero esta vez en especial, la muerte de Julián le había hecho que el tormento
fuera más agudo.
Finalmente, estacionó su auto en la parte de enfrente de su casa en la
localidad de Hempstead, NY. en la calle North Franklin. Cada día, al llegar a
casa, la única que salía a su encuentro era su perrita, una Shih Itzu de nombre
“Bailey”. Ésta tarde no iba a ser la excepción. Como todas las tardes. Bailey
estaba ya lista para salir al encuentro de su ama. Meneando la colita y
ladrando de felicidad, Bailey gozaba de los mimos de Leah.
Al entrar a la sala Leah dejó la botella de licor sobre la mesa en el
centro y se dirigió a su dormitorio para ponerse los pijamas, para así estar
más cómoda en su pequeña noche de soledad, pero de distracción a la vez.
Luego regresó a la sala, prendió el equipo de música, colocó uno de sus
discos favoritos y puso el volumen a un razonable nivel, suficiente para
ninguno de los vecinos escuchara nada, pero sin ser demasiado alto, para no
molestar a nadie tampoco. Tomó su teléfono celular y lo apagó, para luego
depositarlo en la gaveta de la mesa.
Se dirigió hacia la cocina para buscar una bandeja con hielo y un vaso
de vidrio para comenzar con su noche de perdición en los confusos caminos del
alcohol. Mientras estaba sentada en su sala y abriendo la botella, se hizo una
pequeña pausa, y por un momento pensó en dejar esa botella para otro momento y
mejor retirarse a dormir.
Pero en el fondo sabía que el no continuar con esta especie de terapia,
sólo causaría una noche de insomnio y tormentos por los recuerdos que atacarían
su mente, tan pronto como llegase a su cama y se dispusiera a dormir. Así que
no desistió y continuó sirviéndose el trago en su vaso lleno de hielo.
Comenzó con un vaso de whiskey y de volumen moderado, luego fue subiendo
un tanto el nivel de la música como también el de los vasos de whiskey que
consumía. Al cuarto vaso comenzó lo que ella más se temía y lo que más quería
evitar.
La visiones del pasado regresaron, comenzando desde sus años de niñez,
cuando su padre se comportaba con ella de una manera muy estricta y violenta,
llegando hasta las consecuencias físicas.
Se vio a sí misma cuando tenía once años de edad, en una ocasión donde
su padre había llegado a casa borracho, preguntando por su madre, quien aún no
había llegado a casa desde su trabajo. Sólo estaban ella y su hermano cuatro
años mayor que ella.
-¿Dónde está tu
madre, niña?
-No lo sé, padre.
Aún no llega de trabajar.
- ¡HA! Debe estarse
revolcando con los tipos de esa fábrica donde trabaja. Tengo hambre ¿qué hay de
comer?- pregunta el hombre notablemente borracho.
La pobre Leah estaba súper asustada, ya que sabía lo que se aproximaba.
Otra de aquellas golpizas a las que la sometía su abusador padre, cada vez que
llegaba borracho. Su hermano, Andy, estaba en la sala y observaba cómo su padre
seguía a la aterrorizada niña hacia la cocina.
Leah estaba sirviendo la comida a su padre, mientras que éste no paraba
de gritar y arremetía en contra de su madre.
-Niña, tú eres igual
que la perra de tu madre, no sirves para nada. ¡No aguanto hasta que crezcas
para largarte de mi casa junto a la puta infiel de tu madre!
Apúrate con mi
comida y dame una cerveza de la nevera, la más fría. Buena para nada -dijo el
padre de la niña. Cuando Leah llevó la comida hasta la mesa, se acercó con
mucho nerviosismo, sus manos temblaban tanto que casi hace caer el plato de
comida antes de poder ponerlo sobre la mesa.
Con una voz muy suave y angustiada, sabiendo lo que pasaría, Leah dijo a
su padre:
-Papá, lo siento,
pero no hay más cervezas en la nevera, tú te las acabaste toda anoche.-
- ¿Qué dices? No lo
creo si anoche dejé una caja completa, seguramente la perra de tu madre metió a
uno de sus amantes y el desgraciado se tomó mi cerveza –
Encolerizado el padre de los muchachos tiró al piso el plato de comida. Se puso
en pie y se desabrochó el cinturón de cuero de su pantalón. Justo cuando su
padre lanzó el primer latigazo con su cinturón, el vaso de whisky de Leah cayó
al piso, derramando el alcohol y quebrándose en varios de pedazos y haciendo
que la mujer despertara, asustada de aquella visión del pasado.
Cuando Leah terminó de recoger los cristales del vaso roto, volvió a la
cocina por un vaso nuevo para continuar embriagándose.
Se sentó nuevamente en su sillón junto a Bailey, y se sirvió un nuevo
trago. Con una lágrima recorriendo su mejilla, recordó cómo aquel a latigazo de
su padre no le había impactado en ella, sino en su hermano mayor, Andy, quien
al ver las intenciones de su padre de golpearla, había corrido a interponerse
entre él y Leah, protegiendo a su hermana con su cuerpo como escudo.
El golpe del cinturón impactó tan fuerte la espalda de Andy, que el
chico comenzó a sangrar. Al ver esto el padre de ambos quedó sorprendido,
con una cara de impresión. Andy entonces recriminó a su padre.
-Ya Leah te dijo que
te acabaste las cervezas anoche. Ni mi madre ha metido a nadie a casa, ni
tampoco tú tienes derecho a tratar así a mi hermana.
-Andy, no seas
malagradecido. Yo a ti te he dado todo, no deberías estar en mi contra, no
defiendes a la perra de tu madre ni a la inútil de tu hermana.
-¡Cállate! Ni mi
hermanita es inútil, ni mi madre es una perra, Mi madre es la que mantiene esta
casa mientras tú estás afuera emborrachándote, y aunque mi madre se acostara
con medio vecindario para mantener el hogar, ella lo haría porque tú eres el
que no sirve para nada.
Al escuchar estas palabras de
Andy tan llenas de odio en contra del hombre que debería ser su ejemplo, el
padre borracho salió como loco, llorando y maldiciendo su vida.
-No te preocupes,
Leah, te juro que no dejaré que nada malo te pase, si tengo que pelear con mi
propio padre para protegerte, te juro que lo haré.
-No, Andy, papi esta
borracho, tú sabes que cuando está sobrio es diferente.
- ¡Ja! ¿Hace cuánto
que no está sobrio? Ya no recuerdo la última vez que lo vi en sus cinco
sentidos.
Así volvió a la realidad la cada vez más ebria Leah. Había llegado a la
mitad de la botella de Whiskey, pero eso no era suficiente aún para ella, pues
los siguientes recuerdos eran los que más fuerza requerían y esa fuerza,
erróneamente, sólo la encontraría esta noche en la segunda mitad de aquella
botella de licor.
