La bruja de Portobello - Paulo Coelho (Parte 2)

Andrea McCain,actriz




Claro que soy culpable. Si no hubiese sido por mi culpa, Athena nunca habría ido al teatro aquella mañana, ni habría reunido al grupo, ni nos hubiera pedido que nos acostásemos todos en el suelo del escenario para empezar una relajación completa, que incluía respiración y conciencia de cada parte del cuerpo.
“Ahora relajad las piernas…”
Todos obedecíamos, como si estuviésemos ante una Diosa, alguien que sabía más que todos nosotros juntos, aunque ya hubiésemos hecho ese ejercicio cientos de veces.
“Ahora relajad la cara, respirad profundamente”,etc.
¿Creía que nos estaba enseñando algo nuevo? Esperábamos una conferencia, ¡una charla! Tengo que controlarme, volvamos al pasado; nos relajamos, y llegó aquel silencio, que nos desorientó por completo. Hablando después con algunos compañeros, todos tuvimos la sensación de que el ejercicio se había acabado; era hora de sentarse, de mirar a nuestro alrededor, pero nadie lo hizo. Permanecimos acostados, en una especie de meditación forzada, durante quince interminables minutos.
Entonces su voz se hizo oír de nuevo:
Habéis tenido tiempo de dudar de mí. Alguno se ha mostrado impaciente. Pero ahora os voy a pedir sólo una cosa: cuando cuente hasta tres, levantaos y sed diferentes.
“No digo: sed otra persona, un animal, una casa. Evitad  hacer todo lo que habéis aprendido en los cursos de teatro; no os estoy pidiendo que seáis actores y que demostréis vuestras cualidades.
Os estoy ordenando que dejéis de ser humanos y que os transforméis en algo que no conocéis.
Estábamos con los ojos cerrados, tumbados en el suelo, sin saber cómo estaban reaccionando los demás. Athena jugaba con esa inseguridad.
Voy a decir algunas palabras, y vais a asociar imágenes a ellas. Recordad que estáis intoxicados por conceptos, y si yo digo “destino”, tal vez empecéis a imaginar vuestras vidas en el futuro.
Si yo digo “rojo”, haréis una interpretación psicoanalítica. No es eso lo que quiero. Quiero que seáis diferentes, como he dicho.
Ni siquiera era capaz de explicar bien lo que quería. Como nadie protestó, tuve la certeza de que estaban intentando ser educados, pero, cuando acabase la “conferencia”, no volverían a inventarla. Y me dirían lo ingenua que había sido por haberla buscado.
La primera palabra es: sagrado.
Para no morirme de aburrimiento, decidí formar parte del juego: imaginé a mi madre, a mi novio, a mis futuros hijos, una carrera brillante.
Haced un gesto que signifique “sagrado”.
Crucé mis brazos en el pecho, como si estuviera abrazando a todos los seres queridos. Supe más tarde que la mayoría habían abierto los brazos en cruz, y una de las chicas abrió las piernas, como si estuviera haciendo el amor.
Volved a relajaros. Olvidadlo todo otra vez y mantened los ojos cerrados. Mi intención no es criticaros, pero, por los gestos que he visto, le estáis dando una forma a lo que consideráis sagrado. Y no quiero eso: os pido que la próxima palabra no intentéis definirla como se manifiesta en este mundo. Abrid vuestros canales, dejad que esa intoxicación de realidad se aleje. Sed abstractos y así estaréis entrando en el mundo al que os estoy guiando.
La última frase sonó con tal autoridad que sentí cómo cambiaba la energía del lugar. Ahora la voz sabía a qué lugar deseaba conducirnos. Una maestra, en vez de una conferenciante.
Tierra-dijo.
De repente, entendí a qué se refería. Ya no era mi imaginación, sino mi cuerpo en contacto con el suelo. Yo era la Tierra.
Haced un gesto que represente la Tierra.
No me moví; yo era el suelo de aquel escenario.
Perfecto-dijo ella-. Nadie se ha movido. Todos, por primera vez, habéis experimentado el mismo sentimiento; en vez de describir algo, os habéis transformado en la idea.
Se quedó de nuevo en silencio durante lo que yo imaginé que serían unos largos cinco minutos. El silencio nos dejaba perdidos, incapaces de distinguir si ella no sabía cómo continuar o si no conocía nuestro intenso ritmo de trabajo.
Voy a decir una tercera palabra.
Hizo una pausa.
Centro.
Yo sentí –y eso fue un movimiento inconsciente-que toda mi energía vital se iba al ombligo, y allí brillaba como si fuese una luz amarilla. Aquello me dio miedo: si alguien lo tocaba, podría morirme.
¡Gesto de centro!
La frase llegó como una orden. Inmediatamente, puse las manos en el vientre, para protegerme.
-Perfecto-dijo Athena-. Podéis sentaros.
Abrí los ojos y noté las luces del escenario allá arriba, distantes, apagadas. Me froté la cara, me levanté del suelo, notando que mis compañeros estaban sorprendidos.
-¿Es esto la conferencia?-dijo el director.
- Puedes llamarlo conferencia.
- Gracias por haber venido. Ahora, si no te importa, tenemos que empezar el ensayo de la próxima obra.
- Pero todavía no he terminado.
- Lo dejamos para otro momento.
Todos parecían confusos con la reacción del director. Después de la duda inicial, creo que a todos nos estaba gustando: era algo diferente, nada de representar personas o cosas, nada de imaginar imágenes como manzanas o velas. Nada de sentarse en círculo, de la mano que se está practicando un ritual sagrado.
Era simplemente algo absurdo, y queríamos saber adónde iba a parar.
Athena, sin mostrar ninguna emoción se agachó para coger su bolso. En ese momento, oímos una voz e la platea:
¡Qué maravilla!
Heron había venido con ella. Y el director le temía, porque conocía a los críticos de teatro del periódico en el que trabajaba, y tenía excelentes relaciones en los medios.
-¡Habéis dejado de ser individuos para ser ideas! Qué pena que estéis tan ocupados, pero no te preocupes, Athena, encontraremos otro grupo en el que yo pueda ver cómo termina tu conferencia. Tengo mis contactos.
Yo aún me acordaba de la luz viajando por todo mi cuerpo y concentrándose en mi ombligo. ¿Quién era aquella mujer? ¿Habrían experimentado mis compañeros lo mismo?
Un momento-dijo el director, viendo la cara de sorpresa de todos los que estaban allí-. A lo mejor podemos retrasar los ensayos de hoy y…
No podéis. Porque yo tengo que volver al periódico ahora para escribir sobre esta mujer. Seguid haciendo lo que siempre habáis hecho: acabado de descubrir una excelente historia.
Si Athena estaba confundida en medio de la discusión de los dos hombres, no lo demostró. Bajó del escenario y acompañó a Heron. Nosotros nos volvimos hacia el director, preguntándole por qué había reaccionado así.
Con todos mis respetos por Andrea, creo que nuestra conversación sobre el sexo en el restaurante fue mucho más enriquecedora que todas estas tonterías que acabamos de  hacer. ¿Os habéis dado cuenta de cómo se quedaban en silencio? ¡No tenía ni la menor idea de cómo seguir!
Pero yo he sentido algo extraño-dijo uno de los actores mayores-. En el momento en el que dijo “centro”, me pareció que toda mi fuerza se concentraba en mi ombligo. Nunca había experimentado algo así.
¿Estás …seguro?-era una actriz que, por el tono de sus palabras, había sentido lo mismo.
Esa mujer parece una bruja –dijo el director, interrumpiendo la conversación -. Volvamos al trabajo.
Empezamos con estiramientos, calentamiento, meditación, todo según el manual. Luego, algunas improvisaciones, y después nos pusimos a leer el nuevo texto. Poco a poco, la presencia de Athena parecía ir disolviéndose todo volvía a ser lo que era: un teatro, un ritual creado por los griegos hacía miles de años, en el que solíamos fingir que éramos gente diferente.
Pero no era más que una representación. Athena era diferente, y yo estaba dispuesta a volver a verla, sobre todo después de lo que el director había dicho de ella.











Heron Ryan, periodista



Sin que lo supiese, yo había seguido los mismos pasos que ella les había sugerido a los actores, obedeciendo a todo lo que había mandado, con la única diferencia de que mantenía los ojos abiertos para seguir lo que ocurría en el escenario. En el momento en que había dicho “gesto de centro”, yo puse la mano en mi ombligo y, para mi sorpresa, vi que todos, incluso el director, habían hecho lo mismo. ¿Qué era aquello?
Aquella tarde tenía que escribir un artículo aburridísimo sobre la visita de un jefe de Estado a Inglaterra, una verdadera prueba de paciencia. En el intervalo de las llamadas, para distraerme, decidí preguntarles a mis colegas de redacción qué gesto harían si les pidiera que designasen el “centro”. La mayor parte bromearon, haciendo comentarios sobre partidos políticos. Uno señaló hacia el “centro” del planeta. Otro puso la mano en el corazón. Nadie, absolutamente nadie, entendía el ombligo como el centro de la nada.
Finalmente, una de las personas con las que pude hablar aquella tarde me contó algo interesante. Al volver a casa, Andrea ya se había duchado, había puesto la mesa y me esperaba para cenar. Abrió una botella de vino carísimo, llenó dos copas y me ofreció una.
Entonces, ¿cómo fue la cena de anoche?
¿Durante cuánto tiempo puede vivir un hombre con una mentira? No quería perder a la mujer que tenía frente a mí, que me hacía compañía en las horas difíciles, que siempre estaba a mi lado cuando me sentía incapaz de darle un sentido a mi vida.
Yo la amaba, pero, en la locura de mundo en el que estaba sumergido sin saberlo, mi corazón estaba distante, intentando adaptarse a algo que tal vez conociera, pero que no podía aceptar: ser lo suficientemente grande para dos personas.
Como yo nunca me arriesgaría a dejar lo seguro por la duda, intenté minimizar lo que había pasado en el restaurante. Sobre todo porque no había pasado absolutamente nada, aparte de los intercambios de versos de un poeta que había sufrido mucho por amor.
Athena es una persona difícil de llevar.
Andrea se rió.
Y justamente por eso debe ser muy interesante para los hombres; despierta ese instinto de protección que tenéis vosotros y que cada vez usáis menos.
Mejor cambiar de asunto. Siempre he tenido la seguridad de que las mujeres tienen una capacidad sobrenatural para saber  lo que pasa en el alma de un hombre. Son todas hechiceras.
He estado haciendo algunas averiguaciones sobre lo que sucedió hoy en el teatro. Tú no lo sabes, pero yo tenía los ojos abiertos durante los ejercicios.
Tú siempre tienes los ojos abiertos; creo que forma parte de tu profesión. Y vas a hablarme de los momentos en los que todos nos comportamos de la misma manera. Hablamos mucho de eso en el bar, después de salir de los ensayos.
Un historiador me dijo que, en el templo de Grecia en el que se profetizaba el futuro (N.R.:Delfos,, dedicado a Apolo), había una piedra de mármol, precisamente llamada “ombligo”.
Los relatos de la época cuentan que allí estaba el centro del planeta. Fui a los archivos del periódico para hacer algunas averiguaciones : en Petra, en Jordania, hay otro “ombligo cónico”, que no sólo simboliza el centro del planeta, sino de todo el universo.
Tanto el de Delfos como el de Petra intentan mostrar el eje por el que transita la energía del mundo, marcando de manera visible algo que sólo se manifiesta en el plano, digamos,” invisible”. Jerusalén también es llamada ombligo del mundo, como una isla en el océano Pacífico, y otro sitio que he olvidado, porque nunca he asociado una cosa con otra.
¡El baile!
¿Qué dices?
Nada.
Sé a que te refieres: las danzas orientales del vientre, las más antiguas de las que se tiene noticia y en las que todo gira en torno al ombligo. Quisiste evitar el asunto, porque te conté que en Transilvania había visto bailar a Athena. Ella estaba vestida, aunque…
…aunque el movimiento empezase en el ombligo, para después extenderse por el resto del cuerpo.
Tenía razón.
Mejor cambiar de asunto de nuevo, hablar sobre teatro, sobre las cosas aburridas del periodismo, beber un poco, acabar en la cama haciendo el amor mientras se pone a llover allá fuera. Me di cuenta de que, en el momento del orgasmo, el cuerpo de Andrea giraba en torno al ombligo: ya lo había visto cientos de veces, pero nunca le había prestado atención.









Antoine Locadour, historiador.-



Heron empezó a gastar una fortuna en llamadas a Francia, pidiéndome que le consiguiera todo el material posible hasta aquel fin de semana, insistiendo en esa historia del ombligo, que me parecía la cosa menos interesante y menos romántica del mundo. Pero, en fin, los ingleses no acostumbran a ver lo mismo que los franceses, y en vez de hacer preguntas, intenté investigar lo que la ciencia decía al respecto.
Después me di cuenta de que los acontecimientos históricos no eran suficientes: podía localizar un monumento aquí, un dolmen allá, pero lo curioso es que las culturas antiguas parecían concordar en torno al mismo tema y usar la misma palabra para definir los lugares que consideraban sagrados. Nunca le había prestado atención a eso, y el asunto empezó a interesarme. Cuando vi el exceso de coincidencias, fui en busca de algo complementario: el comportamiento humano y sus creencias.
La primera explicación, más lógica, en seguida fue descartada: nos alimentamos a través del cordón umbilical, es el centro de la vida. Después un psicólogo me dijo que esta teoría no tenía sentido alguno: la idea central del hombre siempre es ”cortar” el cordón, y a partir de ahí, el cerebro o el corazón se convierten en símbolos más importantes.
Cuando nos interesa un asunto, todo a nuestro alrededor parece referirse a ello (los místicos lo llaman “señales”, los escépticos “coincidencia” y los psicólogos “foco concentrado”, aunque yo aún tenga que definir cómo deben referirse al tema los historiadores). Una noche, mi hija adolescente apareció en casa con un piercing en el ombligo.
-¿Por qué lo has hecho?
- Porque me ha dado la gana.
Explicación absolutamente natural y verdadera, incluso para un historiador que tiene que encontrar un motivo para todo.
Cuando entré en su habitación, vi un póster de su cantante favorita: tenía el vientre descubierto, y el ombligo; también aquella foto de la pared parecía ser el centro del mundo.
Llamé a Heron y le pregunté por qué estaba interesado. Me contó por primera vez lo que había ocurrido en el teatro, cómo las personas habían reaccionado de manera espontánea, pero inesperada, a un orden. Imposible sacarle más información a mi hija, de modo que decidí consultar con especialistas.
Nadie parecía prestarle mucha atención al asunto, hasta que conocí a François Shepka, un psicólogo indio ( N.R.: Nombre y nacionalidad cambiados por expreso deseo del científico) que estaba empezando a revolucionar las terapias utilizadas actualmente: según él, esta historia de volver a la infancia para resolver los traumas nunca había llevado al ser humano a ningún lugar ( muchos problemas que ya habían sido superados por la vida acaban volviendo, y la gente adulta volvía a culpar a sus padres por los fracasos y las derrotas). Shepka estaba en plena guerra con las sociedades psicoanalíticas francesas, y una conversación sobre temas absurdos – como el ombligo-pareció relajarlo.
Se entusiasmó con el tema, pero no lo abordó inmediatamente. Dijo que para uno de los más respetados psicoanalistas de la historia, el suizo Carl Gustav Jung, todos bebemos de la misma fuente. Se llama “alma del mundo”; aunque siempre intentemos ser individuos independiente, una parte de nuestra memoria es la misma. Todos buscan el ideal de la belleza, de la danza, de la divinidad, de la música.
La sociedad, sin embargo, se encarga de definir cómo se van a manifestar estos ideas en el plano real. Así, por ejemplo, hoy en día el ideal de belleza es ser delgada, mientras que hace miles de años las imágenes de las diosas eran gordas. Lo mismo sucede con la felicidad :hay una serie de reglas que, si no las sigues, tu subconsciente no aceptará la idea de que es feliz.
Jung solía clasificar el progreso individual en cuatro etapas: la primera era la Persona, máscara que usamos todos los días, fingiendo lo que somos. Creemos que el mundo depende de nosotros, que somos excelentes padres y que nuestros hijos no nos comprenden, que los jefes son injustos, que el sueño del ser humano es no trabajar nunca y pasarse la vida entera viajando.
Mucha gente se da cuenta de que hay un error en esta historia, pero como no quieren cambiar nada, acaban por apartar rápidamente el asunto de sus cabezas. Unas pocas intentan entender cuál es el error, y acaban encontrando la Sombra.
La Sombra es nuestro lado negro, que nos dice cómo debemos reaccionar y comportarnos. Cuando intentamos librarnos de la Persona, encendemos una luz dentro de nosotros, y vemos las telas de araña, la cobardía, la mezquindad. La Sombra está ahí para impedir nuestro progreso, y generalmente lo consigue, volvemos inmediatamente a ser quienes éramos antes de dudar.
Sin embargo, algunos sobreviven a este combate con sus telas de araña, diciendo: “Sí, tengo una serie de defectos, pero soy digno y quiero seguir adelante”.
En ese momento, Jung no está definiendo nada religioso; habla de un regreso a esa Alma del Mundo, fuente de conocimiento.
Los instintos empiezan a agudizarse, las emociones son radicales, las señales de vida son más importantes que la lógica, la percepción de la realidad ya no es tan rígida. Empezamos a enfrentarnos a cosas a las que no estamos acostumbrados, reaccionamos de manera inesperada para nosotros mismos.
Y descubrimos que, si somos capaces de canalizar todo ese chorro de energía continua, lo organizaremos en un centro muy sólido, que Jung llama el Viejo Sabio para los hombres o la Gran Madre para las mujeres.
Permitir esta manifestación es algo peligroso. Generalmente, el que llega ahí tiene tendencia a considerarse santo, domador de espíritus, profeta. Hace falta mucha madurez para entrar en contacto con la energía del Viejo Sabio o de la Gran Madre.
Jung enloqueció-dijo mi amigo, después de explicarme las cuatro etapas descritas por el psicoanalista suizo-.Cuando entró en contacto con su Viejo Sabio, empezó a decir que lo guiaba un espíritu llamado Philemon.
Y finalmente…
…llegamos al símbolo del ombligo. No sólo las personas, sino también las sociedades están constituidas por estos cuatro pasos. La civilización occidental tiene una Persona, ideas que nos guían.
“En su tentativa de adaptarse a los cambios, entra en contacto con la Sombra. Hay grandes manifestaciones de masas en las que la energía colectiva puede ser manipulada tanto para el bien como para el mal. De repente, por alguna razón, ni la Persona no la Sombra satisface al ser humano, y llega el momento de un salto, en el que hay una conexión inconsciente con el Alma.
Empiezan a surgir nuevos valores.
Lo he notado. Me he dado cuenta del resurgimiento del culto a la parte femenina de Dios.
Excelente ejemplo. Y, al final de este proceso, para que estos nuevos valores se instalen, toda la raza empieza a entrar en contacto con los símbolos, el lenguaje cifrado con el que las generaciones actuales se comunican con el conocimiento ancestral. Uno de estos símbolos de renacimiento es el ombligo. En el ombligo de Vishnú, divinidad india responsable de la creación y de la destrucción, se sienta el dios que regirá cada ciclo. Los yoguis lo consideran como uno de los chacras, puntos sagrados del cuerpo humano. Las tribus más primitivas solían poner monumentos en el lugar en el que creían que se encontraba el ombligo del planeta.
En Sudamérica, las personas en trance dicen que la verdadera forma del ser humano es un huevo luminoso que se conecta con los otros a través de filamentos que brotan de su ombligo.
“El mandala, dibujo que estimula la meditación, es una representación simbólica de eso.
Mandé toda esa información a Inglaterra antes de la fecha que habíamos marcado. Le dije que una mujer que es capaz de despertar en un grupo la misma reacción absurda debe de tener un poder enorme, y no me sorprendería que fuese una especie de algo paranormal. Le sugerí que intentase  estudiarla más de cerca.
Nunca había pensado en el tema, e intenté olvidarlo inmediatamente; mi hija me dijo que me estaba comportando de manera extraña, sólo pensaba en mí mismo, ¡¡sólo me miraba el ombligo!.










