Desde mi ataud - Eric Menjivar


Julián Rodríguez ha muerto, pero en lugar de ser llevada al descanso eterno, su alma ha quedado vagando en esta tierra. Con el propósito de que el vuelva a creer en Dios y seguir protegiendo a sus seres queridos recibe la ayuda de un ángel guardián quien lo guaira por esta nueva forma de vivir.
A la misma vez, se verá ahora destinado a ayudar a personas que un día fueron creyentes de un Dios todo poderoso y amoroso, y que de repente han dejado de creer debido a las terribles cosas que les han sucedido a lo largo de su vida. Ahora están en una incansable lucha por simplemente vivir sin creer. ¿Cómo un hombre que ha dudado de las obras de Dios, puede ahora ayudar a otros a volver a creer en su amor y gracia?




“Cuando sepas que he muerto, no pronuncies mi nombre
porque se detendrá la muerte y el reposo.

Tu voz, que es la campana de los cinco sentidos,
sería el tenue faro buscado por mi niebla.

Cuando sepas que he muerto, di sílabas extrañas.
Pronuncia flor, abeja, lágrima, pan, tormenta.

No dejes que tus labios hallen mis once letras.
Tengo sueño, he amado, he ganado el silencio.

No pronuncies mi nombre cuando sepas que he muerto
desde la oscura tierra vendría por tu voz.

No pronuncies mi nombre, no pronuncies mi nombre,
Cuando sepas que he muerto, no pronuncies mi nombre.”.



Roque Dalton, poeta salvadoreño.




 I. Muerte


Ocho de la noche, hay mucho trabajo por concluir en el departamento de soporte tecnológico en la compañía: Trading América Group (TAG). Un conglomerado de varias empresas que se dedican a la exportación de productos tecnológicos e industriales, para su uso en el creciente mercado de la información de la Tecnología en Canadá y Sudamérica.
Julián está a punto de terminar su turno de trabajo que hoy se extendió tres horas más, para poder cumplir con los proyectos que se le asignaron en la semana. Una persona tan perfeccionista, calculadora y con el sentido de la responsabilidad tan arraigado como él, no se puede dar el gusto de defraudar a sus jefes dejando trabajos sin completar.
Cada vez que hay un proyecto muy importante, de extrema urgencia o casi imposible, su jefe inmediato sabe que el único capaz de completar la tarea, es el equipo de trabajo liderado por Julián. Pero ha llegado la hora de desconectarse de toda red, cerrar bases de datos, apagar computadoras y dirigirse a casa donde lo esperan su esposa, su hija y un plato de comida recién hecho.
De ahora en adelante y hasta el día de mañana, cuando regrese a su oficina lo único que estará en su mente es llegar a casa, leer un cuento a su hija, y ponerla a dormir. Tal vez ver las noticias de las 10:00 pm, o alguna película corta para luego dirigirse a descansar y afrontar el día de mañana con todos los nuevos retos que se le presentaran.
Afuera se despide de todos sus compañeros y trabajadores. Como siempre Julián es el último en abandonar el edificio. Después de asegurarse que todo está debidamente cerrado y las alarmas instaladas, sale a la calle, donde  hay una lluvia no fuerte pero sí insistente, una brisa un poco molesta, pero de igual modo no hace gran obstáculo al caminar.
No queda otra hay que comenzar a caminar bajo el ventoso clima de aquella noche, las casi siete cuadras que separan a este cansado hombre de su pequeño palacio que representa su apartamento, donde lo esperan su reina y su princesa, su hogar. Una pequeña llovizna nunca es obstáculo cuando se busca la paz y tranquilidad del hogar.
Las ramas de los arboles empiezan ahora a llenarse de hojas, porque se acerca la época de la primavera, pero aún hay muchos árboles que muestran las delgadas ramas que parecen estar secas, sin  hojas, sin vida, debido al crudo invierno que acaba de finalizar. Estas ramas se mecen de un lado a otro por la fuerte brisa que hay. Es una noche sin muchos autos transitando en las calles. Parecería ser la noche perfecta para salir a disfrutar de la tranquilidad. Si no fuera por la lluvia, sería perfecta para una buena caminata de reflexión y relajación.
El viaje de regreso a casa es algo que Julián conoce de memoria, podría recorrerlo hasta con los ojos cerrados ya que lo ha transitado durante los últimos siete años de su vida, sólo son ocho cuadras hasta su hogar. La ruta de regreso consiste en salir del complejo de oficinas junto a sus compañeros trabajo, caminar hacia  las afueras de los parqueos, desde donde se asegura de dar un vistazo hacia las oficinas y percatarse de que todas las luces están apagadas y luego de tomar la calle que lo llevara a su hogar.
Pasar por la escuela pública que está frente a un ostentoso templo judío es parte de esta rutina diaria. Dos cuadras más adelante de ese templo está una escuela privada de enseñanza judía para señoritas, donde se enseña a las niñas y jovencitas judías del vecindario. Y finalmente pasar frente al cuartel local de la policía para llegar a su hogar.
Esa noche la rutina y el camino serían los mismos, nada tendría por qué cambiar, una tranquila noche, sólo con un poquito de lluvia combinada con algunas fuertes brisas, o al menos así debió haber sido.
Pero sin advertirlo Julián se aproximaba a formar parte de un evento que le cambiaría la vida para siempre, en aquella oscura y ventosa noche. Algo diferente era lo que se encontraría antes de llegar a casa, algo que cambiaría no sólo su vida, sino también la vida de sus seres amados. Algo inimaginable podría suceder a alguien que nunca se metió con nadie, alguien que siempre que podía ayudaba, y si no podía ayudar mejor no estorbaba.
Es bien sabido que las fuerzas del maligno siempre buscan dar golpes certeros a las fuerzas de Dios donde más le duele, haciendo caer y desmayar a sus mejores soldados…
Al pasar justo en frente del templo judío de la comunidad ortodoxa de Far Rockaway, Julián observó cómo dos hombres quizá en sus tempranos treinta venían caminando en dirección contraria a él, cubriendo sus cabezas con las capuchas de sus suéteres, algo normal si se toma en cuenta el clima lluvioso.
Se topó con los dos muchachos de aspecto muy extraño y que jamás había visto en los alrededores. Los tipos pasaron de largo hablando con un tono muy alto y haciendo bromas entre ellos, su aspecto y su acento al hablar denotaban que tal vez eran caribeños.
En el mismo instante, en que se alejaron a mas o menos tres metros de distancia, Julián escuchó cómo los dos hombres comenzaban a correr hacia él, cuando Julián volteó hacia atrás logró ver que los muchachos lanzaban un fuerte grito, empuñando cada uno de ellos unas dagas de color dorado. Estaba claro venían tras Julián con la intención de hacerle daño.
La calle estaba solitaria y resbalosa. La lluvia y el cansancio después de una larga jornada de trabajo impidieron que Julián pudiera siquiera intentar huir, cuando menos lo pensó y sin oportunidad de reaccionar, ya tenía a los dos jóvenes que despedían un terrible olor  a marihuana frente a él. Uno de ellos no dudó en insertar la daga de color brillante como la apariencia del oro en el tórax, justo a la altura del corazón.
El otro joven que a primera vista dejaba entrever que era mucho más novato en las andanzas criminales no acertó a hacer absolutamente nada, se quedó completamente petrificado cuando vio que el joven Julián se desangraba tirado en el piso.
El atacante de Julián, al observar que el novato se había quedado congelado, le arrebató la daga de la mano, pues la suya se había incrustado con tanta fuerza en el pecho de Julián, que estaba atorada y era imposible de lograr sacarla.
-¡Dame esa vaina, tú, idiota!

Gritó muy exaltado, con una mirada furibunda al tipo que no se inmutó y siguió parado en su estado de shock.
Comenzó a infringir heridas profundas en diferentes partes del cuerpo del ya moribundo Julián. Una de las heridas acertó a incrustarse en el cuello de Julián, la sangre comenzó a salir a borbotones y a mezclarse con la lluvia que caía desde muy temprano en aquella fatídica tarde.
-Debemos cumplir al pie de la letra los mandatos de nuestro maestro. Así que muévete ya y ayúdame a terminar lo que se nos ha pedido, ya sabes que si no cumplimos con esta tarea debemos pagar con nuestra vida.

Gritó el asesino a su cómplice en otro intento de hacerlo reaccionar. Pero no sirvió de nada, el hombre estaba completamente petrificado, no escuchaba, ni se daba cuenta de lo que sucedía a su alrededor.
-¡Mierda!, No me sirves pa’ nada coño siempre supe que eras un marica, bueno para nada.… - dijo muy exaltado el hombre, notablemente molesto y nervioso.
Sacó un revólver de su bolsillo y le apuntó directo a la cabeza a su compañero. Al principio solo trataba de hacerlo reaccionar, luego se dio cuenta de que nada funcionaba y se decidió por darle un tiro en la frente. Acto seguido, intentó nuevamente sacar la segunda daga del pecho Julián, quien ya no se movía. Aún así le fue imposible obtener el arma. Al ver que no podría sacarla tan fácilmente se puso más nervioso y comenzó a correr literalmente como alma que lleva el diablo.
Mientras tanto, al escuchar el estruendo del disparo que acabó con la vida del otro maleante, uno de los encargados  de limpieza de la sinagoga en el templo judío asomó la cabeza por una ventana del segundo piso del edificio, y alcanzó a observar algo que se le figuraba como dos cuerpos tirados bajo la fría y oscura lluvia. Inmediatamente llamó a los servicios de emergencia y a la policía.
La ambulancia tardó exactamente siete minutos desde que recibiera la llamada de alerta hasta llegar a la escena del hecho. En situaciones de vida o muerte treinta segundos pueden llegar a hacer la diferencia.
Al llegar al lugar, uno de los paramédicos declaró muerto en la escena al hombre con el disparo en la frente, mientras que otra de los paramédicos examinaba el cuerpo de Julián.
-Este hombre aún tiene pulso, muy débil pero tiene pulso y sigue respirando. Hay que contactar a su familia, acá esta su cartera, busquen alguna identificación con su información de domicilio.

La paramédica era una muchacha blanca de cabellera rubia, y unos ojos color verde muy hermosos, muy joven pero con una vasta experiencia en los servicios de primera respuesta de emergencia. Era una líder nata que se atrevía a dar órdenes a sus compañeros como si tuviese mucha más experiencia de  la que en realidad tenía en este tipo de situaciones.
-Ayúdenme a ponerlo boca arriba, lentamente no queremos causar más daños a su heridas. Parece que tiene varias perforaciones hechas por objetos cortantes en su cuello.

Cuando terminaron de voltear el cuerpo para dejarlo completamente boca arriba, la joven paramédica se congeló al ver como aquella extraña y muy intimidante daga aún seguía incrustada en el pecho de Julián.
-¿Dios mío, qué es esto?-

La chica intentó remover la daga del pecho de Julián, ya que eso parecía causarle gran dolor. Era posible, pero una extraña sensación intimidante se apoderó de ella, y no la dejaba decidirse a sacar aquella daga del pecho. Además, la daga parecía estar atorada, era muy difícil poder moverla hacia arriba sin perforar aun más su pecho.
Aquella sensación era tan extraña, tanto que la chica llegó a sentir algo sobrenatural que le prohibía  tocar el arma. Pero su espíritu altruista, y el saber que si no actuaba rápidamente aquel pobre hombre podía irremediablemente morir, le dio fuerzas para tomar la daga de una vez y halarla con tanta fuerza que incluso un chorro de sangre brotó del agujero formado en el pecho de Julián.
El cuerpo de Julián tirado sobre la lluvia sólo acertó a gemir de manera inconsciente con un profundo gesto de dolor.
En el momento en que la paramédica se decidió a tocar aquella daga, fue como cuando se da la reproducción de una película en cámara  lenta. En su mente ella fue capaz de ver escenas borrosas, confusas y desordenadas de lo que le había sucedido a Julián. Fue tan extraño que incluso ella llegó a memorizar su nombre sin antes haberlo conocido, ni haberlo visto jamás en su vida.
Al final de aquella oscura e incómoda visión, la joven logró ver el rostro de un ser de aspecto demoníaco que se reía a grandes carcajadas. En ese momento ella se asustó tanto que lanzó la daga muy asustada, casi llorando, y ésta fue a caer en unos arbustos que adornaban el templo judío.
Al mismo tiempo, en su visión también logró reconocer el rostro de otro hombre, una persona que no conocía. Pero esta persona no inspiró miedo en ella, sino más bien una sensación de tranquilidad y la certeza de que estaba haciendo lo correcto al ayudar a Julián. Dicho hombre asintió con la cabeza, como aprobando el acto humanista que la joven realizaba.
Mientras tanto, otro de los paramédicos, que estaba atendiendo al maleante que había sido muerto en el acto, vio que ya no era posible hacer nada por él, se acercó a la joven paramédica y le dijo:
-Leah, al parecer su nombre es…

-Julián, se llama Julián.

-¿Ya lo conocías?

-No. No lo conozco.

-¿Cómo es posible que sepas su nombre entonces?

-No lo sé, simplemente lo sé.

-Bueno, no importa, acabo de contactar a su esposa y viene en camino.

-Está bien, Mike, vamos a subirlo a la camilla. Rápido, hay que trasladarlo al Jamaica Hospital de urgencia.

-Sí, vamos.

Continuaron realizando los arreglos necesarios para trasladar el malherido hombre hacia el centro médico más cercano. Cuando ya se encontraba todo listo para que la ambulancia saliera con rumbo al hospital Jamaica, llegó la esposa de Julián, muy preocupada y asustada por la condición de su esposo. La hicieron subir a la ambulancia con rapidez pues no había tiempo que perder, en casos como éste, salvar una vida podía depender de acciones de segundos.
Mientras iban en la ambulancia, los signos vitales de Julián eran cada vez más débiles, la respiración se estaba enlenteciendo poco a poco, su esposa no paraba de llorar y suplicar que por favor no se fuera, que su hija lo necesitaba y que no debía abandonarlas.
Ésta era una escena que Leah, la paramédica, veía mucho más frecuentemente de lo que ella misma quería, ella sabía que las posibilidades para sobrevivir eran prácticamente nulas, y aunque sabía ya el final, esta vez sentía algo especial por este caso.
Deseaba con todas sus fuerzas que no fuese lo que ella se imaginaba. Incluso hizo algo que no estaba muy acostumbrada a hacer, no por falta de corazón, sino porque ante todo era una profesional. Y aunque su trabajo era salvar vidas, no acostumbraba inmiscuirse en los casos de emergencias que atendía de una forma tan personal, prefería mantenerse al margen. Pero esta vez abrazó y lloró junto a Sonia, mientras seguía velando por la vida de aquel esposo, hijo y padre.
Al llegar al hospital, inmediatamente le asignaron a Julián un cuarto de cuidados intensivos. El pronóstico era desalentador, sólo le quedaban unas cuantas horas de vida hasta que el corazón dejara de bombear la poca sangre que aún tenía su cuerpo, ya que la había perdido casi toda.
Aunque se le administró sangre en el hospital, la herida en el corazón hacía que este órgano vital no funcionara en la manera necesaria para resistir las próximas horas. Estaba demasiado débil para bombear la sangre y hacerla circular por todo el cuerpo.
Sin embargo, pasaron los días y aunque el pronóstico nunca fue alentador, su cuerpo resistió cuatro días antes de que su corazón se rindiera. Así, al cuarto día de aquel ataque la última esperanza de vida, se desvaneció y murió.
Leah estaba en la cafetería del hospital tomándose una taza de café con leche, pensando y reflexionando sobre la extraña visión de aquella noche. Uno de los paramédicos que la había ayudado la noche en que habían acudido en ayuda de Julián se acerco a ella para decirle:
-Leah, creo que debes ir a emergencias. Finalmente sucedió lo que no querías.

-Gracias, Mike. Iré a ver en que puedo ayudar a su familia.

Leah había estado esperando que Julián se salvara, por el bien de su familia, y también para tratar de resolver aquella situación de las extrañas e inquietantes visones que había sufrido.
Corrió por los pasillos del hospital hasta llegar al cuarto donde estaba el cuerpo de Julián, siendo observado por su esposa, y su pequeña hija, destrozada y ahogada en llanto inconsolable.
Fue una tarde muy triste. Mientras tanto, la policía decía no tener un solo rastro del tipo que había cometido el doble crimen. No había pistas, ni testigos, tampoco pruebas, parecía haber desaparecido de la faz de la tierra, o peor aún, que nunca en verdad existió.
Pero ahora había que preparar el funeral, no había nada más que esperar. Leah no se separó de Sonia ni un instante durante el tiempo que se necesitó para preparar todo. Este caso en especial la había tocado mucho, ni siquiera ella comprendía por qué.
Quizá porque la muerte de Julián le había recrudecido el dolor de perder a un hermano de una forma tan trágica, le había hecho recordar cómo las autoridades nunca llegaron a esclarecer lo que ella consideraba un asesinato. Ella creía que alguien estaba detrás de la muerte de su hermano, fuera de dar consuelo a su familia. La memoria de su hermano fue manchada con cargos de violación hacia una menor de edad, algo de lo que ella estaba más que segura que su hermano era incapaz de hacer.
Tal vez era una forma de consolar su alma por el dolor sufridovarios años atrás.


 


II. Cambio de Vida

En el distrito de Manhattan, se escuchó el reloj despertador a eso de las 4:00 a.m. El día estaba apenas comenzando, los rayos del sol aún no estaban presentes en las calles de la ciudad que nunca duerme.
Sólo se alcanzaba a notar una leve claridad de color entre rojizo y naranja, como la de los amaneceres en el campo, pero muy difícil de apreciar en las grandes ciudades, ya sea por los grandes edificios que llenan de sombras las calles, o por el ajetreo diario de una ciudad que se mueve al ritmo vertiginoso del progreso.
El capitalismo y, ¿por qué no?, el consumismo de una gran urbe donde ya no queda tiempo para detenerse a ver los amaneceres, hace de esta ciudad una mezcla entre lo urbano y las añoranzas de los campos para nuestra protagonista.
Era una mañana de mediados del mes de abril, cuando la primavera se encuentra en su génesis, los fríos del crudo invierno ya no se sienten, pero tampoco ha llegado aún el calor insoportable del verano en la costa del este de Estados Unidos.
En cambio, hay unos climas muy agradables rondando los 70 °F.  Los árboles que parecían tristes y sin color, empezaban ahora a reverdecer y a mostrar una cara muy distinta a la que tenían hace apenas seis semanas. El canto de los pajaritos en los escasos árboles y zonas verdes que aún quedaban en la gran ciudad empezaba ahora a escucharse tenuemente y perderse en la ruidosa vida de los neoyorquinos.
Hay personas que aseguran que la primavera es la temporada en que el amor florece. Puede que sea verdad, tanto así que al enamorarnos de la persona equivocada podríamos terminar durmiendo eternamente en una sabana dibujada de flores verdaderas.
Ésta era una vida completamente distinta para la hermosa joven que hace apenas unas semanas había decidido dejar todo en su Grecia natal, para empezar de nuevo en Nueva York.
 Ximena Benoit, hija de un magnate de la industria tabacalera europea, un hombre muy adinerado que había logrado aumentar la fortuna familiar heredada de su padre al morir, expandiendo su imperio del tabaco por toda Europa, y exportando a Estados Unidos.
Ximena era la única hija de la familia Benoit, una joven de ojos color café avellana, con su larga cabellera negra hasta la cintura, piel blanca y una figura digna de una modelo o competidora de Miss Universo.
Había llegado a los Estados Unidos y más específicamente a Nueva York buscando un cambio de vida que la llevara a triunfar, consiguiendo fama en lo que a ella más le apasiona: las artes, y más específicamente la danza contemporánea. 
Por eso ha llegado a Nueva York, para estudiar en la prestigiosa Escuela de danza contemporánea de Martha Graham. Que, dicho sea de paso, es la única escuela de danza en el mundo que se ha mantenido activa ininterrumpidamente desde su fundación en 1926.
Toda adaptación es muy difícil en los primeros días, Ximena estaba acostumbrada a una vida mucho más tranquila, a levantarse a las 9:00 a.m. en lugar de las 4:00 a.m., a desayunar en familia, en lugar de tener que comprar un café y un bagel del carrito de la esquina en Pennsylvania Station, entre la 7ma y 8va avenida.
Cambiar la comodidad de un desayuno saludable y en familia, por tener que comer cualquier chuchería en la calle y de pie, en el peor de los casos corriendo para que el tren o el autobús no la dejara, era un cambio demasiado drástico para la bella joven.  Pero ella tenía una meta que perseguir y además una promesa que cumplir a su padre.
Cada mañana, Ximena recordaba las palabras que su padre, momentos antes de salir a buscar su propio sueño americano, le había dicho aquella tarde de finales de abril:
-Hija mía, has visto como acabamos de viajar dos horas en auto desde nuestra casa hasta Atenas. Pareciera un viaje demasiado largo, ¿verdad?  Y sí, lo fue, pero ahora te espera un viaje muchísimo más largo hasta Nueva York.

Pero, más importante aún, te espera el viaje que decidirá el resto de tu vida. Ahora estarás sola, tomarás tus propias decisiones, vivirás tu propia vida y serás tu propia protagonista. Sólo te pido que actúes con sensatez, pues lo que hagas de tu vida será lo que nos mostrará a tu madre y a mí si hemos hecho un buen trabajo contigo o hemos sido un total fracaso como padres. Hija mía, no nos decepciones confiamos en ti.

La madre de Ximena no había acertado a decir ni una sola palabra, sólo había estado llorando fuera del auto, mirando a su bebé que se marchaba. Se había abalanzado a abrazar a su linda muñequita, a ella le parecía que había sido ayer cuando la pequeña Ximena llegaba a casa después de un día de escuela, con solo seis añitos de edad y le pedía ayuda  a su madre para hacer la tarea que la maestra le asignaba cada tarde.
Esa pequeña de seis años era ahora toda una mujer, fuerte e independiente, que debía irse a buscar su propio destino. Y aunque como padres nos sea duro aceptarlo, debemos dejarlos ir a enfrentar el mundo, de lo contrario les estaremos haciendo daño al no dejarlos ver lo que en verdad es la vida.
-Madre, padre, cuídense mucho, prometo que no los defraudaré, haré todo lo que esté a mi alcance para lograr estas metas y regresare a casa cuando haya conseguido el objetivo de este viaje. Los amo.

Y así la joven había ingresado al aeropuerto internacional de Atenas, para tomar el vuelo hacia su nuevo destino, hacia su nueva forma de vivir.
Los clásicos y ruidosos taxis color amarillo de la ciudad de Nueva York, las personas corriendo como hormigas en grupos de un lado hacia otro, las luces de los semáforos que parecen por momentos las luces de los pinos navideños en la fiestas de fin de año, los grandes edificios que se asemejan a verdaderos gigantes de concreto y vidrio, se han ido volviendo poco a poco volviendo parte de la vida de Ximena.
Todas las mañanas durante las últimas cinco semanas ha sido la misma rutina que ya se está volviendo excitante para ella, la cual consiste en salir casi corriendo de su apartamento en el exclusivo edificio Herald Towers, ubicado en el 50 de la calle W34, muy cerca del popular Empire State Building.
Detenerse en uno de los carritos de comida ambulante de los que se establecen todos los días a lo largo y ancho de la ciudad, esperar por su café en un vaso desechable, un pretzel o bagel. Tomarse el tiempo para llegar a la estación de trenes de la 34 y Herald Square para un viaje de veinte minutos en el tren F, con dirección a Jamaica, Queens.
Arribar a la estación de Lexington Avenue y la calle 63 en el Upper East Side, para luego caminar durante otros cinco minutos sobre la calle 63, hasta llegar a la Escuela de Danza Contemporánea Martha Graham. Recibir las clases que la volverían una estrella famosa en el arte de la danza.
La sensación del amor en el aire en época de primavera no era ajena a la hermosa Ximena Benoit. Era la cuarta semana de clases en la escuela de danza y ya habían comenzado a cruzarse las miradas indiscretas entre ella y otro de los estudiantes de la clase, Tony.
Tony era un chico de padres italianos pero nacido en Nueva York, le apasionaban las artes y lo conjugaba muy bien con su profesión como fotógrafo independiente, vendiendo sus fotografías y trabajos a periódicos y revistas de la ciudad de Nueva York.
En este día en especial, cerca de los jardines de la escuela, estaba la muchacha nueva, y el muchacho serio de la clase. Por cosas del destino, quizá, no había mucha gente en los jardines aquella placentera tarde de primavera, y las pocas personas que estaba ahí se encontraban muy ocupados en sus asuntos como para poner atención a lo que estaba por suceder en unos instantes.
Era el momento perfecto, lo que los dos habían estado esperando, ¿pero quién daría el primer paso?, ¿era adecuado que la chica europea se decidiera a romper el hielo y acercarse al muchacho serio? O en cambio ¿ella debía esperar y tenía que ser el joven quien comenzara la conversación?
Las miradas, cada vez más nerviosas como frecuentes, hacían latir con mayor intensidad ambos corazones. La ansiedad y nerviosismo era evidente a cada momento entre ellos. Al mismo tiempo parecía que se habían puesto de acuerdo solo con la mirada para caminar cada uno la mitad del camino hasta llegar a juntarse en medio del jardín, donde estaban unas gradas que iban a dar a una estatua  y servían de bancas para charlar un rato o simplemente descansar. Y así lo hicieron.
Él se levantó del pasto donde estaba leyendo un libro de Artes Gráficas y ella se puso de pie junto a la banca donde estaba sentada, y los dos emprendieron el camino hacia su encuentro. Se encontraron en medio del jardín, comenzaron a conversar de una forma tan amigable que no parecía ser la primer vez que se trataban. Al contrario, parecía que se hubieran conocido desde hace años.
-¿Hola, cómo estás?