Entonces hay que continuar bebiendo para ahogar aquellos íntimos y
dolorosos recuerdos. Vuelve a su vida junto a su familia, pero ahora se ve a sí
misma en sus pensamientos un poco mayor, a los dieciséis años de edad. Andy ya
tenía veinte y estaba comenzando la universidad. El padre de Andy había sido
criado en un entorno machista, donde el padre siempre daba mucha más
preferencia a los varones sobre las hembras.
Mientras Andy estaba ya cursando la universidad la pobre Leah estaba
destinada a terminar el bachillerato y luego, si tenía suerte, casarse con
alguien que la llevase a vivir fuera de aquel lugar que llamaba hogar.
Aquella tarde se encontraba sólo ella realizando las tareas de la casa,
limpiando y preparando la comida para ella, su madre estaba trabajando, Andy,
quien no tardaría mucho en llegar de la universidad, y su padre. Cuando
entonces llegó a la casa su padre, borracho como ya era costumbre. Pero ahora
ya no se atrevía a golpearla o maltratarla tanto, ya que Andy y la misma Leah
se habían encargado de ponerlo en su lugar.
Ya no eran niños y el no podía seguir maltratándoles, exigiendo respeto,
cuando nunca habían hecho absolutamente nada para ganarlo. La relación había
llegado a un punto donde él simplemente aportaba lo necesario para pagar la
renta de la casa y una parte de la comida. Luego él podía (y así lo hacía),
gastarse el resto de su dinero en cervezas y alcohol. Aparte se estaba poniendo
viejo, y sus hijos eran ahora más fuertes que él.
La muchacha de dieciséis años estaba en la cocina casi acabando de
preparar la comida, cuando ingresó su padre a la casa, borracho como siempre.
Ella no le dio importancia, pues hasta ahí todo era perfectamente normal. Pero
esa tarde el padre lucía totalmente sumergido en otro mundo.
Escuchaba voces en su cabeza que lo aconsejaba:
-Robert. Mira qué
linda se ha puesto tu hija, está convertida en toda una mujer. ¿No te parecería
un desperdicio que ella se entregara a cualquier muchachito de colegio? Tú la
has criado y la has convertido en lo que es ¿Por qué no la tomas tu primero?
Hazla tuya antes de que se vaya con un imbécil.
Este hombre, por abusador que hubiese sido, nunca se había atrevido a
tocar a su hija de manera impropia, más allá de los golpes que le propinaba.
Nunca había tratado de abusar de ella en forma sexual. El se rehusaba a
escuchar aquella voz, se decía a si mismo que no podía hacer eso. Reconocía que
nunca había sido un buen padre, pero que tampoco sería tan puerco de violar a
su propia hija.
La voz era cada vez más insistente, estaba utilizando algo que le traía
muy malos recuerdos a aquel hombre:
-Recuerda lo que su
madre te hizo, recuerda cómo te abandonó para irse con uno de sus compañeros de
trabajo, y tú tan bueno que fuiste al brindarle nuevamente tu casa y tu hogar,
cuando ella se cansó de revolcarse con él y te pidió regresar contigo ¿Ya lo
olvidaste?
¿Qué sabes tú si esa
muchacha es en verdad tu hija? ¿Cómo estás seguro de eso?
Lo que esa malvada voz hacía resonar en la cabeza del desgraciado
borracho no era del todo mentira, pero tampoco del todo verdad.
Cuando Andy tenía dos años su madre y él habían abandonado el hogar,
pues la mujer se había cansado de los maltratos y borracheras de su esposo. Se
había ido a vivir con un hombre que había conocido mientras trabajaban juntos.
Aquel hombre era bueno, pero lamentablemente sólo habían podido estar juntos
menos de un año, ya que él había fallecido a causa de un cáncer. La mujer había
decidido continuar sola, pero la vida se le hizo muy difícil y no le quedo de
otra más que volver con su anterior esposo abusador.
Leah sí era hija de Robert, ya que había sido concebida después que su
madre había regresado a vivir con el borracho, pero Robert en sus borracheras,
que eran constantes, siempre dudaba que Leah fuera de su misma sangre, siempre
pensaba que era hija del hombre con el que su madre había huido. Cosa que era
casi imposible, ya que a causa del cáncer que este padecía, había perdido la
capacidad de producir testosterona, la hormona que despierta el apetito sexual
en el hombre. Y sus relaciones sexuales habían sido muy poco frecuentes.
La voz demoníaca en la cabeza de Robert había conseguido su cometido, le
había convencido para aprovecharse de la indefensa Leah.
Se acercó tomándola por la espalda mientras ella no se enteraba que él
se aproximaba. Cuando la sujetó por detrás logró desabrochar su pantalón,
intentó hacer lo mismo con el pantalón que Leah vestía, pero la muchacha
comenzó a gritar y a forcejear en su intento por escapar de la locura de su
padre.
-¡Papá! Suéltame
¿qué te pasa? Déjame.-
-Ven acá, linda,solo
quiero que me des un beso- dijo el hombre que a pesar de que ya estaba
bastante borracho de repente parecía tener una fuerza sobrenatural, a Leah le
fue imposible zafarse de su abrazo. El hombre continuaba forcejeando y
manoseando a la muchacha, le comenzó a tocar los pechos y mientras más los
acariciaba su deseo de poseerla se agrandaba más y más, la chica no hacía más
que retorcerse y llorar, gritar por auxilio, pero no había nadie que pudiera
auxiliarla.
Andy llegó entonces a casa y escuchó los gritos de su hermana, se
apresuró en su ayuda y tomando un bate de beisbol, le asestó un gran golpe en
la espalda a su padre, que lo tumbó al piso, pero éste se levantó con furia e
intentó golpear a Andy. Fue ahí cuando Andy tomó un cuchillo de cocina y al ver
que su padre estaba con su órgano sexual al descubierto entendió que el
malnacido había tratado e violar a su hermana.
Andy, lleno de ira lanzó una cuchillada a su padre justo en la
entrepierna, no alcanzó a herir su pene, aunque ésa era la intención, pero si
logró cortar la parte superior de la pierna. El hombre comenzó a
retorcerse de dolor y a rogar por ayuda. Leah se abalanzó sobre su hermano para
que no continuara hiriendo al padre de ambos.
-No, Andy. No sigas.
No vale la pena. Llama a la policía y que se lo lleven, pero no lo mates.
-Escucha, viejo
puerco, te advertí que si le hacías daño a mi hermanita yo mismo te mataría.
Debes agradecer a Leah que no te acabe ahora mismo, porque ganas no me faltan y
por tí yo no siento ninguna compasión.
La adulta Leah volvió súbitamente a la realidad, debido a que había
comenzado a llover, una de las ventanas de la sala estaba abierta, el fuerte
viento y la lluvia hicieron caer una de la cortinas. La chica ya notablemente
ebria, se puso de pie, y tambaleándose, con lágrimas en los ojos se dirigió a
cerrar la ventana. Luego regresó a su terapia de alcohol, para continuar la
noche.