Deidre O´Neill, conocida como Edda.-




Todo salió mal: ¿cómo has podido meterme en la cabeza que yo sabría enseñar? ¿Por qué humillarme delante de los demás?
Debería olvidar que existes. Cuando me enseñaron a bailar, bailé. Cuando me enseñaron a escribir letras, aprendí. Pero tú has sido perversa: me has pedido que intente algo que está más allá de mis límites. Por eso he cogido un tren, por eso he venido hasta aquí, ¡para que pudieras ver mi odio!
Ella no dejaba de llorar. Menos mal que había dejado al niño con sus padres, porque hablaba demasiado alto, y su aliento tenía un…un aroma a vino. Le pedí que entrase, montar aquel escándalo en la puerta de mi casa no iba a ayudar nada a mi reputación, ya bastante comprometida porque decían que yo recibía a hombres, mujeres, y organizaba grandes orgías sexuales en el nombre de Satanás.
Pero ella seguía allí: gritando:
-¡La culpa es tuya! ¡Me has humillado!
Se abrió una ventana, después otra. Bueno, quien está dispuesta a cambiar el eje del mundo también tiene que estar dispuesta a saber que los vecinos no siempre estarán contentos. Me acerqué a Athena e hice exactamente lo que ella quería que hiciese: la abracé.
Ella siguió llorando sobre mi hombro. Con mucho cuidado, le hice subir los peldaños y entramos en casa. Preparé una infusión cuya fórmula no comparto con nadie, porque fue mi protector el que me la enseñó; la puse delante de ella y se la bebió de un solo trago. Al hacerlo, me demostró que su confianza en mí todavía estaba intacta.
¿Por qué soy así?-confirmó.
Yo sabía que el efecto del alcohol se había cortado.
Tengo hombres que me aman. Tengo un hijo que me adora y que me ve como modelo de vida. Tengo unos padres adoptivos a los que considero mi verdadera familia, y serian capaces de morir por mí. Rellené los espacios en blanco de mi pasado cuando fui en busca de mi madre. Tengo el dinero suficiente como para vivir tres años sin hacer nada, sólo disfrutar de la vida, ¡y no estoy contenta!
“Me siento miserable, culpable, porque Dios me bendijo con tragedias que he conseguido superar y milagros que he honrado, ¡y nunca estoy contenta! Siempre quiera más. No debería haber ido a aquel teatro y añadir una frustración más a mi lista de victorias!
¿Crees que has hecho mal?
Ella paró y me miró, atónita.
¿Por qué lo preguntas?
Yo simplemente esperé la respuesta.
Hice lo correcto. Estaba con un periodista cuando entré allí, sin tener la menor idea de lo que iba a hacer, y de repente las cosas empezaron a surgir como si viniesen de la nada. Sentía la presencia de la Gran Madre a mi lado, guiándome, instruyéndome, haciendo que mi voz tuviese una seguridad que, en lo más íntimo,  yo no poseía.
¿Entonces por qué te quejas?
¡Porque nadie lo entendió!
¿Y eso es importante? ¿Tan importante que te hace venir hasta Escocia a insultarme delante de todo el mundo?
¡Claro que es importante! Si eres capaz de todo, si sabes que estás haciendo lo correcto, ¿cómo es que no consigues al menos ser amada y admirada por eso?
Ése era el problema. La cogí de la mano y la conduje a la habitación en la que, semanas antes, había contemplado la vela. Le pedí que se sentase y que intentase calmarse un poco, aunque estaba segura de que la infusión estaba surtiendo efecto. Fui a mi habitación, cogí un espejo circular y lo puse delante de su cara.
Lo tienes todo, y has luchado por cada pulgada de tu territorio. Ahora mira tus lágrimas. Mira tu cara, y la amargura que refleja. Intenta mirar a la mujer que está en el espejo; esta vez no te rías, intenta comprenderla.
Le di el tiempo suficiente para que pudiera seguir mis instrucciones. Cuando noté que estaba entrando en el trance deseado, seguí adelante:
-¿Cuál es el secreto de la vida? Llamémosle “gracia” o “bendición”. Todo el mundo intenta estar satisfecho con lo que tiene.
Menos yo. Menos tú. Menos unas cuantas personas que, desgraciadamente, tendremos que sacrificarnos un poco, en nombre de algo mayor.
“Nuestra imaginación es mayor que el mundo que nos rodea, vamos allá de nuestros límites. Antiguamente, lo llaman “bujería”, pero menos mal que las cosas han cambiado, o ahora ya estaríamos en la hoguera. Cuando dejaron de quemar a las mujeres, la ciencia encontró una explicación, normalmente llamada “histeria femenina”; aunque no cause la muerte por el fuego, acaba provocando una serie de problemas, sobre todo en el trabajo.
“Sin embargo, no te preocupes, pronto la llamarán “sabiduría”. Mantén los ojos fijos en el espejo: ¿a quién ves?
A una mujer.
¿Y qué más, además de la mujer?
Ella vació un poco. Yo insistí, y acabó respondiendo:
A otra mujer. Más verdadera, más inteligente que yo. Como si fuese un alma que no pertenece, pero que forma parte de mí.
Eso mismo. Ahora te voy a pedir que pienses en uno de los símbolos más importantes de la alquimia: una serpiente que hace un círculo y devora su propia cola. ¿Eres capaz de visualizarlo?
Ella asintió con la cabeza.
Así es la vida de las personas como tú y como yo. Se destruyen y se construyen todo el tiempo. Todo en tu vida ha ocurrido de esa manera: del abandono al encuentro, del divorcio al nuevo amor, de la filial del banco al desierto. Sólo una cosa permanece intacta: tu hijo. Él es el hilo conductor de todo, respétalo.
Empezó a llorar de nuevo. Pero era un tipo diferente de lágrimas.
Viniste hasta aquí porque viste un rostro femenino en la hoguera. Ese rostro es el mismo que está en el espejo ahora, procura honrarlo. No te quejes oprimir por lo que piensen los demás, ya que, dentro de algunos años, o de algunas década, o de algunos siglos, ese pensamiento va a cambiar. Vive ahora lo que la gente no vivirá hasta el futuro.
“¿Qué quieres? No puedes querer ser feliz, porque eso es fácil y aburrido. No puedes querer sólo amar, porque eso es imposible. ¿Qué quieres? Quieres justificar tu vida, vivirla de la manera más intensa posible. Eso es una trampa y al mismo tiempo, produce un estado de éxtasis. Intenta estar atenta al peligro, y vive la alegría, la aventura de ser la Mujer que está más allá de la imagen reflejada en el espejo.
Sus ojos se cerraron, pero yo sabía que mis palabras habían penetrado en su alma y permanecerían allí.
Si quieres arriesgarte y seguir enseñando, hazlo. Si no quieres, que sepas que ya has llegado mucho más lejos que la mayoría de la gente.
Su cuerpo empezó a relajarse. La agarré por los brazos antes de que se cayese, y durmió con su cabeza apoyada en mis senos.
Intenté susurrarle algunas cosas, porque yo ya había pasado por las mismas etapas, y sabía lo difícil que era (así me lo había dicho mi protector), y así lo había experimentado yo en mis propias carnes). Pero el hecho de ser difícil no hacía que esta experiencia fuese menos interesante.
¿Qué experiencia? Vivir como ser humano y como divinidad. Pasar de la tensión a la relajación. De la relajación al trance. Del trance, al contacto más intenso con la gente. De ese contacto, de nuevo a la tensión, y así sucesivamente, como la serpiente que se muerde su propia cola.
Nada fácil, sobre todo porque exige un amor incondicional, que no teme el sufrimiento, el rechazo, la pérdida.
Pero al que bebe una vez de esta agua le es imposible volver a matar su sed en otras fuentes.










Andrea McCain,actriz.-



El otro día hablaste de Gaia, que se creó a sí misma, y que tuvo un hijo sin necesidad de un hombre. Dijiste, con toda la razón, que la Gran Madre acabó cediéndoles lugar a los dioses masculinos. Pero olvidaste a Hera, una de las descendientes de tu diosa favorita.
“Hera es más importante, porque es más práctica. Gobierna los cielos y la tierra, las estaciones del año y las tempestades. Según los mismos griegos que citaste, la Vía Láctea que vemos en el cielo es la leche que salió de su pecho. Un hermoso pecho, dicho sea de paso, porque el todopoderoso Zeus cambió de forma, se convirtió en pájaro, sólo para poder besarla sin ser rechazado.
Caminábamos por un gran centro comercial de Knightsbridge. La llamé y le dije que me gustaría charlas un poco, y ella me invitó a ir a las rebajas de invierno; habría sido mucho más agradable tomar un té juntas o comer en un restaurante tranquilo.
Tu hijo puede perderse entre esta multitud.
No te preocupes. Sigue con lo que me estabas contando.
Hera descubrió el truco, y obligó a Zeus a casarse. Pero, después de la ceremonia, el gran rey del Olimpo volvió a su vida de playboy, seduciendo a todas las diosas o humanas con las que se cruzaba. Hera permaneció fiel: en vez de echarle la culpa a su marido, decía que las mujeres deberían comportarse mejor.
¿No es eso lo que hacemos todas?
No sabía adónde quería llegar, así que seguí como si no la hubiera oído:
-Hasta que decidió pagarle con la misma moneda, encontrar un dios o un hombre y llevárselo a la cama. ¿No podríamos parar un rato y tomar un café?
Pero Athena acababa de entrar en una tienda de lencería.
¿Te gusta?- me preguntó, enseñándome un provocativo conjunto de braguita y sujetador de color carne, hecho de encaje.
Mucho. Cuando lo uses, ¿va a verlo alguien?
Claro, ¿o acaso crees que soy una santa? Pero sigue con lo que me estabas contando de Hera.
Zeus se asustó con su comportamiento. Pero ahora, ya independiente, Hera se preocupaba poco por su matrimonio.
¿Tienes novio?
Ella miró a un lado y a otro. Hasta que vio que el niño no podía oírnos, no me respondió de forma monosilábica:
Sí.
Nunca lo he visto.
Fue hasta la caja, pagó la lencería y la metió en el bolso.
Viorel tiene hambre y estoy segura de que no le interesan las leyendas griegas. Acaba la historia de Hera.
Tiene un final medio loco: por miedo a perder a su amada, fingió que se casaba de nuevo. Cuando Hera lo supo, se dio cuenta de que las cosas estaban yendo demasiado lejos: aceptaba amantes, pero el divorcio era impensable.
Nada original.
Decidió ir hasta en el que se iba a celebrar la ceremonia, armar un escándalo, y entonces se dio cuenta de que él le estaba pidiendo la mano a una estatua.
¿Qué hizo Hera?
Se rió mucho. Eso rompió el hilo entre los dos, y volvió a ser la reina de los cielos.
Excelente. Si te pasa algún día…
…¿el qué?
Si tu pareja se va con otra mujer, no te olvides de reírte.
Yo no soy una diosa. Sería mucho más destructiva. ¿Por qué nunca he visto a tu novio?
Porque siempre está ocupado.
¿Dónde lo conociste?
Ella se detuvo con el bolso en la mano.
Lo conocí en el banco en el que trabajaba, tenía una cuenta allí. Y ahora, si me perdonas, mi hijo me está esperando. Tienes razón, puede perderse entre toda esta gente si no le presto la atención necesaria. Vamos a reunirnos en casa la semana que viene; por supuesto, estás invitada.
Sé quién lo ha organizado.
Athena me dio dos besos cínicos en la cara y se fue; por lo menos había entendido mi mensaje.
Aquella tarde, en el teatro, el director me dijo que estaba enfadado por mi comportamiento: yo había organizado un grupo para ir a ver a aquella mujer. Le expliqué que la idea no había sido mía: Heron se había quedado fascinado con aquella historiadle ombligo y me preguntó si algunos actores estarían dispuestos a seguir la conferencia que había sido interrumpida.
Pero él no manda en ti.
Claro que no, pero lo que menos deseaba en este mundo era que fuese él solo a casa de Athena.
Los actores ya estaban reunidos, pero, en vez de otra lectura de la nueva obra, el director decidió cambiar el programa.
Hoy vamos a hacer otro ejercicio de psicodrama (N.R.: Técnica en la que las personas dramatizan experiencias personales).
No había necesidad; ya sabíamos todos cómo se iban a comportar los personajes en las situaciones creadas por el autor.
¿Puedo sugerir el tema?
Todos se volvieron hacia mí. Él parecía sorprendido.
¿Qué es esto, una rebelión?
Escucha hasta el final: crearemos una situación en el que un hombre, después de luchar mucho, consigue reunir a un grupo de gente para celebrar un rito importante dentro de la comunidad. Por ejemplo, algo que tenga que ver con la cosecha del otoño siguiente. Sin embargo, llega una extranjera a la ciudad, y a causa de su belleza y de los rumores que corren acerca de ella (dicen que es una diosa disfrazada), el grupo que el buen hombre había reunido para mantener las tradiciones de su aldea se dispersa en seguida y va a reunirse con la recién llegada.
¡Pero eso no tiene nada que ver con la obra que estamos ensayando! – dijo una de las actrices.
El director, sin embargo, había entendido el mensaje.
Es una idea excelente, podemos empezar.
Y volviéndose hacia mí:
- Andrea, tú serás la recién llegada. Así puedes comprender mejor la situación de la aldea. Yo seré el buen hombre que intenta mantener las costumbres intactas. Y el grupo estará formado por parejas que frecuenten la iglesia, se reúnen los sábados para hacer trabajos comunitarios y se ayudan mutuamente.
Nos acostamos en el suelo, nos relajamos, y empezamos el ejercicio, que en realidad es muy simple: el personaje central (en este caso, yo misma) va creando situaciones, y los otros reaccionan a medida que son provocados.
Al terminar la relajación, me convertí en Athena. En mi fantasía, ella recorría el mundo como Satanás en busca de súbditos para su reino, pero se disfrazaba de Gaia, la diosa que todo lo sabe y todo lo creó. Durante quince minutos, se formaron las “parejas”,se conocieron, inventaron una historia en común en la que había hijos, casas, comprensión y amistad. Cuando sentí que el universo estaba listo, me senté en una esquina del escenario y empecé a hablar de amor.
Estamos aquí, en esta pequeña aldea, y vosotros pensáis que soy extranjera, por eso os interesa lo que tengo que contaros.
Nunca habéis ido de viaje, no sabéis lo que pasa más allá de las montañas, pero puedo deciros que no hace falta alabar a la tierra. Ella siempre será generosa con esta comunidad. Lo importante es alabar al ser humano. ¿Decís que queréis viajar? Estáis usando la palabra equivocada: el amor es una relación entre las personas.
¿Deseáis que la cosecha sea fértil y por eso habéis decidido amar la tierra? Otra tontería: el amor no es deseo, no es conocimiento, no es admiración. Es un desafío, un fuego que arde sin que podamos verlo. Por eso, pensáis que soy una extraña en esta tierra, estáis equivocados: todo me es familiar, porque vengo con esta fuerza, con esta llama, y cuando me vaya, ya nadie será el mismo. Traigo el amor verdadero, no el que enseñan en los libros y los cuentos de hadas.
El “marido” de una de las “parejas” empezó a mirarme. La mujer se quedó perdida con su reacción.
Durante el resto del ejercicio ,el director-mejor dicho, el buen hombre – hacía lo posible por explicarle a la gente la importancia de mantener las tradiciones, alabar la tierra, pedirle que fuese generosa este año como había sido el año anterior. Yo simplemente hablaba de amor.
¿Dice que la tierra quiere ritos? Pues yo os garantizo que si hay el amor suficiente entre vosotros, la cosecha será abundante, porque éste es un sentimiento que todo lo transforma. ¿Pero qué veo? Amistad. La pasión ya se ha extinguido hace mucho tiempo, porque os habéis acostumbrado los unos a los otros. Es por eso por lo que la tierra sólo da lo mismo que dio el año anterior, ni más ni menos. Y es por eso por lo que, en la oscuridad de vuestras almas, os quejáis silenciosamente de que en vuestras vidas no cambian nada. ¿Por qué? Porque habéis intentado controlar la fuerza que todo lo transforma, para que vuestras vidas pudieran continuar sin grandes desafíos.
El buen hombre explicaba:
Nuestra comunidad siempre ha sobrevivido por que ha respetado las leyes, e incluso el amor es guiado por ellas. El que se apasiona sin tener en cuenta el bien común vivirá siempre en constante angustia: por herir a su compañero, por enfadar a su nueva pasión, por perder todo lo que ha construido. Una extranjera sin lazos y sin historia puede decir lo que quiera, pero no sabe las dificultades que hemos tenido antes de llegar hasta donde hemos llegado. No sabe el sacrificio que hicimos por nuestros hijos. Desconoce el hecho de que trabajamos sin descanso para que la tierra sea generosa, que la paz esté con nosotros, que las provisiones se puedan almacenar para el día de mañana.
Durante una hora, yo defendí la pasión que todo lo devora, mientras el buen hombre hablaba del sentimiento que trae la paz y la tranquilidad. Al final, me quedé hablando sola, mientras la comunidad entera se reunía en torno a él.
Había representado mi papel con un entusiasmo y una fe que nunca creía que tuviese; a pesar de todo, a la extranjera partía de la pequeña aldea sin haber convencido a nadie.
Y eso me ponía muy, muy contenta.