-¿Bien y tú?

-Pues muy bien, aquí leyendo un poco.

-¿Y qué lees? ¿Puedo acompañarte en tu lectura?

-Sí, claro, siempre disfruto leer en compañía, y más aún en tan bella compañía como la tuya.

-Gracias por tus palabras, eres muy amable.

-¿Ximena es tu nombre, verdad?

-Sí, así es, soy Ximena, o la europea ¿Así es como llaman ustedes, verdad?

-Jajaja ¿cómo lo supiste? Aunque bueno yo nunca te llamé así. Los demás compañeros sí.

-No importa, escuché algunas chicas refiriéndose a mí con ese nombre. Pero no me molesta.

- ¿Quieres tomar un café? Vamos, te invito.

-Encantada, vamos.

De inmediato comenzaron a caminar juntos y siguieron conversando durante todo el camino hasta la cafetería más cercana afuera de la escuela.
Luego de aquel primer encuentro los dos jóvenes comenzaron una linda amistad que por momentos parecía ser mucho más que eso.
Salían juntos a bailar, al cine y todo tipo de lugares tanto culturales y como de esparcimiento. Llegaban a las clases juntos y se iban juntos. En la escuela siempre se les veía andando y conversando de una manera muy cariñosa.
Los rumores de un noviazgo entre ellos comenzaron a expandirse rápidamente por los alrededores del centro educativo. Aunque ellos nunca lo aceptaron, pero tampoco nunca lo negaron. Lo cierto es que Tony fue para Ximena el amigo que todos necesitamos para hacer la transición y acostumbrarnos a un nuevo lugar, nuevas personas, nuevas costumbres, en fin, una nueva vida.
El tiempo se pasó en un suspiro. Ya seis meses transcurrieron desde que Ximena Benoit y Tony se conocieron y entablaron este tipo de relación amor-hermandad. Se encontraban una noche en un bar de la ciudad, que solían frecuentar los fines de semana, después de acabada la jornada de estudio en la escuela de danza.
Estaban bailando, pero más que eso, estaban deleitando a todos los presentes con una especie de pequeñas demostraciones coreográficas. Ya que eran pareja de baile en su escuela, se tomaban las noches de fiesta para poner en práctica un poco más sus habilidades en la danza.
Los movimientos de la pareja eran de una sincronía tan majestuosa, que hasta se formaban círculos alrededor de ellos sólo para verlos en sus actuaciones artísticas. La gente dejaba de bailar para verlos a ellos en sus hermosas coreografías.
Aquella noche en particular, entre los presente a la discoteca se encontraba una persona bastante extraña. Sentado en un rincón del lugar, tomando algunos tragos con el administrador del negocio, estaba un tal James. Era conocido por frecuentar el bar y causar algunos problemas cuando se pasaba de copas. A pesar de eso, era muy amigo del dueño del club, por eso nunca se le negaba la entrada a dicho lugar. James se acercó a ver por qué tanto alboroto en el medio de la pista.
Ahí observo a la bella Ximena realizar aquéllos movimientos tan sensuales, con su cuerpo que se movía de una manera cadenciosa, tan armoniosa, que en su enferma mente lo llamaban a despertar los más bajos instintos sexuales que un hombre pueda imaginar con una diosa de tan deslumbrante belleza.
Inmediatamente se propuso a sí mismo que aquella mujer tenía que ser suya a como diera lugar. Aparte de porque cualquier hombre quisiera tener una mujer como ella, había algo más. Había un cierto parecido con alguien que muchos años atrás había sido muy importante en la vida de aquel hombre tan extraño.
Terminó la rutina de baile de la pareja, Ximena se separó un momento de Tony para ir a buscar algo para calmar la sed ocasionada por el ajetreo del baile. Cuando llego a la barra, pidió un vaso de agua, y a su espalda escuchó una voz que decía
-¿Agua? Es lo único que una belleza como tú pide, no eres nada exigente para complacer ¿Por qué no te tomas un trago conmigo? Pide lo que quieras linda.

La muchacha trató de ignorar a aquel hombre pues no lo conocía, aparte hablaba y se comportaba de una manera muy extraña. En su mente pensó que a lo mejor el tipo estaba drogado o borracho. Cuando ella recibió el vaso con agua de parte del bar tender intentó escaparse de la vista de aquel tipo, pero éste se le interpuso en el camino, no dejándola avanzar.
-Permiso, señor.

-Sólo si me dices tu nombre.

Ximena lo miró a los ojos y después de una pausa accedió a decirle su nombre, pues de lo contrario aquel hombre no la dejaría continuar su camino.
-Ximena, me llamo Ximena, ahora déjeme pasar, mi acompañante me espera es hora de marcharnos.
-Adiós, Ximena, nos vemos luego.

Había algo en la personalidad de aquel extraño hombre que comenzaba a desconcertar a la joven Ximena, era raro pero ella sentía una enigmática atracción hacia ese tipo. Saber quién era se estaba convirtiendo en una inquietud molesta para ella.
James se hizo a un lado para darle espacio para caminar, sonriéndole.
Ella sólo siguió caminando hasta llegar donde estaba Tony. Le pidió que se fueran del sitio aduciendo cansancio, ya era muy tarde. Mientras Tony conducía su auto por las calles iluminadas de los suburbios, notó cómo Ximena estaba mucho más callada que de costumbre.
No quiso preguntar nada, pues imaginó que sería el sueño y el cansancio lo que estaban retrayendo a la agotada chica. Aunque, en realidad,  había otra cosa aparte del cansancio lo que mantenía a Ximena en aquel letargo.
Estaba recordando, una y otra vez, la cara amable pero llena de misterio del tipo del bar. No podía sacarse de la cabeza aquella sonrisa, parecía que la había cautivado. Eso comenzó a preocuparla pues no se veía que ese tipo fuese muy buena persona.
Llegaron al edificio donde vivía Ximena y se despidieron muy cariñosamente.
-Bueno, Ximena, llegamos, Cuídate mucho, que descanses. Te llamo mañana para que nos veamos por la mañana para almorzar algo juntos ¿te parece, linda?

-Sí, claro, sólo que llámame lo más tarde posible, pues no creo poder levantarme tan temprano mañana, estoy muerta. Adiós, Tony. Cuídate mucho.


 


III. Perdido

En aquel preciso instante en que la daga atravesó el corazón de Julián, un rayo impactó una torre donde se encontraba la antena de transmisión de una radio local. El estruendo del rayo al impactar la torre hizo que Julián se pusiera en pie, como si hubiera estado plácidamente dormido y el trueno lo hubiera despertado.
Pero sin ningún tipo de dolor, a pesar de la herida tan profunda que acababa de sufrir, solo sintió un punzón muy agudo en su pecho, similar a cuando visitas a tu medico y él te aplica una inyección de rutina.
Igualmente, se sorprendió al imaginar que aquellos sucesos habían sido nada más un sueño, o al menos eso pensó. Pero su desconcierto fue mayor al verse a sí mismo junto a su atacante, que aún lo tenía sujetado y infringiendo letales heridas a su cuerpo. Pero él no sentía ni el más mínimo pinchazo.
Cuando se paró frente a su ataque, quedó completamente confundido al ver cómo estaba presenciando su propia muerte, siendo  atacado como si estuviera frente a un espejo. Se asustó tanto al ver cómo estaba siendo testigo de su propia ejecución que trató de salir de su asombro y se dirigió a hacia su agresor.
Pero al llegar hasta él y no le fue posible sujetarlo por el brazo, pues lo atravesó como si se tratase de sujetar un chorro de agua que cae y apretarlo con sus manos. Era como querer sujetar a un fantasma.
Pero era exactamente al revés, él era el fantasma, su cuerpo estaba siendo destrozado por las heridas de una daga de oro, pero su espíritu había abandonado el cuerpo y ahora estaba ahí frente a su agresor, sin poder defenderse. Intentó gritar y aunque lo logró, nadie parecía escucharle.
Se paró en medio de la calle  y observó cómo el hombre que lo había asesinado sacaba un arma de su chaqueta y con una sonrisa socarrona le apuntaba a su cómplice en la frente, y le decía
-Siempre supe que eras un marica, bueno para nada.

Y le pegó un tiro en la frente. Luego de eso, se dispuso a correr por un callejón oscuro. De pronto, no se le vio ni un rastro, sólo dejó un río de sangre de los dos cuerpos yacidos en la acera, una daga incrustada en el pecho de uno de los hombres y una bala en medio de la frente del otro.
Cuando el encargado de la limpieza del templo judío, que había escuchado el disparo, salió a ver lo que sucedía, Julián intento hablar con él pidiéndole ayuda.
-¡Ayúdame! No sé qué me pasa…

Estoy herido pero no estoy acá, mírame, ése es mi cuerpo, pero yo estoy acá.

Pero el hombre no podía escucharlo, no había nadie frente a él, aunque Julián estuviese justo ahí. Luego, el desesperado Julián intentó  agarrarlo por el cuello en un último intento por llamar su atención, pero lo único que consiguió fue atravesar su cuerpo por completo e irse de bruces hacia el piso.
Mientras el trabajador sacaba su teléfono celular para llamar a una ambulancia o a los servicios médicos de emergencias.
Julián se quedó de rodillas observando las palmas de sus manos en la mojada calle y comenzó a llorar desconsoladamente. No sabía qué era lo que estaba sucediendo, veía sangre, veía su cuerpo tirado sobre la acera, pero no sentía dolor, no estaba muerto aunque lo que evidenciaban sus ojos decía lo contrario.
En ese instante escuchó las sirenas de una ambulancia que se aproximaba e intentó ir a su encuentro para llamar su atención por si ellos sí podían verlo y brindarle ayuda. Pero el conductor de la ambulancia no lo vio, más bien lo atravesó por completo como atravesando el aire. Observó cómo los paramédicos bajaban las camillas, mientras que uno de ellos le decía al camillero que era innecesario bajar las dos unidades ya que una de las victimas estaba ya muerta, había mejor que esperar a que las autoridades forenses llegaran a recoger el cadáver.
Se asustó mucho pues creyó que se hablaba de él. Hasta que escuchó a la paramédica a la que sus compañeros llamaban Leah decir que él aún tenía pulso, y que debían ayudarlo pronto, antes de que fuese demasiado tarde. En ese momento todo parecía tener sentido, su mente en un intento de dar explicación lógica a lo que estaba sucediendo le decía que estaba en una especia de trance, que debido a las heridas estaba como en una especie de subconsciencia, y que todo estaría mucho mejor una vez que llegasen hasta el hospital para recibir los cuidados de emergencia.
Sin embargo, observó también como la desesperada Leah parecía tener poca esperanza en él, y eso le despertaba una sensación de impotencia, ya que no podía decirle que él se sentía bien, que no había dolor y que lo llevasen sin demora al hospital para que pudiera recuperarse pronto.
Julián se disponía a subir a la ambulancia para ir al hospital junto a su cuerpo, junto a los paramédicos que no se percataban de que él estaba ahí. Pero fue entonces que escuchó una voz muy fuerte y de tono grave que parecía venir de la oscura altura del cielo y dirigida especialmente hacia él que le decía:
-¡Espera! ¿A dónde vas?

Julián observó hacia su derecha, luego a la izquierda, pero no había nadie. Observó a los paramédicos para ver si alguno de ellos finalmente le había distinguido, pero no, ellos estaban concentrados en ayudar al herido, no se habían dado cuenta del espíritu que estaba todo el tiempo frente a ellos. Entonces miró hacia el cielo y observó cómo una pequeña luz brillante destellaba de forma que parecía hablarle.
-No subas a esa ambulancia, ya no hay nada que los médicos y la medicina puedan hacer por tu cuerpo. Tu cuerpo ha caducado, pero tu alma sigue vigente, y tengo las respuestas que necesitas, siempre las tuve.

Dijo aquella luz con voz fuerte, pero que sólo era perceptible por el buen Julián.
-¿Quién eres? ¿Puedes oírme? ¿Viste todo lo que pasó aquí? ¿Por qué me hablas a mí, por qué no me ayudaste?

-Toda tu vida quisiste negarme, Julián, pero siempre estuve a tu lado, sabes quién soy. Sólo que no me querías aceptar a tu lado. Sígueme.

Dijo la luz, mientras se dirigía por el mismo callejón oscuro por donde había huido su ejecutor.
-Pero por ahí se fue el asesin…-

-No temas, con mi luz nadie te podrá llevar a la oscuridad, sígueme y las dudas que ahora pesan sobre ti  serán livianas. Siempre quisiste saber la verdad, ¿no? Pues sigue hasta encontrar la verdad…

Julián comenzó a caminar tras aquella pequeña luz, la siguió y mientras más avanzaba sentía como sus ansías iban desapareciendo, se tranquilizaba a cada paso. Y a la misma vez su mente se acomodaba a una nueva realidad. Llegó a un punto donde cada paso lo llenaba de seguridad, tranquilidad, como si se tratase de un niño que comienza a dar sus primeros pasos de la mano de su padre. Al principio el bebé no se atreve a mover las piernas, por temor a la caída.
Pero, poco a poco, el niño siente la seguridad de que su padre no lo soltará jamás y siempre lo sujetará en la caída. Paso a paso, olvidó todo lo que sabía hasta ese momento. Al haber avanzado unas pocas calles su mente quedó completamente en blanco. Ya no sabía su nombre, quién era, de dónde había salido o lo que le había ocurrido. No recordaba trabajos, actividades ni familiares.
A la misma vez, la luz que había sido del tamaño de una luciérnaga pequeña comenzó a agrandar tanto su tamaño como la intensidad de su luz. Así también comenzó a elevarse aún más y a irradiar una calidez abrazadora y confortable. Al final, la pequeña luz se posó en lo más alto de los cielos, convirtiéndose en un sol. Así Julián atravesó aquel camino de oscura lluvia de la mano de la luz que lo guió hasta el claro y despejado día siguiente.
Ese nuevo día, nuestro amigo Julián caminó durante varias horas por lugares de la ciudad, viendo gente y su modo de actuar. Pero a él nadie lo veía, no se daban cuenta que los observa. Se lo pasó tratando de recordad algo. Necesitaba saber qué hacía ahí o si eso era un sueño, aunque más bien parecía una pesadilla, estar rodeado de tanta gente, poder verlos y que no te escuchen es algo que no se le desea a nadie, es la soledad entre la multitud.
Un pequeño niño rondando los seis años de edad estaba pateando un balón de futbol contra una pared, mientras su madre realizaba algunas compras. El chico lanzó el balón hacia Julián, diciéndole:
-¡Patéala!
Le sonrió el chico a Julián, y él se quedó parado al ver cómo el niño parecía poder verlo. No hizo el más mínimo esfuerzo por detener el balón. Entonces el niño corrió tras la pelota, cuando la hubo atrapado se dirigió nuevamente a Julián y le dijo:
-¡Tú no sabes jugar al futbol!, eres un chico muy extraño.

-¿Extraño?¿yo?, si tú lo dices, niño, todo esto es extraño.

Julián creyó estar nuevamente visible a los demás e intentó hablar con la madre del pequeño:
-Oye, tu hijo es muy simpático ¿Cuántos años tiene?

Dijo mientras sonreía, pero ella no se inmutó, pues no lo escuchaba ni lo veía. En cambio, la mujer tomó a su hijo por el brazo y comenzó a caminar, saliendo de la tienda con rumbo a su hogar.
-Adiós.

Dijo el niño moviendo su mano y sonriendo hacia Julián.
-A...di...ós-

Contestó Julián más confundido y desconcertado que antes ¿Cómo era posible que  aquel pequeño lo hubiera visto y hasta conversado con él, y la madre ni se hubiera dado cuenta que él estaba jugando con su hijo?
Siguió caminando sin ningún rumbo fijo. De todas maneras no tenía ni un lugar donde llegar, ni nadie que lo esperase, simplemente caminó y caminó hasta llegar un taller de reparación de llantas en el pueblo vecino, en Inwood. Ahí se sentó un rato bajo la sombra de un frondoso árbol que estaba justo en la parada del bus local Q114, que conduce al barrio de Jamaica en Queens.
Se sentó ahí en la parada del autobús, vio cómo la gente llegaba, esperaba su autobús y cuando este aparecía, abordaban, pagaban su pasaje y se iban. Pasó ahí sentado un largo rato, hasta que vio a un hombre que rondaba ya los tardíos veinte años de edad, con un aspecto que de alguna manera le pareció familiar, pues estaban vestidos los dos de manera muy similar. Cabello largo, chaquetas de cuero, pantalones jeans. Pero no le dio más importancia ya que sabía que aquel hombre tampoco lo vería.
De pie al otro costado de Julián, se encontraba una atractiva jovencita que también se dirigía a esperar en autobús.
Tampoco la observó mucho ya que de nada servía que intentara hablarle, no podría verlo y mucho menos escucharlo. Solo escuchó que el joven se acercaba diciendo.
-Hola, disculpa que me haya tardado tanto, pero tuve un contratiempo por culpa de la oscuridad.

Julián no hizo caso a las palabras, pues él estaba convencido que el hombre estaba hablando con la bonita muchacha. Debía ser su novia y habrían quedado en verse esa tarde. Simplemente siguió observando hacia el frente.
-Soy Eric, y estoy aquí para guiarte.

Eso ya le parecía una conversación un poco rara, ya que esas palabras no eran algo que tú le dirías a tu novia, y mucho menos te presentarías a ella como si fuese la primer vez que se encuentran. Entonces observó a la muchacha y vio cómo ésta tenía sus audífonos puestos con la música tan alta que era imposible que escuchara lo que el novio le decía. Es más, ella ni siquiera se había percatado de que él estaba justo al lado de ella.
Entonces Julián giró su cuello hacia el otro costado y vio a aquel hombre extendiéndole su mano derecha, para darle un apretón. Julián se quedó sorprendido al notar cómo el hombre le sonreía y le ofrecía un apretón de manos.
-Pe…

Pero, ¿cómo es posible? ¿Tú puedes verme?Digo, disculpa, es que  es muy raro. Eres la primera persona con la que logro entablar conversación en el día. Me llamo Julián.

Dijo Julián mientras extendía su mano para aceptar el saludo de Eric.
-No te preocupes, Julián, sé quién eres, lo que te pasa, y entiendo cómo te sientes, yo pasé por lo mismo que tú pasas ahora, es por eso que fui enviado acá, para guiarte a encontrar tu verdadero camino.

-¿Mi camino? Ni siquiera sé donde estoy parado como para encontrar caminos.

-Jajá, no te preocupes, todo tomará sentido conforme pase el tiempo. Ahora debes seguirme, es necesario que presencies algo.

-¿Algo? ¿Qué cosa es eso?

-Un funeral…tu funeral.

-¿Mi funeral? ¿Entonces sí estoy muerto? ¿Si es así, por qué sigo en la Tierra?  No puedo estar muerto si aún continúo aquí y conservo mi cuerpo.

-Preguntas mucho, sólo sígueme.

Los dos espíritus se dirigieron camino hacia el cementerio del pueblo de Inwood, el cementerio de la iglesia Santa María Estrella del Mar, que se encontraba a pocas calles de donde ellos  dos se habían encontrado. Julián comenzó a pensar que de alguna manera no había estado dando vueltas sin sentido todo el día, sino más bien estaba siendo llevado hasta el cementerio, ya que de otra forma no había explicación para que él estuviera tan cerca del campo santo si estaba caminando sin rumbo.
Mientras caminaban Eric comenzó a decir:
-Sabes, tú y yo tenemos mucho en común. Eso lo supe desde el primer momento, por eso pedí ser tu guía. Sé lo que piensas ahora, y se cómo te sientes. Poco a poco irás conociéndome más y te darás cuenta de lo que digo. Pero he de advertirte algo antes de llegar al funeral, y es que veras muchas lagrimas y mucho dolor, pero no sentirás remordimiento ni pena, estarás tranquilo, aunque no reconocerás a nadie. Todos los ahí presentes son personas que te aman y te ayudaron mucho. Pero por tu bien y el de ellos te está prohibido preguntar quién es quién ¿Entendiste?

Julián se limitó a asentir con la cabeza y continuó caminando callado, mientras los autos pasaban a través de ellos sin ni siquiera sentir un pequeño toque. Llegaron al cementerio, entraron y se sentaron en una de las tumbas a esperar que la caravana de gente entrase por el portal del mismo.
Unos pocos minutos después se vio ingresar dicha caravana,  venía precedida por un carro fúnebre color negro y un número significativo de gente a los costados y atrás de dicho carro. Cualquiera que viese esa manifestación ciertamente pensaría que esa persona debía haber tenido muchos amigos y familiares que ahora lo acompañaban hasta su última morada. Todos lloraban, y los que no, se contenían a duras penas para no romperse en aquella triste procesión.
Pero había en especial una mujer que pareció extremadamente tocada por el dolor. Su rostro y sus lágrimas eran desgarradoras, ponían triste hasta al más duro corazón de piedra. La mujer estaba acompañada de varias otras personas tratando de consolarla, entre ellas estaba una muchacha muy joven. Julián reconoció a la joven al instante y le dijo a Eric:
-Dijiste que no reconocería a nadie, pero a esa muchacha la conozco, a la que va junto al grupo abrazando a la desconsolada mujer.

Eric preguntó quién era la chica, aunque él ya lo sabía. Solamente estaba poniendo a prueba qué tanto era lo que Julián recordaba sobre ella.
-Ella fue quien me atendió cuando tuve aquella mortal herida en el corazón. Esto es muy raro, esa mujer que llora desconsolada, debió ser alguien especial en mi vida, pero no logro recordarla. Sin embargo, sí recuerdo a una enfermera. Dime qué clase de pesadilla es esta ¿Despertare algún día?