Los recuerdos eran ahora cada vez más confusos en la cabeza de Leah. Dos
vasos más de Whisky tampoco contribuían mucho a clarificarlos. La fatalidad se
acuña en su mente al recordar el triste final de su hermano, la forma tan
trágica en que su existencia se extinguió.
Leah se ve ahora así misma a la edad de veinte años, la edad en la que
se encontraba cursando sus estudios de preparación paramédico y enfermería.
Acababa de llegar al apartamento que ahora compartía con su hermano Andy, de
veinticuatro años de edad. Escuchó el timbre que sonó desesperadamente.
-Ya voy, ¡calma!- cuando
abrió la puerta, frente a ella estaba Andy, notablemente angustiado.
-¿Qué te pasa Andy?
¿Estás bien?
-No, no estoy bien.
-¿Qué sucede? Dime
¿Por qué estas así tan alterado?
-La policía me está
buscando, pero yo... Yo no lo hice, yo no he hecho nada.
-¿Qué cosa? Andy por
favor cálmate ¿qué te pasa? Ven vamos a hablar y me cuentas, cálmate.
-¡No! Debo irme, no
puedo dejar que me acusen de algo que yo no hice.
-Pero ¿De qué
hablas? Por favor, cálmate, me estás asustando.
-Me están acusado de
violar a una nena de nueve años, yo jamás haría eso, tú lo sabes.
-¿Qué? ¿Quién te
acusa? Si tú no lo has hecho, debes aclarar esto con la policía. Ven, Andy, por
favor, todo va estar bien.
-Lo siento, Leah,
debo irme. Sólo vine a despedirme, me están buscando y no quiero involucrarte
en esto.
-Pero, ¿quién te
busca?- preguntó Leah mientras seguía a Andy, quien salía a toda prisa de
su casa. Justo cuando Andy salía de su apartamento, observó cómo dos patrullas
se acercaban a buscarlo a su casa. El chico se asustó muchísimo, se subió a su
auto y la persecución policíaca comenzó. Uno de los autos de policía se quedó
en casa de Leah para interrogarla, mientras la otra patrulla se dio a la tarea
de perseguir a Andy.
-Señorita, ¿cuál es
su relación con el chico que acaba de huir?
-Es mi hermano,
oficial, pero no entiendo nada, ¿qué pasa aquí?
-Su hermano es
requerido por cargos de secuestro y abuso sexual, en contra de una menor de
edad.
-¡Imposible! Mi
hermano es incapaz de eso.
-Señorita la testigo
ha identificado a su hermano como el autor del crimen.
-No me lo creo, mi
hermano ha sido un ejemplo para mí. El nunca haría algo así, siempre me ha
protegido incluso de mi padre.
-Señorita Coors, no
dudo de su palabra, pero el huir de la policía no ayuda en nada a su hermano.
Por el radio de la policía se alcanzaba a escuchar cómo la patrulla que
estaba persiguiendo a Andy pedía ayuda y una ambulancia, pues el auto en el que
Andy se conducía, había tomado una curva demasiado rápido y lo resbaloso de la
carretera había causado que el auto de Andy se volcara y fuese a la vez a
detenerse en un viejo, grueso y fuerte árbol de cedro.
Leah, al escuchar eso por la radio decidió sin pensarlo subir a su auto
e ir a auxiliar a su hermano que ahora lo necesitaba. Al llegar al lugar, Andy
estaba ya muerto. El vuelco del auto aunado al fuerte golpe en el árbol, que
había doblado el auto por completo, le había causado la muerte instantánea.
La policía, al inspeccionar el auto de Andy, encontró restos de cocaína,
latas de cerveza y lo que ellos catalogaron como la prueba de que él era el
violador, un zapato de la víctima. Dieron el caso por cerrado y lo archivaron.
Pues ya no había nadie a quien juzgar por aquel delito.
Nuevamente Leah volvió a su realidad. Ahora completamente ebria, tomó la
botella de Whisky casi vacía. La lanzó con toda su furia contra la misma
ventana que minutos antes se había levantado a cerrar. Maldiciendo a Dios, y
renegando de él, Leah muy alterada maldijo su vida y la muerte de Andy. Ella se
rehusaba a aceptar lo que las leyes habían determinado al respecto de su
hermano.
-¡Maldición! ¿Por
qué Andy? Mi hermano ¿Por qué me dejaste? ¿Por qué tú te lo llevaste? Si es
verdad que existe un dios, ¿por qué debo pedir piedad? Se supone que tú eres un
Dios de amor, pero donde hay amor no hay temor. No debería estar temiendo a ti,
mi hermano era la única ayuda, y el único apoyo ¿Por qué te lo llevaste?
Reniego de un Dios
que no es capaz de sentir mi dolor. ¡Te odio!
XII. Redención
Habían pasado ya varios días en la dimensión donde Julián se encontraba
ahora recluido, había estado esperando pacientemente a que Eric volviera a
aparecer. Mientras tanto, se había tomado el tiempo para acostumbrarse a su
nueva realidad.
Había estado visitando varios lugares, analizando las formas de conducirse
por la vida de algunas personas, había visto risas y llantos, alegrías y
tristezas, bondad y maldad, niños nacer y ancianos morir. Pero nada de eso le
daba las respuestas que buscaba. Necesitaba saber más de esta nueva manera de
afrontar la vida, o muerte, cualquiera que sea el caso.
Hoy por fin, después de varios días, los que en realidad en la dimensión
de los mortales habían significado ya tres meses desde su muerte. Finalmente
apareció Eric, su guía.
-Julián ¿cómo estás?
-Vaya, hasta que
apareces ¿dónde te habías metido?
-Lo siento, estaba
tratando de sobreponerme de... bueno, tú sabes.
-Sí, te entiendo. Y
acerca de eso, quiero ofrecerte una disculpa, ya que fui yo quien te insistió
para que me mostraras lo que pasó.
-No te preocupes, es
algo con lo que he aprendido a vivir, aunque no deja de doler.
-Entiendo- Julián
se sentía ahora más tranquilo al ver cómo Eric estaba bien después de lo que
había sucedido.
Pero también tenía muchas ganas de saber cuál había sido el final de su
historia, aunque no se atrevía a preguntar por temor a ser inoportuno.
Eric lo sabía, así que tomó de nuevo a Julián por la mano y le mostró él
mismo como había logrado cumplir la primera de sus misiones y de alguna forma
obtuvo la satisfacción de hacer pagar al hombre que le había arrebatado la vida
a él y a su amada Maryam.
-Luego de nuestra
muerte, y al igual que ahora está sucediendo contigo un ángel vino en mi
auxilio. Yo, al igual que tú, estaba muy confundido, no sabía si había muerto o
todo había sido una terrible pesadilla. Intenté yo mismo hacerme creer que era
una ilusión, un sueño, del que pronto despertaría y volvería a estar junto a
Maryam, para así continuar con mi carrera de artista. Pero no sucedió
así, mi ángel guardián me explicó todo así como ahora me toca a mí guiarte a
ti. Dame tu mano.