Heron Ryan, periodista.-





Un viejo mío solía decir. “Aprendemos un 25 por ciento con el maestro, un 25 por ciento escuchando, un 25 por ciento con los amigos y el otro 25 con el tiempo”. En la primera reunión en casa de Athena, en la que ella pretendía terminar la clase interrumpida en el teatro, todos aprendieron con…no sé.
Nos enseñaba en la pequeña sala de su apartamento, con su hijo. Vi que el lugar era totalmente blanco, vacío, salvo por un mueble sobre el que había un reproductor y un montón de CD.
Me extrañó la presencia del niño, que debía de aburrirse con la conferencia; esperaba que siguiese en el momento en el que había parado (órdenes a través de palabras). Pero ella tenía otros planes; nos explicó que iba a poner música procedente de Liberia, y simplemente teníamos que escuchar.
Nada más.
Yo no soy capaz de llegar a ningún sitio a través de la meditación-dijo-. Veo a esa gente sentada con los ojos cerrados, una sonrisa en los labios, sus caras serias, la postura arrogante, concentradísima en absolutamente nada, convencida de que está en contacto con Dios o con la Diosa. Por lo menos, escucharemos música juntos.
Orta vez, aquella sensación de malestar, como si Athena no supiese exactamente lo que hacía. Pero casi todos los actores de teatro estaban allí, incluso el director, que según Andrea había ido a inspeccionar el campo enemigo.
La música terminó.
Esta vez, bailad a un ritmo que no tenga nada, absolutamente nada que ver con la melodía.
Athena la puso de nuevo, con el volumen bastante más alto, y empezó a mover su cuerpo sin ninguna armonía. Sólo el hombre más viejo, que en la obra representaba a un rey borracho, hizo lo que nos habían mandado. Nadie más se movió; la gente parecía un poco perdida. Una  de ellas miró el reloj: no habían pasado más que diez minutos.
Athena paró y miró a su alrededor:
¿Por qué estáis parados?
Me parece… un poco ridículo hacer eso- se oyó la tímida voz de una actriz-. Aprendemos armonía, no lo opuesto.
Pues haced lo que os digo. ¿Necesitáis una explicación intelectual? Os la doy: los cambios sólo se dan cuando hacemos algo que va en contra, totalmente en contra de todo a lo que estamos acostumbrados.
Y volviéndose hacia el “rey borracho”:
- ¿Por qué has aceptado seguir la música fuera del ritmo?
- Muy fácil: nunca he aprendido a bailar.
Todos se rieron, y la nube oscura que acechaba el lugar pareció desaparecer.
Muy bien, empezaré de nuevo, y vosotros podéis hacer lo que digo, o marcharos; esta vez soy yo la que decide a qué hora termina la conferencia. Una de las cosas más agresivas en el ser humano es ir en contra de lo que piensa que es bonito, y eso es lo que vamos a hacer hoy.  Vamos a bailar mal. Todo el mundo.
No era más que otra experiencia, y para no hacer que la dueña de las casa se sintiese incómoda, todo el mundo bailó mal. Yo luchaba conmigo mismo, porque la tendencia era seguir aquella percusión maravillosa, misteriosa. Me sentía como si estuviese agrediendo a los músicos que la tocaban, al compositor que la imaginó. Mi cuerpo quería luchar contra la falta de armonía, y yo lo obligaba a comportarse como nos habían mandado. El niño también  bailaba, riéndose todo el tiempo, pero en un determinado momento se detuvo y se sentó en el sofá, tal vez exhausto por el esfuerzo que estaba haciendo. El CD se apagó en medio de un acorde.
Esperad.
Todos esperaron.
Voy a hacer algo que nunca he hecho.
Cerró los ojos y puso la cabeza entre las manos.
Nunca he bailado sin seguir el ritmo…
Entonces, la prueba parecía haber sido peor para ella que para cualquiera de nosotros.
Estoy mal…
Tanto el director como yo nos levantamos. Andrea me miró con cierta furia, aun así me acerqué a Athena. Antes de que la tocase, nos pidió que volviésemos a nuestros sitios.
¿Alguien quiere decir algo? –su voz parecía frágil, trémula, y no apartaba las manos de su cara.
Yo sí.
Era Andrea.
Antes, coge a mi hijo y dile que su madre está bien. Pero tengo que seguir así mientras sea necesario.
Viorel parecía asustado; Andrea lo sentó en su regazo y lo acarició.
¿Qué quieres decir?
Nada. He cambiado de idea.
El niño te ha hecho cambiar de idea. Pero sigue.
Lentamente, Athena fue descubriendo su cara, levantando la cabeza; su fisonomía era la de un extraña.
No voy a hablar.
Está bien. Entonces, tú –señaló al actor viejo-, vete al médico mañana. Eso de no poder dormir, de ir al baño toda la noche, es serio. Es un cáncer de próstata.
El hombre se puso pálido.
Y tú –señaló al director-, asume tu identidad sexual. No tengas miedo. Acepta que detestas a las mujeres y que te gustan los hombres.
Lo que estás…
No me interrumpas. No lo digo por culpa de Athena. Me refiero simplemente a tu sexualidad: te gustan los hombres, y no creo que haya nada de malo en eso.
¿No lo digo por culpa de Athena? ¡Pero si Athena era ella!
Y tú –me señaló a mí-,ven aquí. Arrodíllate delante de mí.
Con miedo por Andrea, con vergüenza por todos, hice lo que me pedía.
Baja la cabeza. Déjame tocar tu nuca.
Sentí la presión de sus dedos, nada más aparte de eso.
Nos quedamos así casi un minuto, luego me mandó levantar y volver a mi sitio.
Ya no necesitarás tomar más pastillas para dormir. A partir de hoy, el sueño vuelve.
Miré a Andrea, creía que iba a decir algo, pero su mirada parecía tan atónita como la mía.
Una de las actrices, tal vez la más joven, levantó la mano.
Quiero hablar. Pero necesito saber a quién me estoy dirigiendo.
Santa Sofía.
Quiero saber si…
Era la actriz más joven de nuestro grupo. Miro a su alrededor, avergonzada, pero el director le hizo una seña con la cabeza, pidiéndole que siguiera.
-…si mi madre está bien.
- Está a tu lado. Ayer, cuando saliste de casa, ella hizo que te olvidaras el bolso. Volviste a recogerlo y descubriste que la llave estaba dentro de casa, no podías entrar. Perdiste una hora buscando el cerrajero, aunque podrías haber ido a tu cita, haberte encontrado con el hombre que te esperaba y haber conseguido el empleo que querías. Pero si todo hubiese ocurrido tal y como lo habías planeado por la mañana, dentro de seis meses habrías muerto en un accidente de coche. Ayer, al olvidarte el bolso, cambió tu vida.
La chica se echó a llorar.
¿Alguien más quiere preguntar algo?
Levantaron otra mano; era el director.
¿Él me ama?
Entonces era verdad. La historia de la madre de aquella chica había provocado un torbellino de emociones en la sala.
Tu pregunta es equivocada. Lo que necesitas saber es si estás en condiciones de darle el amor que él necesita. Y lo que venga o no venga será igual de gratificante. Saberse capaz de amar ya es bastante.
“Si no es él, será otro. Porque has descubierto una fuente, la dejaste correr y ella inundará tu mundo. No intentes mantener una distancia segura para ver lo que pasa; tampoco intentes estar seguro antes de dar el paso. Lo que des, recibirás, aunque a veces venga del lugar de donde menos te lo esperas.
Aquellas palabras también valían para mí. Y Athena –o quien fuera- se volvió hacia Andrea.
¡Tú!
Se me heló la sangre.
Tienes que estar preparada para perder el universo que has creado.
¿Qué es el “universo”?
Es lo que crees que ya tienes. Has hecho prisionero tu mundo, pero sabes que tienes que liberarlo. Sé que entiendes lo que estoy diciendo, aunque no deseases oírlo.
Comprendo.
Estaba seguro de que estaban hablando de mí. ¿Sería todo aquello una representación de Athena?
Se acabó- dijo-. Tráeme al niño.
Viorel no quería ir, estaba asustado con la transformación de su madre; pero Andrea lo cogió cariñosamente de la mano y lo llevó hasta ella.
Athena –o Santa Sofía, o Sherine, no importa quién estuviera allí- hizo lo mismo que había hecho conmigo, tocando con firmeza la nuca del niño.
No te asustes con las cosas que ves, hijo mío. No intentes apartarlas, porque se van a ir en cualquier caso; aprovecha la compañía de los ángeles mientras puedas. En este momento tienes miedo, pero no tienes tanto miedo como deberías, porque sabes que somos muchos en esta sala. Dejaste de reír y de bailar cuando viste que abrazaba a tu madre, y le pedía que me dejase hablar a través de su boca. Que sepas que ella me dio permiso, o yo no lo habría hecho. Siempre me he aparecido en forma de luz, y sigo siendo esa luz, pero hoy he decidido hablar.
El niño la abrazó.
Podéis salir. Dejadme a solas con él.
Uno a uno, fuimos saliendo del apartamento, dejándola con el niño. En el taxi que nos llevaba a casa, intenté hablar con Andrea, pero ella me pidió que, si teníamos que hablar de algo, no debíamos referirnos a lo que acababa de ocurrir.
Me quedé callado. Mi alma se llenó de tristeza: perder a Andrea era muy difícil. Por otro lado, sentí una paz inmensa; los acontecimientos habían provocado los cambios, y yo no tenía que sentarme delante de esa mujer a la que tanto amaba y decirle que también estaba enamorado de otra.
En ese caso, escogí quedarme callado. Llegué a casa, puse la tele, Andrea fue a ducharse. Cerré los ojos, y cuando los abrí, al sala estaba inundada de luz; ya era de día, había dormido casi diez horas seguidas. A mi lado había una nota, en la que Andrea decía que no quería despertarme, que había ido directamente al teatro, pero que había dejado el café preparado. La nota era romántica, adornada con la marca del pintalabios y un pequeño corazón.
Ella no estaba dispuesta ni por asomo a “soltar su universo”.
Iba a luchar. Y mi vida se iba a convertir en una pesadilla.
Aquella tarde, ella llamó, y su voz no dejaba entrever ninguna emoción especial. Me contó que el actor había ido al médico, lo habían explorado, y habían descubierto que su próstata estaba anormalmente inflamada. El paso siguiente fue un análisis de sangre, con el que detectaron un aumento significativo de un tipo de proteína llamada PSA. Le extrajeron muestras de tejidos para una biopsia, pero, por el cuadro clínico, las posibilidades de que tuviera un tumor maligno eran grandes.
- El médico le dijo: tiene suerte, aunque la situación se presente peliaguda, todavía es posible operar, y hay un 99 por ciento de posibilidades de que se cure.






Deidre O´Neill, conocida como Edda.-



¡Qué Santa Sofía, ni qué nada! Era ella misma, Athena, pero tocando la parte más profunda del río que corre por su alma, entrando en contacto con la Madre.
Todo lo que hizo fue ver lo que estaba ocurriendo en otra realidad. La madre de la chica, al estar muerta, vive en un lugar sin tiempo, pero nosotros, los seres humanos, siempre estaremos limitados a conocer el presente. No es poco, dicho sea de paso: descubrir una enfermedad incubada antes de que se agrave, tocar centros nerviosos y desbloquear energías, eso está a nuestro alcance.
Claro que muchos murieron en la hoguera, otros se exiliaron y muchos acabaron escondiendo y suprimiendo la centella de la Gran Madre en nuestra alma. Yo nunca induje a Athena a entrar en contacto con el Poder. Lo decidió ella misma, porque la Madre ya le había hecho varias señales: era una luz mientras bailaba, se convirtió en letras mientras aprendía caligrafía, apareció en una hoguera o en un espejo. Lo que me discípula no sabía era cómo convivir con Ella, hasta que hizo algo que provocó toda esa sucesión de acontecimientos.
Athena, que siempre les decía a todos que tenían que ser diferentes, que siempre era una persona igual que el resto de los mortales. Tenía un ritmo, una velocidad de crucero. ¿Era más curiosa? Tal vez. ¿Había conseguido superar sus problemas de creerse una víctima? Seguro. ¿Sentía necesidad de compartir con los demás, fueran empleados de banca o actores, aquello que iba aprendiendo? En algún caos, la respuesta es sí; en otros, yo intenté estimularla, porque no estamos destinados a la soledad y nos conocemos cuando nos vemos en la mirada de los demás.
Pero mi interferencia termina ahí.
Porque la Madre quería manifestarse aquella noche, posiblemente le susurró algo al oído: “Ve en contra de todo lo que has aprendido hasta ahora; tú que eres una maestra del ritmo, deja que pase por tu cuerpo, pero no lo obedezcas”. Fue por eso por lo que Athena sugirió el ejercicio: su subconsciente ya estaba preparado para convivir con la Madre, pero ella vibraba siempre en la misma sintonía, y con eso no permitía que los elementos externos pudieran manifestarse.
Conmigo ocurría lo mismo; la mejor manera de meditar, de entrar en contacto con la luz, era haciendo calceta, algo que mi madre me había enseñado cuando era niña. Sabía contar los puntos, mover las agujas, hacer cosas bonitas a través de la repetición y de la armonía. Un día, mi protector me pidió que tejiese ¡de una manera completamente irracional!, algo muy violento para mí, que había aprendido el trabajo con cariño, paciencia  y dedicación. Aun así, insistió para que hiciese un pésimo trabajo.
Durante dos horas pensé que aquello era ridículo, absurdo, me dolía la cabeza, pero no podía dejar que las agujas guiasen mis manos. Todo el mundo es capaz de hacer algo mal, ¿por qué me pedía eso? Porque conocía mi obsesión por la geometría y las cosas perfectas.
Y de repente, ocurrió; detuve las agujas, sentí un vacío inmenso, que se llenó con una presencia cálida, cariñosa, compañera. A mí alrededor, todo era diferente, tenía ganas de decir cosas que jamás me habría atrevido en mi estado normal. Pero no perdí la conciencia: sabía que era yo misma, aunque – aceptemos la paradoja – no era la persona con la que estaba acostumbrada a convivir.
Así que puedo “ver” lo que ocurrió, aunque no estuviera allí; el alma de Athena siguiendo los sonidos de la música, y su cuerpo yendo en dirección contraria. Después de algún tiempo, el alma se desligó del cuerpo, se abrió un espacio, y la Madre finalmente pudo entrar.
Mejor dicho: una centella de la Madre apareció allí. Vieja, pero con apariencia de joven. Sabia, pero no omnipotente. Especial, pero sin arrogancia. La percepción cambió, y empezó a ver las mimas cosas que cuando era niña, los universos paralelos que pueblan este mundo. En este momento podemos ver no sólo el cuerpo físico, sino las emociones de la gente. Dicen que los gatos tienen el mismo poder, y yo lo creo.
Entre el mundo físico y el espiritual hay una especie de manto que varía de color, intensidad, luz, y que los místicos llaman “aura”. A partir de ahí, todo es fácil: el aura cuenta lo que está pasando. Si yo estuviese presente, ella vería un color violeta con algunas manchas amarillas alrededor de mi cuerpo. Eso significa que todavía me queda un largo camino por delante y que mi misión en la tierra todavía no está cumplida.
Mezclada con las auras humanas, aparecen formas transparentes, que la gente suele llamar “fantasmas”. Fue el caso de la madre de la chica, el único caso, por cierto, en el que el destino debía ser cambiado. Estoy casi segura de que, incluso antes de preguntar, sabía que su madre estaba a su lado, y la única sorpresa fue la historia del bolso.
Antes de esa danza sin seguir el ritmo, todos se sentían intimidados. ¿Por qué? Porque todos estamos acostumbrados a hacer las cosas “como hay que hacerlas”. A nadie le gusta dar pasos equivocados, sobre todo cuando somos conscientes de ello.
Incluso Athena: no debió de resultarle fácil sugerir algo que iba en contra de todo lo que amaba.
Me alegra que, en aquel momento, la Madre ganara la batalla. Que un hombre se haya salvado del cáncer, que otro aceptase su sexualidad y que un tercero haya dejado de tomar pastillas para dormir. Todo porque Athena rompió el ritmo, frenando el coche, que iba a muchísima velocidad, y desordenándolo todo.
Volviendo a mi calceta: utilicé este procedimiento durante algún tiempo, hasta que conseguí provocar esta presencia sin ningún artificio, ya que la conocía, y me estaba acostumbrando a ella. Con Athena sucedió lo mismo; una vez que sabemos dónde están las Puertas de la Percepción, es facilísimo abrirlas y cerrarlas, siempre que nos acostumbremos a nuestro comportamiento “extraño”.
Y se puede añadir: mi calceta se hizo más rápida y mejor, de la misma manera que Athena empezó a bailar con mucha más alma y ritmo después de atreverse a romper las barreras.









Andrea McCain, actriz.-



La historia se extendió como el fuego; el lunes siguiente, día de descanso en el teatro, la casa de Athena estaba llena. Todos nosotros habíamos llevado amigos. Ella repitió lo mismo, nos obligó a bailar sin ritmo, como si necesitase la energía colectiva para llegar al encuentro de Santa Sofía. El niño estaba presente otra vez, y yo me dediqué a observarlo. Cuando se sentó en el sofá, se paró la música y empezó el trance.
Y empezaron las consultas. Como era de esperar, las tres primeras preguntas estaban relacionadas con el amor: si fulano va a seguir conmigo, si mengano me ama, si me están engañando.
Athena no decía nada. La cuarta persona que quedó sin respuesta decidió reclamar:
¿Entonces me están engañando?
Soy Santa Sofía, la sabiduría universal. He venido a crear el mundo sin compañía de nadie, excepto del Amor. Yo soy el principio de todo, y antes de mí estaba el caos.
“Así que si alguno de vosotros quiere controlar las fuerzas que dominaron el caos, no le preguntéis a Santa Sofía. Para mí, el amor lo llena todo. No puede ser desead, porque es un fin en sí mismo. No puede engañar, porque no está relacionado con la posesión. No puede estar encarcelado, porque es como un río, y se desbordará. El que intente encarcelar el amor tiene que cortar la fuente que lo alimenta, y en ese caso, el agua que ha conseguido juntar acabará estancada y podrida.
Los ojos de Sofía recorrieron el grupo- la mayoría estaban allí por primera vez-, y empezó a señalar las cosas que veía: amenazas de enfermedad, problemas en el trabajo, problemas de relación entre padres e hijos, sexualidad, potenciales que existían pero que no estaban siendo explotados. Recuerdo que se dirigió a una mujer de aproximadamente treinta años:
Tu padre te dijo cómo debían ser las cosas y cómo debería comportarse una mujer. Siempre has vivido luchando en contra de tus sueños, y el “querer” nunca se ha manifestado. Lo sustituías siempre por el “deber” o “esperar”, o  “necesitar”. Pero eres una cantante excelente. Un año de experiencia y habrá una gran diferencia en tu trabajo.
Tengo un hijo y un marido.
Athena también tiene un hijo. Tu marido al principio se va a enfadar, pero acabará aceptándolo. Y no hay que ser Santa Sofía para saber eso.
Tal vez ya sea demasiado mayor.
Te estás negando a  aceptar lo que eres. Ése ya no es mi problema; he dicho lo que tenía que decir.
Poco a poco, todas las personas que estaban en aquella pequeña sala sin poder sentarse porque no había sitio, sudando a mares a pesar de que todavía estábamos al final del invierno, sintiéndose ridículas por haber ido a un evento de esas características, fueron llamadas para recibir los consejos de Santa Sofía.
La última fui yo:
Tú quédate, si quieres dejar de ser dos, y empezar a ser una.
Esta vez yo no tenía a su hijo en el regazo, él asistía a todo, y parecía que la conversación que habían mantenido al terminar la primera sesión había sido suficiente para que perdiese el miedo.
Asentí con la cabeza. Al contrario que en la sesión anterior, cuando la gente había salido al pedir que la dejasen con el niño, esta vez Santa Sofía dijo un sermón antes de terminar el ritual.
No estáis aquí para obtener respuestas seguras, mi misión es provocaros. En el pasado, gobernantes y gobernados acudían a los oráculos para que adivinasen el futuro. El futuro, sin embargo, es caprichoso, porque se guía por las decisiones tomadas aquí, en el presente. Mantened la bicicleta acelerada porque, si el movimiento se acaba, os caeréis.
“Aquellos que en este momento estáis en el suelo, que habéis venido a conocer a Santa Sofía y que sólo queréis que ella confirme lo que os gustaría que fuese verdad, por favor, no volváis a aparecer. O empezad a bailar y haced que los que os rodean también se muevan. El destino será implacable con los que quieren vivir en un universo que ya se ha terminado. El nuevo mundo es de la Madre, que ha venido con el Amor a separar los cielos y las aguas. Quien crea que ha fracasado fracasará siempre. El que haya decidido que no puede ser de manera diferente, será destruido por la rutina .El que haya decidido impedir los cambios, se convertirá en polvo. ¡Malditos sean los que no bailan e impiden que los demás bailen!
Sus ojos escupían fuego.
Podéis iros.
Salieron todos, yo podía ver la confusión reflejada en la mayoría de las caras. Habían venido en busca de conforto y habían encontrado provocación. Habían llegado porque querían oír hablar sobre cómo el amor puede ser controlado y oyeron que la llama que todo lo devora jamás podrá dejar de incendiarlo todo.
Querían tener la seguridad de que sus decisiones eran acertadas
sus maridos, sus mujeres,  sus jefes, estaban satisfechos-, y lo único que encontraron fueron palabras de duda.
Algunas personas, sin embargo, sonreían. Habían entendido la importancia del baile y seguro que iban a dejar que sus cuerpos y sus almas flotasen a partir de aquella noche, incluso teniendo que pagar un precio, como siempre ocurre.
En la sala, sólo quedamos el niño, Santa Sofía, Heron y yo.
He pedido que te quedases sola.
Sin decir nada, él cogió su abrigo y se fue.
Santa Sofía me miraba. Y, poco a poco, la vi convertirse en Athena. La única manera de describir cómo sucedió esto es intentando compararla con un niño; cuando está contrariado, podemos ver el enfado en sus ojos, pero en cuanto se distrae, y cuando la rabia se va, parece que el niño ya no es el mismo que estaba llorando. El “ente”, si es que podemos llamarlo así, parecía haberse disipado en el aire cuando su instrumento perdió la concentración.
Ahora estaba ante una mujer que parecía exhausta.
-Prepárame un té.
¡Me estaba dando una orden! Ya no era la sabiduría universal, sino alguien por quien mi pareja estaba interesado, o enamorado. ¿Adónde íbamos a parar con esa relación?
Pero una infusión no iba a destruir mi amor propio: fui hasta la cocina, calenté agua, puse un poco de manzanilla dentro, y volví a la sala. El niño estaba durmiendo en su regazo.
Yo no te gusto.
No respondí.
Tampoco tú me gustas a mí-siguió-. Eres guapa, elegante, una excelente actriz, con una cultura y una educación que yo jamás he tenido, aunque mi familia haya insistido mucho. Pero eres insegura, arrogante, desconfiada. Como dijo Santa Sofía, tú eres dos, cuando podrías ser solamente una.
No sabía que recordaras lo que dices mientras estás en trance, porque en ese caso tú también eres dos: Athena y Santa Sofía.
Puede que tenga dos nombres, pero soy sólo una, o soy todas las personas del mundo. Y es ahí precisamente adonde quiero llegar: porque soy una y todas, la centella que surge cuando entro en trance me da instrucciones precisas. Claro que estoy semiconsciente todo el tiempo, pero digo cosas que vienen alimentando en el seno de la Madre, de esa leche que corre por todas nuestras almas y que transporta el conocimiento por la Tierra.
“Desde la semana pasada, la primera vez que entré en contacto con esta nueva forma, lo primero que me dijo me pareció un absurdo: yo debía enseñarte.
Hizo una pausa.
Es evidente que creí que estaba delirando, ya que no siento la menor simpatía por ti.
Hizo otra pausa, más larga que la primera.
Pero hoy la fuente insistió. Y te estoy dando la oportunidad de elegir.
¿Por qué la llamas Santa Sofía?
Fui yo quien la bautizó; es el nombre de una mezquita que vi en un libro y me pareció muy bonita.
“Si quieres puedes ser mi discípula. Fue eso lo que te trajo aquí el primer día. Todo este nuevo momento en mi vida, incluso el descubrimiento de Santa Sofía dentro de mí, fue provocado porque un día entraste por esa puerta y dijiste: “Hago teatro y vamos a hacer una obra sobre el lado femenino de Dios. Sé que estuviste en el desierto y en las montañas de los Balcanes, con los gitanos, y que tienes información al respecto”.
¿Me vas a enseñar todo lo que sabes?
Todo lo que no sé. Aprenderé a medida que esté en contacto contigo. Como te dije la primera vez que nos vimos, y te repito ahora. Después de aprender lo que necesito, seguiremos separadas nuestros caminos.
¿Puedes enseñarle a alguien que no te gusta?
Puedo amar y respetar a alguien que no me gusta. Las dos veces que estuve en trance, vi tu aura; era la más evolucionada que he visto en toda mi vida. Puedes hacer algo en este mundo, si aceptas mi proposición.
¿Me vas a enseñar a ver auras?
Ni yo misma sabía que era capaz de eso, hasta que te vi por primera vez. Si estás en tu camino, acabarás aprendiendo también esa parte.
Entendí que también podía amar a alguien que no me gustaba. Le dije que sí.
Entonces vamos a convertir esta aceptación en un ritual.
Un rito nos lanza a un mundo desconocido, pero sabemos que con las cosas que hay allí no podemos jugar. No basta con decir que sí; tienes que poner tu vida en juego. Y sin pensarlo mucho.
Si eres la mujer que imagino que eres, no vas a decir: “Tengo que reflexionar un poco”. Dirás…
Estoy preparada. Hagamos el ritual. ¿Dónde aprendiste ese ritual?
Lo voy a aprender ahora. Ya no tengo que salir de mi ritmo para entrar en contacto con la centella de la Madre porque, una vez que ella se instala, es fácil volver a encontrarse con ella. Ya sé cual es la puerta que tengo que abrir, aunque estuviera escondida en medio de muchas entradas y salidas. Todo lo que necesito es un poco de silencio.
¡Silencio otra vez!
Nos quedamos allí, con los ojos bien abiertos, fijos, como si fuésemos a empezar un duelo mortal. ¡Rituales! Incluso antes de tocar el timbre de la casa de Athena por primera vez, ya había participado en algunos. Todo aquello para, al final, sentirme usada, disminuida, ante una puerta que siempre estaba al alcance de mis ojos, pero que no era capaz de abrir. ¡Rituales!
Todo lo que Athena hizo fue tomar un poco de mi infusión que yo había preparado.
El ritual está hecho. Te pedí que me hicieras algo y lo hiciste. Yo lo acepté Ahora te toca a ti pedirme algo.
Pensé inmediatamente en Heron. Pero no era el momento.
Quítate la ropa.
Ella no preguntó la razón. Miró al niño, comprobó que dormía, y empezó a quitarse el jersey.
No hace falta –la interrumpí-. No sé porqué te he pedido eso.
Pero ella siguió desnudándose. La blusa, los vaqueros, el sujetador; me fijé en sus senos, los más hermosos que había visto hasta entonces. Finalmente se quitó las bragas. Y allí estaba, ofreciéndome su desnudez.
Bendíceme-dijo Athena.
¿Bendecir a mi “maestra”? Pero yo ya había dado el primer paso, no podía parar entonces, y mojando mis manos en la infusión, salpiqué un poco de la bebida por su cuerpo.
De la misma manera que esta planta fue transformada en bebida, de la misma manera que estaba agua se mezcló con la planta, yo te bendigo, y le pido a la Gran Madre que la fuente de la que vino esta agua jamás deje de correr, y que la tierra de la que vino esta planta sea siempre fértil y generosa.
Me sorprendieron mis palabras; no habían salido ni de dentro, ni de fuera de mí. Era como si las conociera de siempre y hubiese hecho aquello infinidad de veces.
Estas bendecida, puedes vestirte.
Pero ella siguió desnuda, con una sonrisa en los labios. ¿Qué deseaba? Si Santa Sofía era capaz de ver auras, sabía que yo no tenía el menos deseo de tener relaciones con una mujer.
Un momento.
Cogió al niño en brazos, lo llevó a su habitación y volvió en seguida.
Quítate la ropa tú también.
¿Quién me lo pedía? ¿Santa Sofía, que me hablaba de mi potencial y de que era la discípula perfecta? ¿O Athena, a la que apenas conocía, que parecía capaz de cualquier cosa, una mujer a la que la vida había educado para ir más allá de sus límites, para saciar cualquier curiosidad?
Habíamos entrado en un tipo de confrontación que no permitía retrocesos. Me desvestí con la misma desenvoltura, la misma sonrisa y la misma mirada.
Me cogió de la mano y nos sentamos en el sofá.
Durante la siguiente media hora, Athena y Santa Sofía se manifestaron; querían saber cuáles iban a ser mis siguientes pasos.
A medida que las dos se preguntaban, yo veía que todo estaba realmente escrito delante de mí, las puertas siempre habían estado cerradas porque no entendía que yo era la única persona del mundo autorizada a abrirlas.