IV. El Rey de Alphabet City

Brooklyn, N.Y.,  1985.
Un hombre blanco, de apariencia más bien irlandesa, con el pelo largo, rubio y un tanto descuidado, una barba muy poblada, cejas gruesas y ojos color café, vistiendo una chaqueta de mezclilla color azul pero desteñida ingresó a una Deli Grocery Store o como se les conoce en español a las tiendas de comestibles en Nueva York y gran parte de los Estados Unidos, una bodega.
-Hey, Mohamed, dame una cajetilla de Newports. Te la pagaré por la tarde.
-Vamos, James. Ya me debes dos, esta será la tercera, no puedo seguir financiando tus vicios. Lo apuntaré a la lista, que por cierto ya va creciendo.
-¡Ya no te preocupes árabe de mierda! Yo te pagaré todo, no tienes que llevarme en tu puta lista. Sabes que el Rey de la Marihuana nunca deja deudas sin pagar, sólo dame tiempo, algunos clientes se han atrasado.
-Sí, sí, sí como sea. Toma tus cigarrillos, Rey. Espero que me pagues de verdad algún día.
-Hey, no te hagas el loco, Mohamed. Dame los cerillos.
James Yankowitz, hijo de un oficial de alto rango de las fuerzas armadas de los Estados Unidos y una profesora de educación pre-escolar o kindergarten.  Su padre era un hombre recio de carácter muy fuerte. Como todo militar, su descendencia ruso-polaca le daba un aspecto bravucón, pero era justo y buena persona. Su madre, la señora Yankowitz era la nieta del señor Walsh, un inmigrante irlandés que había llegado al estado de Texas para comprar y cultivar las tierras. Había logrado un relativo éxito con sus negocios locales, distribuía sus productos agrícolas y comestibles a los comercios de la zona. Desde entonces todas las generaciones de los Walsh, se dedicaban a los trabajos agrícolas y negocios familiares.
Sólo la señorita Alannah Walsh era la única que había buscado algo diferente para su vida, terminar una carrera universitaria y salir de aquel pueblecito que, aunque amaba mucho, le quedaba pequeño a sus ansias de conocer nuevas formas de vivir. No quería sufrir el mismo destino que su madre. Casarse muy joven y llenarse de hijos para vivir esclavizada en las tareas de la casa no era algo que a ella le llenara como expectativa de vida, Fue así que había decidido mudarse a la ciudad de Houston para poder ingresar a la universidad y cumplir sus metas académicas y profesionales.
Ahí había conocido a Paul Yankowitz, un jovencito que al igual que ella acababa de terminar su bachillerato en su pequeño pueblecito y buscaba una mejor forma de vivir. Quería hacer carrera en los servicios militares de los Estados Unidos y proteger a su país. Fue por eso que había decidido también mudarse a Houston para ingresar en el Batallón de Reclutamiento del U.S Army en Houston, Texas.
Una noche, los muchachos del Houston Community Collage decidieron hacer la típica fiesta de ingreso al año escolar para presentarse entre ellos como los nuevos compañeros de estudios que serian por lo próximos cuatro o seis años. Paul había sido invitado por uno de sus ex compañeros de bachillerato que estaba en la misma clase que Alannah.
Así sucedió en aquella fiesta a la que los dos jóvenes fueron invitados, como si se tratase de un cursi cuento de amor. El escenario era perfecto, la típica fiesta de adolecentes, bebidas, música, y otros mejunjes.
El joven que entra a la fiesta acompañado de su único amigo en la ciudad, la señorita tímida que no tiene a nadie más que a las dos muchachas que conoció durante la primer semana de estudios. El palpitar de dos corazones que parecen sincronizarse a la hora de cruzar la primer mirada en toda su historia, esas miradas fueron las cómplices silenciosas de un amor que duraría para siempre.
El joven Paul se acercó a Alannah ofreciéndole un trago, le dijo un nervioso –Hola-  Ella lo miró fijamente como encantada y sólo atinó a pronunciar con voz muy baja una respuesta bisilábica que más bien era una repetición de lo que Paul había dicho –Hola - Al instante las dos amigas de Alannah se dieron cuenta de lo que estaba sucediendo y se alejaron dejando a los dos jóvenes solos, solos para que dentro de esa multitud de personas que eran desconocidas, pero que serían su compañía por los próximos cuatro años, descubrieran que tenían muchas cosas en común, más de lo que se hubieran imaginado.
Así fue como surgió el amor entre Alannah Walsh y Paul Yankowitz. Ella, después de mucho empeño, logró terminar sus estudios para llegar a ser maestra de kínder. Su familia estaba muy orgullosa después de todo era la primera Walsh con un título universitario profesional bajo el brazo.
Paul, por su parte terminó con éxito el curso de admisión y todos los entrenamientos para convertirse en oficial de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos. Ahora era tiempo de pensar en ellos y en formar un hogar. Se casaron y pronto adquirieron una casa financiada por un banco local.
Eran la típica familia americana buscando o más bien consiguiendo, su propio sueño americano: un buen trabajo, vasa, estabilidad emocional. Pero faltaba algo para lograr la foto familiar perfecta. Un bebé. Un hijo. El heredero de la familia Yankowitz.
Una tarde del mes de marzo, nació James Paul Yankowitz Walsh. Hijo de Paul y Alannah Walsh, una joven pareja de Houston, Texas, que con la llegada del bebe a sus vidas conseguieron lo que ellos consideraban la felicidad completa.
De niño, James mostraba una especial hiperactividad que parecía no tener fin. En ocasiones su padre llegaba a desear que su hijo fuera como un juguete de baterías para poder desconectarlo un rato y así poder descansar de sus travesuras, no diarias sino horarias.
Durante su época en el bachillerato, ese espíritu rebelde se agrandó aún más. Siempre estaba metido en pleitos y en problemas con los muchachos aun más grandes que él.
La señora Alannah fue llamada varias veces a la dirección del bachillerato por los problemas de conducta de su hijo. A pesar de todo eso logró terminar sus estudios de bachillerato y se graduó aunque ya para esa época su carrera criminal y drogadicción habían ya avanzado. Estaba prácticamente incontrolable, teniendo que ir a prisiones juveniles por delitos menores en varias ocasiones.
A veces no se logra entender como jóvenes que provienen de familias tan buenas terminan en los caminos equivocados tomando las decisiones erróneas que destruyen su vida. Y no es por falta de consejo o falta de guía de los padres, sucede porque ellos creen saber más de lo que en verdad saben acerca de la vida.
A los veinticinco años de edad decidió marcharse de Texas con rumbo al estado de Nueva York, donde empezaría una nueva vida o más bien agrandaría  aún más su repertorio de problemas, crímenes y adicciones.
Cuando llegó al estado de Nueva York en 1985, comenzó a juntarse con vagabundos que vivían en las calles de los suburbios de Brooklyn. Fue así como al poco tiempo comenzó a necesitar dinero, y la única forma de poder conseguirlo fácilmente y rápido, era meterse al mundo de la venta de drogas.
Empezó revendiendo para otros traficantes pero poco a poco fue obteniendo los conocimientos necesarios para comenzar él mismo su propia red de distribución de marihuana en la localidad del East Village, con el apadrinamiento de uno de los hombres más temidos y a la vez odiados de la industria de la marihuana.  Hasta la misma competencia prefería no meterse con él, lo respetaban a él y a sus clientes, igual que a su territorio de ventas.
Se volvió un hombre despiadado. Comenzó con las drogas y luego siguió con los asesinatos por encargo, hasta llegar a las extorsiones a los comerciantes de la zona, para según él, dejarles trabajar en paz y brindarles “protección”. Su éxito en el mundo de la Marihuana fue tan grande que comenzaron a llamarlo por el nombre de El Rey de la Marihuana de Alphabet City, pues las calles del vecindario que era su territorio de acción  están nombradas en orden alfabético desde la A hasta la D.
Muchas veces tubo que exterminar a algunos de sus vendedores que no le generaban las ganancias deseadas por la mercancía vendida. Tampoco se le encogía el corazón al momento de matar a personas que quisieran hacerle competencia en su territorio y con sus clientes.
Conforme su éxito en los negocios ilícitos se consolidaba, sus excentricidades también surgían. Se vestía  con colores muy llamativos, ropa costosa, se daba buenos lujos con lo que conseguía de sus negocios sucios.
Fue entonces que conoció a Leila Leblanc, una mujer de orígenes haitianos e irlandeses, muy hermosa, de piel trigueña, cabellos rizados y una cautivadora mirada de ojos color celeste cielo. Literalmente, era capaz de encantar a cualquier desdichado mortal, pero no únicamente por su belleza, sino también por el tipo de trabajo que hacía.
Era una especie de madame que conseguía chicas para prostituirlas en clubes locales, aparte de ser practicante de la magia negra, santería, y oscurantismo como mayor medo de vida.
Fue una noche como cualquier otra en la discoteca ABC’s de la Calle Este 7 y la Avenida B del East Village. Tragos, música en vivo, chicas y chicos borrachos. Para James y Leila era otra jornada de trabajo como tantas otras.
Él debía proveer la marihuana a los deseosos clientes y  Leila debía cerciorarse de que todas sus chicas estuvieran complaciendo a los clientes lujuriosa. Dos personas realizando sus negocios, nada del otro mundo según ellos. Hasta que en un acto de torpeza James tropezó con la bella Leila, que se encontraba dando indicaciones a una de sus chicas.
-¿Pero qué haces, idiota? ¿No ves por dónde caminas?- dijo muy enojada la mujer mientras se limpiaba los restos de cerveza que aquel tipo torpe le había echado encima al tropezar.
-Lo siento, disculpa, no te vi.

-Sí, eso ya lo sé.

-Toma, usa mi pañuelo.

-Gracias - dijo la joven tomando el trapo con una cara y un tono mal humorado. James le dio el un pañuelo rojo a la joven e inmediatamente se alejó de su lado para irse hasta la otra punta del bar, en su mente había algo que lo perturbaba. Había tenido una sensación que nunca antes había experimentado, ni él mismo sabía explicarlo, pero aquel encuentro había sido algo especial.
Pensó muchas veces en regresar a platicar con la bellísima mujer que lo había cautivado. Se sintió como un idiota después de lo que había sucedido, ninguna mujer nunca lo había intimidado tanto como lo logró hacer la hermosa Leila. Pero eso no fue necesario pues más o menos a los quince minutos de aquel accidente, por  caprichos del destino, fue Leila quien se acercó a la mesa de James.
Él volvió sentir los nervios del primer encuentro y se puso rojo de la vergüenza al ver de nuevo a la muchacha parada justo frente a él.
-Hola, disculpa por lo que dije.

-No a… al  contrario. Discúlpame tú a mí por arruinar tu vestido.

-¿Puedo sentarme contigo, o esperas a alguien?

-Sí. Digo no. Digo, sí, te puedes sentar, no espero a nadie.

-Me llamo Leila, ¿cómo te llamas tú?

-Yo me llamo…James.

-Y dime James, ¿por qué en tu pañuelo está bordado el nombre “Rey”?, creí que te llamabas así.

-Jajaja no, en verdad ese es mi sobrenombre, pues así me llaman mis seguidores. Soy el Rey de la Marihuana en Alphabet City.

-Así que tú eres el tan afamado Rey, ¿no?, Qué pequeño es el mundo, ahora veo que tienen razón cuando dicen que el mundo es un pañuelo.

Y así la conversación se extendió tanto, que la noción del tiempo desapareció por completo para aquellos dos comerciantes de muerte e ilusiones, por una vez los negocios dejaron de importar para ellos.
Se dieron cuenta que sus vidas estaban más conectadas de lo que hubieran jamás imaginado, al descubrir que tenían tanto en común. Esa noche no hubo ventas, no hubo supervisión para las prostitutas, esa noche sólo importaban ellos dos.
Así fue que tuvieron que salir del club pues éste estaba a punto de cerrar sus puertas. Eran ya casi las cuatro de la madrugada, James invitó a Leila a ir a su apartamento y ahí… pues bueno todo fue un verdadero remolino, besos por aquí, besos por allá, la pasión desbordada, las cervezas y las drogas hicieron de aquel encuentro algo más que una simple aventura sexual, todo fue como una mezcla de ingredientes para lograr la receta la pasión perfecta.
A las pocas horas de haber estado entregados en una pasión desenfrenada, Leila fue la primera en despertar. Al igual que James, sentía que aquel encuentro no había sido sólo algo fortuito. Es como cuando te pasas toda la vida deseando encontrar a tu otra mitad, y cuando finalmente lo haces, te preguntas y ¿ahora qué?
Lo habías deseado tanto y finalmente está ahí, pero te asusta no ser lo demasiado bueno para esa persona. Pero las cosas se dieron muy plácidamente, pues estos dos estaban hechos tal para cual. Permanecieron juntos desde aquel momento.
Juntos expandieron aún más su reino de drogas, prostitución, extorciones y cosas turbias. Pero sucedió algo, la vida de lujos y extravagancias que comenzaron a tener de la noche a la mañana levantaría muchas sospechas en la policía y autoridades locales. Así que necesitaban una fachada para tapar sus delitos y hacerse pasar por personas que ganaban su dinero de forma honrada.
Y así como suele suceder en la gran mayoría de casos, la excusa perfecta para enriquecerse ilegalmente y no ser objeto de sospecha lamentablemente fue la religión, y la necesidad de  la gente de tener algo a lo que aferrarse, la falsa esperanza  de tener un guía en quien creer…
Comenzaron juntos a reclutar seguidores dentro de los círculos menos favorecidos de la sociedad, vagabundos, borrachos, prostitutas, enfermos mentales, todo lo que el  sistema capitalista iba dejando atrás en la vorágine del progreso, era bueno para su causa.
Fundaron así la Iglesia del 616, que según su propia explicación provenía de un juego numérico al afirmar que las 12 tribus de Israel estaban divididas en dos por un solo dios, quedando la ecuación así: seis Tribus de un lado, un Dios en el medio, y las otras seis tribus al otro lado, dando como símbolo de la iglesia el 616.
Dirigida por el líder espiritual James Yankowitz, y su esposa la líder Leila de Yankowitz. Al principio comenzaron fingiendo un mensaje de amor, organizaban actividades para los desamparados y les daban alimentación, ropa y vivienda, pero poco a poco esta obras fueron cambiando.
Luego de establecer su fachada de organización buena y sin fines de lucro, comenzaron a forzar a sus seguidores a hacer los trabajos de la venta de droga por ellos, a prostituir a las mujeres y niñas que llegaban su iglesia en busca de apoyo.
Su popularidad por las obras de caridad y ayuda al prójimo que realizaban pronto se expandió por toda la zona.
Su plan iba de maravilla. Obtenían todo el dinero que querían por medio de la venta de sus drogas y la prostitución. La fachada de la iglesia era perfecta para mover grandes cantidades de dinero obtenido de sus sucios negocios. Compraron varios terrenos y construyeron hogares para ancianos y desamparados, para lavar sus ganancias.
Las propiedades siempre fueron compradas a título personal. No a nombre de ninguna organización caritativa, como suele suceder en estos casos. Llegaron a codearse con importantes líderes políticos de la comunidad. Algunos de ellos incluso se convirtieron en sus clientes, participando en compras de drogas y sirviéndose de las empleadas del sexo que tenían a su disposición.
Los Yankowitz sin duda gozaban de un gran poder en la zona de Brooklyn. Los sargentos de los cuarteles de policía locales daban órdenes específicas a sus elementos destacados en esa zona para no molestar ninguna de las propiedades de James. Tampoco debían detener o revisar a ninguno de los “miembros de su congregación” o hacer algún tipo de pregunta.




V. Sin Tiempo ni Lugar


-¿Día? Es curioso que menciones la palabra día, pues aquí donde estamos el tiempo no pasa, ni se detiene, simplemente no existe - dijo Eric a Julián mientras seguían observando el funeral en el cementerio de la ciudad.

-¿A qué te refieres? Anoche estaba mal herido desangrándome, y ahora estoy acá como si nada presenciando mi entierro.

-Voy  explicarte algo, así que siéntate.

Julián se acerco donde estaba Eric sentado y se sentó junto a él poniendo mucha atención a lo que Eric tenía para contarle.
-Dices que moriste anoche, pero en verdad han pasado ya siete días desde que sucedió aquel ataque. Tú has tenido la sensación equivoca de que sólo han pasado un par de horas, y es cierto, es más sólo han pasado un par de minutos. Estamos en un mundo alternativo, este lugar no es la Tierra como tú la conociste, y aquí el tiempo no pasa con la misma velocidad que sí lo hace para los mortales.

-¿Mortales? Entonces ¿si estoy muerto?- contestó inquieto Julián.

-Sí. Y no. Tu cuerpo ha muerto, tu espíritu sigue acá. Cada espíritu, o para que lo termines de comprender más claramente, cada hombre y mujer sobre la Tierra nace con un conjunto de misiones que le han sido asignadas para cumplir a lo largo del tiempo en que se le concederá el cuerpo humano.

Dichas misiones pueden variar de espíritu a espíritu, puede ser cosas tan sencillas como criar hijos, plantar árboles o simplemente escribir un libro. O tal vez sea algo aún más difícil de completar como guiar a una nación, salvar vidas por medio de la ciencia y medicina, crear nuevas tecnologías  o descubrir nuevos planetas.

El ser supremo, ese del que tú siempre has renegado, tratando de ignorar su existencia, nos ha mandado a todos a formar parte de las cosas buenas y malas del mundo. La decisión de qué camino tomar siempre es nuestra pero nadie está exento de cumplir las misiones encomendadas por él.

-¿Entonces mis supuestas misiones en la tierra han terminado?- preguntó Julián.

-Así como existe la fuerza de Dios que cubre todo el universo con su luz, también existe la oscuridad del demonio que lucha por apoderarse de los espíritus y a cada instante coloca trampas para que éstos no logren cumplir sus misiones de vida. Tú has sido víctima de una de esas trampas, tu destino no era morir en ese ataque, tú debías morir dentro de muchos años más, tranquilo y en la plácida calidez de tu hogar rodeado de tus hijos y varios nietos.

Tus misiones han quedado inconclusas, aún tienes muchas cosas por terminar, debes proteger a varias personas a las cuales amaste y que también te amaron, esas personas necesitan tu ayuda y es por esos que aún no te puedes retirar al descanso de tu espíritu.

-¿Eso significa que volveré a la vida, entonces?

-No, lamentablemente sólo se vive una vez. Tú y yo estamos ahora destinados a permanecer en esta dimensión y desde aquí terminar nuestras misiones. Luego al terminar con nuestro cometido, podremos continuar nuestro camino hacia la luz del descanso plácido.

-Otra dimensión dices, eso sólo se ve en las películas. La verdad me cuesta creer todo esto, aunque bueno creo que debo asimilarlo tarde o temprano no me quedara de otra.

Eric simplemente sonrió y continuó su relato acerca de esta nueva experiencia. A su ahora nuevo amigo Julián.
-No existe solamente una, sino miles de millones de diferentes dimensiones. A los seres vivos de esta tierra únicamente se les ha concedido el poder vivir en una de ellas y nunca podrán acceder a las demás. Cada vez que alguien como tú es arrebatado del mundo y las fuerzas oscuras del inframundo logran darle muerte antes de terminar con los mandamientos que le fueran designados por Dios, se abre una nueva dimensión y su alma deberá permanecer ahí.

Entonces las fuerzas del bien y el mal envían cada uno a un emisario, uno de sus elegidos, a darle guía a esa alma extraviada. Por eso fue que llegué tarde a tu ayuda, pues estaba luchando por el derecho de poseer tu alma para los propósitos de Dios.

Tuve que enfrentarme a un ángel demoniaco llamado Wyvern, que fue enviado por Satán para ganar tu espíritu y conducir tu alma a los dominios del averno para convertirte en uno de sus soldados.

Tienes un alma pura y has sido elegido por Dios para misiones que sólo tú podías cumplir. Por eso no dejaríamos que tú te pierdas en el infierno. Dios me dio el poder para derrotar a Wyvern, fue el mismo Dios quien me envió a ser tu guía. Me concedió esa deferencia ya que tú me recuerdas mucho a mí  mismo y quería ayudarte.

Julián, notablemente molesto, comenzó a criticar a Eric y al manejo de Dios, pues si en vida no había entendido nunca la forma de actuar de Dios, ahora después de muerto lo cuestionaba aún más.
-Todo esto que me dices es muy confuso, Eric, no entiendo nada. ¿Por qué tu Dios me dejó morir entonces, si yo aún no estaba preparado para ello? ¿ Por qué tú no me protegiste de aquel ataque, entonces?,¿ Por qué ahora vienes a hablarme de misiones y de ángeles protectores, cuando no hicieron  nada para salvarme justo en el momento que mas los necesitaba a ti y a tu Dios?

Mira a toda esa gente, ahí llorando y sufriendo por mi muerte, y yo ni siquiera puedo derramar una lágrima por su dolor. Es más, dudo mucho siquiera tener lágrimas. No logro reconocer a ninguna de esas gentes que aparentemente están sufriendo por mí.

Julián estaba muy molesto. Se puso en pie y vio cómo el llanto de todas aquellas personas presentes en su funeral para él no significaba nada. Comenzó a caminar hacia el lugar donde estaba su ataúd, que estaba ya casi a punto de ser introducido en el hoyo que se convertiría en su tumba.
Al llegar hasta ahí vio a Sonia, la que en vida había sido su esposa, era la mujer que más lloraba. Él con su perspicacia de siempre lo imaginó pero no dijo nada sólo se paró a su lado, al costado. Eric lo acompañó hasta el lugar y observó cómo Julián se acercaba a Sonia, y con su mano intentó tocar su anillo de bodas, el anillo que él había puesto en su delgado dedo el día que se unieron en matrimonio.
-¡No! ¡No lo hagas! Recuerda que te dije que no debías interferir con ninguna de las personas que se encuentran en este lugar. Si te atreves a ignorar mis palabras y tocas a esa mujer te arrepentirás de lo que sucederá a continuación- dijo Eric.

Pero Julián no prestó atención  a las advertencias y siguió extendiendo su brazo para poder tocar el anillo. Finalmente logró tocar el anillo de oro con una pequeña piedrita brillante incrustado en el centro, y sucedió algo muy extraño. Una luz surgió del anillo y en la cabeza de Julián se veían pasajes de su vida como mortal, estaba él, Sonia y una niña, se proyectaron escenas en cámara lenta de una vida feliz, paseos por los parques y las playas, risas y bromas, la niña vestida con su tutú de bailarina y sonriendo.
Fue tan grande la impresión al escuchar como la niña lo llamaba “papi”, que Julián soltó la mano de Sonia con tanta rapidez que, en su dimensión ella también sintió como si alguien le estuviera tomando de la mano.
-Te dije que no lo hicieras. De ahora en adelante debes prometerme que no ignorarás mis advertencias, debes hacer lo que yo te pida. Pues si lo hago es por tu bien. Para evitarte ese tipo de sufrimiento, es para eso que estoy acá, para ayudarte a sobrellevar esto. Todos en algún momento necesitamos de un guía, una persona que ya haya pasado por lo que nos toca enfrentar. Debes escucharlo para no cometer el error que él cometió y así sobrellevar esas situaciones difíciles. Pero tú debes poner tu parte y dejarme ayudarte.

Julián cayó de rodillas en el suelo y ahora sí, aquel hombre que creía haber secado hasta su última lágrima, comenzó a llorar una vez más.
-¿QUÉ…ES…ESTO?- gritó Julián con llanto desgarrador.

-Confía en mí, Julián, debes creer, una de tus misiones es recobrar la fe. En tu vida siempre fuiste muy incrédulo. Renegaste siempre de Dios, y siempre quisiste apartarte de todo lo que fuera espiritualidad y religiosidad. Pero ahora tienes la oportunidad de recobrar esa virtud de creer con la que todos nacemos, sólo confía en mí.

Julián se puso nuevamente en pie y se alejó del funeral, sin decir nada, sólo siguió caminando hacia la salida con lágrimas en su rostro. Eric lo acompaño sin decir más palabra. De repente Julián se detuvo, y así lo hizo Eric también.
- ¿Tú dices que nadie puede vernos verdad?

-Así es, absolutamente nadie es capaz de vernos o comunicarse con nosotros, aunque nosotros sí podemos comunicarnos con ellos, pero no de manera verbal sino más bien directamente a sus cerebros. Pero ésas son habilidades que adquirirás con el tiempo, amigo.

- ¿Entonces, qué hay de ese chico con la pelota de fútbol que lanzó hacia mí, y me pidió que jugara con él? ¿Qué hay de él? ¿Por qué él sí pudo verme y hasta conversó conmigo?

Eric observó a Julián un tanto confundido, pues en verdad no sabía a qué muchacho se estaba refiriendo. Pero de inmediato comenzó a decirle lo siguiente para tratar de dar respuesta a la inquietud de su protegido.
-Veras, Julián, hay muchas cosas que no entenderás en este preciso momento, pero todas ellas tienen un propósito de existir. Cuando somos niños nuestra mente está completamente abierta, nuestro espíritu es limpio y no tenemos malicias ni sentimientos de egoísmos en nosotros.

Ese chico de alguna manera ha logrado mantenerse con su alma, espíritu, mente y corazón limpios hasta esta edad. Es algo que suele suceder a todos los niños, pues aún no han vivido lo suficiente como para ser contaminados con los males de la humanidad. Aparte de ello, él probablemente también sea un elegido para misiones difíciles por Dios, cuando llegue su momento.