Julián dudó un poco, pues no quería que sucediera de nuevo aquella tan
mala y triste experiencia con Eric. Después de la larga insistencia de Eric,
Julián por fin tomó su mano, y fueron nuevamente transportados a la época
de 1985, cuando aquello sucedió.
Era una casa muy lujosa, una mansión, al parecer los dueños eran
personas de muchísimo dinero, dada la extravagancia que denotaba la casa.
Afuera había dos estatuas de gárgolas que servían de pilar a un portón grande
de color negro. Al ingresar en aquel lugar se podía percibir la presencia de
energías muy negativas, la casa en sí misma infundía un miedo terrible.
Eric caminó hacia la parte de atrás de la casa donde estaba una especie
de cochera tan grande que en realidad parecía un taller mecánico, por el tamaño
y por la cantidad de autos estacionados para su reparación ahí dentro. Ésa era
la casa de Tim Hartman, el padre de Mark Hartman, ellos eran los dos hombres
que habían planeado la muerte de Eric Di Ángelo.
Julián pudo observar cómo dentro
del taller estaban dos de los empleados de los Hartman discutiendo por un
dinero que debían repartirse, pero no lograban ponerse de acuerdo en cómo lo
repartirían de una forma justa. Uno de los empleados llevaba una garrafa
grande de gasolina mientras discutía con su compañero.
En ese mismo instante apareció otra persona en la escena, Julián se
sorprendió al punto de quedarse sin palabras al ver quién era esta nueva
persona.
-No deberías estar
tan sorprendido, amigo Julián, ya te lo dije, estamos en dimensiones
alternativas, podemos estar en un mismo lugar y tiempo, donde nuestros yo
alternativos también están. Para hacerlo más simple: los mecánicos están en el
mundo de los vivos, vamos a llamarlo “dimensión 1”, el Eric que esta frente a
ellos está en la “dimensión 2” lo que nos dejaría a nosotros dos en la
“dimensión 3” actualmente.
Ya te expliqué que
los mortales sólo tienen permitido estar en una dimensión durante su vida en la
Tierra, pero para nosotros las dimensiones son infinitas.
Julián se quedó callado y siguió observando cómo Eric (de la segunda
dimensión) se acercaba al tipo que llevaba la garrafa de gasolina. Como si se
tratase de una aguja muy afilada, con su dedo índice logró hacer una agujero
dentro del contenedor de combustible, fue tan rápido y preciso con su dedo que
el trabajador del taller ni siquiera percibió el golpe del dedo de Eric. El
hombre entonces puso el galón en el césped, fue entonces que la gasolina
comenzó a salir de la garrafa.
A continuación, Eric dibujó con su dedo en la tierra una línea que
conducía desde el garrafón de gasolina hasta una pequeña bodega hecha de
madera y plástico, era muy pequeña y generalmente los Hartman no sabían
ni qué era lo que se guardaba ahí. El detalle es que el pasado verano se había
almacenado en esa bodeguita unas cuantas cajas de juegos artificiales y pólvora
muy potente, que habían sido dejada ahí después de la celebración del 4 de
julio.
Aunque en todo el estado de Nueva York está prohibida la quema de pólvora,
y más aun la pólvora potente, era bastante común para los Hartman no seguir las
indicaciones de la policía, pues no cumplían para nada con las leyes, y por su
poder económico estaban, o se sentían, fuera del alcance del brazo de la ley.
Poco a poco la gasolina siguió el camino de la línea que Eric había
dibujado y llegó hasta la pequeña bodega, sin que los dos trabajadores se
dieran cuenta de ese pequeño descuido. Se hizo tarde y llegó la hora de
abandonar las labores en el taller e ir a buscar una cerveza o un trago para
terminar la jornada, así se fueron los empleados del taller.
Llegó la noche, y como era habitual, los viernes por las noches eran la
“Noche del Diablo” para la familia Hartman, era la noche en que en esa casa no
se hacía otra cosas más que brindarle culto al maligno. Licor, drogas, sexo,
orgías, y todo tipo de aberraciones creadas por el hombre eran lícitas y
válidas en las noches del diablo.
Pero esta noche sería una noche especial, sería la noche de redención y
venganza. El Eric que estaba con Julián en la “tercera dimensión” le pidió que
lo siguiera, ya que desde otro lugar verían todo de una mejor manera. Se
subieron a una pequeña colina donde se sentaron y esperaron a ver cómo el Eric
de la “segunda dimensión” estaba abajo, y extendiendo sus manos al cielo decía
las siguientes plegarias:
-SEÑOR. HEME AQUÍ,
RUEGO POR TU JUSTICIA. ALMAS DEMONÍACAS COMO ÉSTAS NO DEBEN EXISTIR EN ESTE
MUNDO, YO NO SOY NADA MÁS QUE UN INSTRUMENTO PARA TU OBRA. MI PARTE ESTÁ HECHA,
AHORA QUE SE HAGA TU VOLUNTAD. SÓLO PIDO JUSTICIA PARA TODAS LAS ALMAS QUE HAN
SIDO CEGADAS POR LA MALDAD DE ESTOS ESPECTROS DEL MALIGNO.
Mientras decía estas plegarias el cielo se tornaba de una color púrpura
oscuro, poco a poco las nubes se juntaban de una manera que parecían tener
prisa por llegar a juntarse. Poco a poco, y mientras el viento soplaba cada vez
mas fuerte haciendo volar el cabello y las ropas de Eric, se formaba relámpagos
que parecían ser la respuesta a las ruegos de Eric por justicia.
Eric reía como sabiendo que sus ruegos habían sido escuchados, en ese
instante un rayo cayó sobre Eric, que permaneció con los brazos al cielo parado
sobre la piedra, su cuerpo se estremeció por unos instantes, tembló un poco.
Mientras tanto, Eric permanecía con Julián observando todo desde la
elevación de la colina, en la “dimensión 3”. Julián se puso en pie muy
asustado, pero Eric lo confortó al poner su mano sobre el hombro en señal de
que todo estaba perfectamente bien.
Siguieron observando. Vieron cómo el Eric impactado por el rayo fue
capaz de contener la descarga eléctrica del rayo, se reía como si se tratase de
un cosquilleo inofensivo.
Luego bajó sus manos, que habían estado apuntando al cielo, y las
dirigió de manera muy rápida y violenta en dirección al taller. Eric estaba
usando su cuerpo como una especia de puente entre el Cielo y la Tierra, la
gasolinera para que el rayo y su fuerza eléctrica cumplieran con el objetivo de
justicia.
El garrafón de gas comenzó a
arder en el mismo instante, también el impacto del rayo hizo que varios de los
carros que estaban ahí comenzaran a explosionar lanzado esquirlas hacia la
casa.