Heron Ryan, periodista..-



El secretario de redacción me entrega un video y vamos hasta la sala de proyección para verlo..
Fue filmado la mañana del día 26 de abril de 1986, u muestra una vida normal en una ciudad normal. Un hombre sentado tomando café. Una madre que pasea con su bebé por la calle. Gente atareada, yendo al trabajo, una o dos personas que esperan en la parada el autobús. Un hombre leyendo el periódico en un banco de una plaza.
Pero el vídeo está mal. Aparecen varias rayas horizontales, como si hubiese que darle al botón de tracking. Me levanto para hacerlo, el secretario me interrumpe:
Es así. Sigue mirando.
Imágenes de la pequeña ciudad del interior siguen pasando, sin absolutamente nada interesante además de las escenas de la vida cotidiana.
Es posible que algunas de esas personas sepan que ha habido un accidente a dos kilómetros de allí- dice mi superior-. También es posible que sepan que ha habido treinta muertes; un gran número, pero no el suficiente como para cambiar la rutina de los habitantes.
Ahora se ven escenas de autobuses aparcando. Se quedarán ahí durante muchos días, sin que ocurra nada. Las imágenes están muy mal.
No es tracking. Es la radiación. El vídeo lo filmó el KGB, la policía secreta en la Unión Soviética.
“En la noche del día 26 de abril, a las 1.23 de la mañana, el peor desastre creado por la mano del hombre ocurrió en Chernóbil,  Ucrania. Con la explosión de un reactor nuclear, la gente del área fue sometida a una radiación noventa veces superior ala de la bomba de Hiroshima. Había que evacuar inmediatamente la región, pero nadie, absolutamente nadie dijo nada; después de todo, el gobierno no comete errores. Hasta una semana después no apareció en la página 32 del periódico local una pequeña nota de cinco líneas, hablando de la muerte de los trabajadores, y sin dar mayores explicaciones. En ese intervalo de tiempo, se celebró el Día del Trabajador en toda la ex Unión Soviética, y en Kiev, capital de Ucrania, la gente desfilaba sin saber que la muerte invisible estaba en el aire.
Y concluye:
- Quiero que vayas hasta allí a ver cómo está hoy Chernóbil.
Acabas de ser ascendido a corresponsal, especial. Tendrás un aumento del 20 por ciento, además de poder sugerir qué tipo de artículo debemos publicar.
Debería haber dado saltos de alegría, pero me invadió una tristeza inmensa que tenía que disimular. Imposible argumentárselo a él, decirle que en ese momento había dos mujeres en mi vida; yo no quería salir de Londres, era mi vida y mi equilibrio mental lo que estaba en juego. Le pregunto cuándo tengo que salir de viaje, responde que lo antes posible, porque corren rumores de que otros países están aumentando significativamente la producción de energía nuclear.
Consigo negociar una salida honrosa, explicándole que primero debo escuchar a especialistas, entender bien el asunto y, una vez recogido el material necesario, embarcar sin demora.
Él está de acuerdo, estrecha mi mano y me felicita. No tengo tiempo de hablar con Andrea; cuando llego a casa todavía no ha vuelto del teatro. Me quedo dormido, y de nuevo me despierto con una nota que dice que se ha ido a trabajar y que el café está en la mesa.
Me voy al trabajo, intento agradar al jefe, que “ha mejorado mi vida”, llamo a especialistas en radiación y energía. Descubro que en total fueron nueve millones de personas en todo el mundo las afectadas directamente por el desastre, tres o cuatro millones de los cuales eran niños. Las treinta muertes se convirtieron, según el especialista John Gofmans, en 475.000 casos de cáncer mortal, y un número igual de cáncer no mortal.
Un total de dos mil ciudades y aldeas fueron sencillamente borradas del mapa. Según el Ministerio de Sanidad de Bielorrusia, el índice de cáncer de tiroides en el país aumentará considerablemente entre 2005 y 2010, como consecuencia de la radiactividad que aún sigue haciendo efecto. Otro especialista me explica que, además de estos nueve millones de personas directamente expuestas a la radiación, otros sesenta y cinco millones fueron indirectamente afectadas a través del consumo de alimentos contaminados, en muchos países del mundo.
Es un asunto serio, que merece ser tratado con respeto. Al final del día vuelvo a la sala del secretario de redacción y le sugiero no ir a visitar la ciudad hasta el día del aniversario del accidente; hasta entonces puedo investigar más, escuchar a más especialistas y ver cómo el gobierno inglés siguió la tragedia. Él está de acuerdo.
Llamo a Athena; después de todo, dice que sale con alguien de Scotland Yard, y éste es el momento de pedirle un favor, ya que Chernóbil no es un asunto clasificado como secreto y la Unión Soviética ya no existe. Me promete que hablará con su “novio”, pero que no me garantiza que vaya a obtener las respuestas que quiero.
Me dice también que se va a Escocia al día siguiente y que no vuelve hasta el día de la reunión con el grupo.
¿Qué grupo?
El grupo, responde. Entonces, ¿se va a convertir en algo rutinario? ¿Cuándo podemos vernos, para hablar, para aclarar las cosas?
Pero ya ha colgado. Vuelvo a casa, veo las noticias, ceno solo, voy a buscar a Andrea al teatro. Llego a tiempo para asistir al final de la obra, y para mi sorpresa, parece que la persona que está en el escenario no es la misma con la que he convivido durante casi dos años; hay algo mágico en sus gestos, los monólogos y los diálogos tienen una intensidad a la que no estoy acostumbrado. Veo a una extraña, a una mujer que me gustaría tener a mi lado, y me doy cuenta de que la tengo a mi lado, no es de ninguna manera una extraña para mí.
¿Cómo fue tu conversación con Athena? – le preguntó de camino a casa.
Fui bien. ¿Y qué tal en el trabajo?
Ha cambiado de tema. Le cuento que me han ascendido, le hablo de Chernóbil, pero ella no muestra mucho interés. Empiezo a creer que estoy perdiendo el amor que tenía, pero no he conseguido el amor que esperaba. Sin embargo, en cuento llegamos al apartamento me invita a darnos una ducha juntos y acabamos entre las sábanas. Antes, ella pone a todo volumen la música esa de percusión (me explica que ha conseguido una copia), y me dice que no piense en los vecinos: nos preocupábamos demasiado de ellos y no vivíamos nunca nuestras vidas.
Lo que ocurre, de ahí en adelante, es algo que sobrepasa mi comprensión. ¿Acaso la mujer que, en este momento, hace el amor conmigo de una manera absolutamente salvaje ha descubierto finalmente su sexualidad, y se lo ha enseñado o se lo ha provocado otra mujer?
Porque, mientras me agarraba con una violencia nunca vista, decía sin parar:
Hoy yo soy tu hombre, y tú eres mi mujer.
Y allí estuvimos durante casi una hora, y probé cosas que nunca antes me había atrevido. En determinados momentos sentí vergüenza, tuve ganas de pedirle que parase, pero ella parecía dominar totalmente la situación, me entregué, porque no tenía elección. Y lo peor, sentía mucha curiosidad.
Al final, estaba exhausto, pero Andrea parecía tener más energía que antes.
Antes de dormir, quiero que sepas una cosa-dijo-. Si sigues adelante, el sexo te dará la oportunidad de hacer el amor con los dioses y las diosas. Es eso lo  que has experimentado hoy. Quiero que te duermas sabiendo que yo he despertado la Madre que había en ti.
Quise preguntarle si lo había aprendido con Athena, pero no tuve coraje.
Dime que te ha gustado ser mujer por una noche.
Me ha gustado. No sé si me gustaría siempre, pero ha sido algo que me ha asustado. No sé si me gustaría siempre, pero ha sido algo que me ha asustado y me ha alegrado al mismo tiempo.
Dime que siempre has querido probar lo que has probado hoy.
Una cosa es dejarse llevar por la situación y otra es comentar fríamente el asunto. Yo no dije nada, aunque no tenía dudas de que ella sabía la respuesta.
Pues bien-siguió Andrea-, todo esto estaba dentro de mí y no lo sabía. Y estaba dentro de mí la máscara que cayó hoy cuando estaba en el escenario: ¿notaste algo diferente?
Claro. Irradiabas una luz especial.
Carisma: la fuerza divina que se manifiesta en el hombre y en la mujer. El poder sobrenatural que no tenemos que demostrarle a nadie, porque todo el mundo lo ve, incluso los menos sensibles. Pero no ocurre hasta que nos quedamos desnudos, morimos para el mundo y renacemos para nosotros mismos. Anoche, yo morí. Hoy, cuando pisé el escenario y vi que hacía exactamente lo que había elegido, renací de mis cenizas.
“ Porque siempre he intentado ser quien era, pero no era capaz. Siempre intentaba impresionar a los demás, tenía conversaciones inteligentes, agradaba a mis padres y al mismo tiempo utilizaba todos los artificios posibles para conseguir hacer las cosas que quería. Yo siempre he abierto mi camino con sangre, lágrimas, fuerza de voluntad, pero ayer me di cuenta de que he escogido el proceso equivocado. Mi sueño no requiere nada de eso, sólo que me entregue a él, y que apriete los dientes si creo que estoy sufriendo, porque el sufrimiento pasa.
¿Por qué me estás diciendo esto?
Déjame terminar. En este recorrido en el que el sufrimiento parecía ser la única regla, luché por cosas por las que no vale de nada luchar. Como el amor, por ejemplo: o lo sientes, o no hay fuerza en el mundo que consiga provocarlo.
“Podemos fingir que amamos. Podemos acostumbrarnos al otro. Podemos vivir una vida entera de amistad, complicidad, crear una familia, practicar el sexo todas las noches, tener orgasmos, y aun así, sentir que hay un vacío patético en todo eso, falta algo importante. En nombre de lo que había aprendido sobre las relaciones entre un hombre y una mujer, intenté luchar por cosas que no merecían tanto la pena. Y eso te incluye a ti, por ejemplo.
“Hoy, mientras hacíamos el amor, mientras yo lo daba todo, y me daba cuenta de que tú también estabas dando lo mejor de ti, entendí que tu “mejor” ya no me interesa. Voy a dormir a tu lado, y mañana me iré. El teatro es mi ritual, en él puedo expresar y desarrollar lo que quiero.
Empecé a arrepentirme de todo: de haber ido a Transilvania para conocer a una mujer que podía estar destruyendo mi vida, de haber provocado la primera reunión del “grupo”, de haberle confesado mi amor en un restaurante. En ese momento odié a Athena.
Sé lo que estás pensando-dijo Andrea-. Que tu amiga me ha hecho un lavado de cerebro; no es nada de eso.
Soy un hombre, aunque hoy haya hecho de mujer en la cama. Soy una especie en extinción, porque no veo muchos hombres a mí alrededor. Poca gente se arriesga lo que yo me arriesgo.
Estoy segura, y eso hace que te admire. ¿Pero no me vas a preguntar quién soy, lo que quiero, lo que deseo?
Se lo pregunté.
Lo quiero todo. Quiero lo salvaje y la ternura. Quiero molestar a los vecinos e intentar calmarlos. No quiero mujeres en la cama, pero quiero hombres, verdaderos hombres, como tú, por ejemplo. Que me amen o que me utilicen, eso no tiene importancia; mi amor es más grande que eso. Quiero amar libremente, y quiero dejar que la gente a mi alrededor haga lo mismo.
“Para acabar: con Athena hablé sobre cosas simples que despiertan la energía reprimida. Como hacer el amor, por ejemplo.
O andar por la calle repitiendo “estoy aquí y ahora”. Nada especial, ningún ritual secreto; lo único que hacía que nuestra reunión no fuera relativamente común es que las dos estábamos desnudas. A partir de ahora, nos vamos a ver todos los lunes, y si tengo algo que comentar, lo haré después de la sesión; no tengo la menor intención de ser su amiga.
“De la misma manera, cuando ella tiene ganas de compartir algo, va a Escocia a hablar con esa tal Edda, a la que por lo visto tú también conoces y nunca me lo has contado.
¡Pero si no me acuerdo!
Sentí que Andrea se estaba calmando poco a poco. Preparó dos tazas de café y lo tomamos juntos. Ella volvió a sonreír, me preguntó de nuevo por mi ascenso, dijo que le preocupaban las reuniones de los lunes, porque aquella mañana se había enterado de que los amigos  de los amigos estaban invitando a otras personas, y el sitio era pequeño. Yo hacía un esfuerzo descomunal por fingir que aquello no había sido más que un ataque de nervios, una tensión premenstrual, una crisis de celos.
La abracé, ella se acurrucó en mi hombro; esperé a que se durmiera, aunque estaba exhausto. Esa noche no soñé absolutamente nada, no tuve ningún presentimiento.
Y a la mañana siguiente, cuando me desperté, vi que su ropa ya no estaba allí; la llave de casa estaba encima de la mesa, sin una nota de despedida.