-¿O sea que estás queriendo decir que ese pobre chico también será presa de este estúpido juego de cacería entre tú Dios y el Demonio? Qué falta de humanidad la de los seres divinos. Para ellos nosotros somos solo juguetes con los que pueden divertirse como les plazca. Se empecinan a jugar con nosotros como gato y el ratón. Todo con el egoísta propósito de entretenerse a costa de nuestro sufrimiento.

-Veo que no has escuchado nada de lo que te dije, sigues con tus ideas en contra de Dios. Te costará mucho entender si sigues con esa mentalidad cerrada.

Y diciendo esto, Eric despareció, dejando a Julián una vez más solo en aquel lugar. Julián, al quedarse solo en aquel lugar, decidió sentarse en la misma tumba donde había estado antes, ahí se quedo observando hacia la carretera, viendo a los autos pasar muy deprisa, sin percatarse de que dentro del cementerio habían muestras de dolor.
Al largo rato, Eric volvió a aparecer  al lado de Julián y le preguntó
- ¿Ya te calmaste?

Julián no contestó, se quedó callado y siguió observando hacia la calle. Fue luego de pasado un buen rato que Eric se decidió a seguir hablando y le dijo:
-Sabes, cuando yo vivía, era como tú. Yo sí creía en demonios y quería no creer en dios, pero sucedió lo que nunca imaginé, tenía una vida relativamente cómoda, hasta que un ser maligno se cruzó por mi camino.

Me arrebató de los brazos de la vida y se rió de Dios, por haberme hecho caer dentro de sus garras. Mi alma estaba prácticamente desahuciada.

El demonio se había ganado el derecho a poseerme como uno de sus soldados. Pero Dios que es poder sobre los vivos y muertos, no me abandonó,  y envió por mí a alguien mucho más fuerte de espíritu que yo, y esa persona salvó mi alma de las garras del maligno. Ahora sirvo a dios hasta que llegue el día en que pueda por fin rec… regresar a descansar.

Las personas que habían acudido al funeral comenzaban una a una a desalojar el lugar, con mucho dolor pero con la certeza de que ya no existía nada más por lo que permanecer ahí dentro, ya no había motivo para seguir en ese sitio.
Julián se puso de pie nuevamente para observar cómo Sonia era la última en salir acompañada por Leah, quien se había portado como toda una amiga a pesar de que se habían conocido hacia poco tiempo y en las circunstancias menos agradables. Pero Leah había sido de gran apoyo para pobre viuda. En momentos como esos es cuando se logra conocer quién está contigo en las buenas y en las malas.
Julián recordó entonces las palabras que Eric le había dicho hacía un rato. Que ellos tenían la capacidad de comunicarse directamente al subconsciente de los seres humanos vivos. Entonces se acercó a Sonia y le comenzó a hablar directamente al oído. Tratando de hacerla entender que todo estaría bien desde ese momento en adelante.
Mientras Eric simplemente observaba, un tanto sorprendido por la astucia de Julián, ya que a pesar de que había perdido la memoria por completo, había ciertas cosas que el lograba descifrar aplicando un poco de sentido común.
-No… te preocupes por mí, yo estoy bien.

Estoy en un lugar donde las cosas son…un tanto diferentes

Pero cuento con la ayuda de alguien que me guía.

Mi propósito ahora es cuidar de ti,

Y proteger a…

A nuestra…- Julián observó a Eric como pidiendo permiso para continuar con lo que quería decir, porque no se sentía en capacidad de hacerlo. Eric simplemente asintió con la cabeza aprobando lo que Julián quería decir y le contestó:

-Hazlo. Dilo, está bien.

-Y proteger a nuestra hija- continuó diciendo Julián.

-Desde ahora en adelante no me verás, pero siempre estaré junto a ti, siempre te cuidaré y velaré por nuestra pequeña. Debes continuar con tu vida, por nuestra pequeña.-

Terminó de decir Julián con lágrimas en sus ojos, al mismo tiempo que Sonia sonreía, sin siquiera saber por qué. Ella simplemente sintió el confort de la certeza de que su amado ahora estaría siempre velando por ellas.





VI. La Elección


Después de aquella noche donde Tony dejó a Ximena en si apartamento después de disfrutar una noche de bailes en la discoteca ABC’s, pasaron siete días sin verse. Tony se preguntaba ¿por qué Ximena no había asistido a clases? ¿Por qué no contestaba al teléfono? y ¿por qué cuando él la busco varias veces en su apartamento nunca la encontró?, Sin embargo, cuando preguntaba a algunos conocidos, todos le decían lo mismo: que la habían visto, pero que se le notaba un poco distinta, como retraída, divagante.
Tony estaba muy preocupado, y como uno de los amigos de ellos le había dicho que había escuchado que esa noche Ximena estaría en el ABC’s, Tony pensó que ésa sería la oportunidad para encontrarla de nuevo y ver que estaba sucediendo con su amiga. Así que se preparó para asistir esa noche al club.
Llegó al lugar y se dirigió directamente a la barra. Preguntó al bar tender si había visto a Ximena:
-Hola, ¿Cómo estás?

-¿Bien y tú? ¿Vas a beber algo?

- Sí. Dame un trago de whiskey, por favor. Oye, de casualidad ¿no has visto a Ximena por aquí últimamente?

-¿Ximena? Es la chica que baila junto a ti los fines de semana ¿no? La que se junta con el mafioso Yankowitz.

-¿Mafioso? No. Creo que hablamos de personas diferentes. No creo que Ximena tenga ese tipo de amistades, es una chica demasiado inteligente para eso- dijo Tony pensando que el bar tender se había confundido de persona.
-Sí, Ximena, yo la recuerdo, tú y ella bailaron hace ocho días aquí mismo y toda la gente les aplaudió. Claro, cómo los voy a olvidar, esa noche cuando ustedes se fueron, Yankowitz vino acá y estuvo conversando con el dueño del local. Y le preguntó si esa chica era de por acá.

Mi jefe dijo no conocerla pero explicó que venía de vez en cuando. Pero ¿sabes algo amigo? No sé si ella sea tu novia pero se me hizo muy raro que a los pocos minutos de que ustedes salieron de aquí aquella noche, ella regresó, pero sola. Y estuvo conversando un largo rato con Yankowitz.
-¿En serio?- preguntó Tony, rehusándose a creer lo que el joven empleado del bar le estaba confesando.
-Ahora hay rumores por todas partes de que esa chica está bailando en un club de strippers a unas cuadras de aquí. Mira, no le digas a nadie lo que te he dicho, pero tu amiga está en malas manos con este tipo. Él acaba de salir de prisión por un caso de sectas satánicas y orgías.  Decapitó a su novia, traficaba drogas y vendía niños, es todo un caso. No entiendo como logro salir en libertad. Debe tener muy grandes influencias para estar fuera de prisión.

-¿De casualidad sabes la dirección de ese club? Tengo que hablar con Ximena- preguntó Tony muy preocupado por lo que el chico le había confesado.

-Dame un segundo, te la conseguiré.

El bar tender sacó de su bolsillo el teléfono celular,y asegurándose que su patrón no fuese a descubrirlo, pues estaba prohibido el uso de celular durante las horas de trabajo, comenzó a redactar un mensaje de texto a uno de sus amigos que también fungía como bar tender  en diferentes clubes de Brooklyn y Manhattan. Así pudo conseguir la dirección del club donde Ximena estaba supuestamente bailando desnuda.
-Toma mi tarjeta, atrás está la dirección del bar, espero que puedas encontrar a tu novia. Suerte, ojalá puedas ayudarla a salir de esa vida.

-Gracias, ¿tu nombre es…?

-Greg, me llamo Greg.

-Gracias Greg.

Así Tony salió de prisa, esperando llegar pronto a la dirección que le había especificado Greg, el bar tender del club. Condujo por varios minutos a través de varias cuadras para encontrar el stripper club.
Cuando llegó al night club se encontró con un escenario poco agradable. Ese sitio no parecía ser un lugar para una muchacha de la altura social de Ximena. Por un instante, Tony creyó que se había equivocado de sitio, o que el bar tender se había confundido de persona. Aun así entró al recinto, pues quería encontrar a su amiga, que probablemente estaría en un peligro que ella ignoraba.
Había un pequeño escenario donde las mujeres se turnaban para salir una a una a bailar y desnudarse casi por completo. Tony se sentó en una mesa  muy atrás, donde sería difícil verle o al menos reconocerlo pues estaba muy oscuro en el rincón donde decidió quedarse a observar el ambiente del lugar.
Y, efectivamente, por los altavoces del sitio se escuchó al Disk-jockey anunciando a las muchachas, una por una. Por fin llego el turno de Ximena, aunque con otro nombre:
“Directamente desde las tierras míticas del monte Olimpo, ha bajado una de sus diosas  para venir a deslumbrarnos con su belleza. Un aplauso, por favor, para Irina.”
Que en realidad era la joven Ximena. Se había cambiado el nombre como es común en esos casos en los que no quieres que nadie sepa tu verdadera identidad. Pero Tony la reconoció perfectamente, y a pesar de traer puesto un antifaz, logró saber que se trataba de su amiga.
El joven pidió un trago, y cuando la mesera se lo llevó esta mujer le pidió que le regalase un trago para ella.  En estos lugares se acostumbra que las empleadas pidan a los clientes que les regalen un trago que cuesta el triple de un trago para clientes, pues es una estrategia de negocios. Pero para Tony ésto representó una oportunidad de obtener la información que él necesitaba. Así que accedió a comprar la bebida a la ya un poco madura mujer, y le pidió que se sentase con él a charlar un rato.
-Hola, guapo, ¿me invitas un trago?

-Hola. Sí, claro, siéntate.

-¿Tú no eres mucho de visitar estos lugares, verdad?

-¿Por qué lo dices?

-Se te nota chico, este no es tu tipo de ambiente. Se ve a leguas que eres una persona de bien, no como todos los idiotas que visitan este pulguero.

-Sí, tienes razón.

-¿Y, entonces, qué te trae por acá? Cuéntame con confianza, yo sabré ayudarte, lindo.

En ese momento se escucharon muchos aplausos y una gran algarabía, parecía que algo estaba haciendo muy feliz a la gente del bar. Tony giró la vista hacia el escenario y pudo observar cómo Ximena estaba con sus pechos completamente al descubierto, bailando de una manera muy erótica,  moviendo las caderas de una forma que hacía parecer que estaba experimentando un orgasmo ahí mismo, en pleno escenario.
La chica que estaba con Tony se dio cuenta inmediatamente de lo que ahí estaba sucediendo.
-Hola, ¿aún estas ahí?-

 -Sí…Sí, disculpá.

-¿Es ella, verdad? Por ella estas aquí, ¿es tu hermana? ¿Amiga? ¿O quizá novia?-

-No, no es nada de eso, es…. eso y mucho más.

-Ya veo. Pobre chica. Es nueva en esto, no sabe lo que le espera, se ha venido a meter a la boca del lobo.

-¿A qué te refieres?

La mujer continuó hablando con Tony abiertamente y sin tapujos. -Todas empezamos así, algunas por necesidad, otras por que les gusta y otras por querer ser admiradas por su cuerpo. Pero al final este mundo de fama y dinero se desvanece y todas terminamos mal. Te vas haciendo vieja, tus senos y trasero se vuelven aguados y caídos, ya no eres más atractiva para los hombres. Llegan nuevas y más jóvenes mujeres a reemplazarte, las drogas y el alcohol te acaban, los hombres te pierden el respeto, y peor aún, te pierdes el respeto a ti misma, haces cualquier cosa por dinero, drogas y alcohol.

-Ya veo- respondió Tony más consternado ahora que antes por saber que habría llevado a Ximena a este cambio tan repentino como radical.
-Mira, tu amiga está apenas disfrutando de este espejismo de lujos y vida desenfrenada, aun puedes salvarla del infierno en que está a punto de convertirse su vida. Si logras poder ayudarla estarás haciendo lo mejor para ella, así que mi único consejo para ti es: sigue adelante en tu intento, hazlo.

Y así la mujer se puso en pie, pues debía seguir trabajando, atendiendo a más clientes y bebiendo aún más, produciendo ganancias con su cuerpo, arrendando su compañía por unos cuantos dólares. Mientras, la noche pasaba lentamente.
Como es habitual en este tipo de bares y clubes, hay sesiones de bailes eróticos privados. Al camerino de las chicas llegó uno de los administradores del lugar para pedir hablar con Irina, pues un cliente había quedado impactado con su baile y había pagado un privado para él con la bella chica.
Al principio Irina, o Ximena, se negó a cumplir con esa tarea, pues ella en su inexperiencia pensaba que los privados eran para prostituirse y que el cliente la tocaría y pretendería tener sexo con ella, algo a lo que ella no estaba dispuesta.
Habló por un buen rato con el administrador y haciéndole entender que a las chicas que en los privados no había ninguna forma en que el cliente se sobrepasara con ellas. Solo tendría que hacer lo mismos movimientos que hacía sobre el escenario. Además afuera de cada cuero para sesiones privadas había un empleado de seguridad.
En caso de que el cliente se quiera pasar de listo, sólo debía llamar al guardia y éste la auxiliaría. Accedió a realizar el privado. Cuando llegó al cuarto del privado, estaba todo muy oscuro, sólo se veía la silueta de un hombre sentando en la silla que estaba frente a ella.
La chica sin decir una sola palabra comenzó a moverse lentamente de la misma forma sensual que siempre lo hacía en la tarima del club. Cuando llegó el momento de quitarse la blusa para mostrar sus pechos al cliente, Ximena escuchó una voz muy familiar, la voz de alguien muy conocido por ella.
-No te quites la ropa, no vine aquí para verte denigrada.

-Tony. ¿Eres tú? ¿Qué haces aquí?

En ese momento Ximena encendió la luz de la habitación para confirmar si era su amigo.
-La pregunta no es que hago yo aquí, la pregunta, Ximena, o Irina, o como te llames es ¿qué haces tú aquí? ¿Qué te pasa?¿Qué estás haciendo? Te he estado buscando toda la semana. Te he llamado mil veces, te esperaba en la escuela te estás comportando como una adolescente malcriada, ésta no eres tú.

La joven se sintió en ese momento muy avergonzada, con la sensación de estupor de estar completamente desnuda y que todo mundo te puede ver y reírse de ti por estarlo. Así se sentía, pues no le importaba desnudarse enfrente de los hombres, pero desnudarse enfrente de Tony, era como desnudarse enfrente de su hermano.
Ximena se cubrió sus pechos nuevamente, corrió hacia Tony, lo abrazó y dijo:
-Tony, perdóname, pero esto es lo que quiero para mi vida, esto es lo que vine a buscar a Nueva York. Creo que nunca entenderás mis razones, pero te pido que las respetes, no sabes lo aburrida que ha sido mi vida, siempre he vivido siendo la niña buena, la hija de papi, la que siempre ha tenido todo.

-No sabes lo que dices, Ximena, este mundo no es para ti ¿Qué hay de los sueños de ser reconocida como la más grande bailarina contemporánea? ¿Ya olvidaste la promesa que hiciste a tus padres el día que saliste de Grecia?

-Mis padres son en parte culpables de todo esto, Tony. Siempre me criaron dándome todo, inclusive más de lo que en verdad yo quería poseer. Siempre tuve las mejores ropas, los últimos juguetes, todo, pero, sabes, nunca los tuve a ellos.

Mi padre, el gran empresario tabacalero, siguió los pasos de su padre, mi abuelo, y se hizo millonario. Me dio todo pero no estaba nunca en casa. Mi madre, una mujer buena pero sumisa, debía hacer todo lo que padre decía, no tenía libertad propia, y no quiero eso para mí. Quiero ser libre. Por eso mi llegada Nueva York significó una nueva forma de vida. Tú no lo entenderás jamás.

-Tienes razón, no lo entenderé, porque, sinceramente, te desconozco. No eres la chica dulce y tierna que eras hace solamente una semana ¿Cómo has podido convertirte en esto? Desnudarte por dinero ¿eso es lo que quieres para tu vida? ¿Hombres tocándote, prostituyéndote? ¿Esa es la vida que has elegido?

-No te confundas, Tony, no soy una puta, no me estoy acostando con ningún hombre. Es más me costó mucho trabajo acceder a realizar esta sesión privada. Aunque; ¿sabes algo? Sí, sí, ésta es la vida excitante y llena de emociones que quiero vivir. Lo siento mucho si te molesta, pero ya lo decidí y no lo voy a cambiar.

-¿Quién te ha convertido en…esto? ¿Fue el tipo de aquella noche en el club, verdad? El que estuvo conversando contigo en la barra, ¿ha sido él, verdad?

-James es bueno.

- ¿James? Así se llama ese idiota ¿no?

-Me sorprende de ti, Tony, siempre has dicho que no te gusta juzgar a las personas sin antes conocerlas y saber las circunstancias que los llevaron a cometer cualquier tipo de errores en la vida. James cometió algunos errores, pero ya pagó por ellos ahora es un hombre trabajador. Mira, es el dueño de este lugar y…

-¡Es un asesino y contrabandista, y violador, eso es!

-¡No! No digas eso, él es buena persona, me siento protegida junto a él.

La mirada de ira era muy evidente en Tony, estaba profundamente decepcionado de ver en lo que se estaba convirtiendo su amiga.
Tony sabía que la pobre chica estaba ciega, nada de lo que le dijera la haría cambiar de opinión. Tomó su chaqueta, observó fijamente a Ximena durante unos cuantos segundos, pero como ya no sabía qué mas decir, solamente salió del cuarto muy enojado.
-¡Tony; Tony! Perdóname, perdóname  por decepcionarte…







VII. Recordar es Volver a Sufrir


Julián siempre se regía por los hechos concretos y comprobados de la ciencia. El llamado método histórico-arqueológico dejaba muchas dudas en su fe, ya que no había forma de comprobar los grandes enigmas que sólo fueron pasando como historias contadas o escritas de generación en generación. Y ahora de repente todo en lo que no creía era todo lo que había en su horizonte, un horizonte muy sombrío.
-Julián, como ya te habrás dado cuenta, tu memoria ha sido borrada, no recuerdas mucho de tu pasado. Eso es necesario para evitarte el dolor y la pena que sentirías en este momento si pudieras recordar a tus seres amados, es  para no atormentar tu alma con  el peso de abandonarlos. No recuerdas quién eres ni de dónde vienes, no hay familiares, ni amigos. Las cosas que debes recordar se te irán revelando poco a poco y sólo será lo que te sirva en tus misiones.

Después de escuchar esto, el seño de Julián se frunció en una cara que denotaba enojo, y sus ojos se tornaron de una inmensa rabia.
-¿Misiones? Aquí vas otras vez con tus misiones.  No creo que me estés ayudando mucho. Y si no sé recordar cosas tan esenciales como  mis padres, mis hermanos, o mi esposa, si es que existen ¿por qué tu Dios me los ha borrado? ¿Por qué me los ha quitado? He visto a mucha gente en mi supuesto entierro; PERO NO LOS RECUERDO!; SON SÓLO UN MONTÓN DE GENTE LLORANDO POR ALGUIEN QUIEN SUPE SER Y AHORA NO SOY!

Con una pasividad que confundía pero a la vez confortaba a Julián, Eric se limitó a decir:
-Haces muchas preguntas y no soy yo el que te dará todas las respuestas. Algunas las descubrirás tú y otras  se te revelarán sin que lo preguntes. No puedo contarte nada más de tu vida.
Julián sabía que estaba muerto y que en una especie de segunda dimensión probablemente había terceros sufriendo un terrible dolor por su muerte, pero ni siquiera lograba recordarlos. Simplemente podía especular y sacar sus propias conclusiones, ya que nada se le estaba siendo revelado. Se sentó bajo la sombra de un frondoso árbol que mecía sus verdes ramas con una fuerte pero agradable brisa que soplaba en aquel lugar.
Eric lo observó y se dispuso a desaparecer una vez más. No había nada que él pudiera hacer o decir para sanar el corazón dolido del espíritu que ahora él debía proteger y guiar en ese camino hacia la verdad. Cuando se giró, dando la espalda a su ahora protegido, escucho una pregunta que lo hizo desistir en su intento de marcharse y decidió quedarse junto a él.
-Si no puedes contarme acerca de mi vida, si no tienes las respuestas que busco, entonces cuéntame la tuya. ¿Dime, qué te pasó? ¿Por qué moriste?, ¿Por qué tu alma no logró llegar a su destino? ¿Hiciste algo malo? ¿Por qué tu dios te condenó a este triste destino al que ahora me condena a mí?
Julián era muy astuto, y a pesar de haber perdido la memoria y sólo retener un poco de información necesaria para sus supuestas misiones como si se tratara de una especie de formateo cerebral, seguía teniendo esa intuición de buscar respuestas donde sólo hay preguntas. Esperaba sacar algunas conclusiones de lo que Eric le contara y hallar algunas similitudes entre su caso y el de su ángel guardián, y así conseguir saber más de su antiguo ser cuando tenía vida.
Eric se dio la media vuelta,dio unos cuantos pasos y se sentó sobre una alfombra de hojas en el piso justo al lado de Julián y dijo:
-Está bien, no puedo decir nada de tu vida pasada, pero no hay nada que me impida mostrarte lo que yo viví y lo que me sucedió a mí, o más bien a nosotros. Pero sólo debo advertirte algo.

-¿Quécosa?- preguntó Julián observando cómo el rostro de Eric se llenaba de una tristeza no muy esperanzadora.

-Debo advertirte que lo que verás es lo más doloroso que me ha tocado vivir en mi vida mortal y ahora que soy un espíritu guardián, este dolor tan grande que llevo dentro. Quisiera no poder recordarlo jamás, quisiera ser como tú eres en este momento, no poder recordar nada de esto, porque cada vez que lo recuerdo, es como volverlo a vivir…Las heridas no siempre sanan con el tiempo, al menos no las heridas que se causan a quien tú amas. Y lo peor de todo es que sean a causadas cuando lo único que tu deseas es protegerlas…

Julián se preguntaba que sería lo que este hombre con el alma tan limpia y pura como para haber llegado a ser un ángel habría hecho para sufrir tremendo castigo de dolor. Y aunque ni siquiera se imaginada de qué se trataba, por la cara y las palabras de Eric pensaba que debía ser algo extremadamente terrible.
Eric tomóa Julián de la mano y le dijo:
-Pase lo que pase, veas lo que veas y haga lo que yo haga, no debes soltar mi mano. Vamos a viajar a otra dimensión, si sueltas mi mano se romperá el enlace entre este mundo y el mundo donde iremos y jamás podríamos regresar acá, pero por ningún motivo podemos interferir en lo que sucederá. Solo observaremos, promételo.

-Lo prometo.

Los dos jóvenes se transportaron a un lugar y tiempo diferente.
Pues ahora estaban dentro de una especie de bar. Al parecer todo estaba listo para un pequeño concierto. Y, claro, éste es un escenario completamente diferente al del cementerio donde estaban anteriormente.
En el club nocturno de uno de los suburbios de Brooklyn, las luces multicolores, la gente bebiendo y disfrutando conforman una escena muy distinta a las que se puede encontrar en un cementerio. Ahora todo es alegría, las meseras sirviendo tragos a los huéspedes del club, más y más clientes jóvenes y viejos amantes del rock ingresando llenos de alegría. Son sin duda mucho más alegres que las tristes tumbas del campo santo.
Afuera del club, un cartel anuncia la presentación estelar de una banda de rock local que está comenzando a saborear las mieles del éxito y la fama con su el primer sencillo de su álbum debut.
“Hoy estelar presentación de

LOS ÁNGELES ON FIRE

Y su éxito del momento

FIRE ON FIRE

Entrada gratis después de las 10:00 p.m.”

-Julián ¿ves a ese joven que está en el escenario afinando su guitarra? ¿Lo reconoces?-

-Sí, claro. Eres tú, Eric.

-Exactamente, soy yo. O al menos el yo que tenía una vida feliz, una banda de rock, un contrato firmado con una disquera y una gira alrededor de todo los Estados Unidos.

El club se comenzaba a llenar cada vez más de jóvenes y adultos rockeros esperando escuchar y disfrutar de buena música y un rato de esparcimiento sano. Eric se dirigió nuevamente a Julián y le dijo:
-Mira hacia tu izquierda ahora. ¿Ves a la joven que acaba de entrar justo ahora?

-¿La de pelo rizado? Sí, la veo.

-Ella es Maryam, mi prometida. Estábamos planeando lo que sería nuestra boda para después de la grabación del disco y la gira de mi banda.