Pedazos de metal e hierros incandescentes lograron abrir varios agujeros
en las paredes de yeso y plástico que conformaban la parte exterior de la
casa. Las mismas paredes comenzaron a arder en llamas rápidamente. Ninguno de
los invitados puso especial atención a estos eventos, pues todos estaban muy
borrachos y drogados o formando parte de orgías y sexo desenfrenado como para
ver la verdadera magnitud de lo que ahí sucedía.
Además el pequeño río de gasolina que se había formado hasta el depósito
de pólvora y fuegos artificiales hizo que se quemara la bodega e hizo detonar
las luces de colores. La pólvora parecía un espectáculo de celebración en lugar
de un incendio, por esa razón, y además de que en Hamptons las casas
están muy separadas unas de las otras, nadie se imaginó que sería un incendio.
Parecía ser otra extravagante celebración de los ricos.
El Eric impactado por el rayo desapareció de repente sin dejar rastro
alguno. Al paso de unas cuantas horas la policía y bomberos fueron alertados
por unas columnas de humo que salían de la colina. Cuando llegaron al lugar
después de varias horas de investigaciones concluyeron que “había sido un
incendio por descuido, algunos residuos de gasolina en la cochera que estaba
muy cerca de un closet exterior donde había fuegos artificiales aunado al
impacto de un rayo sobre una piedra que había ocasionado una descarga eléctrica
que activo un fuego. Los residentes de la casa estaban muy borrachos y
probablemente drogados como para poder escapar.” Así lo escribieron en el
reporte oficial.
Sólo acudieron a sacar los cuerpos calcinados de los dueños de casa y
brindar primeros auxilios, para luego trasladar al hospital cercano a los pocos
sobrevivientes heridos.
Luego de presenciar cómo Eric había llevado a cabo la tarea de vengar
las malvadas acciones de la familia Hartman, los dos chicos se fueron del lugar
y se transportaron de nuevo hacia la segunda parte de la venganza.
Esta vez aparecieron en otra casa muy grande y lujosa en Brooklyn.
Ahí se podía percibir un mortuorio ambiente. Oscuras ventanas y una decoración
un tanto triste, pero con un bello jardín con flores blancas y de otros
colores, pero el blanco sobresalía en aquel jardín, que más parecía ser parte
de otra casa.
Como había sucedido anteriormente en la casa de los Hartman, el Eric de
la segunda dimensión apareció de nuevo, ante la mirada de Julián y Eric. Los
dos jóvenes sólo podrían observar desde su dimensión, para contemplar la
segunda parte de aquellos sucesos.
En la escena se podía ver a una muchacha joven que desesperadamente
ingresaba a la casa, corriendo y muy nerviosa, y gritando el nombre de una
niña, Liliana. A la cual habían dejado al cuidado de una pareja mientras ella
trabajaba.
Por la forma que la muchacha estaba vestida se podía fácilmente deducir
que no trabajaba en una oficina ni nada que se le pareciera. Una minifalda de
cuero color negra, una blusa muy escotada que resaltaba su pecho amplio, y un
maquillaje un tanto exagerado así lo denotaban.
La muchacha buscó por toda la casa pero no pudo encontrar a su
hija. Entonces el Eric de “dimensión 2” la dirigió hablándole al oído,
como si se tratase de cuando tu consciencia te dice donde buscar o a dónde
dirigirte. Y la condujo hacia la habitación de dicha pareja.
Ahí dentro estaba Leila, la novia, socia y guía espiritual de James
Yankowitz. Leila acababa de salir de tomar un baño, se estaba preparando para
una noche de trabajo común y corriente en el bar que administraba junto a
Yankowitz. Inmediatamente se pudo observar cómo las dos mujeres se
enfrascaban en una discusión verbal al principio, pero que luego de un rato se
volvió muy violenta y se extendió por toda la casa.
Todo esto estaba siendo atestiguado por Julián y los dos Erics. El Eric
que estaba ahí para ayudar a Marta se dio cuenta de que Leila tenía un cuchillo
de cocina con ella cuando se dirigía al cuarto de Marta, para acabar con la
vida de la joven que buscaba a su pequeña hijita.
Leila le confesó a marta que había matado a su pequeña bebé. En ese
instante el corazón de marta se llenó de tristeza primero, pero luego una furia
incontrolable, como la de un volcán en plena erupción se apoderó de ella.
No había ya nada que perder, ya lo había perdido todo, había dejado a su
familia en su pueblo natal, había perdido la dignidad al aceptar el trabajo de
prostituta, pero todo eso no se podía comparar con la pérdida de su razón
de vivir. Ahora sí, ya no tenía más que perder. Y como dicen “Teme más a
quien no tiene ya nada que perder, pues jamás se rendirá, seguirá peleando
hasta morir, ya que la muerte es lo único que desea conseguir para reunirse con
quienes perdió”.
Se abalanzó hacia Leila con tal fuerza que de un solo brinco la empujó hasta
caer al suelo. Leila entonces tomó el cuchillo, se puso en pie y las dos chicas
se enfrascaron en una pelea cuerpo a cuerpo, en la cual resultó herida la pobre
marta, su pecho sangraba sin detenerse.
Cayó entonces al piso y mientras Leila le apuntaba con el cuchillo
nuevamente, Eric se acercó a donde había sido empujada la joven, puso su mano
sobre la herida en el pecho y le comenzó a hablar:
-No tengas miedo,
hay un lugar donde las almas se reúnen, tu hija espera por ti. Pero para llegar
a ella debes ponerte en pie, esta es la última vez que caerás. Levántate por tu
hija. Ella sonríe ahora y espera por ti para que puedas verla jugar y sonreír
de nuevo.
Las lágrimas comenzaron a rodar en las mejillas de Marta, el dolor
desaparecía lentamente y se convertía en fuerza. Se logró poner en pie,
arrebató el cuchillo de su demoníaca agresora. Y logró lanzar un ataque con el
mismo. Ataque que Eric ayudóa dirigir hacia el cuello de la perversa Leila.
Ésta comenzó a desangrarse al instante, intento huir del sitio pero la herida
del cuello había provocado que perdiera tanta sangre que no logró ni siquiera
poder salir afuera del jardín de su casa.
El bello jardín de rosas blancas, se tornó en unos instantes de un color
morado oscuro, bañadas de la sangre la endemoniada Leila. Al instante de su
muerte fue vista la figura de un demonio que se retorcía de dolor y que salía
del cuerpo sin vida de leila. Fue sólo perceptible por los tres espíritus ahí
presentes.
Fue un tanto paradójico que Leila hubiera muerto de la misma forma en
que su marido daba muerte a sus víctimas, la misma forma en que Eric Di Ángelo
y Maryam habían perdido la vida, quizá no fuera casualidad. Quizá el mismo Eric
lo había planeado de esa forma, lo cierto era que se había cumplido la segunda
parte de la redención, o si se quiere, la venganza.