Deidre O´Neill, conocida como Edda..-




La gente lee muchas historias sobre brujas, hadas, cosas paranormales, niños poseídos por espíritus malignos. Ven películas con rituales en las que se hacen pentagramas, espadas e invocaciones. Vale, hay que dejar que la imaginación fluya, vivir, esas etapas, y el que pasa por ellas sin dejarse engañar acaba entrando en contracto con la Tradición.
La verdadera Tradición es eso: el maestro jamás le dice a su discípulo lo que debe hacer. Sólo son compañeros de viaje, que comparten la misma y difícil sensación de “extrañeza” ante las percepciones que cambian sin parar, los horizontes que se abren, las puertas que se cierran, los ríos que a veces parecen entorpecer el camino, pero que en realidad no deben ser atravesados, sin recorridos.
La diferencia entre el maestro y el discípulo es sólo una: el primero tiene un poco menos de miedo que el segundo. Entonces, cuando se sientan alrededor de una mesa o de una hoguera para charlar, el más experimentado sugiere: “¿Por qué no haces eso?” Nunca dice:”Ve por ahí y llegarás a donde yo he llegado”, ya que cada camino es único, y cada destino es personal.
El verdadero maestro provoca en el discípulo la valentía para desequilibrar su mundo, aunque también recele de las cosas que ha encontrado, y recele todavía más de lo que le reserva la siguiente curva.
Yo era una médica joven y entusiasmada, que viajó al interior de Rumania en un programa de intercambio del gobierno inglés, para intentar ayudar al prójimo. Me fui llevando medicamentos en el equipaje, y prejuicios en la cabeza: tenía las ideas claras respecto a cómo deben comportarse las personas, a lo que es necesario para ser feliz, a los sueños que debemos mantener encendidos dentro de nosotros, a cómo hay que desarrollar las relaciones humanas. Desembarqué en Bucarest durante aquella sangrienta y delirante dictadura, fui a Transilvania como parte de un programa de vacunación en masa de los habitantes del lugar.
No entendía que no era más que otra pieza en un complicado tablero de ajedrez, en el que manos invisibles manipulaban mi ideal, y todo aquello que creía estar haciendo por la humanidad tenía segundas intenciones: estabilizar el gobierno del hijo del dictador, permitir que Inglaterra vendiese armas en un mercado dominado por los soviéticos.
Mis buenas intenciones en seguida cayeron por tierra cuando empecé a ver que las vacunas no eran suficiente, había otras enfermedades que diezmaban la región. Yo escribía sin parar pidiendo recursos, pero no los conseguía; decían que no me preocupara más que por aquello que me habían encargado.
Me sentí impotente, indignada. Conocí la miseria de cerca, podría hacer algo su por lo menos alguien me diera unas cuantas libras, pero no les interesaban tanto los resultados. Nuestro gobierno sólo quería noticias en el periódico, para poder decirles a sus partidos políticos y a sus electores que habían enviado grupos a diversos lugares del mundo en misión humanitaria. Tenían buenas intencione, además de vender armas, claro.
Me desesperé; ¿qué demonios era este mundo? Una noche, me fui al bosque congelado blasfemando contra Dios, que era injusto con todo y con todos. Cuando estaba sentada al pie de un roble, apareció mi protector. Me dijo que podía morirme de frío.
Le respondí que era médica, que conocía los límites del cuerpo, y en el momento en que me estuviera acercando a esos límites, volvería al campamento. Le pregunté qué hacía allí.
-Hablo con una mujer que me escucha, ya que los hombres se han quedado sordos.
Creí que se refería a mí, pero no, la mujer era el propio bosque. Después de ver a aquel hombre andando por entre los árboles, haciendo gestos extraños y diciendo cosas que era incapaz de comprender, una cierta paz se instaló en mi corazón; después de todo, yo no era la única en el mundo que hablaba sola.
Cuando me disponía a regresar, él volvió a acercarse a mí.
Sé quién eres-dijo-. En la aldea tienes fama de buena persona, siempre de buen humor y dispuesta a ayudar a los demás, pero yo veo algo diferente: veo rabia y frustración.
Sin saber si estaba ante un espía del gobierno, decidí decirle todo lo que sentía: tenía que desahogarme, aun a riesgo de ir a la cárcel. Caminamos juntos hacia el hospital, de campaña en el que yo trabajaba; lo llevé al dormitorio, que en aquel momento estaba vacío (mis compañeros se divertían en una fiesta anual que se celebraba en la ciudad), y lo invité a tomar algo. Él sacó una botella de una bolsa que llevaba.
Palinka-dijo, refiriéndose a la bebida tradicional del país, con una altísima graduación alcohólica-. Soy yo el que invita.
Bebimos juntos, no me di cuenta de que cada vez estaba más borracha; no lo noté hasta que quise ir al baño, tropecé con algo y me caí al suelo.
No te muevas-dijo él-. Fíjate en lo que está delante de tus ojos.
Una fila de hormigas.
Todo el mundo piensa que son muy sabias. Tienen memoria, inteligencia, capacidad de organización, espíritu de sacrificio.
Buscan alimento en el verano, lo guardan para el invierno, y ahora salen de nuevo, en esta primavera helada, para trabajar. Si mañana el mundo fuese destruido por una guerra atómica, las hormigas sobrevivirían.
¿Y por qué sabe usted todo eso?
Estudié biología.
¿Y por qué demonios no trabaja para mejorar el estado de su pueblo? ¿Qué hace en medio del bosque hablando solo con los árboles?
En primer lugar, no estaba solo; además de los árboles, tú me estabas escuchando. Pero respondiendo a tu pregunta: dejé la biología para dedicarme al trabajo de herrero.
Me levanté con mucho esfuerzo. La cabeza seguía dándome vueltas, aunque estaba lo suficientemente consciente para entender la situación de aquel pobre infeliz. A pesar de haber ido a la universidad, no había conseguido encontrar empleo. Le dije que en mi país pasaba lo mismo.
No se trata de eso; dejé la biología porque quería trabajar de herrero. Desde niño he sentido fascinación por esos hombres que martillean el acero, que componen una música extraña, esparciendo chispas a su alrededor, poniendo el hierro al rojo vivo en el agua, haciendo nubes de vapor. Yo era un biólogo infeliz, porque mi sueño era hacer que el metal rígido adoptase formas suaves. Hasta que un día apareció un protector.
¿Un protector?
Digamos que, al ver a estas hormigas haciendo exactamente lo que están programadas para hacer, tú exclames: ¡Qué fantástico! Las guardianas están genéticamente preparadas para sacrificarse por la reina, las obreras transportan hojas diez veces más pesadas que ellas, las ingenieras preparan túneles que resisten tempestades e inundaciones. Entran en batallas mortales con sus enemigos; sufren por la comunidad, y jamás se preguntan: ¿Qué estamos haciendo aquí?
“Los hombres intentan imitar la sociedad perfecta de las hormigas, y yo, como biólogo estaba cumpliendo mi papel, hasta que apareció alguien y me hizo esta pregunta:
“-¿Estás contento con lo que haces?
“Yo dije: “Pues claro, soy útil para mi pueblo”.
“¿ Y eso es suficiente?
“Yo no sabía si era suficiente, pero le dije que me parecía una persona arrogante y egoísta.
“ Él respondió: “Puede ser, pero todo lo que vas a conseguir es seguir repitiendo lo que se viene haciendo desde que el hombre es hombre: mantener las cosas organizadas”.
“Pero el mundo ha progresado-respondí.
“Me preguntó si sabía historia. Claro que sí. Hizo otra pregunta: ¿no éramos ya capaces, hace miles de años, de construir edificios como las pirámides? ¿No éramos capaces de adorar a  dioses, de tejer, de hacer fuego, de conseguir amantes y esposas, de transportar mensajes escritos? Claro que sí. Peor, aunque en la actualidad nos hayamos organizado para sustituir los esclavos gratuitos por esclavos con salario, todos los avances se han dado sólo en el campo de la ciencia. Los seres humanos todavía se hacen las mismas preguntas que sus ancestros. O sea, no han evolucionado absolutamente nada. A Partir de ese momento entendí que aquella persona que me hacía esas preguntas era alguien enviado por el cielo, un ángel, un protector.
¿Por qué le llama protector?
Porque me dijo que había dos tradiciones: una que nos hace repetir lo mismo a lo largo de los siglos, y otra que nos abre la puerta de los desconocido. Pero esta segunda tradición es incómoda, desagradable y peligrosa, porque, si tiene muchos adeptos, acabará destruyendo la sociedad que ha costado tanto organizar tomando como ejemplo las hormigas. Por eso, esa segunda tradición se hizo secreta, y ha conseguido sobrevivir tantos siglos porque sus adeptos crearon un lenguaje oculto, a través de símbolos.
¿Le preguntó algo más?
Claro, porque, aunque yo lo negase, él sabía que no estaba satisfecho con lo que hacía. Mi protector comentó: “Tengo miedo de dar pasos que no están en el mapa, pero, a pesar de mis miedos, al final del día me parece mucho más interesante”.
“Insistí en el tema de la tradición y él me dijo algo como “mientras Dios siga siendo un simple hombre, siempre tendremos alimentos y una casa en la que vivir. Cuando la Madre finalmente reconquiste su libertad, tal vez tengamos que dormir a la intemperie y vivir de amor, o tal vez seamos capaces de encontrar el equilibrio entre la emoción y el trabajo.”.
“El hombre que iba a ser mi protector me preguntó: “¿Si no fueras biólogo, qué serias?”
“Yo dije: “Herrero, pero eso no da dinero”. Él respondió: “Pues cuando te canses de ser lo que no eres, diviértete y celebra la vida, golpeando un hierro con un martillo. Con el tiempo descubrirás que eso te dará más que placer: te dará un sentido”.
“¿Cómo sigo esa tradición, por los símbolos- respondió él-.Empieza por hacer lo que quieres, y todo lo demás te será revelado.
Tienes que creer que Dios es madre, cuida de tus hijos, jamás dejes que les pase nada malo. Yo lo hice y sobreviví. Descubrí que también hay otras personas  que lo hacen,  pero las confunden con locos, irresponsables, supersticiosos. Buscan en la naturaleza la inspiración que está en ella, desde que el mundo es mundo.
Construimos pirámides, pero también desarrollamos símbolos.
“Una vez dicho eso, se fue y no volví a verlo, nunca más.
“Sólo sé que, a partir de ese momento, los símbolos empezaron a aparecer porque mis ojos se habían abierto gracias a aquella conversación. Me costó mucho, pero una tarde le dije a mi familia que, aunque tuviera todo lo que un hombre puede soñar, era infeliz: en realidad, había nacido para ser herrero. Mi mujer protestó, diciendo: “Tú, que naciste gitano, que tuviste que enfrentarte a tantas humillaciones para llegar a donde has llegado, ¿ahora quieres volver atrás?” Mi hijo se puso muy contento, porque también le gustaba ver a los herreros de nuestra aldea y detestaba los laboratorios de las grandes ciudades.
“Empecé a repartir mi tiempo entre las investigaciones biológicas y el trabajote ayudarte de herrero. Estaba siempre cansado, pero más alegre  que antes. Un día, dejé mi empleo y monté mi propia herrería, que fue muy mal al principio; justo cuando yo empezaba a creer en la vida, las cosas empeoraban sensiblemente. Un día, estaba trabajando y noté que allí, delante de mí, había un símbolo.
“Recibía el acero sin trabajar y tenía que convertirlo en piezas para coches, máquinas agrícolas, útiles de cocina. ¿Cómo se hace? Primero, caliento la chapa de acero en un calor infernal, hasta que se ponga roja. Después, sin piedad, cojo el martillo más pesado y le doy varios golpes, hasta que la pieza adquiera la forma deseada.
“Luego, se sumerge en un caldero de agua fría, y todo el taller se llena con el ruido del vapor, mientras la pieza estalla y grita debido al súbito cambio de temperatura.
“Tengo que repetir este proceso hasta conseguir la pieza perfecta: una vez sólo no es suficiente.
El herrero hizo una larga pausa, encendió un cigarrilla y siguió:
A veces, el acero que llega a mis manos no puede aguantar ese tratamiento. El calor, los martillazos y el agua fría terminan agrietándolo todo. Y sé que jamás se transformará en una buena lámina para el arado, ni en el eje de un motor. Entonces, simplemente lo pongo en el montón de hierro viejo que has visto a la entrada de mi herrería.
Otra pausa, el herrero concluyó:
Sé que Dios me está poniendo a prueba. He aceptado los martillazos que me da la vida, y a veces me siento tan frío como el agua que hace sufrir al acero. Pero lo único que le pido es:
“Dios Mío, Madre Mía, no desistas, hasta que consiga adoptar la forma que esperas de mí. Inténtalo de la manera que creas que es mejor; durante el tiempo que quieras, pero no me pongas nunca en el montón del hierro viejo de las almas”.


Cuando acabé mi conversación con aquel hombre, a pesar de estar borracha, sabía que mi vida había cambiado. Hay una tradición detrás de todo aquello que aprendemos, y lo que yo necesitaba era ir en busca de gente que, consciente o inconscientemente, fuera capaz de manifestar ese lado femenino de Dios. En vez de perder el tiempo echando pestes contra mi gobierno y las manipulaciones políticas, decidí hacer lo que realmente me apetecía:
Curar a la gente. El resto ya no me interesaba.
Como no tenía los recuerdos necesarios, me acerqué a mujeres y hombres de la región, que me guiaron por el mundo de las hierbas medicinales. Aprendí que había una tradición popular que se remontaba a un pasado muy lejano: era transmitida de generación en generación a través de la experiencia, y no del conocimiento técnico. Con esta ayuda, pude ir mucho más allá de lo que mis posibilidades me permitían, porque yo no estaba allí sólo para cumplir una tarea de la universidad, ni para ayudar a mi gobierno a vender armas, ni para hacer propaganda subliminal de partidos políticos.
Yo estaba allí porque curar a la gente me hacía feliz.
Eso me acercó a la naturaleza, a la tradición oral y a las plantas. De vuelta a Inglaterra, decidí hablar con médicos, y les preguntaba: “¿Sabéis exactamente las medicinas que tenéis que recetar o…a veces os ayudáis de la intuición?” Casi todos, después de que se rompía el hielo, decían que muchas veces eran guiados por una voz, y que cuando no respetaban sus consejos, se equivocaban en el tratamiento. Evidentemente utilizan toda la técnica disponible, pero saben que hay un rincón, un rincón oscuro, en el que está realmente el sentido de la cura y la mejor decisión que se puede tomar.
Mi protector desequilibró mi mundo, aunque no fuese más que un herrero gitano. Yo solía ir por lo menos una vez al año a su aldea, y hablábamos de cómo la vida se abre ante nuestros ojos cuando nos atrevemos a ver las cosas de un modo diferente.
En algunas de estas visitas, conocí a otros discípulos suyos, y juntos comentábamos nuestros miedos y nuestras conquistas. El protector decía : “Yo también tengo miedo, pero en esos momentos descubro una sabiduría que está más allá de mí y sigo adelante”.
Hoy gano una fortuna como médica en Edimburgo, y ganaría más dinero si decidiese trabajar en Londres, pero prefiero aprovechar la vida y tener mis momentos de descanso. Hago lo que me gusta: combino los procedimientos curativos de los antiguos, la Tradición Arcana, con las técnicas más modernas e la medicina actual, la Tradición de Hipócrates. Estoy escribiendo un tratado al respecto, y mucha gente de la comunidad “científica”, al ver mi texto publicado en una revista especializada, se atreverá a dar pasos que en el fondo siempre han querido dar.
No creo que la cabeza sea la fuente de todos los males; hay enfermedades. Creo que los antibióticos y los antivirales han sido grandes pasos para la humanidad. No pretendo que un paciente mío se cure de apendicitis sólo con la meditación; lo que necesita es una cirugía buena y rápida. En fin, doy mis pasos con coraje y con miedo, procuro técnica e inspiración. Y soy lo bastante prudente como para no ir hablando de esto por ahí, de lo contrario me tacharían de curandera, y muchas de las vidas que podría salvar acabarían perdiéndose.
Cuando tengo dudas, le pido a la Gran Madre. Nunca me ha dejado sin respuesta. Pero siempre me ha aconsejado ser discreta; seguro que le dio el mismo consejo a Athena, por lo menos en dos o tres ocasiones.
Pero ella estaba demasiado fascinada por el mundo que empezaba a descubrir, y no la escuchó.



Un periódico londinense, 24 de agosto  de 1994




LA BRUJA DE PORTOBELLO.-




LONDRES (copyright Jeremy Lutton). “Por estas y otras razones, yo no creo en Dios. ¿Sólo hay que ver cómo se comportan aquellos que creen en él”. Así reaccionó Robert Wilson, uno de los comerciantes de Portobello Road.
La calle, conocida en todo el mundo por sus anticuarios y por su feria de objetos usados de los sábado, se convirtió anoche en una batalla campal, que exigió la intervención de por lo menos cincuenta policías del Royal Borough of Kensington and Chelsea para calmar los ánimos. Al final del tumulto, había cinco heridos, aunque ninguno en estado grave. El motivo de la disputa, que duró casi dos horas, fue una manifestación convocada por el reverendo Ian Buró, contra lo que llamó “culto satánico en el corazón de Inglaterra”.
Según Back, desde hacía seis meses un grupo de personas sospechosas no dejaban dormir al vecindario en paz las noches de los lunes, día en el que invocaban al demonio. Las ceremonias eran conducidas por la libanesa Sherine H. Khalil, que se autodenominaba Athena, la diosa de la sabiduría.
Generalmente reunía a doscientas personas en el antiguo almacén de cereales de la Compañía de Indias, pero la multitud iba aumentando según pasaba el tiempo, y las semanas pasadas, un grupo igualmente numeroso se quedaba fuera esperando una oportunidad para entrar y participar en el culto. Viendo que ninguna de sus reclamaciones verbales, peticiones, recogida de firmas, cartas al periódico, había dado resultado, el reverendo decidió movilizar a la comunidad, pidiéndoles a sus fieles que a las siete de ayer se personasen fuera del almacén, para impedir la entrada a los “adoradores de Satanás”.-
“En cuanto recibimos la primera denuncia, enviamos a alguien a inspeccionar el almacén, pero no se encontró ningún tipo de droga ni indicio de actividad ilícita –declaró un oficial de policía, que prefirió no identificarse, ya que acaban de abrir una investigación para aclarar lo sucedido-. Como la música siempre terminaba a las diez de la noche, no había violación de ley alguna, y no podemos hacer nada. Inglaterra permite la libertad de culto”.-
El reverendo Back tiene otra versión de los hechos:
“ En realidad, esa bruja de Portobello, esa maestra de la charlatanería, tiene contactos en las altas esferas del gobierno, de ahí la pasividad de una policía pagada con el dinero del contribuyente para mantener el orden y la decencia. Vivimos en un momento en el que todo está permitido; la democracia está siendo engullida y destruida por culpa de la libertad ilimitada”.
El pastor afirma que ya al principio desconfió del grupo; había alquilado un inmueble que se caía a trozos, y se pasaban días enteros intentado recuperarlo, “ en una clara demostración de que pertenecía a una secta, y de que habían sido sometidos a un lavado de cerebro porque nadie trabaja gratis en este mundo”.
Al ser preguntado si sus fieles no se dedicaban también a trabajos caritativos o de apoyo a la comunidad, Back alegó que “lo que hacemos es en nombre de Jesús”.
Anoche, al llegar al almacén donde sus seguidores la esperaban fuera, algunos de los feligreses del reverendo Back, que llevaban pancartas y utilizaban un megáfono para llamar a la vecindada unirse a ellos, impidieron la entrada a Sherine Khalil, a su hijo y a algunos de sus amigos. La discusión en seguida degeneró en agresiones físicas, y al poco tiempo era imposible controlar a ambos bandos.
“Dicen que luchan en nombre de Jesús, pero en realidad lo que quieren es hacer que sigamos sin escuchar las palabras de Cristo, que decía “ todos somos dioses”, afirmó la conocida actriz Andrea McCain, una de las seguidoras de Sherine Khalil, Athena.
La señorita McCain recibió un corte en la ceja derecha, fue atendida inmediatamente y abandonó el lugar antes de que el periódico pudiera descubrir nada más sobre su relación con el culto.
Para la señora Khalil, que intentaba calmar a su hijo de ocho años después de que se hubo restablecido el orden, lo único que sucede en el antiguo almacén es un baile colectivo, seguido de la invocación a un ente conocido como Santa Sofía, a la cual se le hacen preguntas. La celebración termina con una especie de sermón y una oración colectiva en homenaje a la Gran Madre. El oficial encargado de tramitar  las primeras denuncias confirmó sus palabras.
Por lo que hemos averiguado, la comunidad no tiene nombre ni está registrada como sociedad benéfica. Pero, para el abogado Sheldon Williams, eso no es necesario: “Estamos en un país libre, la gente puede reunirse en recintos cerrados para eventos sin fines lucrativos, siempre que ello no incentive el quebrantamiento de ninguna ley de nuestro Código Civil, como sería la incitación al racismo o el consumo de estupefacientes”.
La señora Khalil rechazó con vehemencia cualquier posibilidad de interrumpir su culto por culpa de los disturbios.
“Formamos un grupo para infundirnos valor unos a otros, ya que es muy difícil afrontar solos las presiones de la sociedad –comentó - . Exijo que su periódico denuncie esta presión religiosa que venimos sufriendo a lo largo de todos estos siglos.
Siempre que no hacemos las cosa según las religiones instituidas y aprobadas por el Estado, nos reprimen, como han intentado hacer hoy. Lo que pasa es que antes caminábamos hacia el calvario, las cárceles, las hogueras, el exilio. Pero ahora podemos reaccionar, y la fuerza será respondida con la fuerza, de la misma manera que la compasión también será pagada con compasión.”
Cuando se le preguntó por las acusaciones del reverendo Back, ella loo acusó de “manipular a sus fieles, usando la intolerancia como pretexto y la mentira como arma para acciones violentas”.
Según el sociólogo Arthaud Lenox, fenómenos como éste tenderán a repetirse en los próximos años, posiblemente con enfrentamientos más serios entre religiones establecidas. “En el momento en el que la utopía marxista demostró su total incompetencia para canalizar los ideales de la sociedad, ahora el mundo se dirige hacia un despertar religioso, fruto del pavor natural de la civilización a las fechas redondas. Sin embargo, creo que ,cuando llegue el año 2000 y el mundo siga existiendo, el buen juicio prevalecerá, y las religiones volverán a ser tan sólo un refugio para la gente más débil, que siempre está buscando guías”.
La opinión es contestada por don Evaristo Piazza, obispo auxiliar del Vaticano en el Reino Unido: “Lo que vemos surgir no es el despertar espiritual que todos deseamos, sino una propagación de lo que los americanos llaman Nueva Era, especie de caldo de cultura en el que todo está permitido, los dogmas no se respetan y las ideas más absurdas del pasado vuelven a asolar la mente humana. Personas sin escrúpulos como esta señora están intentando difundir sus ideas falsas en mentes débiles y sugestionables, con el único objetivo del lucro económico y el poder personal”.
El historiador alemán Franz Herbert, que actualmente está haciendo una tesis en el Instituto Goethe de Londres, tiene una idea diferente: “Las religiones establecidas han dejado de responder a las cuestiones fundamentales del hombre, como su identidad y su razón para vivir. En vez de eso, se han concentrado sólo en una serie de dogmas y normas moldeadas para una organización social y política. De esta manear, la gente que busca una espiritualidad auténtica parte hacia nuevos rumbos; eso significa, sin ninguna duda, una vuelta al pasado y a los cultos primitivos, antes que esos cultos se contagien de las estructuras de poder”.
En el puesto policial en el que registró el suceso, el sargento William Morton informó de que en el caso de que el grupo de Sherine Khalil decida realizar su reunión el próximo lunes y se sienta amenazado, debe solicitar por escrito protección oficial, para evitar que los incidentes se repitan. (En el reportaje ha colaborado Andrew Fish. Fotos de Mark Guillhem).