La joven Maryam corrió a fundirse en un apasionado abrazo con su amado, y éste la besó con tanto amor que todos los asistentes al concierto aplaudieron. El concierto comenzó con una canción de especial dedicatoria para Maryam, escrita por Eric, especialmente para ella. Ésta, al escuchar las palabras de amor en público de su amado, sólo acertó a lanzarle un beso al escenario donde él cantaba.
Ella había llegado a presenciar el concierto, y luego de eso se irían a su apartamento, que no estaba muy lejos de ahí, para mostrarle a Eric los anillos que ella había escogido para su boda.
En ese momento Julián, sintió cómo las manos de Eric se apuñaban, como listas para lanzar un golpe. Ya que debían permanecer tomados de las manos para no romper la cadena que los mantendría juntos entre las dimensiones, Julián pudo sentir la fuerza con la que Eric apuñó su mano.
En ese momento, Julián comprendió que el dolor de Eric era aun más grande de lo que él se había imaginado. Después de todo, a veces recordar es volver a sufrir…
Julián pidió a Eric que se fueran del lugar -Eric, no quiero causarte más dolor, vámonos de aquí. Ya no me interesa ver, no quiero ver más.
Eric con una lágrima rodando en su rostro y con una voz de amargura respondió a Julián -No. Ahora verás todo, debes verlo para que comprendas que tú no eres el único que sufre, y que será mejor que los recuerdos de tu vida pasada no regresen, porque te atormentarán para siempre, para toda la eternidad. No podrás olvidarlos, y lo peor de todo ya no puedes morir aunque lo desearas, pues ya muerto estás-
Luego de unas horas el concierto acabó, entre aplausos y ovaciones del público. A esas alturas todos los asistentes estaban borrachos, y llenos de alegría, aplaudieron a la banda como si se tratase de un apoteósico recital, pero todo acabó en una calma muy placentera. Eric entonces se acercó a la primera fila de asientos donde estaba Maryam, la tomó de la mano, y se fue a buscar su chaqueta. Se detuvieron unos minutos en la barra para tomar una cerveza. Luego, Eric se puso la chaqueta, desató su cabello y se dispuso a salir del club de la mano de su amada Maryam.
Era una fría y oscura noche de noviembre de 1985 en los suburbios de Brooklyn. Afuera ya estaban esperando los dos espíritus que habían venido desde otra dimensión, desde otro tiempo.  Se dispusieron a seguir a la pareja de enamorados, aunque con cada paso, cada beso y cada caricia que se daban, el dolor del espíritu de Eric parecía agrandarse al máximo.
Llegaron al viejo edificio de seis pisos, donde en su mayoría vivían ancianos ya retirados y veteranos de las fuerzas armadas de los Estados Unidos. Era un lugar muy tranquilo a pesar de estar en una zona marginal o pobre. Decidieron esa noche subir por las escaleras hasta el cuarto piso donde era su apartamento, pues el elevador permanecía la mayor parte del tiempo averiado y el encargado de mantenimiento no lo reparaba sino hasta pasados varios días o varias quejas de los inquilinos, lo que sucediera al primero.
Cuando llegaron al apartamento 4to A, que era su hogar, notaron que la puerta estaba entreabierta, pero no le dieron mayor importancia, pues dado que era una residencia de ancianos, una de las reglas del edificio era que el encargado de mantenimiento debía tener acceso a las llaves de todas las unidades en caso de emergencia.
-Este Jorge debió haber venido a reparar la fuga de agua y olvidó cerrar la puerta de nuevo.- dijo Maryam.
-Un día de estos lo van a despedir de su trabajo, es muy descuidado- respondió Eric.

La joven pareja estaba extremadamente cansada, se fueron directamente al dormitorio, a buscar la cama para descansar un rato. Entonces Maryam le dijo a Eric.
-Espera un momento, amor, debo mostrarte algo, no te duermas.

-Um, ¿qué será? ¿Qué sorpresa me darás ahora?

-Espera y verás, no seas impaciente.

Maryam se dirigió al baño y desde ahí se escuchaba que conversaban en voz alta, ella gritaba a Eric, para que este no se durmiera y pudiera ver la sorpresa que le tenía preparada.
-ERIC, EL CONCIERTO  ESTUVO GENIAL.

-¿TE GUSTÓ?

-SÍ, ESTUVIERON ESPECTACULARES, ¿VISTE CÓMO LA GENTE APLAUDIÓ? ME ENCANTÓ LA PARTE DONDE ME DEDICASTE LA CANCIÓN, AMOR.

-POR CIERTO, Mañana VAMOS A GRABAR EL SIGUIENTE TEMA DEL DISCO ¿RECUERDAS LA ÚLTIMA CANCIÓN QUE ESCRIBÍ PARA TÍ? PUES LA PRESENTÉ A LOS CHICOS DE LA BANDA Y A LOS REPRESENTANTES DE LA DISQUERA, Y LES ENCANTÓ.

En ese momento la bellísima Maryam se paró en el umbral de la puerta del dormitorio, vistiendo un hermoso vestido de un color blanco pulcro y un velo transparente y un ramo de rosas blancas. El vestido le tallaba hermosamente su delgada figura, se veía deslumbrante, parecía iluminar toda la habitación. Eric quedó como en un estado de Shock, no acertó a decir ni media palabra, estaba tan nervioso que se puso más rojo que un tomate.
-¿Y? ¿No me dices nada?- preguntó Maryam, esbozando una sonrisa llena de malicia.

-Es...Es que...Estás, Bellísima- dijo Eric, con un tartamudeo que lo hacía sonar como un tarado.

-Pe… ¿Pero que no se supone que el novio no debe ver a la novia con su vestido puesto? Dicen que da mala suerte y el matrimonio no se realiza.

-Jajaja, por favor, amor, ¿te vas a poner con supersticioso ahora? Tú nunca has creído en esas cosas.

-No sé si sea superstición, pero es lo que decían las monjas del orfanato. Y vagamente recuerdo que mi madre lo dijo alguna vez.

-Espera, tengo algo más que mostrarte- dijo la dulce Maryam, mientras buscaba algo en su vestido al interior de su pecho.
Eric, que hasta ahora permanecía aún recostado en su cama pues estaba completamente agotado después del concierto, sólo observó con mucho amor a su querida, pero rápidamente su rostro de alegría cambió a asombro y miedo, pues vio como una figura alta y sombría se acercaba a Maryam por la espalda.
-¡CUIDADO MARYAM!- gritó Eric. Al instante vio cómo la figura esbelta de su amor se retorcía de dolor y se inclinaba hacia atrás. Inmediatamente su rostro cambió de una mirada dulce a una llena de angustia. Solamente alcanzó a lanzar un gemido suave que salió de sus rosados labios brillantes, y cayó desvanecida en el piso.
-¡Boo! Eric,es un placer conocerte- dijo aquella figura con una macabra sonrisa socarrona.
Eric saltó de la cama y se dirigió a su prometida, que estaba ahora muriendo lentamente en un charco de sangre. El blanco de su vestido estaba poco a poco tiñéndose de rojo carmesí, los gestos de dolor eran desgarradores. Y en su mano sostenía la cajita donde estaban los anillos de boda, que eran la segunda sorpresa que iba a mostrar a su prometido aquella fatídica noche.
Ay!, Qué bonita pareja hacen, ¿pero sabes algo? Ella va a morir, y no es justo, porque yo vine por ti, no por ella, así que ahora voy a redimir mi error, ¡mandándote al infierno a ti junto a ella!- dijo con crueldad aquel extraño hombre que jamás en su vida habían visto.
Al escuchar esas palabras Eric se abalanzó contra el hombre, pero éste lo contuvo apuntándolo con la misma daga con la que acababa de malherir a su novia.
-¿Quién demonios eres? ¿Qué te hemos hecho a ti? Jamás en mi vida te he visto.
-Calla, no estoy aquí para darte explicaciones, sino para cumplir una misión y eso haré.
El hombre hizo girar la daga lanzándola en el aire para poder tomarla por la punta, y la lanzó hacia Eric, acertándole en el cuello. La herida de la daga hizo que la sangre de Eric no tuviera por donde salir, rápidamente moriría ahogado en su propia sangre. Sólo pudo arrodillarse y posteriormente caer al lado de su mujer amada, que también moría lentamente. Los dos se tomaron de la mano en aquel río de sangre, y con una tenue voz, Maryam le dijo a Eric:
-No me sueltes.
-¡Ay! Pero qué cursis son, ya muéranse de una vez- dijo el asesino, tomando la daga nuevamente y propinando varias heridas a los dos, no sin antes decir a Eric las siguientes palabras.
-¿Recuerdas como Judas vendió a Jesús? Sí, sí, lo recuerdas, pues un Judas amigo tuyo te ha vendido, uno de los integrantes de tu banda le dijo a Hartman que te fuiste con su competencia, y Hartman me envió a darte este mensaje. “Te dije que pagarías caro el no haber aceptado el contrato que le ofrecí a tu grupito de mierda.”

En ese momento, los espíritus de Eric y Julián que se encontraban observando todo, pero no podían intervenir, se soltaron, ya que el dolor de Eric había calado fuerte en los dos, pero más en el espíritu de Eric, que volvía a vivir la muerte de su amada y de él mismo.
Al soltarse ellos de las manos una fuerte bocanada de aire irrumpió en la habitación, pero sólo fue perceptible por ellos dos ya que ellos estaban en su propia dimensión, solo como observadores. Ya la pareja estaba muerta, y el asesino se había marchado.
Entonces el espíritu de Eric se volvió loco de dolor, comenzó a gritar mientras Julián trataba de sujetar su mano nuevamente para regresar a la dimensión  a la que ahora pertenecían.
Finalmente, después de mucho tratar, Julián tomó la mano de Eric y le dijo:-Vámonos de aquí, hermano, ya sufriste demasiado.

Y al instante se escuchó un grito desgarrador que salió de la boca del espíritu de Eric
-¡NOOOOOO!
Regresaron al cementerio desde donde habían partido. Eric estaba completamente destrozado, inconsolable y a la vez con una mirada llena de ira y rabia, que no era propia de un ángel, sino más bien de un malvado ser lleno de odio. Arrodillados en el piso los dos sólo acertaron a apoyarse uno sobre el otro para ponerse de pie.
Luego de eso el espíritu de Eric desapareció, y Julián se quedó sentado sobre su propia tumba, meditando y reflexionando sobre lo que acababa de presenciar.





VIII. Sacrificio


Pasaron varias semanas desde la última conversación que tuvieron Tony y Ximena en aquel stripper club de mala muerte. Las cosas no cambiaron, Ximena abandonó la escuela por completo, nunca más se lo volvió a ver por el lugar, y Tony continuó con sus estudios.
Esa noche al camerino de Ximena llegó un mensaje escrito en una tarjeta que uno de los empleados de seguridad del strip club le hizo llegar a la joven, esta la tomó en sus manos y vio que el mensaje decía.
“¿Recuerdas el jardín a las afueras de MG? Te espero ahí mañana a las 2:00 p.m. No faltes. Atte. T.N.”
Era su amigo Tony Noselli quien le enviaba esa nota para poder hablar con ella, quizá por última vez…
-Puntual como siempre Ximena- dijo Tony, quien vestía ropa muy elegante en aquel día. Llevaba una camisa de vestir blanca, pantalón negro y unos lentes de marca. Parecía listo para una boda o un evento muy importante.
-¡Wow! ¿Por qué tanta elegancia? ¿Dónde es la fiesta?- dijo Ximena
-Jaja, ninguna fiesta, sólo pedí hablar contigo para despedirme.

-¿Despedirte? ¿Te vas?, ¿A dónde?

-Italia. Mi padre ha decidido mudarse una temporada a Milán para cuidar de mi abuelo, ya está muy viejo. En cualquier momento nos dice Ciao, y no queremos dejar solo al viejo en sus últimos días.

El rostro de Ximena cambió de inmediato, dejando ver una tristeza notable por lo que se venía. La despedida.
-Pero, ¿y tus estudios? ¿Las clases en Martha Graham? ¿Qué va a pasar con ellos?

-Voy seguir estudiando en Italia, de hecho es por eso que me voy, mi padre quería que me quedara aquí y terminara la escuela para alcanzarlo luego allá, pero he decidido acompañarlo e inscribirme en una escuela de fotografía avanzada, en Milán, así practico mas mi italiano, que no es nada bueno después de vivir aquí toda mi vida.

-¿Es por mí, verdad? ¿Te vas por mí? Me habías hablado antes de ese viaje a Italia, pero no era prioridad para ti, y ahora de repente decides irte, yo soy la culpable ¿verdad Tony?

Ximena trató de abrazar al muchacho, pero éste no se dejó tomar, más bien en su lugar tomó la mano de Ximena y comenzaron a caminar juntos mientras Tony le decía:
-Prométeme que te vas a cuidar mucho, y que vas a estar bien.

Ximena no dijo una palabra, sólo se quedó pensando, tratando de asimilar lo que estaba sucediendo y caminando tomada de la mano de Tony. Cuando por fin quiso decir algo, le hizo esta confesión a su amigo:
-Esa última noche en el club, después de que tu y yo bailamos con esa fuerza e intensidad, yo termine de confirmar algo Tony, ¿quieres que te diga qué fue?

-Sí, claro, dime.

-Que tú eres la persona más buena que jamás haya conocido, y que estaba sintiendo algo por ti más que amistad, creo que me llegue a enamorar de ti. Y tal vez vas a pensar que estoy loca, pero me asusté de estar experimentando ese sentimiento, me dio miedo enamorarme de ti.
No porque fuese malo enamorarse de ti, sino por el temor de que yo no sea lo suficientemente buena para ti. Luego, esa misma noche conocí a James. Al principio me inspiró mucha desconfianza, y me alejé de él. Sin embargo su personalidad enigmática me atrajo de regreso hacia él-
-Sí, Ximena, lo supe, supe que esa noche cuando te dejé en tu casa te regresaste sola al club.

-Lo pensé mucho antes de regresar, incluso varias veces le pedí al taxista que se detuviera y me llevara  a casa, pero al final terminaba cambiando de opinión, y algo me decía que debía regresar al club. No sé que me paso, en verdad ni yo me lo explico.

-No te preocupes, Ximena, no tienes que explicar nada, ni sentirte mal.

-Luego, cuando llegué al club comencé a conversar con James,  y me cautivó de una manera que yo no me explico cómo ha podido suceder, es como un hechizo. Su personalidad es muy diferente a lo que aparenta, es muy tierno y dulce a pesar de que refleja hacia el exterior una imagen de dureza y hasta maldad.

-Hey, como dicen, “El infierno puede llegar a ser un lugar muy divertido, si estas con el demonio correcto”...- dijo Tony dibujando una sonrisa en la cara de Ximena.

-Jajaja, sí algo así, Tony.
-Bueno, Ximena, ahora sí, creo que ha llegado la hora de decir adiós.
-Sólo respóndeme algo, Tony, ¿te volveré a ver algún día?
-Eso tenlo por seguro, en esta vida o en otra, pero nuestras almas están destinadas a encontrarse.
-Pues espero que sea en esta, porque no estoy segura de aguantar otra vida entera como ésta.
-Jajaja. Cuídate mucho, Ximena.
Con un abrazo profundo y un beso en la boca  se despidieron los dos amigos, Hermanos, o amantes,  sin saber que ésta sería la última vez que se verían. O por lo menos la última vez que lo harían en esta vida…
Era la noche de descanso de Ximena, esta noche no habría bailes eróticos ni clientes borrachos, tampoco luces ni música, era la noche de la semana que estaba separada para estar en casa con el que debía de ser la persona que la protegiese.
Ese mismo día, después de su encuentro de despedida con Tony, decidió salir para hacer algunas compras. El tiempo se le pasó volando y la noche llegó y su novio la estaba esperando ya en casa. Un mensaje de texto a su teléfono celular la hiso sonreír pues este decía.
“Apresúrate, Ximena, Te espera una sorpresa en casa :) ”
La chica pasó el resto del camino a casa tratando de adivinar qué era lo que su amado le había preparado para pasar una noche llena de placer.
¿Podría ser una cena especialmente preparada para ella? Con vino y luces de velas. ¿O acaso un  regalito más material?, como un anillo de compromiso, ¿o acaso algo mas intimo? Todo eso le daba vueltas en la cabeza, mientras se moría de ansias por llegar a su nidito de amor. (O dolor tal vez en esta ocasión)
Al fin llegó a casa de su novio James Yankowitz. Notó desde la calle donde estaba aparcado su auto que todas las luces del apartamento estaban apagadas. La chica muy emocionada pensó que aquel era un detalle muy romántico.
Se apresuró a subir por el elevador hasta el piso donde estaba el apartamento de Yankowitz. Abrió la puerta del apartamento y comenzó a caminar lentamente para no hacer mucho ruido y no arruinar la sorpresa que le tenía preparada su novio, fuese cual fuese esta. Dejó las bolsas llenas de las cosas que había comprado en una esquina dentro de la cocina.
Vio cómo al ingresar al apartamento había una pequeña vereda formada por pétalos de rosas muy rojas, e iluminado por pequeñas velas. Se quitó los zapatos de tacón alto y se dispuso a caminar sobre aquel manto de rosas que formaban el camino.
Llegó hasta la sala del lugar y notó como en el medio del cuarto de la sala estaba formado un corazón con rosas de color morado tan oscuro que hasta parecían ser rosas negras. Justo en el centro de ese corazón estaba una fotografía de una mujer que ella jamás había visto, pero que tenía un cierto parecido en lo físico a ella. A un lado de la fotografía estaba dentro de una pequeña jaula de metal, una iguana verde.
Esto ya comenzaba a tornarse demasiado raro para Ximena, se asustó un poco y comenzó a llamar a su novio.
-¿James, estas aquí?…

¿Quién es esta mujer?…

¿Qué hace este animal en la casa?…

Esto no es nada gracioso…

Pero nadie respondía a una sola de las preguntas que la muchacha formulaba. Se asustó aún más al ver como si varias sombras pasaran frente a su ventana. Luego trató de convencerse a sí misma de que eso no debía ser más que el viento moviendo las ramas de los árboles afuera. El único detalle era que el apartamento estaba situado en un sexto piso, y los árboles de la calle no eran tan altos como para generar sombras en su apartamento.
En ese instante, le sorprendió por la espalda un tremendo golpe en la nuca que la dejó desmayada en el acto. El golpe fue tan grande que sólo se escuchó un tenue gemido, al caer ella al piso completamente desvanecida.
Al instante salieron tres hombres de las oscuras sombras que cubrían todo el lugar. Uno de ellos, y el que le asestó aquel terrible golpe en la cabeza a la bella e indefensa Ximena, era James Yankowitz. Inmediatamente comenzó a dar órdenes a los otros dos hombres.
-Vamos, discípulos míos, debemos preparar todo para el sacrificio de nuestra hermana Ximena, que traerá a la vida a mi amada Leila, la perla perdida de mis tiempos felices.

-Sí, maestro.

Dijeron los dos tipos que se encontraban junto a James aquella fatídica noche. Esos hombres eran dos de los elegidos por Yankowitz para el renacimiento de su mal llamada Iglesia, que no era más que una secta de satánica, era la misma iglesia que había fundado hacía varios años junto a su novia de aquel entonces, Leila.  Esta vez el nombre de la Iglesia sufriría un cambio. En lugar de llamarse la “Iglesia del 616”, se llamaría la “Iglesia del 966”. Simplemente invirtiendo el primer 6 de la cifra 666 para convertirlo en un 9.
Todo estaba planeado desde antes de que Yankowitz consiguiese su libertad después de pasar veinte años en cárcel. Según él, en los momentos de soledad en el encierro de la prisión, su amada Leila lo acompañaba en todo momento. Fue ella quien ideó el plan de conseguir a una muchacha muy joven y bonita para poder sacrificarla a los Loas de la vida y la muerte, así complacerlos a ellos y pedir el favor de regresar a la vida a Leila y poder pasar la eternidad al lado de su amado James. Un plan digno de la locura más extrema en la cual James ya era experto.
En la cultura vudú se acostumbra realizar sacrificios animales para pedir favores a los Loas o deidades vudúes. Pero no se sacrifica jamás a personas. Contrario a lo que se piensa, el verdadero vudú es una religión más dentro de la gran variedad que existen en el mundo.
El vudú mezcla la magia blanca y la magia negra. La primera, para las peticiones consideradas como positivas, como la protección del hogar, por ejemplo. Y la segunda, en la que se desea hacer daño a algún enemigo. A los que practican el vudú con magia negra se les conoce como bokós y zobóps. Son personas que poseen un gran conocimiento en preparación de venenos y maleficios.
Leila era una experimentada sacerdotisa vudú de magia negra. Ahora necesitaba realizar un sacrificio de sangre joven humana para reencarnar en una nueva criatura viva. Ella había escogido reencarnar en una iguana verde, porque la iguana es un símbolo de grandeza al ser descendiente directo de los saurios del mundo moderno. Además de ser un reptil de sangre fría.
Inmediatamente Yankowitz preparó en medio del corazón de pétalos un enorme contenedor de metal similar a una olla, mientras sacaba de su jaula a la iguana que tenía encerrada para el supuesto sacrificio de resurrección.
Al mismo tiempo, los discípulos de Yankowitz comenzaron a sujetar por los brazos y piernas a la aún inconsciente Ximena, mientras el maestro Yankowitz comenzó a cortarle el cuello con una sierra para madera. El dolor que causó el roce de la sierra al cortar el delicado cuello de Ximena, hizo que la muchacha se despertara y tratara de liberarse de esa dolorosa situación.
Pero fue entonces que Yankowitz aceleró el corte con la sierra para dar muerte rápidamente a la pobre chica. La sangre fluía a borbollones del cuello de la joven. Uno de los dos discípulos de Yankowitz  no soportó ver aquella escena tan macabra y se echó a llorar.
Cuando se había desprendido por completo la cabeza de la joven de su cuerpo, la pusieron directamente en el contendor de metal. Yankowitz se acercó al discípulo que estaba aún llorando y muy asustado, casi paralizado. Y le dijo:
-No te sientas mal, hijo mío, estos sacrificios son necesarios para la construcción de nuestra nueva iglesia. Ahora tomen estos cuchillos y terminen de despedazar ese cuerpo, viertan toda la sangre en la olla. Y comenzaremos el ritual para que nuestra sacerdotisa Leila, vuelva a estar con nosotros.

Y así los hombres prosiguieron con el mandato recibido por parte de su maestro de cortar en partes el bello cuerpo de Ximena. Toda la sangre que emanaba de las partes del cuerpo estaba siendo vertida en aquel contenedor de metal, donde ya estaba la cabeza de la joven, pero las partes eran cortadas en pedazos muy pequeños y los guardaron en otros contenedores de plástico para luego deshacerse de ellos.
Al terminar de despedazar a la joven, Yankowitz se dispuso a cantar en una lengua que para los otros dos hombres era muy extraña, no entendían nada pero James, se mantenía muy concentrado en su trance realizando los cantos y oraciones dedicadas a sus loas.
Tomó la iguana y la puso cerca de la olla, también tomó un cucharón y sacó un poco de la sangre que había en la olla. Primero roció a la iguana mientras seguía recitando una oración, luego tomó la foto de Leila, la roció también con la sangre de Ximena y continuó con sus oraciones.
Al final puso a la iguana y a la foto en el piso frente a frente, y utilizó su dedo como pincel para dibujar con sangre dos flechas que apuntaban en sentido contrario de la otra. Luego las oraciones se tornaron más ruidosas, subió el tono de voz al punto de gritos muy altos.
Súbitamente, se quedó callado durante varios minutos, hasta que al fin les pidió a sus discípulos que comenzasen a hervir la cabeza de la muchacha en la mezcla de agua y sangre, para crear lo que el definió como “la sopa para conquistar almas”.
Luego de dar esa orden, tomó a la iguana y se dirigió a su habitación hablándole con palabras de amor, como si se tratase de una esposa a la cual no veía desde hace mucho tiempo.
-Mi amor, por fin estamos de nuevo juntos, la espera ha sido muy larga pero al fin estamos aquí tu yo. Esta vez, mi amada Leila, no voy a dejar que nada ni nadie nos separe. Si esta vez vas a morir, yo muero contigo y, si yo muero, tú vendrás conmigo, pues es nuestro destino: no volver a separarnos…

Anocheció así, los discípulos de Yankowitz habían seguido las órdenes de su maestro. Llenaron el contenedor de metal con agua y lo pusieron sobre la estufa para hervirlo durante varias horas. Carlos Frías era un joven de origen dominicano que había quedado huérfano a los diez años de edad, y desde entonces había vivido en las calles a los alrededores e Tompkin Square.
Había conocido a Hugo Vázquez, otro hombre de las calles que había llegado desde Puerto Rico hacía ya varios años, y sabía todo lo referente a sobrevivir en las calles de Brooklyn. Estos dos eran los nuevos discípulos de James Yankowitz en el renacimiento de su Iglesia del 966.
Carlos era un novato en todo esto del ocultismo, él había sido criado bajo la estricta doctrina de la Iglesia Católica. Quizá por eso le resultaba tan perturbador el hecho de presenciar todos estos actos satánicos realizados por su nuevo maestro. Sin embargo, deseaba sentirse protegido y ser parte de una familia, la cual nunca tuvo por eso le hizo frente a todas estas prácticas diabólicas y siguió formando parte de la nueva secta.
Al amanecer James Yankowitz se despertó a eso de las 11:00 a.m. y les pidió a sus discípulos que prepararan la mesa para un almuerzo digno de un maestro, con sus pupilos haciendo un claro contraste de la Última Cena de Cristo precedente a su pasión.
Así lo hicieron pues los discípulos. Prepararon una mesa con tres sillas y un mantel blanco, las sillas con una cubierta de tela con el mismo color. También en medio de la mesa colocaron un ramo de las mismas rosas color morado oscuro que habían usado durante el sacrificio de Ximena. Unas velas gruesas y tres platos con sus respectivos juego de cubiertos.
-Ah hermanos míos, que su ignorancia no sea la fuente de mi ira, porque yo como padre bueno debo reprenderos cuando hacen algo bien, ¿han olvidado lo que aquí anoche sucedió?-

-No, maestro, no lo hemos olvidado.