Luego de eso Eric se acercó a Marta, que estaba en el suelo
desangrándose, comenzó a acariciar su frente y diciendo estas palabras, condujo
su alma hacia el reencuentro con su pequeña hija, para iniciar el camino hacia
la eternidad.
-Vámonos, Marta, tu
hija espera por ti. Este mundo ya no tiene nada que ofrecerte. Has sido una
madre ejemplar, lo único que te queda es reencontrarte con tu hija y ser feliz
por la eternidad-.
Los dos testigos ocultos de lo que ahí había sucedido, Eric y
Julián, se fueron del lugar también, ya nada había por ver ahí. Yankowitz
llegaría al lugar y encontraría aquella escena que le causaría dolor, con eso
habría pagado por una parte de todo el mal hecho a los demás. La policía llegaría
alertada por Ana, la compañera del bar donde trabajaba Marta, levantaría un
acta y cerrarían el caso, arrestando a Yankowitz, acusado de asesinar a sus dos
amantes, y por estafas, venta de droga y otros cargos.
Ahora que Julián sabia todo lo que Eric había vivido para rectificar su
camino y encontrarse de nuevo con su querida Maryam, sólo podía preguntarse qué
clase de cosas tendría que hacer el para cumplir esas supuestas misiones que no
había terminado en su vida mortal.
Regresaron entonces los dos hombres a su propia dimensión. Pero aún
había algo que no le quedaba claro a Julián y necesitaba respuestas:
-Contéstame algo,
Eric, ¿Qué sucedió con Maryam? ¿Ella también está cumpliendo sus misiones
inconclusas?
-No. Lamentablemente
el destino de ella se cumplió aquella noche, ésa era su misión, morir justo
antes de casarse.
-¿Qué dices?.
Entonces si tú ya cumpliste con hacer pagar a Tim y Mark Hartman por tu muerte
y la de Maryam, y si hiciste a Leila y Yankowitz pagar por sus crímenes, luego
ayudaste a esa chica Martha
a vengar la muerte de la bebé...
¿Quiere decir que
tus misiones han terminado no? ¿Has sido capaz de reencontrarte con Maryam?
-No, Julián. Te he
dicho que hay cosas que ni tú ni yo debemos saber. No sé cuándo terminan mis
misiones, no sé cuánto tiempo más estaré alejado de mi amada Maryam.
Y no se trata de
venganza, debes entender que no es hacer pagar con muerte los errores de los
demás, la muerte es sólo el primer paso hacia su redención, al morir sus
cuerpos humanos son enterrados y ahí se acaba lo que se conoció como vida.
Pero aún hay más que
sólo la muerte del cuerpo, el alma es enviada al lugar que se merece, ese lugar
algunas veces puede ser un paraíso, o un purgatorio.
-Pues me parece muy
egoísta por parte de tu Dios, después de que le serviste en vida, le sirves en
muerte y aún así no te deja estar junto a la mujer que lo único que ha hecho es
amarte, y no tenía por qué morir de esa forma solo por sus caprichos.
-Recuerdas el rayo,
y la plegaria antes de él.
-Sí-.
-Antes de eso, yo seguía pensando como tú, sin aceptar a Dios ni a su
mandato. Renegando de mi destino, pero ahí, justo ahí, me di cuenta que sí
quería honrar la muerte de mi adorada Maryam, sí quería hacer pagar a los
Hartman por toda la maldad que habían traído al mundo. Pero también me di
cuenta que no podría hacerlo solo. Necesitaba ayuda, estaba a punto de combatir
a las fuerzas del mal, mucho más fuerte que yo.
Esa ayuda que necesitaba, sólo podía venir de alguien que fuera más
fuerte que el mismo Satán. Fue entonces que en mi corazón encontré la
respuesta, encontré la respuesta a mis ruegos por justicia. Encontré la
repuestas que necesitaba en su poder. Porque aunque trates de negarlo como yo
lo hacía, no quiere decir que no exista, y que no te escuche.
Julián estaba sólo escuchando atentamente las palabras de Eric. No dijo
nada. Sólo alcanzo a esbozar un tímido rasgo de sonrisa. Eric continúo
diciendo.
-Bien. Hice lo que
se me encomendó, te mostré lo que hice, ahora es tiempo de que tú vuelvas a
creer. Busca tu respuesta, pero antes debes saber cuál es la pregunta.
XIII. Lazos Eternos
Después de haber visto de primera mano cómo Eric y Maryan eran separados
y aún después de la muerte sus almas no podían permanecer juntas para
amarse en paz. Había llegado la hora de que Julián retomara lo que había dejado
inconcluso, era el momento de cumplir con las misiones de vida que le habían
sido otorgadas al nacer y que repentinamente se habían quedado en el limbo
debido a su inesperada desaparición.
Eric le había mostrado una parte de todo lo que él había tenido que
cumplir hasta ahora, para lograr llegar a ese lugar donde podría al fin dar
descanso a su alma y reencontrase con la mujer que representaba el amor y todo
lo que valía en su vida.
-Julián, ahora debes
partir, te enviaré a un lugar donde jamás estuviste, pero significa una gran
parte de tu pasado. Aunque en verdad no importa si estuviste o no ahí, pues no
lo recordarías aunque así hubiese sucedido.
-¿Cómo que me
enviarás, que acaso tú no vendrás conmigo? Creí que como mi guía tu deberías
permanecer junto a mí.
-Estaré observando,
pero hay cosas que deberás hacerlas tu solo, y es mejor así. Debes visitar a
una persona que significa mucho para ti.
-Querrás decir al
Julián que supe ser, al Julián que vivió, al Julián que supo quién era, y que
en verdad existió Ahora sólo soy un recuerdo en la mente de algunas personas.
Me enviarás a ver a
alguien que quizá ni siquiera reconoceré. No dudo que esta persona haya sido
especial, tal vez sea mi madre, mi padre o un hermano, pero no recordaré
absolutamente nada de ella, ¿qué sentido tiene entonces que me digas que ha
sido importante para mí?
-Eso no lo sabes,
recuerdas que te dije que poco a poco en tu mente se irán restaurando porciones
de tus recuerdos. Pues, bueno, no sabes si al ver a esta persona, esos
recuerdos aparecerán. Pero eso ni siquiera yo lo sé, sólo debes acudir en ayuda
pues ahora te necesita más que nunca.
-Pero, ¿cómo sabré
que hacer? Aún me es tan difícil adaptarme a esta nueva realidad que ahora me
toca vivir, no sabré qué hacer.
-No te preocupes, lo
sabrás y si no encuentras respuesta, sólo tendrás que pedirlas y Dios te las
dará y hará todo más claro para ti.
-No sé si estoy
listo para pedir ayuda a un Dios que nunca pareció preocuparse por mí, mi vida,
mi familia o mi muerte, ¿por qué querría ayudarme ahora?