Heron Ryan, periodista.-



Leí el reportaje en el avión cuando volvía de Ucrania hecho un mar de dudas. Todavía no sabía si la tragedia de Chernóbil había sido realmente desastrosa o si había sido utilizada por los grandes productores de petróleo para inhibir el uso de otras fuentes de energía.
Me asustó el artículo que tenía en la mano. En las fotos se veían algunos escaparates rotos, a un reverendo Back colérico, y –allí estaba el peligro- a una hermosa mujer, con ojos de fuego, abrazada a su hijo. Entendí inmediatamente lo que podría ocurrir. Fui directamente del aeropuerto a Portobello, convencido de que mis previsiones se iban a hacer realidad.
Desde el lado positivo, la reunión del lunes siguiente fue uno de los eventos de mayor éxito en la historia del barrio: acudió muchísima gente, algunos con curiosidad por ver a la entidad mencionada en el artículo, otros con pancartas que defendían la libertad de culto y de expresión. Como no había sitio más que para doscientas personas, la multitud permaneció apretujada en la calle, esperando por lo menos una mirada de aquella que parecía la sacerdotisa de los oprimidos.
Cuando ella llegó, fue recibida con aplausos, notas, peticiones de auxilio; algunas personas le tiraron flores, y una señora, de edad indefinida, le pidió que siguiese luchando por la libertad de las mujeres, por el derecho a adorar a la Madre.
Los feligreses de la semana anterior debieron de sentirse intimidados con la multitud y no aparecieron, a pesar de las amenazas que habían proferido los días anteriores. No hubo ninguna agresión, y la ceremonia transcurrió como siempre: baile, Santa Sofía manifestándose (en ese momento yo ya sabía que no era más que un lado de la propia Athena), celebración (aspecto que había sido añadido recientemente, cuando el grupo se cambió al almacén cedido por uno de los que primero empezaron a frecuentarlo) y punto final.
Noté que durante el sermón Athena parecía poseída;
Todos tenemos un deber para con el amor; permitir que se manifieste de la manera que crea mejor. No podemos y no debemos asustarnos cuando las fuerzas de las tinieblas, aquellas que instituyeron la palabra “pecado” sólo para controlar nuestros corazones y nuestras mentes, quieren hacerse oír. ¿Qué es el pecado? Jesucristo, al que todos nosotros conocemos, se volvió hacia la mujer adúltera y dijo: “¿Nadie te ha condenado? Pues yo tampoco te condeno”. Curó los sábados, permitió que una prostituta le lavase los pies, invitó a un criminal que estaba crucificado a su lado a gozar de las delicias del Paraíso, comió alimentos prohibidos, nos dijo que nos preocupásemos sólo del día de hoy, porque los lirios del campo no tejen ni hilan, pero se visten de gloria.
“¿Qué es el pecado? Pecado es impedir que el Amor se manifieste. Y la Madre es amor. Estamos en un nuevo mundo, podemos elegir seguir nuestros propios pasos, no los que la sociedad nos obliga dar. Si es necesario, nos enfrentaremos de nuevo a las fuerzas de las tinieblas como hicimos la semana pasada. Pero nadie acallará nuestra voz ni nuestro corazón.
Estaba asistiendo a la transformación de una mujer en un icono. Ella decía todo aquello con convicción, con dignidad, con fe en sus palabras. Deseé que las cosas fuesen realmente así, que estuviésemos realmente ante un nuevo mundo del que yo iba a ser testigo.
Su salida del almacén fue tan consagradota como su entrada, y al verme entre la multitud, me llamó a su lado, comentando que me había echado de menos la semana pasada. Estaba alegre, segura de sí misma, convencida de la corrección de sus actos.
Ése era el lado positivo del artículo del periódico, y ojala las cosas terminasen ahí. Quería estar equivocada en mi análisis, pero, tres días después, mi previsión se confirmó: el lado negativo surgió con toda su fuerza.
A través de uno de los más reputados y conservadores bufetes de abogados del Reino Unido, cuyos directores tenían contactos en las altas esferas  del gobierno –ellos sí, y no Athena-, y utilizando las declaraciones que se habían publicado, el reverendo Back convoco una rueda de prensa para decir que iba a llevar el caso ante la justicia con una denuncia por difamación, calumnia y daños morales.
El secretario de redacción me llamó: sabía que yo tenía amistad con el personaje central de aquel escándalo y me sugirió que hiciésemos una entrevista en exclusiva. Mi primera reacción fue de indignación: ¿cómo iba a utilizar mi relación de amistad para vender periódicos?
Pero, después de hablar un poco, empecé a pensar que tal vez fuese una buena idea: Athena tendría la oportunidad de presentar su versión de la historia. Es más, podría usar la entrevista para promover todo aquello por lo que ahora estaba luchando abiertamente. Salí de la reunión junto con el secretario de redacción con el plan que elaboramos juntos: una serie de reportajes sobre las nuevas tendencias sociales y las transformaciones que la búsqueda religiosa estaba atravesando. En uno de estos reportajes, yo publicaría las palabras de Athena.
La misma tarde de la reunión con el secretario de redacción fui hasta su casa, aprovechando el hecho de que la invitación había partido de ella a la salida del almacén. Supe por los vecinos que uno de los oficiales de justicia habían aparecido el día anterior para entregarle una citación, pero tampoco habían podido.
Llamé más tarde sin éxito. Lo intenté de nuevo cuando se hizo de noche, pero nadie respondía al teléfono. A partir de ahí empecé a llamar cada media hora, y la ansiedad aumentaba proporcionalmente  a las llamadas. Desde que Santa Sofía me había curado el insomnio, el cansancio me empujaba hacia la cama a las once de la noche, pero esta vez la angustia me mantuvo despierto.
Encontré el número de su madre en la guía telefónica. Pero ya era tarde, y si ella  no estaba allí, toda la familia se preocuparía. ¿Qué debía hacer? Encendí la tele para ver si había pasado algo; nada especial, Londres seguía igual, con sus maravillas y sus peligros.
Decidí intentarlo una última vez: después de sonar tres veces, alguien contestó al teléfono. Inmediatamente reconocí la voz de Andrea al otro lado de la línea.
¿Qué quieres? – preguntó.
Athena me dijo que la llamase. ¿Va todo bien?
Claro que va todo bien, y todo va mal, según cómo lo quieras ver. Pero creo que puedes ayudar.
¿Dónde está?

Colgó sin dar más detalles.








Deidre O´Neill, conocida como Edda.-



Athena se hospedó en un hotel cerca de mi casa. Las noticias de Londres referentes a sucesos locales, sobre todo a los pequeños conflictos en los barrios de la periferia, jamás llegan a Escocia.
No nos interesa demasiado cómo gestionan los ingleses sus pequeños problemas; tenemos nuestra propia bandera, nuestro equipo de fútbol, y pronto tendremos nuestro parlamento. Es patético que en esta época todavía utilicemos el mismo código telefónico de Inglaterra, sus sellos de correo, y que aún tengamos que sufrir la derrota de nuestra reina María Estuardo en la batalla por el trono.
Ella terminó decapitada a manos de los ingleses, bajo el pretexto de problemas religiosos, está claro. Lo que mi discípula estaba afrontando no era ninguna novedad.
Dejé que Athena descansase durante un día entero. A la mañana siguiente, en vez de entrar en el pequeño templo a trabajar utilizando los rituales que conozco, decidí llevarla a pasear con su hijo por un bosque cerca de Edimburgo. Allí, mientras el niño jugaba y correteaba entre los árboles, ella me contó con detalle todo lo que estaba ocurriendo.
Cuando terminó, empecé a hablar:
Es de día, el cielo está nublado, y además de las nubes, los seres humanos creen que hay un Dios Todopoderoso que guía el destino de los hombres. Sin embargo, mira tu hijo, mira sus pies, escucha los sonidos que hay a tú alrededor: aquí abajo está la Madre, mucho más cercana, dándoles alegría a los niños y energía a los que caminan sobre Su cuerpo. ¿Por qué la gente prefiere creer en algo diferente y olvidar lo que es visible, la verdadera manifestación del milagro?
Yo sé la respuesta: porque allá arriba alguien de sabiduría incuestionable guía y da órdenes, escondido detrás de las nubes. Aquí abajo nosotros tenemos un contacto físico con la realidad mágica, libertad para escoger adónde nos llevarán nuestros pasos.
Palabras hermosas y exactas. ¿Crees que es eso lo que desea el ser humano? ¿Desea esa libertad para escoger sus propios pasos?
Creo que sí. Esta tierra sobre la que piso me ha trazado caminos muy extraños, de una aldea en el interior de Transilvania a una ciudad de Oriente Medio, de allí a otra ciudad en una isla, después al desierto, a Transilvania de nuevo, etc. De un banco de los suburbios a una compañía de venta de inmuebles en el golfo Pérsico. De un grupo de baile a un beduino. Y siempre que mis pies me empujaban hacia delante, yo decía “sí” en vez de decir “no”.
¿De qué te ha valido?
Hoy puedo ver el aura de la gente. Puedo despertar a la Madre en mi alma. Mi vida ahora tiene un sentido, sé por qué estoy luchando. ¿Pero por qué lo preguntas? Tú también has conseguido el poder más importante de todos: el don de curar. Andrea es capaz de profetizar y de hablar con espíritus; he seguido paso a paso su desarrollo espiritual.
¿De qué más te ha valido?
La alegría de estar viva. Sé que estoy aquí, todo es un milagro, una revelación.
El niño se cayó y se hizo daño en la rodilla. Instintivamente, Athena corrió hacia él, le limpió la herida, le dijo que no era nada, y el niño volvió a divertirse por el bosque. Usé aquello como  una señal.
Lo que le acaba de pasar a tu hijo me pasó a mí. Y te está pasando a ti ¿verdad?
Sí. Pero no creo que haya tropezado y caído; creo que una vez más estoy pasando una prueba que me mostrará el siguiente paso.
En estos momentos, el maestro no debe decir nada; simplemente bendecir a su discípulo. Porque, por más que desee ahorrarle sufrimiento, el camino está trazado y los pies deseosos de seguirlo. Le sugería que volviésemos de noche al bosque, las dos solas. Me preguntó dónde podía dejar a su hijo; yo me encargaría de eso (tenía una vecina que me debía favores y a la que le encantaría quedarse con Viorel).


Al final del atardecer volvimos al mismo lugar, y por el camino discutíamos sobre cosas que nada tenían que ver con el ritual que estábamos a punto de realizar. Athena me había visto depilarme con un nuevo tipo de cera, y estaba muy interesada en saber cuáles eran las ventajas respecto a los otros procedimientos.
Hablamos animadamente sobre trivialidades, moda, sitios más baratos para comprar, comportamiento femenino estilos de peinados. En un determinado momento, ella dijo algo como “el alma no tiene edad, no sé porqué nos preocupamos por eso”, pero se dio cuenta de que no pasaba nada por relajarse y hablar de cosas absolutamente superficiales.
Todo lo contrario: ese tipo de conversaciones era divertidísimas, y cuidar la estética no dejaba de ser algo muy importante en la vida de una mujer (los hombres hacen lo mismo), pero de manera diferente, y no lo asumen tanto como nosotras).
A medida que me acercaba al sitio que había elegido – o mejor dicho, que el bosque estaba escogiendo por mí-, empecé a sentir la presencia de la Madre. En mi caso, esa presencia se manifiesta a través de una misteriosa alegría interior, que siempre me emociona y que casi me lleva  a las lágrimas. Era el momento de parar y cambiar de tema.
- Coge algunos palos- le pedí.
- Pero si ya está oscuro.
- La luna llena de bastante luz, incluso estando detrás de las nubes. Educa tus ojos: han sido hechos para ver más allá de lo que crees.
Ella se puso a hacer lo que le pedí, blasfemando a cada rato porque había tocado un pincho. Pasó casi media hora, y durante ese tiempo no hablamos; yo sentía la emoción de la presencia de la Madre, la euforia de estar allí con aquella mujer que todavía parecía una niña, que confiaba en mí, que me hacía compañía en esa búsqueda a veces demasiado alocada par la mente humana.
Athena todavía estaba en la fase de contestar preguntas, como había respondido las mías aquella tarde. Yo ya había sido así en una época, hasta que me dejé transportar por completo al reino del misterio, sólo contemplar, celebrar, adorar, dar las gracias y permitir que el don se manifieste.
Veía a Athena cogiendo los palos, y veía a la niña que un día fui, también buscando secretos velados, de poderes ocultos. La vida me había enseñado algo totalmente diferente: los poderes no eran ocultos, y los secretos ya han sido revelados hace mucho tiempo. Cuando vi que la cantidad de palos era suficiente, le indiqué que parase.
Busqué, yo misma, unas ramas más grandes, y las puse encima de los palos; la vida era así. Para que prendiesen fuego, antes tenían que consumirse los palos. Para poder liberar la energía de lo fuerte es necesario que lo débil tenga la posibilidad de manifestarse.
Para poder entender los poderes que tenemos y los secretos qua ya han sido revelados, antes hay que dejar que la superficie – las expectativas, los miedos, las apariencias- se consuma. Entonces entramos en esta paz que ahora encontraba en el bosque, con el viento soplando sin demasiada violencia, la luz de la luna por detrás de las nubes, los ruidos de animales que salían por la noche a cazar cumpliendo el ciclo de nacimiento y muerte de la Madre, sin que jamás fuesen criticados por seguir sus instintos y su naturaleza.
Encendí la hoguera.
Ninguna de las dos tuvo ganas de decir nada; simplemente permanecimos contemplando la danza del fuego durante un tiempo que me pareció una eternidad, y sabiendo que, en aquel momento, cientos de miles de personas debían de estar delante de sus chimeneas, en diferentes sitios del mundo, independientemente del hecho de tener en sus casas modernos sistemas de calefacción; lo hacían porque estaban ante un símbolo.
Fue necesario un gran esfuerzo para salir de aquel trance, que aunque no me dijera nada en especial, no me hiciera ver dioses, ni auras, ni fantasmas, me dejaba en el estado de gracia que tanto necesitaba. Volví a concentrarme en el presente, en la chica que estaba a mi lado, en el ritual que tenía que hacer.
¿Cómo está tu discípula? – le pregunté.
Difícil. Pero su no fuera así, tal vez yo no aprendería lo que necesito.
¿Y qué poder está desarrollando?
Ella habla con los entes del mundo paralelo.
¿Igual que tú hablas con Santa Sofía?
No. Sabes que Santa Sofía es la Madre que se manifiesta en mí. Ella habla con los seres invisibles.
Yo ya lo había entendido. Pero quería estar segura. Athena estaba más callada que de costumbre. No sé si había hablado con Andrea sobre los acontecimientos de Londres, pero eso no venía al caso. Me levanté, abrí la bolsa que llevaba conmigo, saqué un puñado de hierbas especialmente escogidas y lo eché al fuego.
La madera ha empezado a hablar – dijo Athena como si fuese algo absolutamente normal, y eso era bueno; ahora los milagros formaban parte de su vida.
¿Qué dice?
De momento nada, sólo son ruidos.
Minutos después ella escuchaba la canción que venía de la hoguera.
¡Es maravilloso!
Allí estaba la niña, ya no la mujer, ni la madre.
Quédate como estás. No intentes concentrarte ni seguir mis pasos, ni tampoco entender lo que estoy diciendo. Relájate, siéntete bien. Eso es todo lo que a veces podemos esperar de la vida.
Me arrodillé, cogí un palo ardiendo, tracé un círculo a su alrededor, dejando una pequeña abertura para poder entrar. Yo también oía la misma música que Athena, y bailé a su alrededor, invocando la unión del fuego masculino con la tierra que ahora lo recibía con los brazos y las piernas abiertos, que todo lo purificaba, que transformaba en energía la fuerza contenida dentro de aquellos palos, troncos, seres humanos, entes invisibles. Bailé mientras duró la melodía del fuego e hice gestos de protección a la criatura que estaba dentro del círculo, sonriendo.
Cuando las llamas se extinguieron, cogí un poco de ceniza y la eché en la cabeza de Athena; después borré con los pies el círculo que había hecho alrededor de ella.
Muchas gracias – dijo ella-. Me he sentido querida, amada, protegida.
No lo olvides en los momentos difíciles.
Ahora que he encontrado mi camino, no habrá momentos difíciles. Creo que tengo una misión que cumplir, ¿no?
Sí, todos tenemos una misión que cumplir.
Ella empezó a sentirse insegura.
No me has respondido sobre los momentos difíciles.
No es una pregunta inteligente. Recuerda lo que te he dicho hace un momento: eres amada, querida y protegida.
Haré lo posible.
Sus ojos se llenaron de lágrimas. Athena había entendido mi respuesta.