-Pues si no lo habéis olvidado, ¿por qué solo ven mis ojos, tres sets de sillas? Si aquí hay cuatro personas para sentarnos a la mesa ¿Acaso habéis ignorado a mi amada Leila?- dijo el maestro dirigiéndose a sus alumnos y señalando a la iguana, que ahora era la reencarnación de la que alguna vez fuera una mujer tan hermosa como malvada.

-Per…Perdón maestro. Perdone nuestra torpeza. Ahora mismo le preparemos su sitio a la señorita Leila.

-Nunca lo olviden, ella y yo somos uno solo, lo que a mí me venga bien, también a ella, si a ella le sucede algo, a mí también, manténgala feliz a ella y yo seré feliz.

-Sí, maestro.


Luego de haber terminado el almuerzo donde cada uno de los asistentes degustaron un grotesco plato de sopa hecha con restos humanos, James le pidió a sus discípulos que llenaran un contenedor de plástico con lo que había aun de la sopa, y salieran a la calle a ofrecerle la bebida caliente a todo aquel vagabundo y borracho necesitado de una sopa para el alma.






IX. Inocencia


Brooklyn, NY,  1985.
Marta era una muchacha humilde que acababa de llegar a Estados Unidos con su hija de apenas cinco añitos. Habían recorrido  un largo camino para poder cruzar  la frontera de su natal Guatemala, llegar a estados unidos y comenzar una vida llena de oportunidades, o al menos eso era lo que ella perseguía al aventurarse en aquel largo y pesado viaje que recorría tres fronteras.
Era su primera noche en la gran manzana desde que, pagando los últimos $200 que traía consigo había logrado que un transportista de indocumentados la trasladara desde Texas, por donde había cruzado la frontera hasta Nueva York.
Llegar a Nueva York le suponía a ella una gran victoria de vida, ya que sin educación formal en su país, sabiendo apenas escribir su nombre y más o menos leer, las oportunidades de sobresalir escaseaban mucho más. Pensó que el país del norte sería  un mejor lugar para ella y para su hija.
Aquella primera noche de su estadía en la ciudad que nunca duerme, no fue tan placentera, pues intentó quedarse a dormir en las bancas de un parque de Brooklyn, sin saber que eso estaba prohibido por ley, que la policía podía arrestarla por dicha acción. Afortunadamente para ella, eso no sucedió, pasó la noche abrazada a su bebé y durmiendo por momentos.
Al amanecer había que ponerse en pie y buscar algo para alimentar a la pequeña Liliana, pues la bebé tenía la noche entera sin haber comido nada. Sin dinero y sin saber comunicarse con nadie,  lo único que le quedaba era buscar algo entre los cestos de basura. Cruel realidad a la que muchos inmigrantes son obligados por la ineptitud de los gobernantes de sus países, no nos queda otra más que abandonar lo que amamos quizá para siempre, y hacer una vida en el desprecio, la mala cara y la humillación del americano, que muchas veces siente que venimos a quitarles lo que a ellos les pertenece por nacimiento. Y tal vez tengan la razón, pero el hombre no es de donde nace sino de donde está. No hay más que afrontar esa vida de desdicha.
Una señora de edad ya avanzada pasaba por el lugar y vio a aquella muchacha que no pasaba de los veinticinco años de edad, rebuscando entre los botes de basura. Se acercó a ella y le dijo:
-Oye, muchacha, ¿qué haces? Te vas a meter en problemas. Si la policía te ve tirando la basura al piso te meterán presa.

Marta sólo consiguió quedarse parada sin decir una sola palabra, mientras la señora le seguía preguntando.
-¿Es ésa tu hija? Mira muchacha, ¿ves esa calle? Sigue derecho hasta llegar a un portón negro con las figuras de dos angelitos bebés desnudos tomándose de las manos. Dicen que ahí dan ayuda a personas de la calle. Personalmente, nunca he estado ahí, pero José, un borracho que siempre me ayuda en la casa, se la pasa ahí porque le dan ropa y comida. Ve y pide ayuda para ti y para tu hija.

Marta tomó de la mano a Liliana, y dándole gracias a la señora con una rapidez que denota vergüenza, comenzó a caminar sobre la calle que le había indicado la anciana.
-Pobre muchacha, todos vienen aquí creyendo que Estados Unidos es aún el país de  las oportunidades.- murmuró la señora mientras se alejaba a paso lento, empujando un carrito de compras metálico.
Mientras tanto Marta llegó al lugar donde la señora le había indicado, ahí estaban los dos angelitos desnudos sobre un portón negro. Tocó el timbre de la puerta una vez pero nadie atendió, lo hizo de nuevo pero nada pasó, a la tercera vez logró que alguien hablara por el intercomunicador:
-¿Quién es?

-Hola, me dijeron que aquí me podían ayudar, por favor no les pido nada para mí. Si pudieran sólo darle algo de comer a mi hija-
-Espera un momento.

Al instante el “Hermano Rey” como se conocía ahora a James Yankowitz, salió a recibir a la muchacha y le pidió amablemente que la acompañara. Ella lo siguió hasta la casa donde él y su novia Leila vivían.
Leila la recibió, la observó de pies cabeza  y le dijo a otra muchacha que estaba ahí que la llevara la cocina, le lavara las manos y la cara a la niña y les diera algo de ropa limpia, y comida. Cuando se fueron, James le preguntó a Leila:
-¿Qué crees amor, nos servirá?

-La muchacha sí,  no tiene mal cuerpo, y es linda de cara. Creo que será llamativa para nuestros clientes, sólo es cuestión de bañarla, darle ropa y enseñarle un poco  de modales. Lo que no sé es qué haremos con su hija, será un estorbo.

-Ya le encontraremos uso de alguna forma- dijo James con una sonrisa diabólica muy burlesca.

Mientras tanto, en la cocina, las dos muchachas conversaban tranquilamente.
-¿Cómo te llamas?

-Yo soy Ana, ¿tú cómo te llamas?

-Soy Marta, ¿de qué país eres?

-Nací en la frontera entre El Salvador y Honduras, mi mamá es hondureña y mi papa es salvadoreño, cuando nací me asentaron en las dos alcaldías de los dos países así que soy de los dos países.

-¿Si? Qué raro, nunca había escuchado algo así.

-Bueno, en el lugar donde yo nací se solía hacer mucho eso con los niños recién nacidos. Pero ahora ya no se hace pues no importa de qué país seas, la puta situación está jodida en los dos lados, da igual si sos salvadoreña o hondureña, comes la misma mierda igual.

-Sí, eso sí, dímelo a mí. Yo soy de Guatemala, y la cosa esta igual allá.- comentó Marta mientras seguía lavándole las manos y la carita  a su pequeña Liliana.

-Gracias a Dios no te pasó nada con tu hija en ese camino tan malo. Yo sinceramente no tendría el valor para arriesgar a una criatura tan pequeña en ese viaje tan peligroso.

Inmediatamente la expresión facial de Marta cambió de una cierta tranquilidad a una profunda tristeza, en su mente se recrearon las escenas donde el coyote que le había prometido llevarla a ella y su hija sanas y salvas hasta Nueva York en un tiempo no mayor a diez días.  Se había aprovechado de ella sexualmente con la amenaza de matar a su bebé. 
Contó a Ana que aquel hombre la había golpeado y la había obligado a tener sexo sobre unos matorrales, a sólo unos escasos pasos de distancia donde su pequeña hija dormía. Con la amenaza de que si no mantenía relaciones genitales con él, se llevaría a su hija, la violaría, luego la  cortaría en pedazos y las partes las arrojaría esparcidas por todo el desierto para que los animales carroñeros se la comieran, con una amenaza de ese tipo, una madre que daría hasta la vida por el bienestar de su hija no tenía más que aceptar que aquel cerdo la tomara, pues era eso o la vida de su bebé.
No bastando con haberla  humillado y golpeado, el malnacido pollero, la dejó sin dinero abandonada en una zona desierta, donde tuvo que deambular perdida con su hija por dos días hasta que se topó con otro grupo de migrantes que viajaban solos, sin guía, ni polleros. Ellos la ayudaron junto a su hija y la hicieron cruzar la frontera.
Uno de los miembros del grupo, llamado Manuel, era de México. Le ofreció una disculpa a ella por la mala imagen que le habían dejado las personas en México, le dijo que no todos eran así de malos como el pollero que le había hecho eso. Que había gente muy buena en México y que la mayoría apoyaban al migrante en su camino, pues como ellos miles de mexicanos debían abandonar sus tierras cada día, en busca de una mejor vida.
Manuel tenía ya una vasta experiencia en este tipo de viajes, pues a pesar de no tener documentos legales en Estados Unidos, cada año se tomaba de seis a ocho semanas para cruzar de regreso a México a visitar a su familia, y luego regresaba a Estados Unidos, él había sido quien había ayudado a Marta a pagar los $200 para transportarla desde Texas hasta Nueva York.
-Bueno, ya se limpiaron, comieron y descansaron. Ahora vengan a la sala, pues mi novio y yo tenemos algo que decirle- les dijo Leila a las dos muchachas.

De inmediato, las dos mujeres se dirigieron a la sala donde ya las esperaba la pareja sentados en un sofá de color rojo. Un color un tanto frívolo. Había dos sillas frente a ellos
-Siéntense. Espero hayan disfrutado de la comida- dijo Leila, luego James tomó la palabra diciendo:

-A partir de hoy se quedaran a dormir en esta casa por un tiempo, mañana Leila las llevará a conocer el bar donde trabajarán, trabajarán para nosotros en nuestros negocios, por dos semanas no recibirán pago, pues deben cubrir los gastos de su ropa y comida. Luego de dos semanas comenzarán a ganar su propio dinero y podrán buscar un lugar más cómodo donde podrán vivir tranquilas. Conocerán a las chicas y ellas las entrenaran en  cómo atender a los clientes.

-Ah, y un consejo. Un cliente contento deja una buena propina, así que les conviene “ser complacientes” – dijo Leila con una sonrisa en su bello pero malvado rostro.

Ellas pasaron el resto del día platicando sobre sus vivencias en sus países, el camino duro hacia Estados Unidos y haciendo planes  a futuro. A las chicas les parecía que habían caído en buenas manos, las dos parecían ser buenas personas, y el trato de trabajo se les hizo muy justo. Su futuro pintaba bien.
Así, las muchachas se fueron a dormir esa noche, y la mañana siguiente se levantaron con la alegría de pensar que por fin su nueva vida les sonreía, éste sería su primer día de trabajo. Hoy por fin el sueño americano comenzaría a tomar forma para ellas.
Todo estaba saliendo más o menos bien, hasta que llegaron al bar de sus protectores y vieron que el lugar parecía de todo, menos un sitio decente para trabajar. Los clientes eran en su mayoría hombres blancos de entre treinta y cincuenta años de edad, borrachos a más no poder y drogados hasta las uñas. Las chicas que trabajaban ahí eran en su mayoría latinas y unas que otras, asiáticas, con vestidos muy provocativos, de color negro mostrando mucho más de lo que normalmente se muestra  bajo un traje de baño.
Marta y Ana estaban muy incómodas y pensaron en abandonar  aquel lugar, pero la malvada Leila, que adivinaba sus intenciones, se les adelantó diciéndoles que:
-Sé lo que están pensando, sé que en este momento lo que desean es salir huyendo de acá. Pero déjenme decirles que si se van, estarán desperdiciando la oportunidad de sus vidas, todas estas chicas  estuvieron como ustedes, con esas dudas, sus valores morales no las dejaban trabajar tranquilas, pero con el paso del tiempo se dieron cuenta que esos sentimientos moralistas baratos no dan de comer.

Tu, Marta tienes una hija, no seas tan egoísta, piensa en ella. Te estoy dando la oportunidad de poner ropa limpia en su piel. Comida fresca en su boca. ¿O prefieres volver a darle de comer los restos de la basura que en este país ni los perros se comen? ¿Es eso lo quieres para tu hija?

Y tú, Ana, ¿qué hay de tus cinco hermanitos en Honduras? ¿Qué les vas a decir cuando te pregunten si ya tienes el dinero para pagar la casa de tu madre, para que el banco no las eche a la calle?

Así que, díganme, ustedes deciden. Lo toman o lo dejan, las decisiones son duras, pero la mayor parte de las ocasiones no se deben tomar pensando en nosotros mismos, sino en aquellos que dependen de nosotros.

Las muchachas sólo acertaron a abrazarse, y con unas ganas tremendas de llorar decidieron aceptar el trabajo que les ofrecía Leila. Ahora debían vestirse (o desvestirse más bien) y servir tragos a los drogadictos, acostarse con enfermos depravados sexuales, eso era su sueño americano. Eso era lo que las sacaría de la pobreza, muchas veces se preguntaron si el precio de esta mejora de vida valía la pena. Y siempre la respuesta era la misma.
“Si mis seres amados están bien, no importa que yo este desgarrándome en sufrimiento y dolor por dentro, debo continuar con esta vida, pues no es sólo mi vida, es nuestra vida.”
Pasaron así los primeros dos meses de trabajo para las dos chicas, y aunque al principio fue muy difícil adaptarse a aquel tipo de labores, la necesidad disfrazada de ganas de superarse les hizo soportar aquellas duras jornadas de sexo con unos completos desconocidos, borrachos y drogados. Algunos de ellos se movían encima de ellas, otros estaban tan drogados que hasta se quedaban dormidos a la hora del acto sexual. Pero también había otros que se querían pasar de listos y llegaban al extremo de querer golpearlas.
Pero la mayoría de ellos eran jovencitos hijos de papi, estudiantes universitarios, ejecutivos de empresa, y llenos de plata, así que las propinas que dejaban eran muy buenas para todas las empleadas del bar de Leila y James.
Liliana se había estado quedando con Leila y James en la casa de los dos. La niña se sentía protegida por la pareja, ellos nunca demostraban algún tipo de maldad o desprecio hacia la pequeña.
Una mañana se pudo ver a James manteniendo una conversación de negocios vía telefónica con uno de sus mejores clientes, que a la vez había sido quien le habían enseñado todos los secretos de cómo ser un asesino a sueldo, traficante y extorsionista.
-Tim, mi viejo amigo, no te preocupes. Ese trabajito no es nada para mi experiencia, es sólo un tonto Punk star, dile a tu hijo que acabaré con ese imbécil  sin ningún problema.
-Lo sé, James, confío en tu capacidad, pues he sido yo quien te enseñó todo para ser el mejor en estos trabajos. Ese tonto rechazó el contrato que mi hijo le ofreció para su disco, en cambio, se fue con la disquera rival de Mark. El tipo es buen músico y hubiese tenido una buena carrera, pero lamentablemente no puedo aceptar que le hagan desplantes a mi buen Mark, así que su carrera ha llegado a su fin mucho antes de empezar.

-Oye, Tim, y volviendo a lo que te comenté de la niña aquella, está perfecta como a ti te gusta. Tiene 5 años,  jugosa y tiernita como te encantan a ti.

-Está bien, James, tráela a mi casa y veré la mercancía para ver cuánto te doy por ella, te veo en un rato.

En el mismo instante que colgó el teléfono, James se dirigió al cuarto donde Leila y Liliana estaban jugando. James le dijo a Liliana que se pusiera los zapatos pues irían a dar un pequeño paseo, por que Leila sin ningún tipo de vergüenza preguntó:
-¿La has logrado vender?

-No está tan seguro de comprarla, la verá primero y luego nos hará una propuesta, creo que tendré que dejarlo probarla antes, para que se decida, cada vez se pone más exigente.

Así la inocente Liliana, sin saber las malvadas intenciones que tenían para con ella,  se sintió contenta de que su amigo James y su amiga Leila la llevaban a dar un paseo. En su inocencia no se imaginaba el mal que se aproximaba a ella. Estaban a punto de venderla a un pervertido violador de niñas, asesino y contrabandista sin corazón.
Tim Hartman, el más despiadado hombre que jamás hubiesen conocido, era el mentor de James, el hombre que lo había convertido en lo que ahora era. El hijo de Tim, Mark, era el fundador de una pequeña compañía disquera de creciente éxito, se dedicaba a la búsqueda y exposición de nuevos talentos en la zona de Nueva York. Obviamente, la compañía además de haber sido fundada con dinero sucio de su padre, también era una empresa fachada para blanquear dinero sucio del narcotráfico, extorsiones y asesinatos cometidos por su padre.
Mark había ofrecido un contrato de representación y grabación de disco a un emergente chico, Eric Di Ángelo que con su grupo de hard rock, “Los Ángeles on Fire”, estaba obteniendo un éxito tremendo en los bares y clubes locales de Brooklyn. De alguna manera el trato no le había inspirado confianza al joven Eric y había decidido no hacer negocios con Mark.
En cambio, había decidido irse con Future Stars Marketing, que era la compañía rival de Mark Management. Eso había encolerizado mucho al joven empresario. Incluso había llegado a hacer llamadas amenazantes a Eric, pero este no las había tomado en serio, había pensado que sólo eran habladurías de un hombre enojado.
Pero al igual que la mayoría de los  hijos de papi, quienes cada vez que tienen algún problema no tienen los pantalones para afrontar  sus problemas, sino que salen corriendo en busca de su papi para solucionarlos, Mark había recurrido a su padre para decirle del desprecio por Eric Di Ángelo.
Rápidamente Tim se había puesto a investigar lo más posible acerca de Eric, su vida y su familia. No le había sido muy difícil obtener toda esa información, pues conocía a todos y cada uno de los que vivían en cada vecindario de Brooklyn, fuesen buenas o malas personas, todos le rendían pleitesía y cualquier cosa que él quisiera saber, sólo debía hacer una o dos preguntas y obtenía lo que buscaba.
Al parecer no había mucho que saber acerca de Di Ángelo, pues sus padres habían muerto cuando el tenia catorce años. Estuvo en un centro para huérfanos hasta los diecisiete donde había aprendido a tocar la guitarra y había comenzado a componer canciones. A los dieciocho había comenzado a trabajar como escritor de artículos relacionados con la escena rockera de la ciudad, vendía sus artículos a periódicos y revistas del género.
Tenía su propia banda de Hard Rock. Estaba comprometido con la que había sido su novia desde los dieciséis años, Maryam. El matrimonio sería dentro de tres meses, se encontraban en los preparativos para realizar la boda después de la grabación del primer álbum de la banda.
En definitiva, un muchacho que no se metía con nadie y estaba tratando de sobresalir por sus propios medios, sólo con el apoyo de su novia y los amigos de la su grupo musical.



El Porsche 911 Turbo, año 1985, de James se aparcó frente a una lujosa mansión de las afueras de East Hamptom, la zona más exclusiva de todo el estado de Nueva York. Se bajó del auto y le pidió a la pequeña Liliana que lo siguiera. La inocente niña, sin saber el triste destino que le esperaba, continuó cantando una dulce canción infantil que su mamá le había enseñado en los ratos que pasaba jugando con ella en casa.
-Tim, aquí estamos ¿cómo te va?

-Pues, ya me ves, aquí en mi casa de retiro. Hola pequeña ¿cómo te va?

La niña, que estaba aún aprendiendo a hablar en inglés solo acertó a decirle -“Hi”
-No importa, para lo que te tengo preparado, no es necesario que hables. Mientras menos digas, es mucho mejor.

-¿Entonces te la quedarás?- preguntó un sonriente James que podía sentir la satisfacción de haber cerrado otro de sus mezquinos tratos.

Tim llevó a la niña hacia un gran cuarto que tenía preparado con muchos juguetes, algunas camas y ropa linda, le dijo -¿ves todo esto? Pues ahora es todo tuyo.
Luego de eso los dos hombres se dispusieron a beber y a drogarse, mientras continuaban hablando de sus planes y nuevas alianzas delictivas. Estaban  tan felices de poder acercar aun más los lazos que los unían.
Luego de varias botellas de whisky, unas cuantas líneas de cocaína, y dos o tres puros de marihuana, el perverso deseo sexual se apoderó de Tim. Éste decidió que era el momento para darle una probada a la nueva diversión que le había comprado a su amigo james.
-Vamos a ver qué tan buena es esta esa chiquilla que me trajiste, James.

-No, Tim, tú sabes que esos deseos sexual es por las niñas no van conmigo, a mí me gustan las mujeres ya hechas y derechas, con experiencia y que tengan de donde agarrarse, no unas mocosas cagadas.

-No sabes de lo que te pierdes, es lo mejor que puedes experimentar. Son tan tiernas y jugosas.

-Estás enfermo ¿sabes, Tim?

-Sí, lo sé- dijo con una sonrisa el maléfico Tim.

-Mejor me voy a dormir un rato, asegúrate de que esa mocosa no grite demasiado. Quiero descansar.

-Eso no te lo prometo.

Así, James se fue a una de las habitaciones para invitados dentro de la casa de Tim. A los pocos segundos se podía escuchar el llanto desgarrador de la pobre  Liliana, la pequeña inocente estaba siendo violada por aquel cerdo mezquino, sin corazón. Los gritos de la beba hubieran sido capaces de conmover al más duro ser humano sobre la Tierra, pero lamentablemente en aquella casa alejada de toda civilización sólo estaban los demoníacos seres de James Tim, y ninguno de ellos se apiadarían de la inocente Liliana.
-¡Noooo! ¡me dueleeee! ¡Por favor nooo! No quierooo… ¿Mami? Mami, mami…

…Leila, leila, ayúdame… no, por favor…






X. Venganza


Como suele suceder en la mayoría de casos cuando una madre presiente el peligro para sus hijos, la joven Marta esa tarde estaba muy intranquila y no quiso seguir trabajando, pues presentía que algo estaba mal con su pequeña Lily.
Llamó a casa de Leila pero ésta no contestaba el teléfono, así que, le pidió a Ana que la acompañara a casa y ésta aceptó. Pero cuando se disponían a salir del bar otra de las trabajadoras las interceptó y les dijo  que las dos no se podían ir, pues era jueves y ese día había un especial de chicas al dos por uno para los clientes más exclusivos, y aún no habían llegado las demás muchachas, el club se estaba llenando rápidamente y había mucho trabajo.
La chica les dijo que entendía perfectamente lo que sucedía, pues ella también era madre, pero que no podía dejar que se fueran las dos, si no Leila se molestaría mucho con ella, le dijo a Marta que ella podía irse a ver que todo estuviera bien con su hija y que regresara rápido. Pero Ana debía quedarse a ayudar con los clientes.
Rápidamente, Marta se fue a casa de los Yankowitz para salir de la duda de aquel mal presentimiento. Al llegar al portón nada parecía estar mal, todo estaba en la misma calma que siempre había estado. Pero algo muy diferente pasó al ingresar a la casa, estaba demasiado tranquila, más de lo normal.
Se dirigió hacia su cuarto para buscar a su pequeña Liliana, pero no la encontró por ningún lado. En ese momento se comenzó a desesperar, pues el  presentimiento maternal de que algo le había sucedido a su pequeña se agrandaba más y más.
Fue entonces cuando Leila salió del baño, secándose su abundante cabellera rizada con una toalla. Inmediatamente Marta le pregunto por su hija.
-Pero, cálmate, mujer, ¿qué es lo que te pasa? James llevo a tu nena a dar una vuelta al parque y a comprarle algo, qué se yo.