-Sigues con tu
absurda actitud de negación. Sabes que mientras más tratas de negar es cuando
más te das cuenta de que el sí existe, no podrás continuar con esta actitud por
mucho tiempo. Ahora toma mi mano y nos pondremos en marcha hacia este lugar del
que te hablé.
Julián entonces tomó de la mano a su ángel guardián. Cuando se suponía
que los dos jóvenes debían reaparecer en este lugar nuevo, fue sólo Julián
quien apareció, desde las alturas cayó al piso polvoso de tierra
-Oye, si no querías
venir al menos deberías ser mas cuidados en donde me tiras- dijo
Julián mientras se limpiaba el polvo de su ropa y observaba a su alrededor en
un lugar que efectivamente nunca había visto, jamás en su vida lo había
visitado y era completamente distinto a todos los lugares que había visto hasta
ahora.
Había muchos árboles a su alrededor, también se escuchaba el cantar de
pájaros muy diferentes a los que había escuchado desde que se encontraba
viviendo de esta nueva manera. Los caminos estaban todos cubiertos por
polvo y tierra, definitivamente no estaba en la ciudad y ni siquiera el país
donde había vivido (y muerto) hasta ahora.
-¡Genial! Estoy aquí
en medio de un bosque, se supone que debo ayudar a alguien que no conozco, que
no podrá verme, y aparte de eso me dejan solo en medio de la nada. “OYE, ERIC,
UN POCO DE AYUDA AQUÍ NO ME CAERÍA NADA MAL ¿SABES?”- Gritó Julián alzando sus
manos al cielo.
En ese instante algo cayó de las aturas y golpeó su cabeza. Era algo
pequeño, y al golpearlo justo en su cabeza el objeto rebotó y fue a parar a un
pequeño jardín un tanto descuidado, pero con unas hermosas flores, púrpuras y
amarillas.
-¡¡¡AY!!! ¿Qué fue
eso?- preguntó Julián mientras miraba hacia el jardín tratando de encontrar con
la mirada lo que había golpeado su cabeza.
-Sólo tómalo,
encontrarás las respuestas que necesitas- se escuchó decir a
la voz de Eric que provenía del cielo.
Julián se acercó al jardín y estuvo buscando esa pequeña cosa que se
suponía le daría las respuestas que necesitaba para cumplir la tarea de ayudar
a aquella persona especial en su vida. Al fin, de tanto remover la yerba
que estaba poco a poco apoderándose del jardín debido a que nadie parecía preocuparse
por cuidarlos lo suficiente, logró ver como algo brillaba reflejando la luz del
sol al moverse junto con la yerba.
-¿Pero? Esto es…No
puede ser…esto…es de….
Cuando por fin logró encontrar aquello que estaba buscando, se
sorprendió mucho pues era un pequeño arete de oro en forma de argolla,
tenía una pequeña avería y estaba un poco chueco, pero lo que le sorprendió no
fue el estado del arete, sino lo que representaba. Y los recuerdos de la vida
pasada que llegaron a su mente con sólo observar esa pequeña pieza de oro.
Él sabía que ese arete representaba una gran parte muy especial de su
vida, tenía esa sensación y vagamente recordaba quién se lo había obsequiado,
también sabía que eso había sucedido hacia ya muchos años, sintió un poco de
temor pero al final se decidió a tomarlo con su mano y fue ahí
cuando sucedió. Inmediatamente se vio inmerso en algo que se asemejaba mucho a
un sueño o una visión, había sido una vez más transportado a otra dimensión, a
un escenario de su pasado.
Estaba a punto de presenciar algo que había vivido él mismo en sus años
de adolescencia.
Se vio a sí mismo sentado en un autobús, acompañado de una muchacha,
esto debió haber sido ya varios años atrás pues era la época del colegio, los
dos se veain muy jóvenes.
Así como ya lo había aprendido de las dos experiencias anteriores donde
había visto lo sucedido con Eric y Maryam, sabía que no podía interferir de
ninguna manera en los acontecimientos que estaba a punto de presenciar. Así lo
hizo, simplemente se mantuvo al margen de la conversación y los hechos.
Julián se dirigió a la joven que estaba ahí a su lado, parecía ser
un viaje un tanto largo, algo así como una excursión o viaje de trabajo
escolar.
-Beatriz, hace mucho
tiempo que te vengo diciendo lo que siento por ti, y la verdad es que siempre
me confundes, no alcanzo a saber a ciencia cierta si es que sientes algo por
mí; o es sólo amistad. A veces me demuestras que tal vez sí me quieres, pero es
entonces que tus actos me demuestran lo contrario. Cada vez que nos besamos,
siento que si hay algo entre tú y yo, pero luego cuando te pido que seas mi
novia, siempre me dices que simplemente podemos ser amigos.
-Yo sí te quiero y
siempre te lo he demostrado. Siempre me he sentido super bien a tu lado, me
haces sentir a gusto contigo, me encanta pasar el tiempo conversando contigo,
me haces reir y adoro los momentos que pasamos juntos, pero es algo complicado
de explicar. Siento que siendo amigos estamos mejor, al ser novios creo que
perderíamos esa magia que hemos logrado crear cuando estamos juntos.
-No me digas eso,
porque no te lo creo. Si me vieras como otro de tus amigos, no creo que
aceptarías que nos besáramos, no creo tampoco que andes por ahí besuquenadote
con todos tus amigos, ¿o me equivoco?
-Jajaja, no,
tontito. Claro que no hago eso con todos mis amigos.
En aquel momento una tímida sonrisa se dibujó en el Julián de la segunda
dimensión, mientras seguía observando
y poco a poco recordando aquellos momentos de sus tiempos en vida, ciertamente
eran momentos que lo llenaban de alegría, debían haber sido sin duda momentos
muy especiales, y ahora lo eran aun más porque desde su muerte, éstas eran las
primeras memorias que regresaban a su existencia.
El diálogo entre los dos jóvenes sentados en el autobús continuo,
mientras Julián sigue observando atentamente, para seguir recordando aquellos
momentos de felicidad.
-Es que, mira, es
tan difícil para mí explicarte lo que me pasa, tengo miedo, no me preguntes
más, mejor vamos a disfrutar estos momentos juntos - dijo
Beatriz, mientras posaba su brazo sobre el hombro de Julián.
-Exactamente de eso
quiero hablarte, Beatriz. Esta es probablemente la última vez que tu y yo
podamos pasar tiempo juntos. Es nuestro último paseo escolar, después de
esto vienen los últimos exámenes y luego cada quien deberá tomar caminos
diferentes.
Tú te irás a la
universidad y vas a conocer muchachos mejores que yo... y…
-No. No digas eso, Julián, podemos
seguir siendo amigos, no tenemos por qué dejar de hablarnos, sólo por...