Samira R. Khalil,ama de casa.-




¡ Mi nieto! ¿Qué tiene que ver mi nieto con eso? ¿En qué mundo vivimos, Dios mío? ¿Todavía estamos en la Edad Media buscando brujas?
Corrí hasta él. El niño tenía la nariz sucia de sangre, pero no parecía importarle mi desesperación, y me empujó:
Sé defenderme. Y me he defendido.
Aunque nunca haya tenido un hijo de mi vientre, conozco el corazón de los niños; estaba mucho más preocupada por Athena que por Viorel: ésa era una de las muchas peleas que iba a tener en la vida, y sus ojos hinchados no dejaban de mostrar cierto orgullo.
¡Un grupo de niños del colegio dijo que mamá era una adoradora del diablo!
Sherine llegó poco después, a tiempo de ver al niño ensangrentado y de armar un verdadero escándalo. Quería salir, volver al colegio para hablar con el director, pero yo la abracé. Dejé que derramase todas sus lágrimas, que expresase toda su frustración; en ese momento lo único que podía hacer era quedarme callada, intentando transmitirle mi amor en silencio.
Cuando se calmó, le expliqué con todo el cuidado que podía volver a vivir con nosotros, que nos ocuparíamos de todo; su padre había hablado con unos abogados al leer en el periódico lo de la denuncia que se estaba tramitando contra ella.
Haríamos lo posible y lo imposible por sacarla de esa situación, aguantaríamos los comentarios de los vecinos, las miradas de ironía de los conocidos, la falsa solidaridad de los amigos.
No había nada más importante en el mundo que la felicidad de mi hija, aunque yo no pudiera comprender por qué siempre escogía caminos tan difíciles y tan sufridos. Pero una madre no tiene que comprender nada; sólo amar y proteger.
Y enorgullecerse. Sabiendo que podíamos dárselo casi todo, se había ido pronto en busca de su independencia. Tuvo sus tropiezos, sus derrotas, intentó afrontar ella sola las turbulencias.
Buscó a su madre consciente de los riesgos que corría, y eso la acercó más a nuestra familia. Yo me daba cuenta de que jamás había escuchado mis consejos: conseguir un título, casarse, aceptar las dificultades de la vida en común sin quejarse, no intentar ir más allá de lo que la sociedad permitía.
¿Y cuál había sido el resultado?
Acompañando la historia de mi hija, me convertí en una persona mejor. Es evidente que no entendía nada de la Diosa Madre, esa manía de reunirse siempre con gente extraña, y jamás conformarse con lo que había conseguido después de mucho trabajo.
Pero, en el fondo, me habría gustado mucho ser como ella, aunque ya fuese un poco tarde para pensar así.
Iba a levantarme para prepararles algo de comer, pero ella me lo impidió.
Quiero quedarme aquí un poco, en tu regazo. Es todo lo que necesito. Viorel, vete un rato a la habitación a ver la tele, me gustaría hablar con tu abuela.
El niño obedeció.
Debo de haberte causado mucho sufrimiento.
Ninguno. Todo lo contrario, tú y tu hijo sois la fuente de nuestras alegrías y el motivo por el cual estamos vivos.
Pero yo no hice exactamente…
…qué bien que haya sido así. Hoy puedo confesar: hubo momentos en los que te odié, en los que me arrepentí de no haber seguido el consejo de la enfermera y adoptar a otro niño. Y me preguntaba : “¿Cómo una madre puede odiar a su propia hija?”
Tomaba pastillas, iba a jugar al bridge con mis amigas, compraba compulsivamente, todo para compensar el amor que te había dado y que creía que no estaba recibiendo.
“Hace algunos meses, cuando decidiste dejar otro empleo más que te estaba dando dinero y prestigio, me desesperé. Fui a la iglesia que hay cerca de casa: quería hacer una promesa, pedirle a la Virgen que tomases conciencia de la realidad, que cambiases de vida, que aprovechases las oportunidades que estabas desperdiciando. Estaba dispuesta a hacer cualquier cosa a cambio de eso.
“Me quedé mirando a la Virgen con el niño en su regazo.
Y dije: “Tú que eres madre, sabes por lo que estoy pasando. Puedes pedirme cualquier cosa, pero salva a mi hija, porque creo que va comino de su autodestrucción”.
Sentí que los brazos de Sherine me apretaban. Empezó a llorar de nuevo, pero era un llanto diferente. Yo hacía lo posible por controlar mi emoción.
¿Y sabes lo que sentí en ese momento? Que ella hablaba conmigo. Y me decía: “Escucha, Samira, yo también penaba así.
Sufrí muchos años porque mi hijo no escuchaba nada de lo que yo le decía. Me preocupaba por su seguridad, creía que no sabía escoger a sus amigos, que no tenía el menor respeto por las leyes, ni por las costumbres, ni por la religión, ni por los mayores”.
¿Tengo que contarte el resto?
No es necesario, lo entiendo. Pero me gustaría escucharlo de todos modos.
La Virgen terminó diciendo: “Pero mi hijo no me escuchó.
Y hoy estoy muy contenta por ello”.
Con todo el cariño, retiré su cabeza de mi hombro y me levanté.
Tenéis que comer.
Fui hasta la cocina, preparé una sopa de cebolla, un plato de tabulé, calenté el pan sin fermentar, puse la mesa y comimos juntos. Hablamos de cosas sin importancia, que en esos momentos nos unían y justificaban el amor de estar allí, tranquilos, aunque la tempestad estuviera arrancando árboles y sembrando la destrucción allá fuera. Claro, al final de la tarde mi hija y mi nieto salieron por aquella puerta, para enfrentarse de nuevo al viento, a las tormentas, a los rayos, pero eso era una elección suya.
Mamá, has dicho que harías cualquier cosa por mí, ¿verdad?
Claro que era verdad. Incluso dar mi vida, si fuera necesario.
¿No crees que yo también debería hacer algo por Viorel?
Creo que es el instinto. Pero además del instinto, ésa es la mayor manifestación de amor que tenemos.
Ella siguió comiendo.
Sabes que tienes un juicio pendiente con la justicia y que tu padre está listo para ayudarte, si quieres.
Claro que quiero. Es mi familia.
Lo pensé dos, tres veces, pero no me contuve:
¿Puedo darte un consejo? Sé que tienes amigos importantes.
Hablo del periodista ése. ¿Por qué no le pides que publique tu historia, que cuente tu versión de los hechos? La prensa le está dando mucha cobertura a ese reverendo, y la gente dándole razón.
entonces, además de aceptar lo que hago, ¿me quieres ayudar?
Sí, Sherine. Aunque no entienda, aunque a veces sufra como debió de sufrir la Virgen en su vida, aunque no seas Jesucristo y tengas un importante mensaje que transmitirle al mundo, yo estoy de tu lado y quiero verte victoriosa.







Heron Ryan, periodista.-



Athena entró cuando yo estaba intentando anotar frenéticamente lo que imaginaba que sería la entrevista ideal sobre los acontecimientos de Portobello y el renacer de una Diosa. Era un asunto delicado, delicadísimo.
Lo que yo veía en el almacén era una mujer que decía: “Vosotros podéis haced lo que la Gran Madre enseña, confiad en el amor y los milagros serán realizados”. Y la multitud asentía, pero eso no podía durar mucho, porque estábamos en una época en la que la esclavitud era la única manera de encontrar la felicidad.
El libre albedrío exige una responsabilidad inmensa, da trabajo, y provoca angustia y sufrimiento.
Necesito que escribas algo sobre mí- me pidió.
Le respondí que debíamos esperar un poco, el asunto podía morir a la semana siguiente, pero que había preparado algunas preguntas sobre la Energía Femenina.
De momento, las peleas y los escándalos sólo interesan al barrio y a los periódicos sensacionalistas: ningún periódico respetable ha publicado ni una sola línea. En Londres hay muchos conflictos como éste, y llamar la atención de la gran prensa no es aconsejable. Sería mejor estar dos o tres semanas sin reunir al grupo.
“Sin embargo, creo que el asunto de la Diosa, tratado con la seriedad que merece, puede hacer que mucha gente se haga una serie de preguntas importantes.
Durante una cena dijiste que me amabas. Y ahora, además de decir que no me quieres ayudar, ¿me pides que renuncie a las cosas en las que creo?
¿Cómo interpretar aquellas palabras? ¿Estaba aceptando finalmente lo que le había ofrecido aquella noche, lo que me acompañaba cada minuto de mi vida? El poeta libanés había dicho que era más importante dar que recibir; aunque fueran palabras sabias, yo formaba parte de aquello que llaman “humanidad”, con mis debilidades, mis momentos de indecisión, mi deseo de simplemente compartir la paz, ser esclavo de mis sentimientos, entregarme sin preguntar nada, incluso sin querer saber si este amor era correspondido. Permitirme amarla era suficiente, eso era todo; estoy seguro de que Santa Sofía estaría totalmente de acuerdo conmigo. Ya hacía casi dos años que Athena estaba en mi vida, y yo tenía miedo de que siguiese por su camino, que desapareciese en el horizonte, sin que yo hubiese sido capaz de acompañarla al menos en una parte de su viaje.
¿Estás hablando de amor?
Te estoy pidiendo ayuda.
¿Qué hacer? ¿Controlarme, mantener la sangre fría, no precipitar las cosas y acabar destruyéndolas? ¿O dar el paso que faltaba, abrazarla y protegerla de todos los peligros?
Quiero ayudarte- respondí, aunque mi cabeza insistiese en decir “no te preocupes por nada, creo que te amo”-. Te pido que confíes en mí; lo haría todo, absolutamente todo por ti. Incluso decir “no”, cuando creo que hay que decirlo, aun corriendo el riesgo de que no lo comprendas.
Le conté que el secretario de redacción del periódico me había propuesto una serie de reportajes sobre el despertar de la Diosa que incluía una entrevista con ella. Al principio me había parecido una excelente idea, pero ahora creía que era mejor esperar un poco.
O quieres seguir con tu misión, o quieres defenderte. Sé que eres consciente de que lo que haces es más importante que la manera en como lo ven los demás. ¿Estás de acuerdo?
Estoy pensando en mi hijo. Ahora tiene problemas en el colegio todos los días.
Ya pasarán. Dentro de una semana ya nadie hablará del tema. Entonces será el momento de reaccionar; no para defenderse de ataques idiotas, sino para exponer, con seguridad y sabiduría, la dimensión de tu trabajo.
“Y si tienes dudas de mis sentimientos y estás decidida a seguir, iré contigo a la próxima reunión. Veremos lo que pasa.
Y al lunes siguiente la acompañé; ya no era una persona más entre la multitud, podía ver las escenas de la misma manera que las veía ella.
Gente que se aglomeraba en el lugar; flores y aplausos, chicas que gritaban “sacerdotisa de la Diosa”, dos o tres señoras bien vestidas que imploraban una audiencia en privado por una enfermedad en la familia. La multitud empezó a empujarnos, abarrotando la entrada; jamás pensamos que sería necesario un plan de seguridad, y me asusté. La agarré del brazo, cogí a Viorel y entramos.
Dentro, en la sala que ya estaba llena, nos esperaba Andrea, muy enfadada:
¿Creo que hoy deberías decir que no haces milagros!- le gritó a Athena-. ¡ Te estás dejando llevar por la vanidad! ¿Por qué Santa Sofía no le dice a toda esta gente que se vaya?
Porque ella señala las enfermedades- respondió Athena en tono desafiantes-. Y cuanta más gente se beneficie, mejor.
Iba a seguir la conversación, pero la multitud aplaudía, y Athena subió al improvisado escenario. Puso en marcha el pequeño reproductor que traía de casa, dio instrucciones para que nadie siguiese el ritmo de la música, les pidió que bailasen y empezó el ritual. En un momento determinado, Viorel se fue hacia una esquina y se sentó: era el momento de que se manifestase Santa Sofía. Athena repitió lo que ya había visto tantas veces: paró abruptamente el sonido, puso la cabeza entre las manos y la gente se quedó en silencio obedeciendo una orden invisible.
El ritual se repitió sin ninguna variación: preguntas sobre amor eran las descartadas, pero aceptaba hablar sobre ansiedad, enfermedades, problemas personales. Desde la posición en la que estaba, podía ver que algunas personas tenían lágrimas en los ojos, otras parecían estar delante de una santa. Llegó el momento del sermón final, antes del ritual colectivo de la celebración de la Madre.
Como ya conocía los siguientes pasos, empecé a imaginar cuál sería la mejor manera de salir de allí con el mínimo tumulto posible. Deseé que Athena siguiese el consejo de Andrea y dijese a la gente que no buscasen milagros allí; caminé hacia Viorel para poder abandonar el local en cuanto su madre acabase de hablar.
Y fue entonces cuando oí la voz de Santa Sofía:
- Hoy, antes de terminar, vamos a hablar de dietas. Olvidad esa historia de hacer régimen.
¿Dietas? ¿Olvidad esa historia del régimen?
hemos sobrevivido todos estos milenios porque hemos sido capaces de comer. Y hoy en día eso parece haberse vuelto una maldición. ¡Por qué? ¿Qué nos hace intentar mantener, a los cuarenta años, el mismo cuerpo que cuando éramos jóvenes?¿Es posible parar esta dimensión del tiempo? Claro que no. ¿Y por qué tenemos que estar delgados?
Oí una especie de murmullo entre el público. Debían de estar esperando un mensaje más espiritual.
No tiene que ser así. Compramos libros, frecuentamos academias, gastamos una parte importantísima de nuestra concentración intentando detener el tiempo, cuando deberíamos celebrar el milagro de andar por este mundo. En vez de pensar cómo vivir mejor, nos obcecaos en nuestro peso.
“Olvidad eso; podéis leer todos los libros que queráis, hacer los ejercicios que deseéis dos alternativas: o dejar de vivir, o engordar.
“Comed con moderación, pero comed con placer: lo malo no es lo que entra, sino lo que sale de la boca del hombre. Recordad que durante milenios luchamos por no pasar hambre. ¿Quién ha inventado esa historia de que todo el mundo tiene que estar delgado durante toda su vida?
“Voy a responder: los vampiros del alma, aquellos que tienen tanto miedo del futuro que creen que es posible parar la rueda del tiempo. Santa Sofía os garantiza: no es posible. Usad la energía y el esfuerzo de una dieta para alimentaros con el pan espiritual. Entended que la Gran Madre da con abundancia y con sabiduría; respetadlo, y no engordaréis más de lo normal por el paso del tiempo.
“En vez de quemar artificialmente esas calorías, procurad transformarlas en la energía necesaria para la lucha por los sueños; nadie está delgado mucho tiempo sólo por hacer dieta.
El silencio era total. Athena dio inicio al ritual de clausura, todos celebraron la presencia de la Madre. Yo cogí a Viorel en brazos prometiéndome a mí mismo que la próxima vez llevaría conmigo a algunos amigos para improvisar un mínimo de seguridad.
Salimos oyendo los mismos gritos y aplausos de la entrada.
Un comerciante me agarró del brazo:
¡Eso es absurdo! ¡ Si rompen alguno de mis escaparate, los denuncio!
Athena ser reía y firmaba autógrafos, Viorel parecía contento.
Yo deseaba que ningún periodista estuviera allí aquella noche.
Cuando por fin conseguimos librarnos de la multitud, cogimos un taxi.
Les pregunté si les gustaría comer algo. Claro que sí, acababa de hablar sobre eso, dijo Athena.




Antoine Locadour, historiador.-


En esta sucesión de errores conocido como “La bruja de Portobello”, lo que más me sorprende es la ingenuidad de Heron Ryan, un periodista con años de carrera y experiencia internacional.
Cuando hablamos, él estaba aterrorizado con los titulares de los periódicos sensacionalistas:
“¡El régimen de la Diosa!”, decía uno.
“ Adelgace mientras come, dice la Bruja de Portobello!”, estampaba otro en primera página.
Además de tocar algo tan sensible como la religión, esa tal Athena había ido más lejos : había hablado de dietas, un tema de interés nacional, más importante que la guerra, las huelgas o las catástrofes naturales. No todo el mundo cree en Dios, pero todo el mundo quiere adelgazar.
Los reporteros entrevistaban a los comerciantes locales, que afirman haber visto velas negras y rojas encendidas, y rituales con presencia de poca gente los días anteriores a las reuniones colectivas. Por lo demás, el tema no era más que sensacionalismo barato, pero Ryan debía de haber previsto que había una denuncia en curso en la justicia británica, y que el acusador no iba a dejar escapar ni una oportunidad para hacerles llegar a los jueces lo que consideraba que no era una simple calumnia, sino un atentado contra los valores que mantenían en pie la sociedad.
Esa misma semana, uno de los más prestigiosos periódicos ingleses publicaba en su columna de editoriales un texto del reverendo Back, ministro de la Congregación Evangélica de Kemsington, que decía en uno de sus párrafos:

Como buen cristiano, tengo el deber de poner la otra mejilla cuando me agraden injustamente o cuando me faltan al respeto.
Sin embargo, no podemos olvidar que, de la misma manera que Jesús puso la otra mejilla, también usó el látigo para azotar a aquellos que pretendían convertir la Casa de Dios en una guarida de ladrones. Es a eso a lo que estamos asistiendo en Portobello Road en este momento: personas sin escrúpulos que se hacen pasar por salvadores de almas, prometiendo falsas esperanzas y curas para todos los males, afirmando incluso que permanecerán delgadas y elegantes si siguen sus enseñanzas.
Así que no me queda otra alternativa más que acudir a la justicia para impedir que dicha situación se prolongue por mucho tiempo. Los seguidores de ese movimiento juran que son capaces de despertar dones nunca vistos, y niegan la existencia de un Dios Todopoderoso, intentando sustituirlo por divinidades paganas como Venus o Afrodita. Para ellos, todo está permitido, siempre que se haga con “amor”. Bien, ¿qué es el amor? ¿Una fuerza sin moral que justifica cualquier fin? ¿O un compromiso con los verdaderos valores de la sociedad, como la familia y las tradiciones?


En la siguiente reunión, previendo que se pudiera repetir la batalla campal de agosto, la policía tomó medidas y envió a media docena de guardias para evitar enfrentamientos. Athena llegó acompañada de guardaespaldas improvisados por Ryan, y esta vez no sólo oyó aplausos, sino también abucheos e imprecaciones. Una señora, al ver que iba acompañada de un niño de ocho años, dos días después presentó una denuncia basada en el Children Act de 1989, alegando que la madre le estaba causando daños irreversibles a su hijo y que su custodia debería ser transferida al padre.
Un periódico sensacionalista consiguió localizar a Lukás Jesen.- Petersen, que ni quiso conceder una entrevista, amenazó al reportero, diciéndole que no mencionase a Viorel en sus artículos o sería capaz de cualquier locura.
Al día siguiente, ese periódico estampaba el titular: “El ex marido de la Bruja de Portobello dice que es capaz de matar por su hijo”.
Aquella misma tarde, otras denuncias basadas en el Children Act de 1989 eran presentadas en los juzgados, esta vez pidiendo que el Estado se responsabilizase del bienestar del niño.
No hubo reunión siguiente; aunque grupos de gente – a favor y en contra- estaban delante de la puerta y guardias uniformados intentaban contener los ánimos, Athena no apareció. Lo mismo ocurrió a la semana siguiente; esta vez, tanto los grupos como el destacamento policial eran menores.
A la tercer semana sólo había restos de flores en el local, y una persona distribuía fotos de Athena a los que llegaban.
El asunto dejó de ocupar las páginas de los periódicos londinenses. Cuando el reverendo Bucle decidió anunciar que retiraría la denuncia de calumnia y difamación, basándose en el “espíritu cristiano que debemos tener hacia aquellos que se arrepienten de sus gestos”, no encontró ningún gran medio de prensa interesada, y sólo pudo publicar su texto en la sección de cartas de lectores de un periódico de barrio.
Por lo que yo sé, el tema jamás alcanzó una proyección nacional, y siempre estuvo restringido a las páginas en las que se publican los asuntos de la ciudad. Un mes después de que los cultos se acabaron, cuando viajé a Brighton, intenté hablar del tema con algunos amigos, pero ninguno de ellos había oído hablar de ello.
Ryan lo tenía todo en sus manos para aclarar aquel asunto; lo que dijera su periódico sería seguido por la mayoría de la prensa.
Pero, para mi sorpresa, nunca publicó ni una línea sobre Sherine Khalil.
En mi opinión, el crimen- por sus características- no tiene nada que ver con lo que sucedió en Portobello. No fue más que una macabra coincidencia.