Pero esas palabras no tranquilizaron para nada a Marta, pues por más que los Yankowitz se habían portado bien con su hija, y jugaban con ella, nunca la habían sacado a ningún lugar, mucho menos acompañada sólo por James. Marta no dijo nada, solamente regresó a su cuarto, para revisar dentro de las pertenencias de su hija. Se encontraba buscando en las gavetas de Liliana, no encontró nada para sospechar, pero no se sentía aún tranquila.
De repente, sintió un empujón por la espalda, con tal fuerza que la tumbó en la cama, al girarse para ver quien la había empujado, vio a la malvada Leila. Estaba ahí parada frente a ella, sosteniendo un largo y afilado cuchillo de cocina y apuntándolo hacia ella dijo:
-Yo sabía que tarde o temprano tú y tu hija nos traerían más problemas que beneficios. Nunca has sido una buena puta para mi negocio, además he notado como James te mira, le gustas y no puedo permitir que eso suceda en mi propia casa.

-Ustedes son unos maniáticos ¿Dónde está mi hija? ¿Qué han hecho con ella?

-No te preocupes por ella, a estas altura ya debe estar muerta.

En ese  preciso momento la furia y desesperación hicieron que a Marta no le importara que aquella endiablada mujer la estuviese apuntando con el cuchillo. Se abalanzó hacia ella con furia y se enfrascaron en una pelea cuerpo a cuerpo, de la cual Marta se llevó la peor parte, pues fue herida en la pecho con el cuchillo de Leila.
Pero era tal la furia que sentía aquella mujer, y además el sentimiento de haber perdido  todo lo que en verdad importaba para ella, que olvidó el dolor de la herida, y con fuerza logró arrebatarle el cuchillo a su agresora, y con el mismo le asestó una certera puñalada en el cuello, desesperada, Leila trató de huir, trató de salir de la casa para buscar ayuda, pero la herida fue tan  profunda que destrozo por completo la vena yugular, quedó prácticamente desangrada en medio del patio de la casa, en medio de un lago de sangre.
Al mismo tiempo, la pobre Marta sintió le dolor intenso de la herida, pero más aun sentía el no haber podido salvar la inocente vida de su pequeña bebé. Ahora al menos había logrado que la maldad de Leila no siguiera y al mismo tiempo causaría dolor a la persona que usualmente era el encargado de causarlo.
James estaba acostumbrado a acabar con la vida de sus enemigos infringiéndoles heridas profundas en el cuello, para que murieran desangrados, le excitaba ver fluir los lagos de sangre. Irónicamente, sería la forma en que encontraría muerta a su novia. Y él no podría hacer nada por ella.
  
Después de haber descansado un rato de la gran fiesta que habían tenido los dos hombres, James se recuperó de los estragos de las drogas y alcohol consumido, y se dispuso a regresara a su casa junto a su amada Leila. Pero antes de marcharse decidió despedirse de su amigo y maestro Tim Hartman.
-Bueno, Tim, ha llegado la hora de irme, espero que hayas disfrutado la mercancía que te traje.

-En marihuana, déjame decirte que mantienes la calidad, la niña estuvo bien, pero no me duró mucho tiempo como las demás. A ver si la próxima que me traigas, me  la entregas mejor alimentada para que me dure al menos unas cuantas horas más.

-Trataré, trataré, es que te has vuelto demasiado exigente- dijo James.

-Ya sabes que soy refinado en mis gustos, mi querido James. A propósito, me gustaría que te encargues del asunto del tal Di Ángelo ese, lo más pronto posible. He escuchado que la grabación de su disco va ya bastante avanzada y no me gustaría que sea más conocido, tú sabes, mientras menos popular sea a la hora de su muerte, nadie lo notará y no tendremos a la prensa haciendo ruido.

-No te preocupes, Tim, es más, te prometo que esta misma noche ese idiota dormirá nadando en su propia sangre asquerosa. Ya lo verás.

Así sin ningún tipo de remordimiento por la inocente vida que acababa de arrebatar por un puñado de dinero, James subió a su auto de lujo, prendió la radio y comenzó a conducir hacia su próxima parada de negocios, pues nunca paraba de producir para él y  para el amor de su vida, sin saber el amargo final que le había tocado a su bella pero maléfica Leila.
Era una de las noches más frías del invierno en los suburbios de la ciudad. Las calles, más solas que de costumbre. James preguntó a uno de sus informantes donde era la casa de Eric Di Ángelo, “El Rockero”. El hombre le dio la información que necesitaba para llegar hasta el edificio donde Eric y su novia Maryam compartían un pequeño apartamento.
Al llegar al primer piso se dirigió a al apartamento de Jorge, quien era el encargado del mantenimiento del viejo y desgastado edificio. Golpeó a su puerta, y de adentro se escuchó la voz que decía:
-¿Quién?

-Hola, Jorge ¿podrías ayudarme?

-Espere un momento, voy ahora.

El viejo abrió la puerta de su apartamento y justo ahí vio a un hombre joven, blanco, de cabellera platinada y suelta, con una barba muy poblada y amablemente se presentó.
-Hola, Jorge, soy Mike, soy amigo de Eric, el chico del último piso que toca en el grupo de Rock.

-Ah, el ruidoso chico rockero ese, es un buen muchacho, muy amable.-

-Sí, bueno, ¿sabes? El y yo quedamos de vernos hoy en su casa para arreglar un asunto relacionado con su carrera como músico, además les voy a ayudar con los arreglos de su boda.  Pero no está ahí, no sé si puedes dejarme entrar  para esperarlo dentro. Está muy frío el pasillo para esperarlo ahí y no sé cuanto se vaya a tardar.

-Ah, sí, es cierto. Maryam me comentó que se van a casar pronto. ¡Uhm! pero, no lo sé, ¿sabes? No estoy autorizado para dejar entrar a nadie en los apartamentos de los inquilinos, pero a Eric y Maryam los conozco bien y no creo que se molesten por dejarte entrar, y más aún si eres tan amigo de ellos. Ven, sígueme, te abriré la puerta.

Subieron por las sucias escaleras del sitio, pues el elevador llevaba ya descompuesto dos semanas. James se portó muy amable con el anciano, lo ayudó a subir las últimas escalinatas pues ya estaba muy cansado para hacerlo con la jovialidad de sus años mozos. Al fin llegaron al 6to piso del edificio, al apartamento de la joven pareja. No había nadie, como efectivamente lo había ya sabido James por medio de su informante.
El viejo Jorge, creyendo que hacia una favor a Eric y su  prometida Maryam. Dejó entrar al hombre que buscaba dejarlos sin dicha, robarles la vida, y destruir las ilusiones de dos buenas almas. Sólo por un caprichito de un hijo de papi malcriado que no soportaba un “no” por respuesta.
-Bueno, muchacho, pasa, adelante, y espera a tus amigos ahí dentro.

Jorge, ¿no quieres que te ayude a bajar las escaleras? Están muy oscuras y sucias, puedes resbalarte- dijo James al pobre viejo que, sin saberlo,estaba siendo su cómplice.

-No.  No te preocupes, yo subo y bajo estas escaleras todos los días, es parte de mi trabajo. Me tardaré un poco, pero no es nada. Cuídate, muchacho -contestó el viejo, y mientras lentamente bajaba las escaleras para llegar a su apartamento, se detuvo un momento a pensar en voz alta:

-¿Cómo es posible que este chico sepa mi nombre, si yo jamás lo he visto en mi vida? Debe ser que Eric y Maryam le han hablado de mí. Después de todo, son buenos amigos, al menos alguien  habla de mí, jeje.

James esperó pacientemente muchas horas dentro del apartamento de Maryam y Eric. Cuando éstos llegaron a su casa, sucedió la tragedia de sus muertes, que fue relatada en el capítulo 7 (recordar es volver a sufrir).

Cuando James regresó a su casa, luego de haber consumado la muerte de Eric Di Ángelo y su prometida Maryam, era ya muy tarde, pasada la media noche, es más quizá hasta de madrugada. Encontró la casa completamente a oscuras,  no había nada de ruido dentro. Por más que toco la corneta de su auto para que su novia saliera a abrir el portón de acceso a la residencia, ella nunca apareció. Esto era muy raro e inmediatamente supuso que algo estaba mal.
Bajó rápidamente de su auto, corriendo a buscar en sus bolsillos las llaves para abrir el portón del garaje. Estaba tan nervioso y ansioso por abrir, que torpemente botó las llaves al tratar de sacarlas de su bolsa, éstas cayeron a unos pasos de distancia, pero como estaba tan oscuro, se tardó algunos segundos en encontrarlas. Finalmente abrió el acceso a la mansión y se subió nuevamente al carro para estacionarlo dentro de su casa y ver lo que pasaba. Definitivamente tenía un mal presentimiento acerca de lo que podría estar pasando en casa.
Por su mente pasó la idea de que alguno de sus antiguos enemigos podría estar dentro esperándolo para saldar viejas cuentas. Nunca imaginó que algo malo podría haberle pasado a Leila, pues ella nunca estaba en casa a esa hora de la noche, siempre estaba atendiendo el bar, asegurándose de que las chicas estuvieran cumpliendo con su trabajo.
Al estacionar su carro dentro de la propiedad sintió cómo las llantas delanteras se subían sobre algo, algo que por el peso podía ser alguna roca o un bache. Al bajar del auto sintió cómo sus botas esparcieron agua de un charco, que probablemente se había formado por el agua que usaban para el riego del jardín. Inmediatamente sacó una pistola que él siempre llevaba consigo y se dispuso a ingresar a la casa.
Primero prendió las luces del patio, esperando ver desde ahí si alguien se movía en  el interior de la casa. Pero nada pasó, todo seguía en calma. Se dirigió a la cocina, pero todo estaba impecablemente limpio, nadie había ni siquiera tocado un trasto, al parecer ni siquiera se había hecho ni un café en aquella cocina aquel día.
Prosiguió con su arma en mano y con una sensación de temor cada vez más grande. Por primera vez en su vida estaba sintiendo miedo. Aquel hombre que era capaz de asesinar hasta niños a sangre fría, estaba completamente asustado, su cuerpo temblaba y no podía evitar la sensación estar siendo perseguido u observado.
Se aproximó por último a su habitación, pero antes de salir de la cocina escuchó como un vaso de cristal se rompía. En ese momento no aguantó más, era tal su miedo que no se pudo contener y tuvo que gritar, al mismo tiempo que por accidente, o quizá por temor, disparó su arma al azar y volvió unos pasos hacia la cocina, pero no había nadie ahí.
Ahora sí, tomó el camino hacia su habitación, pero no había nada fuera de lugar. Sólo encontró un cepillo de pelo de Leila, sobre la cama, aún tenía algunos rizos desprendidos de la abundante cabellera de Leila.
Tomó el cepillo en sus manos y se puso a temblar con aún más fuerza, no tenía ya control sobre los movimientos de sus propias piernas, estuvo a punto de caer al piso varias veces mientras intentaba revisar las demás habitaciones de la casa.
Finalmente llegó a la habitación que compartían Ana, Martha y su pequeña hija Liliana. Al llegar ahí encontró a la moribunda pero aún con signos vitales y casi desangrada Martha. James la sacudió con fuerzas y le preguntó qué había sucedido en esa casa, dónde estaba Leila. Martha, con una vos muy débil y una sonrisa socarrona le dijo a James.
-Tú creíste que eras el único capaz de... tomar las vidas de los demás... podrás haberte llevado la vida de mi angelito. Pero yo...

Yo...

Me he llevado la vida de tu perra conmigo…

-¿Qué dices? ¿Quéle hiciste a Leila?- dijo James a Marta mientras le estrellaba de cabeza contra el piso. Tomó su arma y le apuntó a la casi muerta mujer en la cabeza.
-No hice nada que... esa... puta no mereciera... murió desangrada en su p...propia sangre...llorando...llorando por ti... así como mi hija lloró rogando por mí... y no pude hacer nada por ella...tú...

Tú tampoco… hiciste nada por tu...perr..a.

Antes de terminar de decir esas palabras el corazón de Marta no pudo más y se apagó.  Entonces James, lleno de furia y desconsuelo, a la vez recordó la roca con la que chocó y el charco que pisó al estacionar el auto.
Recordó que ahí nunca había habido una roca,  y que el jardinero nunca regaba las plantas de noche. Corrió a su habitación, tomó una linterna, y se fue al jardín. Se desplomó por completo al darse cuenta de la terrible realidad que sus ojos veía ahora. El charco era rojo carmesí y muy espeso, debajo de su auto estaba el cuerpo de su amada con la cabeza completamente machacada por las ruedas delanteras de su costoso auto.
La furia que sentía era tan grande que lanzó un grito tan fuerte que hizo ladrar a los perros de toda la cuadra. Tomó su arma y se dirigió a donde estaba el cuerpo sin vida de Marta, le descargó toda la metralla de su arma, aunque ésta ya no sintió nada pues lo que ahí estaba era sólo su cuerpo sin alma. Su alma estaba ahora siendo guiada al reencuentro con su bebita. No había nada, ni nadie que impidiera aquel reencuentro entre almas de madre e hija.
Casi a las seis de la mañana, Ana regresaba de su turno en el club. Después de haberse acostado con cinco clientes haber tomado diez cervezas y consumido varias líneas de cocaína, lo único que esperaba era llegar a casa, tomar un baño y dormir plácidamente hasta las cinco de la tarde, cuando tendría que volver a otra larga jornada de sexo, drogas y alcohol.
En cambio, cuando llegó a casa, la escena parecía haber sido sacada de una película de terror. Restos de ríos de sangre en el jardín,  agujeros de bala en las paredes, cuerpos tiradas por la casa. Encontró a James totalmente fuera de sí, abrazando la cabeza de Leila que se había desprendido de su cuerpo al pasarle el auto por encima, estaba en estado de locura, muy aletargado y cantaba una vieja canción vudú que Leila le había enseñado en el idioma haitiano antiguo.
Ana decidió salir de la casa lo más pronto posible, y desde un teléfono público llamó a la policía para informarles que su patrón había asesinado a la novia junto a otra de sus trabajadoras en su propia casa.
Días más tarde un titular en The Daily News decía" Pastor de Secta satánica y empresario, es condenado a veinticinco años por asesinato doble."
En el resto del articulo del periódico decía que James había asesinado a Leila y Marta por celos al darse cuenta que las dos mujeres mantenían una relación lésbica, y que probablemente la relación entre ellas había iniciado porque Yankowitz las usaba para realizar orgias en su casa.







XI. Embriagantes Recuerdos


Luego de la ceremonia fúnebre de Julián, la joven Leah Coors dejó a Sonia en su apartamento, para después conducir por cuarenta minutos hasta su casa. Esa tarde estaba muy pensativa y reflexiva por los varios sucesos que le habían pasado en últimos días. No dejaba de pensar en el dolor de la muerte y las separaciones que esta misma provoca.
A unas pocas cuadras de llegar a su casa, tomó un pequeño desvío. Después de pensarlo mucho, había tomado la decisión de comprarse una botella de whisky, para hacer esos pensamientos marcharse. Total, mañana sería su día de descanso y podría beber hasta desfallecer y dejar ese tormento que ahora sentía.
Luego de haber entrado a la licorería por la botella de whisky que sería hoy su compañera de fin de semana, Leah volvió a su auto y siguió manejando por el camino hacia su casa. Lo recuerdos que la atormentaban ahora eran cosas que habían estado con ella durante ya casi cinco años, nunca se habían marchado, pero esta vez en especial, la muerte de Julián le había hecho que el tormento fuera más agudo.
Finalmente, estacionó su auto en la parte de enfrente de su casa en la localidad de Hempstead, NY. en la calle North Franklin. Cada día, al llegar a casa, la única que salía a su encuentro era su perrita, una Shih Itzu de nombre “Bailey”. Ésta tarde no iba a ser la excepción. Como todas las tardes. Bailey estaba ya lista para salir al encuentro de su ama. Meneando la colita y ladrando de felicidad, Bailey gozaba de los mimos de Leah.
Al entrar a la sala Leah dejó la botella de licor sobre la mesa en el centro y se dirigió a su dormitorio para ponerse los pijamas, para así estar más cómoda en su pequeña noche de soledad, pero de distracción a la vez.
Luego regresó a la sala, prendió el equipo de música, colocó uno de sus discos favoritos y puso el volumen a un razonable nivel, suficiente para ninguno de los vecinos escuchara nada, pero sin ser demasiado alto, para no molestar a nadie tampoco. Tomó su teléfono celular y lo apagó, para luego depositarlo en la gaveta de la mesa.
Se dirigió hacia la cocina para buscar una bandeja con hielo y un vaso de vidrio para comenzar con su noche de perdición en los confusos caminos del alcohol. Mientras estaba sentada en su sala y abriendo la botella, se hizo una pequeña pausa, y por un momento pensó en dejar esa botella para otro momento y mejor retirarse a dormir.
Pero en el fondo sabía que el no continuar con esta especie de terapia, sólo causaría una noche de insomnio y tormentos por los recuerdos que atacarían su mente, tan pronto como llegase a su cama y se dispusiera a dormir. Así que no desistió y continuó sirviéndose el trago en su vaso lleno de hielo.
Comenzó con un vaso de whiskey y de volumen moderado, luego fue subiendo un tanto el nivel de la música como también el de los vasos de whiskey que consumía. Al cuarto vaso comenzó lo que ella más se temía y lo que más quería evitar.
La visiones del pasado regresaron, comenzando desde sus años de niñez, cuando su padre se comportaba con ella de una manera muy estricta y violenta, llegando hasta las consecuencias físicas.
Se vio a sí misma cuando tenía once años de edad, en una ocasión donde su padre había llegado a casa borracho, preguntando por su madre, quien aún no había llegado a casa desde su trabajo. Sólo estaban ella y su hermano cuatro años mayor que ella.
-¿Dónde está tu madre, niña?
-No lo sé, padre. Aún no llega de trabajar.
- ¡HA! Debe estarse revolcando con los tipos de esa fábrica donde trabaja. Tengo hambre ¿qué hay de comer?- pregunta el hombre notablemente borracho.
La pobre Leah estaba súper asustada, ya que sabía lo que se aproximaba. Otra de aquellas golpizas a las que la sometía su abusador padre, cada vez que llegaba borracho. Su hermano, Andy, estaba en la sala y observaba cómo su padre seguía a la aterrorizada niña hacia la cocina.
Leah estaba sirviendo la comida a su padre, mientras que éste no paraba de gritar y arremetía en contra de su madre.
-Niña, tú eres igual que la perra de tu madre, no sirves para nada. ¡No aguanto hasta que crezcas para largarte de mi casa junto a la puta infiel de tu madre!
Apúrate con mi comida y dame una cerveza de la nevera, la más fría. Buena para nada -dijo el padre de la niña. Cuando Leah llevó la comida hasta la mesa, se acercó con mucho nerviosismo, sus manos temblaban tanto que casi hace caer el plato de comida antes de poder ponerlo sobre la mesa.
Con una voz muy suave y angustiada, sabiendo lo que pasaría, Leah dijo a su padre:
-Papá, lo siento, pero no hay más cervezas en la nevera, tú te las acabaste toda anoche.-
- ¿Qué dices? No lo creo si anoche dejé una caja completa, seguramente la perra de tu madre metió a uno de sus amantes y el desgraciado se tomó mi cerveza – Encolerizado el padre de los muchachos tiró al piso el plato de comida. Se puso en pie y se desabrochó el cinturón de cuero de su pantalón. Justo cuando su padre lanzó el primer latigazo con su cinturón, el vaso de whisky de Leah cayó al piso, derramando el alcohol y quebrándose en varios de pedazos y haciendo que la mujer despertara, asustada de aquella visión del pasado.
Cuando Leah terminó de recoger los cristales del vaso roto, volvió a la cocina por un vaso nuevo para continuar embriagándose.
Se sentó nuevamente en su sillón junto a Bailey, y se sirvió un nuevo trago. Con una lágrima recorriendo su mejilla, recordó cómo aquel a latigazo de su padre no le había impactado en ella, sino en su hermano mayor, Andy, quien al ver las intenciones de su padre de golpearla, había corrido a interponerse entre él y Leah, protegiendo a su hermana con su cuerpo como escudo.
El golpe del cinturón impactó tan fuerte la espalda de Andy, que el chico comenzó a sangrar.  Al ver esto el padre de ambos quedó sorprendido, con una cara de impresión. Andy entonces recriminó a su padre.
-Ya Leah te dijo que te acabaste las cervezas anoche. Ni mi madre ha metido a nadie a casa, ni tampoco tú tienes derecho a tratar así a mi hermana.
-Andy, no seas malagradecido. Yo a ti te he dado todo, no deberías estar en mi contra, no defiendes a la perra de tu madre ni a la inútil de tu hermana.
-¡Cállate! Ni mi hermanita es inútil, ni mi madre es una perra, Mi madre es la que mantiene esta casa mientras tú estás afuera emborrachándote, y aunque mi madre se acostara con medio vecindario para mantener el hogar, ella lo haría porque tú eres el que no sirve para nada.
 Al escuchar estas palabras de Andy tan llenas de odio en contra del hombre que debería ser su ejemplo, el padre borracho salió como loco, llorando y maldiciendo su vida.
-No te preocupes, Leah, te juro que no dejaré que nada malo te pase, si tengo que pelear con mi propio padre para protegerte, te juro que lo haré.
-No, Andy, papi esta borracho, tú sabes que cuando está sobrio es diferente.
- ¡Ja! ¿Hace cuánto que no está sobrio? Ya no recuerdo la última vez que lo vi en sus cinco sentidos.
Así volvió a la realidad la cada vez más ebria Leah. Había llegado a la mitad de la botella de Whiskey, pero eso no era suficiente aún para ella, pues los siguientes recuerdos eran los que más fuerza requerían y esa fuerza, erróneamente, sólo la encontraría esta noche en la segunda mitad de aquella botella de licor.
Entonces hay que continuar bebiendo para ahogar aquellos íntimos y dolorosos recuerdos. Vuelve a su vida junto a su familia, pero ahora se ve a sí misma en sus pensamientos un poco mayor, a los dieciséis años de edad. Andy ya tenía veinte y estaba comenzando la universidad. El padre de Andy había sido criado en un entorno machista, donde el padre siempre daba mucha más preferencia a los varones sobre las hembras.
Mientras Andy estaba ya cursando la universidad la pobre Leah estaba destinada a terminar el bachillerato y luego, si tenía suerte, casarse con alguien que la llevase a vivir fuera de aquel lugar que llamaba hogar.
Aquella tarde se encontraba sólo ella realizando las tareas de la casa, limpiando y preparando la comida para ella, su madre estaba trabajando, Andy, quien no tardaría mucho en llegar de la universidad, y su padre. Cuando entonces llegó a la casa su padre, borracho como ya era costumbre. Pero ahora ya no se atrevía a golpearla o maltratarla tanto, ya que Andy y la misma Leah se habían encargado de ponerlo en su lugar.
Ya no eran niños y el no podía seguir maltratándoles, exigiendo respeto, cuando nunca habían hecho absolutamente nada para ganarlo. La relación había llegado a un punto donde él simplemente aportaba lo necesario para pagar la renta de la casa y una parte de la comida. Luego él podía (y así lo hacía), gastarse el resto de su dinero en cervezas y alcohol. Aparte se estaba poniendo viejo, y sus hijos eran ahora más fuertes que él.
La muchacha de dieciséis años estaba en la cocina casi acabando de preparar la comida, cuando ingresó su padre a la casa, borracho como siempre. Ella no le dio importancia, pues hasta ahí todo era perfectamente normal. Pero esa tarde el padre lucía totalmente sumergido en otro mundo.
Escuchaba voces en su cabeza que lo aconsejaba:
-Robert. Mira qué linda se ha puesto tu hija, está convertida en toda una mujer. ¿No te parecería un desperdicio que ella se entregara a cualquier muchachito de colegio? Tú la has criado y la has convertido en lo que es ¿Por qué no la tomas tu primero? Hazla tuya antes de que se vaya con un imbécil.