-Y...yo debo irme
del país. No quiero hacerlo, pero no me queda otra alternativa. Yo quisiera
quedarme a forjar un camino acá, estudiar y trabajar para pagar mis estudios, y
ayudar a mi madre. Pero si trabajo no podré estudiar y sin estudio no podré
trabajar. Para terminar de rematar mi hermanita de catorce años está embarazada
de un desgraciado que la abandonó. Mi única opción es irme por el bien de mi
familia.
Inmediatamente la expresión facial de la joven muchacha cambió tanto que
se notó una tristeza enorme en su mirada, no dijo nada pero en su interior ella
sabía que ésta en verdad sería la última oportunidad que tendrían para estar
juntos.
Ella tomó la mano de Julián y sin decir nada mantuvo su mano sujetada
durante todo el camino. A veces sin llegar a decir nada se pueden expresar
tantas cosas del corazón. Ese gesto de ella denotaba que no quería que
Julián se fuera, pues al sujetar su mano de esa forma era como decirle "No
quiero dejarte ir". Pero sin tener el valor para decirlo, pues aunque ella
no lo dijera, no había otra opción. El destino de ellos había sido
escrito.
En ese momento, Eric apareció junto al espíritu de Julián, en esa
segunda dimensión alterna al mundo de los vivos...
-Parece que no eres
el único a quien separaron del amor de su vida - dijo Julián a Eric
con una notable tristeza.
-¿Cómo sabes que
ella fue el amor de tu vida?- preguntó el espíritu de Eric a Julián.
-¿Qué nos ves cómo
estamos de idiotizados los dos en ese asiento? Es más que obvio que nos
quisimos mucho. Sólo con las miradas es suficiente para notarlo -
respondió Julián.
Eric sólo se sonrió, como dándole la razón a Julián. Luego Eric pidió a
Julián que lo siguiera. Pues había algo más que quería mostrarle.
Ahora los dos espíritus estaban sentados sobre una pequeña banca de
madera que se encontraba a la orilla de una piscina, en una especie de centro
turístico.
-Mira hacia la
piscina- dijo Eric.
Ahí se encontraba la pareja de jóvenes conversando, a lo lejos Julián
sólo observó cómo su otro yo y la joven Beatriz se fundían en un beso en medio
de la piscina, como no importándoles quién más estuviese ahí. Parecía que nada
más importaba, eran sólo ellos en un universo aparte.
El espíritu de Julián sonrió de
como cuando a la mente se te vienen aquellos recuerdos tan agradables. Eric
solo observo el rostro de Julián y se sonrió también al ver la felicidad que
sentía aquella alma buena. En ese instante se escuchó el grito del maestro de
la clase anunciando que ya era hora de prepararse para el regreso a casa.
El paseo había terminado. Y lamentablemente sólo quedaban ya minutos de aquel
último día juntos.
-Es hora de
regresar, no querrás perderte lo que sucedió en el autobús de regreso a casa - dijo el
espíritu de Eric al de Julián, y se puso de pie mientras caminaba hacia el
autobús. Julián lo siguió hasta entrar al autobús. Una vez dentro del autobús
la joven pareja se veía feliz, parecía ser que aunque sabían que sería la
última ocasión juntos, no la pasarían triste, más bien estaban dispuestos
a disfrutarlo al máximo.
Sentados ahí en ese viejo asiento de autobús, nada parecía importar a su
alrededor, sólo existían ellos dos, se tomaron de la mano y no había nada que
decir, simplemente había que dejar pasar los últimos minutos juntos, hasta que
esos mismos llegarán a su fin. Después de darse un beso ella recostó su
cabeza sobre el pecho de Julián. Pasaron unos cuantos minutos cuando de repente
a alguien se le ocurrió apagar las luces del interior del autobús.
No eran la única pareja en esta misma situación. Eric dio un
ligero vistazo a su alrededor y pudo notar cómo había varias más parejas
de jóvenes dentro del autobús. Observó a Julián y se sonrió de una forma un
tanto picaresca.
-¡Hey! No me mires a
mí, son cosas de adolecentes- dijo Julián.
-Jaja. Entiendo… -
respondió Eric.
Eran aproximadamente las 6:00 ó 6:30 p.m. Ya el sol se había ocultado, y
la oscuridad causada por la falta de luz dentro del autobús creaba una escena
de amor propicia para una última cita o lo que sería eso, una despedida sin despedirse.
Aprovechando que prácticamente nadie podía ver más allá de su nariz por la
oscuridad del autobús, Beatriz y Julián seguían en su propio mundo lejos de
todos los demás compañeros de colegio.
Julián se acercó, le dio un beso a Beatriz en la mejilla, y
mientras ella aún continuaba recostada sobre su pecho, él susurro con una suave
voz diciéndole al oído:
-Me vas a hacer
mucha falta, pero te prometo que antes de partir te buscaré para despedirme de
ti.
Al instante ella cambio de posición sentándose erguida en el
asiento del autobús, y sin soltar la mano de Julián le respondió:
-A mí también me vas
a hacer mucha falta, espera un momento- dijo Beatriz,
mientras soltaba por un momento la mano de Julián para despojarse de un pequeño
anillo que ella portaba en su dedo menique. En realidad no era un anillo, sino
un arete pero por alguna razón ella lo utilizaba como anillo en su fino y
delgado dedo. Ella tomóel arete y volvió a tomar la mano de Julián, para tratar
de poner el anillo en su dedo.
-Toma esto para que
nunca te olvides de mí.
Pero, como suele suceder por cuestiones lógicas de la naturaleza humana,
los dedos de los hombres son mucho más rústicos y de mayor grosor que los
sencillos y hasta frágiles dos jóvenes soltaron una carcajada al ver dicha
situación. Luego Julián tomó el arete, se quitó una cadena de plata que llevaba
en su cuello, y colocó ahí el regalo que le acababa de dar su amiga.
-No podría olvidarte
jamás, guardaré esto conmigo siempre…te lo juro.
Mientras tanto las almas de Julián y Eric que se encontraban aún
presenciando toda aquella escena. Eric observó cómo Julián se encontraba
contemplando el arete en la palma de su mano, con una cara de mucha nostalgia,
como quien recuerda a un amor del pasado, pero no una relación cualquiera, sino
el amor de verdad.
Eric se acercó y dijo: -¿Ves como tú y Beatriz están sujetando cada uno el dedo menique del otro?
Julián no contestó, solamente volvió la vista hacia el asiento de
los jóvenes, Eric continuó diciendo:
-¿Sabes algo?
Maryam creía en las llamadas “promesas de dedo menique”. Según Maryam, en la
antigua China, si una pareja se amaba podían sellar su amor para siempre
simplemente con entrelazar sus dedos meñiques, de esa forma y sin tantos
protocolos se creaba un lazo que los mantendría juntos, por la eternidad,
pasara lo que pasará.
Julián sonrió, miró a Eric, y mientas se preparaba para partir dijo:
-Maryam tenía
razón...