Heron Ryan, periodista.-



Athena me pidió que encendiese mi grabadora. Ella traía otra, un modelo que nunca había visto, bastante sofisticado y de dimensiones mínimas.
En primer lugar, quiero decir que estoy recibiendo amenazas de muerte. En segundo lugar, prométeme que, aunque yo muera, esperarás cinco años antes de dejar que alguien escuche esta cinta. En el futuro podrán distinguir lo que es falso de lo que es verdadero.
“Dime que aceptas, porque de esta manera estarás asumiendo un compromiso legal.
Acepto. Pero creo que…
No creas nada. Si aparezco muerta, éste será mi testamento, a condición de que no se diga nada ahora.
Apagué la grabadora.
No hay nada que temer. Tengo amigos en todas las posiciones y cargos del gobierno, gente que me debe favores, que me necesita o que me necesitará en un futuro. Podemos…
¿Ya te he dicho que tengo un novio que trabaja en Scotland Yard?
¿Otra vez esa conversación? Si era así, ¿por qué no estaba allí cuando todos necesitábamos su ayuda, cuando tanto Athena como Viorel podrían haber sido atacados por la multitud?
Las preguntas surgían una tras otra: ¿me estaba poniendo a prueba? ¿Qué pasaba en la cabeza de aquella mujer? ¿Estaría desequilibrada, era inconstante, había momentos en que deseaba estar a mi lado, y en otros ratos volvía al tema de un hombre que no existía?
- Pon la grabadora otra vez- me pidió.
Yo me sentía fatal: empecé a pensar que siempre me había utilizado. En aquel momento me habría gustado decir: “Vete , no aparezcas nunca más en mi vida, desde que te conocí todo se ha convertido en un infierno, vivo esperando el día que llegues aquí, me des un abrazo, me des un beso y me pidas quedarte a mi lado.
Pero eso no pasa nunca”.
¿Ocurre algo?
Ella sabía que sí. Mejor dicho, era imposible que no supiera lo que sentía, porque no había hecho otra cosa en todo ese tiempo que mostrarle mis sentimientos, aunque sólo hubiera hablado de ellos una única vez. Pero aplazaba cualquier compromiso para verla, estaba a su laso siempre que me lo pedía, intentaba crear algún tipo de complicidad con su hijo, creyendo que un día podría llamarme papá. Nunca le pedí que dejase lo que hacía, aceptaba su vida, sus decisiones, sufría en silencio con su dolor, me alegraba con sus victorias, me sentía orgulloso de su determinación.
¿Por qué  has apagado la grabadora?
Ese segundo estuve entre el cielo y el infierno, entre la explosión y la sumisión, entre el razonamiento frío y la emoción destructiva. Al final, usando todas mis fuerzas, conseguí mantener el control.
Apreté el botón.
Sigamos.
Decía que estoy recibiendo amenazas de muerte. Gente que me llama por teléfono, sin decir su nombre; me insultan, afirman que soy una amenaza para el mundo, que quiero hacer que vuelva el reino de Satanás y que no lo van a permitir.
¿Has hablado con la policía?
Omití a propósito mencionar a su novio, demostrándole de esa manera que nunca me creí esa historia.
Sí. Grabaron las llamadas. Las hacen desde cabinas telefónicas, pero me dijeron que no me preocupase, que están vigilando mi casa. Consiguieron coger a una de esas personas: es un desequilibrado mental, cree que es la reencarnación de un apóstol, que “esta vez hay que luchar para que Cristo no sea expulsado de nuevo”. En este momento, está en un hospital psiquiátrico; la policía me contó que ya estuvo internado antes por amenazar a otros por el mismo motivo.
Si está atenta, nuestra policía es la mejor del mundo. Realmente no hay por qué preocuparse.
No le tengo miedo a la muerte; si mis días se acabaran hoy, me llevaría conmigo momentos que poca gente de mi edad ha tenido la oportunidad de vivir. De lo que tengo miedo, y por eso te he pedido que grabases nuestra conversación de hoy, es de matar.
¿Matar?
Sabes que se está tramitando unas denuncias para quitarme la custodia de Viorel. Tengo amigos, pero nadie puede hacer nada; hay que esperar el resultado. Según ellos, dependiendo del juez, esos fanáticos pueden conseguir lo que quieren. Por eso he comprado una arma.
“Sé lo que es apartar a un hijo de su madre, porque viví la experiencia en mis propias carnes. De modo que, en el momento en que se me acerque el primer oficial de justicia, dispararé.
Y seguiré disparando hasta que se acaben las balas. Si no me cogen antes, lucharé con los cuchillos de mi casa, usaré mis uñas y mis dientes. Pero nadie conseguirá apartar a Viorel de mi lado, a no ser que pasen por encima de mi cadáver. ¿Está grabando?
- Sí. Pero hay medios…
- No los hay. Mi padre está siguiendo el procedimiento. Dice que en los casos de derecho de familia, hay poco que hacer.
“Ahora apaga la grabadora”.
-¿Era ése tu testamento?
No respondió. Cono yo no hacía nada, ella tomó la iniciativa. Fue hasta donde estaba el equipo de música y puso la famosa música de la etapa, que ahora yo me sabía casi de memoria. Bailó de la manera como lo hacía en los rituales, sin ningún compás, y yo sabía adónde pretendía llegar. Su grabadora seguía encendida, como testigo silencioso de todo lo que estaba pasando allí. Mientras la luz de la tarde soleada entraba por las ventanas, Athena se sumergía en busca de otra luz, que estaba allí desde que el mundo había sido creado.
La centella de la Madre dejó de bailar, interrumpió la música puso la cabeza entre las manos y se quedó callada algún tiempo.
Luego levantó los ojos y me miró.
Sabes quién está aquí, ¿verdad?
Sí. Athena y su parte divina, Santa Sofía.
Me he acostumbrado a hacerlo. No creo que sea necesario, pero fue el método que descubrí para encontrarla, y ahora se ha convertido en una tradición en mi vida. Sabes con quién estás hablando: con Athena. Santa Sofía soy yo.
Lo sé. Cuando bailé por segunda vez en tu casa también descubrí que un espíritu me guía: Philemon. Pero no hablo mucho con él, no escucho lo que me dice. Sé que, cuando está presente, es como si por fin nuestras dos almas se encontrasen.
Eso mismo. Philemon me entenderá, pues veo que has sido tocado por el baile. El hombre que está delante de mí sufre por algo que cree que no ha conseguido nunca: mi amor.
“pero el hombre que hay más allá de ti mismo, ése comprende que el dolor, la ansiedad, el sentimiento de abandono son innecesarios e infantiles: yo te amo. No de la manera que tu parte humana quiere, sino de la manera que la centella divina quiso. Habitamos una misma tienda, que fue puesta en nuestro camino por Ella.
Allí entendimos que no somos sus esclavos, sino sus maestros.
“servimos y somos servidos, abrimos las puertas de nuestras habitaciones, y nos abrazamos. Tal vez nos besemos también, porque todo lo que sucede con intensidad en la tierra tendrá su correspondiente en el plano invisible. Y sabes que no te estoy provocando, ni estoy jugando con tus sentimientos al decir eso.
¿Qué es el amor, entonces?
El alma, la sangre y el cuerpo de la Gran Madre. Yo te amo con la misma fuerza con la que se aman las almas exiliadas, cuando se encuentran en el desierto. Nunca habrá nada físico entre nosotros, pero ninguna pasión es inútil, ningún amor es despreciado. Si la Madre ha despertado eso en tu corazón, también lo despertó en el mío, aunque tal vez tú lo aceptes mejor. Es imposible que la energía del amor se pierda: es más poderosa que cualquier otra cosa, y se manifiesta de muchas maneras.
No soy lo suficientemente fuerte para eso. Esa visión abstracta me deja deprimido y mas solitario que nunca.
Ni yo: necesito a alguien a mi lado. Pero un día nuestros ojos se abrirán, las diferentes formas de amor podrán manifestarse, y el sufrimiento desaparecerá de la faz de la Tierra.
“Creo que no falta mucho; muchos de nosotros estamos volviendo de un largo viaje, en el que fuimos inducidos a buscar cosas que no nos interesaban. Ahora nos damos cuenta de que eran falsas. Pero este regreso no se hace sin dolor, porque hemos pasado mucho tiempo fuera, creemos que somos extranjeros en nuestra propia tierra.
“Nos llevará algún tiempo encontrar a los amigos que también se fueron, los sitios en los que estaban nuestras raíces y nuestros tesoros. Pero acabará ocurriendo.
No sé por qué razón, empecé a conmoverme. Y eso me empujó hacia delante.
Quiero seguir hablando del amor.
Ya estamos hablando de eso. Ése siempre ha sido el objetivo de todo lo que he buscado en mi vida: dejar que el amor se manifestase en mí sin barreras, que rellenase mis espacios en blanco, que me hiciese bailar, sonreír, justificar mi vida, proteger a mi hijo, entrar en contacto con los cielos, con los hombres y mujeres, con todos aquellos que han sido  puestos en mi camino.
“Intenté controlar mis sentimientos diciendo “ése merece mi cariño” o “ése no lo merece”, cosas de este tipo. Hasta que entendí mi destino, cuando vi que podía perder lo que más quiero en mi vida.
Tu hijo.
Exacto. La manifestación más completa de amor. Fue en el momento en que surgió la posibilidad de que lo apartaran de mí cuando me encontré de verdad conmigo misma, y entendí que jamás podría tener nada, perder nada. Lo comprendí después de llorar compulsivamente durante horas. Después de sufrir mucho, intensamente, la parte de mí que llamo Santa Sofía me dijo: “¿Qué tontería es ésa? ¡El amor siempre permanece! ¿ Y tu hijo se irá tarde o temprano!”
Yo empezaba a comprender.
El amor no es un hábito, un compromiso, ni una deuda. No es lo que nos dicen las canciones románticas; el amor es. Es ése el testamento de Athena, o de Sherine, o de Santa Sofía: el amor es.
Sin definiciones. Ama y no preguntes demasiado. Sólo ama.
Es difícil.
¿Está grabando?
Me pediste que la apagase.
Pues vuelve a encenderla.
Hice lo que ella me mandaba. Athena siguió:
También es difícil para mí. Por eso, a partir de hoy ya no vuelvo a casa. Me voy a esconder; la policía me protegerá de los locos, pero nada me protegerá de la justicia humana. Aun así, no me arrepiento: he cumplido mi destino.
¿Cuál era tu misión?
Ya lo sabes, porque participaste desde el principio: preparar el camino para la Madre. Seguir una tradición que ha sido reprimida durante siglos, pero que ahora empieza a resurgir.
Tal vez…
Me interrumpí.
Pero ella no dijo ni una palabra hasta que hube terminado mi frase.
-…tal vez era demasiado pronto. La gente no estaba preparada para eso.
Athena se rió.
Claro que lo están. De ahí los enfrentamientos, las agresiones, el oscurantismo. Porque las fuerzas de las tinieblas están agonizando, y en este momento están utilizando sus últimos recursos. Parecen más fuertes, como los animales antes de morir, pero, después de eso, ya no son capaces de levantarse del suelo; están exhaustos.
“He sembrado muchos corazones, y cada uno de ellos manifestará este Renacimiento a su manera. Pero hay uno de esos corazones que seguirá la tradición completa: Andrea.
Andrea.
Que la detestaba, que la culpaba del fin de nuestra relación, que le decía a quien quisiera oír que Athena se había dejado llevar por el egoísmo, por la vanidad, y que había destrozado un trabajo que había sido muy difícil de poner en pie.
Ella se levantó y cogió su bolso; Santa Sofía seguía con ella.
Veo tu aura. Se está curando el sufrimiento inútil.
Evidentemente ya sabes que no le gustas a Andrea.
Claro que lo sé. Hemos hablado casi durante media hora sobre el amor, ¿no? Gustar no tiene nada que ver con eso.
“Andrea es una persona absolutamente capaz de llevar la misión adelante. Tiene más experiencia y más carisma que yo. Ha aprendido de mis errores; sabe que debe mantener cierta prudencia, porque los tiempos en los que la fiera des oscurantismo esté agonizando serán tiempos de enfrentamientos. Andrea puede odiarme como persona, y tal vez por eso haya sido capaz de desarrollar sus dones tan rápidamente; para demostrar que era más capaz que yo.
“Cuando el odio hace que alguien crezca, éste se transforma en una de las muchas maneras de amar.
Cogió su grabadora, la metió en el bolso y se fue.
A finales de aquella semana el tribunal se pronunciaba: habían escuchado a varios testigos, y Sherine Khalil, conocida como Athena, tenía derecho a conservar la custodia de su hijo.
Además, el director del colegio en el que estudiaba el niño fue avisado oficialmente de que cualquier tipo de discriminación contra el niño sería punible por ley.
Sabía que no valía de nada llamar a la casa en la que vivía; le había dejado la llave a Andrea, se había llevado su reproductor de música, alguna ropa, y había dicho que no tenía intención de volver pronto.
Me quedé esperando una llamada para celebrar juntos la victoria. Cada día que pasaba, mi amor por Athena dejaba de ser un sufrimiento, y se convertía en un lago de alegría y serenidad.
Y ano me sentía tan solo, en algún lugar del espacio nuestras almas- las almas de todos los exiliados que estaban regresando- volvían a celebrar con alegría el reencuentro.
Pasó la primera semana, y pensé que quizá estaba intentando recuperarse de la tensión de los últimos tiempos. Un mes después, imaginé que habría vuelto a Dubai y regresado a su empleo; llamé y me dijeron que no habían vuelto a oír hablar de ella. “Pero si se enterara de dónde está, por favor, dele un recado: las puertas estaban abiertas, ella hacía mucha falta.”
Decidí elaborar una serie de artículos sobre el despertar de la Madre que provocaron algunas cartas ofensivas de lectores que me acusaban de “divulgar el paganismo”, pero que fueron un enorme éxito entre el público.
Dos meses después, cuando me preparaba para comer, me llamó un colega de redacción: el cuerpo de Sherine Khalil, la Bruja de Portobello, había sido encontrado. Había sido brutalmente asesinada en Hampstead.







Ahora que he terminado de transcribir todas las grabaciones, voy a dárselas a ella. En este momento debe de estar paseando por el Snowdonian Nacional Park, como suele hacer todas las tardes. Es su cumpleaños, mejor dicho, la fecha que sus padres escogieron cuando la adoptaron, y pretendo entregarle este manuscrito.
Viorel, que llegará con sus abuelos para la celebración, también le ha preparado una sorpresa; ha grabado su primera canción, en el estudio de unos amigos comunes y la cantará durante la cena.
Después, ella me preguntará: “¿Por qué lo has hecho?”
Y yo le responderé: “Porque necesitaba comprenderte”. Durante todos estos años que estuvimos juntos, sólo escuchaba lo que creía que eran leyendas, pero ahora sé que esas leyendas son realidad.
Siempre que pensaba en acompañarla, ya fuera a las ceremonias de los lunes en su apartamento, o a Rumania, o a reuniones con los amigos, ella me pedía que no lo hiciese. Quería ser libre; un policía siempre intimida a la gente, decía. Delante de alguien como yo, incluso los inocentes se sienten culpables.
Estuve dos veces en el almacén de Portobello sin que ella lo supiera. También sin que ella lo supiera, envié a hombres para protegerla en sus llegadas y salidas del local, y por lo menos una persona, mas tarde identificada como militante de una secta, fue detenida con un puñal. Decía que había sido instruido por los espíritus
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para conseguir algo de sangre de la Bruja de Portobello, que manifestaba la Madre, necesitaban usarlo para consagrar ciertas ofrendas. No pretendía matarla, sólo recoger la sangre en un lienzo. La investigación mostró que no había realmente tentativa de homicidio; aún así fue indiciado, y cogió seis meses de prisión. No fue mi la idea de asesinarla “” para el mundo — Athena quería desaparecer, y me preguntó si eso sería posible. Expliqué que, si la Justicia hubiera decidido que el Estado debería mantener la guardia de su hijo, yo no podría contrariar la ley. Pero a partir del momento en que el juez se manifestó a su favor, estábamos libres para cumplir su plan. Athena tenía llena conciencia que, cuando los encuentros en el almacén ganaron publicidad local, su misión estaba desencaminada para siempre. De nada servia ir delante de la multitud y negar que no era una reina, una bruja, una manifestación divina — ya que el pueblo escogió seguir los poderosos y dar poder a quienes desea. Y eso iría contra todo que ella predicaba — la libertad de escoger, de consagrar el propio pan, de despertar los dones individuales, sin guías o pastores. Final del formulario

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Tampoco servia desaparecer: las personas entenderían tal gesto como un retiro al desierto, un ascenso a los cielos, un viaje al encuentro de maestros secretos que viven en el Himalaya, y se quedarían siempre esperando su vuelta. Las leyendas crecerían a su alrededor, y posiblemente sería formado un culto en torno a su persona. Comenzamos a notar eso cuando ella dejó de frecuentar Portobello; mis informantes decían que, al contrario de lo que todo el mundo pensaba, su culto estaba aumentando de manera preocupante: otros grupos semejantes comenzaron a ser creados, personas aparecían como “herederas” de Hagia Sofia, su foto publicada en el periódico, con el niño en los brazos, era vendida de manera secreta, mostrándola como una víctima, una mártir de la intolerancia. Ocultistas comenzaron a hablar de una “Orden de Athena”, donde se conseguía — después de algún pago — un contacto con la fundadora. Por lo tanto, sólo restaba la muerte “”. Pero en circunstancias absolutamente normales, como cualquier persona que termina encontrando el fin de sus días en las manos de un asesino en una gran ciudad. Eso nos obligaba la una serie de precauciones:
A] el crimen no podría estar asociado al martirio por razones religiosas, porque la situación que estábamos intentando evitar sería agravada;
B] la víctima tendría que estar en las condiciones que no podrían ser reconocidas;
C] el asesino no podía ser encarcelada;
D] necesitaríamos un cadáver.
En una ciudad como Londres, diario nosotros tiene gente difunta, desfigurado, quemada - pero acabamos normalmente por arrestar al criminal.
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De modo que fue preciso esperar casi dos meses hasta el ocurrido en Hampstead. También en este caso terminamos por encontrar el asesino, pero él estaba muerto —habia viajado hacia Portugal y se habia suicidado con un tiro en la boca. La justicia estaba hecha, y todo que yo necesitaba era algo de cooperación de amigos más próximos. Una mano lava la otra, ellos a las veces me piden cosas que tampoco son muy ortodoxas, y desde que ninguna ley importante sea quebrada, existe — digamos — una cierta flexibilidad de interpretación. Fue lo que ocurrió. Así que el cadáver fue descubierto, fui designado junto con un compañero de muchos años para acompañar el caso, y tuvimos la noticia — casi simultánea — de que la policía portuguesa había descubierto el cuerpo de un suicida en Guimarães, {Paulo, en el párrafo anterior habia dicho que el suicida había viajado para España – CAMBIAMOS El PARAGRAFO ARRIBA, Es PORTUGAL} junto con un billete donde confesaba un asesinato con los detalles que correspondían al caso que teníamos en mano, le dio a las instrucciones para la distribución de su herencia a instituciones de la caridad. Había sido un crimen pasional - en fin, el amor  con frecuencia  acaba terminando en esto.
En el billete que había dejado, el muerto decía aunque él habia traído la mujer de una ex-república de la Unión Soviética, hizo todo lo que fuera posible para ayudarla. Estaba pronto a casarse con ella de modo que tendria todos los derechos de un ciudadano inglés, y termino descubriendo una carta que estaba pronto a enviarla a un alemán que la invitaba a pasar algunos días en su castillo. En esta carta, decía que estaba loca para partir, y que él enviara inmediatamente el pasaje de avión, de modo que pudieran encontrarse lo mas pronto posible. Se habian conocido en un café londinense, y habían intercambiado sólo dos correspondencias, nada más que eso.
Principio del formulario
Estaba delante del cuadro perfecto. Mi amigo vaciló un — A nadie le gusta tener un crimen no resuelto en su ficha —, pero yo terminé diciendo que asumiría la culpa, y él concordó. Fui hasta donde Athena se encontraba — una simpática casa en Oxford. Con una jeringuilla, coseché algo de su sangre. Corté pedazos de sus cabellos, los quemé un poco, pero no completamente. De vuelta a la escena del crimen, esparcí las “pruebas”. Como sabía que el examen de ADN sería imposible, ya que nadie sabía quien era su madre o su padre verdaderos, todo que necesitaba ahora era cruzar los dedos, y esperar que la noticia no tuviera mucha repercusión en la prensa. Final del formulario
Algunos periodistas aparecieron. Conté la historia del suicidio del asesino, mencionando sólo el país, sin necesitar la ciudad. Dije que no fuera encontrada ninguna razón para el crimen, pero que estaba descartada completamente la hipótesis de venganza o de motivos religiosos; en mi entender (finalmente, los policías tienen el derecho de errar), la víctima había sido violentada. Como debe haber reconocido a su agresor, terminó siendo muerta y desfigurada. Si el alemán volvió a escribir, sus cartas deben haber retornado con la señal de destinatario “ausente”. La foto de Athena  aparecera sólo una vez en el periódico, durante el primer enfrentamiento en Portobello, de modo que las oportunidades de ser reconocida eran mínimas. Además de mí, sólo tres personas saben de la historia: sus padres y su hijo. Todos nosotros comparecemos al “sepelio” de sus restos, y la sepultura tiene una lápida con su nombre.
El niño viene a visitarla todos los finales de semana, y anda con una brillante carrera en la escuela. Claro, un día Athena puede cansarse de esta vida aislada, y decidir volver Londres. Aún así, la memoria de las personas es corta, y excepto por sus amigos más íntimos, nadie se acordará de ella. A estas altura, Andrea será el elemento catalizador y justicia — sea hecha — tiene más capacidad que Athena para continuar la tal misión. Además de poseer los dones necesarios, es una actriz — sabe como lidiar con el público. Oí decir que su trabajo ha crecido significativamente, sin llamar atención innecesaria. Escucho historias de gente en posiciones importantes en la sociedad que están en contacto con ella, y cuando fuera necesario, cuando alcanzaran una masa crítica suficiente, terminarán por acabar con toda la hipocresía de los reverendos Ian Buck de la vida.
Y es eso que Athena desea; no su proyección personal, como muchos pensaban (inclusive Andrea), pero que la misión sea cumplida. En el inicio de mis investigaciones que resultaron en este manuscrito, pensaba que estaba levantando su vida para que supiera de su coraje  e importancia. Pero, a medida que las conversaciones proseguían, yo iba descubriendo también mi parte oculta — aunque no crea mucho en estas cosas. Y llegaba a la conclusión de que la razón principal de todo este trabajo era responder la una pregunta que nunca supe explicar: por qué Athena me amaba, si somos tan diferentes, y no tenemos la misma visión de mundo?

Recuerdo cuando le di el primer beso, en un bar al lado de Victoria Station. Ella trabajaba en un banco, yo ya era un detective de la Scotland Yard. Después de algunos días saliendo juntos, me invitó para bailar en la casa del propietario de su apartamento, cosa que jamás acepté — no condice con mi estilo. Y en vez de irritarse, respondió sólo que respetaba mi decisión. Releyendo los testimonios que me dieron sus amigos, me quedo realmente orgulloso; Athena parecía no respetar la decisión de  nadie más. Meses después, antes de partir para Dubai, yo le dije que la amaba. Ella respondió que sentía la misma cosa — aunque, añadió, debiéramos prepararnos para largos momentos de separación. Cada uno trabajaría en un país diferente, pero el verdadero amor puede resistir a la distancia. Fue la única vez que osé preguntarle: “por qué me ama?”. Ella respondió:”no sé y no tengo el menor interés en saber”.Ahora, al concluir todas estas páginas, creo que encontré la respuesta en su conversación con el tal periodista.
El amor es.