Este hombre, por abusador que hubiese sido, nunca se había atrevido a tocar a su hija de manera impropia, más allá de los golpes que le propinaba. Nunca había tratado de abusar de ella en forma sexual. El se rehusaba a escuchar aquella voz, se decía a si mismo que no podía hacer eso. Reconocía que nunca había sido un buen padre, pero que tampoco sería tan puerco de violar a su propia hija.
La voz era cada vez más insistente, estaba utilizando algo que le traía muy  malos recuerdos a aquel hombre:
-Recuerda lo que su madre te hizo, recuerda cómo te abandonó para irse con uno de sus compañeros de trabajo, y tú tan bueno que fuiste al brindarle nuevamente tu casa y tu hogar, cuando ella se cansó de revolcarse con él y te pidió regresar contigo ¿Ya lo olvidaste?

¿Qué sabes tú si esa muchacha es en verdad tu hija? ¿Cómo estás seguro de eso?

Lo que esa malvada voz hacía resonar en la cabeza del desgraciado borracho no era del todo mentira, pero tampoco del todo verdad.
Cuando Andy tenía dos años su madre y él habían abandonado el hogar, pues la mujer se había cansado de los maltratos y borracheras de su esposo. Se había ido a vivir con un hombre que había conocido mientras trabajaban juntos. Aquel hombre era bueno, pero lamentablemente sólo habían podido estar juntos menos de un año, ya que él había fallecido a causa de un cáncer. La mujer había decidido continuar sola, pero la vida se le hizo muy difícil y no le quedo de otra más que volver con su anterior esposo abusador.
Leah sí era hija de Robert, ya que había sido concebida después que su madre había regresado a vivir con el borracho, pero Robert en sus borracheras, que eran constantes, siempre dudaba que Leah fuera de su misma sangre, siempre pensaba que era hija del hombre con el que su madre había huido. Cosa que era casi imposible, ya que a causa del cáncer que este padecía, había perdido la capacidad de producir testosterona, la hormona que despierta el apetito sexual en el hombre. Y sus relaciones sexuales habían sido muy poco frecuentes.
La voz demoníaca en la cabeza de Robert había conseguido su cometido, le había convencido para aprovecharse de la indefensa Leah.
Se acercó tomándola por la espalda mientras ella no se enteraba que él se aproximaba. Cuando la sujetó por detrás logró desabrochar su pantalón, intentó hacer lo mismo con el pantalón que Leah vestía, pero la muchacha comenzó a gritar y a forcejear en su intento por escapar de la locura de su padre.
-¡Papá! Suéltame ¿qué te pasa? Déjame.-
-Ven acá, linda,solo quiero que me des un beso- dijo el hombre que a pesar de que ya estaba bastante borracho de repente parecía tener una fuerza sobrenatural, a Leah le fue imposible zafarse de su abrazo. El hombre continuaba forcejeando y manoseando a la muchacha, le comenzó a tocar los pechos y mientras más los acariciaba su deseo de poseerla se agrandaba más y más, la chica no hacía más que retorcerse y llorar, gritar por auxilio, pero no había nadie que pudiera auxiliarla.
Andy llegó entonces a casa y escuchó los gritos de su hermana, se apresuró en su ayuda y tomando un bate de beisbol, le asestó un gran golpe en la espalda a su padre, que lo tumbó al piso, pero éste se levantó con furia e intentó golpear a Andy. Fue ahí cuando Andy tomó un cuchillo de cocina y al ver que su padre estaba con su órgano  sexual al descubierto entendió que el malnacido había tratado e violar a su hermana.
Andy, lleno de ira lanzó una cuchillada a su padre  justo en la entrepierna, no alcanzó a herir su pene, aunque ésa era la intención, pero si logró cortar la parte superior de la pierna. El hombre comenzó a  retorcerse de dolor y a rogar por ayuda. Leah se abalanzó sobre su hermano para que no continuara hiriendo al padre de ambos.
-No, Andy. No sigas. No vale la pena. Llama a la policía y que se lo lleven, pero no lo mates.
-Escucha, viejo puerco, te advertí que si le hacías daño a mi hermanita yo mismo te mataría. Debes agradecer a Leah que no te acabe ahora mismo, porque ganas no me faltan y por tí yo no siento ninguna compasión.

La adulta Leah volvió súbitamente a la realidad, debido a que había comenzado a llover, una de las ventanas de la sala estaba abierta, el fuerte viento y la lluvia hicieron caer una de la cortinas. La chica ya notablemente ebria, se puso de pie, y tambaleándose, con lágrimas en los ojos se dirigió a cerrar la ventana. Luego regresó a su terapia de alcohol, para continuar la noche.
Los recuerdos eran ahora cada vez más confusos en la cabeza de Leah. Dos vasos más de Whisky tampoco contribuían mucho a clarificarlos. La fatalidad se acuña en su mente al recordar el triste final de su hermano, la forma tan trágica en que su existencia se extinguió.
Leah se ve ahora así misma a la edad de veinte años, la edad en la que se encontraba cursando sus estudios de preparación paramédico y enfermería. Acababa de llegar al apartamento que ahora compartía con su hermano Andy, de veinticuatro años de edad. Escuchó el timbre que sonó desesperadamente.
-Ya voy, ¡calma!- cuando abrió la puerta, frente a ella estaba Andy, notablemente angustiado.
-¿Qué te pasa Andy? ¿Estás bien?

-No, no estoy bien.

-¿Qué sucede? Dime ¿Por qué estas así tan alterado?

-La policía me está buscando, pero yo... Yo no lo hice, yo no he hecho nada.

-¿Qué cosa? Andy por favor cálmate ¿qué te pasa? Ven vamos a hablar y  me cuentas, cálmate.

-¡No! Debo irme, no puedo dejar que me acusen de algo que yo no hice.

-Pero ¿De qué hablas? Por favor, cálmate, me estás asustando.

-Me están acusado de violar a una nena de nueve años, yo jamás haría eso, tú lo sabes.
-¿Qué? ¿Quién te acusa? Si tú no lo has hecho, debes aclarar esto con la policía. Ven, Andy, por favor, todo va estar bien.

-Lo siento, Leah, debo irme. Sólo vine a despedirme, me están buscando y no quiero involucrarte en esto.

-Pero, ¿quién te busca?- preguntó Leah mientras seguía a  Andy, quien salía a toda prisa de su casa. Justo cuando Andy salía de su apartamento, observó cómo dos patrullas se acercaban a buscarlo a su casa. El chico se asustó muchísimo, se subió a su auto y la persecución policíaca comenzó. Uno de los autos de policía se quedó en casa de Leah para interrogarla, mientras la otra patrulla se dio a la tarea de perseguir a Andy.

-Señorita, ¿cuál es su relación con el chico que acaba de huir?

-Es mi hermano, oficial, pero no entiendo nada, ¿qué pasa aquí?

-Su hermano es requerido por cargos de secuestro y abuso sexual, en contra de una menor de edad.

-¡Imposible! Mi hermano es incapaz de eso.

-Señorita la testigo ha identificado a su hermano como el autor del crimen.

-No me lo creo, mi hermano ha sido un ejemplo para mí. El nunca haría algo así, siempre me ha protegido incluso de mi padre.

-Señorita Coors, no dudo de su palabra, pero el huir de la policía no ayuda en nada a su hermano.

Por el radio de la policía se alcanzaba a escuchar cómo la patrulla que estaba persiguiendo a Andy pedía ayuda y una ambulancia, pues el auto en el que Andy se conducía, había tomado una curva demasiado rápido y lo resbaloso de la carretera había causado que el auto de Andy se volcara y fuese a la vez a detenerse en un viejo, grueso y fuerte árbol de cedro.
Leah, al escuchar eso por la radio decidió sin pensarlo subir a su auto e ir a auxiliar a su hermano que ahora lo necesitaba. Al llegar al lugar, Andy estaba ya muerto. El vuelco del auto aunado al fuerte golpe en el árbol, que había doblado el auto por completo, le había causado la muerte instantánea.
La policía, al inspeccionar el auto de Andy, encontró restos de cocaína, latas de cerveza y lo que ellos catalogaron como la prueba de que él era el violador, un zapato de la víctima. Dieron el caso por cerrado y lo archivaron. Pues ya no había nadie a quien juzgar por aquel delito.
Nuevamente Leah volvió a su realidad. Ahora completamente ebria, tomó la botella de Whisky casi vacía. La lanzó con toda su furia contra la misma ventana que minutos antes se había levantado a cerrar. Maldiciendo a Dios, y renegando de él, Leah muy alterada maldijo su vida y la muerte de Andy. Ella se rehusaba a aceptar lo que las leyes habían determinado al respecto de su hermano.
-¡Maldición! ¿Por qué Andy? Mi hermano ¿Por qué me dejaste? ¿Por qué tú te lo llevaste? Si es verdad que existe un dios, ¿por qué debo pedir piedad? Se supone que tú eres un Dios de amor, pero donde hay amor no hay temor. No debería estar temiendo a ti, mi hermano era la única ayuda, y el único apoyo ¿Por qué te lo llevaste?

Reniego de un Dios que no es capaz de sentir mi dolor. ¡Te odio!




XII. Redención


Habían pasado ya varios días en la dimensión donde Julián se encontraba ahora recluido, había estado esperando pacientemente a que Eric volviera a aparecer. Mientras tanto, se había tomado el tiempo para acostumbrarse a su nueva realidad.
Había estado visitando varios lugares, analizando las formas de conducirse por la vida de algunas personas, había visto risas y llantos, alegrías y tristezas, bondad y maldad, niños nacer y ancianos morir. Pero nada de eso le daba las respuestas que buscaba. Necesitaba saber más de esta nueva manera de afrontar la vida, o muerte, cualquiera que sea el caso.
Hoy por fin, después de varios días, los que en realidad en la dimensión de los mortales habían significado ya tres meses desde su muerte. Finalmente apareció Eric, su guía.
-Julián ¿cómo estás?

-Vaya, hasta que apareces ¿dónde te habías metido?

-Lo siento, estaba tratando de sobreponerme de... bueno, tú sabes.

-Sí, te entiendo. Y acerca de eso, quiero ofrecerte una disculpa, ya que fui yo quien te insistió para que me mostraras lo que pasó.

-No te preocupes, es algo con lo que he aprendido a vivir, aunque no deja de doler.

-Entiendo- Julián se sentía ahora más tranquilo al ver cómo Eric estaba bien después de lo que había sucedido.

Pero también tenía muchas ganas de saber cuál había sido el final de su historia, aunque no se atrevía a preguntar por temor a ser inoportuno.
Eric lo sabía, así que tomó de nuevo a Julián por la mano y le mostró él mismo como había logrado cumplir la primera de sus misiones y de alguna forma obtuvo la satisfacción de hacer pagar al hombre que le había arrebatado la vida a él y a su amada Maryam.
-Luego de nuestra muerte, y al igual que ahora está sucediendo contigo un ángel vino en mi auxilio. Yo, al igual que tú, estaba muy confundido, no sabía si había muerto o todo había sido una terrible pesadilla. Intenté yo mismo hacerme creer que era una ilusión, un sueño, del que pronto despertaría y volvería a estar junto a Maryam, para así continuar con mi  carrera de artista. Pero no sucedió así, mi ángel guardián me explicó todo así como ahora me toca a mí guiarte a ti. Dame tu mano.

Julián dudó un poco, pues no quería que sucediera de nuevo aquella tan mala y triste experiencia con Eric. Después de la larga insistencia de Eric, Julián por fin tomó su mano, y fueron nuevamente  transportados a la época de 1985, cuando aquello sucedió.
Era una casa muy lujosa, una mansión, al parecer los dueños eran personas de muchísimo dinero, dada la extravagancia que denotaba la casa. Afuera había dos estatuas de gárgolas que servían de pilar a un portón grande de color negro. Al ingresar en aquel lugar se podía percibir la presencia de energías muy negativas, la casa en sí misma infundía un miedo terrible.
Eric caminó hacia la parte de atrás de la casa donde estaba una especie de cochera tan grande que en realidad parecía un taller mecánico, por el tamaño y por la cantidad de autos estacionados para su reparación ahí dentro. Ésa era la casa de Tim Hartman, el padre de Mark Hartman, ellos eran los dos hombres que habían planeado la muerte de Eric Di Ángelo.
 Julián pudo observar cómo dentro del taller estaban dos de los empleados de los Hartman discutiendo por un dinero que debían repartirse, pero no lograban ponerse de acuerdo en cómo lo repartirían de una forma justa. Uno de los empleados llevaba una  garrafa grande  de gasolina mientras discutía con su compañero.
En ese mismo instante apareció otra persona en la escena, Julián se sorprendió al punto de quedarse sin palabras al ver quién era esta nueva persona.
-No deberías estar tan sorprendido, amigo Julián, ya te lo dije, estamos en dimensiones alternativas, podemos estar en un mismo lugar y tiempo, donde nuestros yo alternativos también están. Para hacerlo más simple: los mecánicos están en el mundo de los vivos, vamos a llamarlo “dimensión 1”, el Eric que esta frente a ellos está en la “dimensión 2” lo que nos dejaría a nosotros dos en la “dimensión 3” actualmente.

Ya te expliqué que los mortales sólo tienen permitido estar en una dimensión durante su vida en la Tierra, pero para nosotros las dimensiones son infinitas.

Julián se quedó callado y siguió observando cómo Eric (de la segunda dimensión) se acercaba al tipo que llevaba la garrafa de gasolina. Como si se tratase de una aguja muy afilada, con su dedo índice logró hacer una agujero dentro del contenedor de combustible, fue tan rápido y preciso con su dedo que el trabajador del taller ni siquiera percibió el golpe del dedo de Eric. El hombre entonces puso el galón en el césped, fue entonces que la gasolina comenzó a salir de la garrafa.
A continuación, Eric dibujó con su dedo en la tierra una línea que conducía desde el garrafón de gasolina hasta una pequeña bodega hecha de madera  y plástico, era muy pequeña y generalmente los Hartman no sabían ni qué era lo que se guardaba ahí. El detalle es que el pasado verano se había almacenado en esa bodeguita unas cuantas cajas de juegos artificiales y pólvora muy potente, que habían sido dejada ahí después de la celebración del 4 de julio.
Aunque en todo el estado de Nueva York está prohibida la quema de pólvora, y más aun la pólvora potente, era bastante común para los Hartman no seguir las indicaciones de la policía, pues no cumplían para nada con las leyes, y por su poder económico estaban, o se sentían, fuera del alcance del brazo de la ley.
Poco a poco la gasolina siguió el camino de la línea que Eric había dibujado y llegó hasta la pequeña bodega, sin que los dos trabajadores se dieran cuenta de ese pequeño descuido. Se hizo tarde y llegó la hora de abandonar las labores en el taller e ir a buscar una cerveza o un trago para terminar la jornada, así se fueron los empleados del taller.
Llegó la noche, y como era habitual, los viernes por las noches eran la “Noche del Diablo” para la familia Hartman, era la noche en que en esa casa no se hacía otra cosas más que brindarle culto al maligno. Licor, drogas, sexo, orgías, y todo tipo de aberraciones creadas por el hombre eran lícitas y válidas en las noches del diablo.
Pero esta noche sería una noche especial, sería la noche de redención y venganza. El Eric que estaba con Julián en la “tercera dimensión” le pidió que lo siguiera, ya que desde otro lugar verían todo de una mejor manera. Se subieron a una pequeña colina donde se sentaron y esperaron a ver cómo el Eric de la “segunda dimensión” estaba abajo, y extendiendo sus manos al cielo decía las siguientes plegarias:
-SEÑOR. HEME AQUÍ, RUEGO POR TU JUSTICIA. ALMAS DEMONÍACAS COMO ÉSTAS NO DEBEN EXISTIR EN ESTE MUNDO, YO NO SOY NADA MÁS QUE UN INSTRUMENTO PARA TU OBRA. MI PARTE ESTÁ HECHA, AHORA QUE SE HAGA TU VOLUNTAD. SÓLO PIDO JUSTICIA PARA TODAS LAS ALMAS QUE HAN SIDO CEGADAS POR LA MALDAD DE ESTOS ESPECTROS DEL MALIGNO.

Mientras decía estas plegarias el cielo se tornaba de una color púrpura oscuro, poco a poco las nubes se juntaban de una manera que parecían tener prisa por llegar a juntarse. Poco a poco, y mientras el viento soplaba cada vez mas fuerte haciendo volar el cabello y las ropas de Eric, se formaba relámpagos que parecían ser la respuesta a las ruegos de Eric por justicia.
Eric reía como sabiendo que sus ruegos habían sido escuchados, en ese instante un rayo cayó sobre Eric, que permaneció con los brazos al cielo parado sobre la piedra, su cuerpo se estremeció por unos instantes, tembló un poco.
Mientras tanto, Eric permanecía con Julián observando todo desde la elevación de la colina, en la “dimensión 3”. Julián se puso en pie muy asustado, pero Eric lo confortó al poner su mano sobre el hombro en señal de que todo estaba perfectamente bien.
Siguieron observando. Vieron cómo el Eric impactado por el rayo fue capaz de contener la descarga eléctrica del rayo, se reía como si se tratase de un cosquilleo inofensivo.
Luego bajó sus manos, que habían estado apuntando al cielo, y las dirigió de manera muy rápida y violenta en dirección al taller. Eric estaba usando su cuerpo como una especia de puente entre el Cielo y la Tierra, la gasolinera para que el rayo y su fuerza eléctrica cumplieran con el objetivo de justicia.
 El garrafón de gas comenzó a arder en el mismo instante, también el impacto del rayo hizo que varios de los carros que estaban ahí comenzaran a explosionar lanzado esquirlas hacia la casa.
Pedazos de metal e hierros incandescentes lograron abrir varios agujeros en las paredes de yeso y plástico que conformaban la parte exterior de  la casa. Las mismas paredes comenzaron a arder en llamas rápidamente. Ninguno de los invitados puso especial atención a estos eventos, pues todos estaban muy borrachos y drogados o formando parte de orgías y sexo desenfrenado como para ver la verdadera magnitud de lo que ahí sucedía.
Además el pequeño río de gasolina que se había formado hasta el depósito de pólvora y fuegos artificiales hizo que se quemara la bodega e hizo detonar las luces de colores. La pólvora parecía un espectáculo de celebración en lugar de un incendio, por esa razón,  y además de que en Hamptons las casas están muy separadas unas de las otras, nadie se imaginó que sería un incendio. Parecía ser otra extravagante celebración de los ricos.
El Eric impactado por el rayo desapareció de repente sin dejar rastro alguno. Al paso de unas cuantas horas la policía y bomberos fueron alertados por unas columnas de humo que salían de la colina. Cuando llegaron al lugar después de varias horas de investigaciones concluyeron que “había sido un incendio por descuido, algunos residuos de gasolina en la cochera que estaba muy cerca de un closet exterior donde había fuegos artificiales  aunado al impacto de un rayo sobre una piedra que había ocasionado una descarga eléctrica que activo un fuego. Los residentes de la casa estaban muy borrachos y probablemente drogados como para poder escapar.” Así lo escribieron en el reporte oficial.
Sólo acudieron a sacar los cuerpos calcinados de los dueños de casa y brindar primeros auxilios, para luego trasladar al hospital cercano a los pocos sobrevivientes heridos.
Luego de presenciar cómo Eric había llevado a cabo la tarea de vengar las malvadas acciones de la familia Hartman, los dos chicos se fueron del lugar y se transportaron de nuevo hacia la segunda parte de la venganza.
Esta vez aparecieron en otra casa muy grande y lujosa en Brooklyn.  Ahí se podía percibir un mortuorio ambiente. Oscuras ventanas y una decoración un tanto triste, pero con un bello jardín con flores blancas y de otros colores, pero el blanco sobresalía en aquel jardín, que más parecía ser parte de otra casa.
Como había sucedido anteriormente en la casa de los Hartman, el Eric de la segunda dimensión apareció de nuevo, ante la mirada de Julián y Eric. Los dos jóvenes sólo podrían observar desde su dimensión, para contemplar la segunda parte de aquellos sucesos.
En la escena se podía ver a una muchacha joven que desesperadamente ingresaba a la casa, corriendo y muy nerviosa, y gritando el nombre de una niña, Liliana. A la cual habían dejado al cuidado de una pareja mientras ella trabajaba.
Por la forma que la muchacha estaba vestida se podía fácilmente deducir que no trabajaba en una oficina ni nada que se le pareciera. Una minifalda de cuero color negra, una blusa muy escotada que resaltaba su pecho amplio, y un maquillaje un tanto exagerado así lo denotaban.
La muchacha buscó por toda la casa pero no pudo encontrar a su hija.  Entonces el Eric de “dimensión 2” la dirigió hablándole al oído, como si se tratase de cuando tu consciencia te dice donde buscar o a dónde dirigirte. Y la condujo hacia la habitación de dicha pareja.
Ahí dentro estaba Leila, la novia, socia y guía espiritual de James Yankowitz. Leila acababa de salir de tomar un baño, se estaba preparando para una noche de trabajo común y corriente en el bar que administraba junto a Yankowitz.  Inmediatamente se pudo observar cómo las dos mujeres se enfrascaban en una discusión verbal al principio, pero que luego de un rato se volvió muy violenta y se extendió por toda la casa.
Todo esto estaba siendo atestiguado por Julián y los dos Erics. El Eric que estaba ahí para ayudar a Marta se dio cuenta de que Leila tenía un cuchillo de cocina con ella cuando se dirigía al cuarto de Marta, para acabar con la vida de la joven que buscaba a su pequeña hijita.
Leila le confesó a marta que había matado a su pequeña bebé. En ese instante el corazón de marta se llenó de tristeza primero, pero luego una furia incontrolable, como la de un volcán en plena erupción se apoderó de ella.
No había ya nada que perder, ya lo había perdido todo, había dejado a su familia en su pueblo natal, había perdido la dignidad al aceptar el trabajo de prostituta,  pero todo eso no se podía comparar con la pérdida de su razón de vivir.  Ahora sí, ya no tenía más que perder. Y como dicen “Teme más a quien no tiene ya nada que perder, pues jamás se rendirá, seguirá peleando hasta morir, ya que la muerte es lo único que desea conseguir para reunirse con quienes perdió”.
Se abalanzó hacia Leila con tal fuerza que de un solo brinco la empujó hasta caer al suelo. Leila entonces tomó el cuchillo, se puso en pie y las dos chicas se enfrascaron en una pelea cuerpo a cuerpo, en la cual resultó herida la pobre marta, su pecho sangraba sin detenerse.
Cayó entonces al piso y mientras Leila le apuntaba con el cuchillo nuevamente, Eric se acercó a donde había sido empujada la joven, puso su mano sobre la herida en el pecho y le comenzó a hablar:
-No tengas miedo, hay un lugar donde las almas se reúnen, tu hija espera por ti. Pero para llegar a ella debes ponerte en pie, esta es la última vez que caerás. Levántate por tu hija. Ella sonríe ahora y espera por ti para que puedas verla jugar y sonreír de nuevo.

Las lágrimas comenzaron a rodar en las mejillas de Marta, el dolor desaparecía lentamente y se convertía en fuerza. Se logró poner en pie, arrebató el cuchillo de su demoníaca agresora. Y logró lanzar un ataque con el mismo. Ataque que Eric ayudóa dirigir hacia el cuello de la perversa Leila. Ésta comenzó a desangrarse al instante, intento huir del sitio pero la herida del cuello había provocado que perdiera tanta sangre que no logró ni siquiera poder salir afuera del jardín de su casa.
El bello jardín de rosas blancas, se tornó en unos instantes de un color morado oscuro, bañadas de la sangre la endemoniada Leila. Al instante de su muerte fue vista la figura de un demonio que se retorcía de dolor y que salía del cuerpo sin vida de leila. Fue sólo perceptible por los tres espíritus ahí presentes.
Fue un tanto paradójico que Leila hubiera muerto de la misma forma en que su marido daba muerte a sus víctimas, la misma forma en que Eric Di Ángelo y Maryam habían perdido la vida, quizá no fuera casualidad. Quizá el mismo Eric lo había planeado de esa forma, lo cierto era que se había cumplido la segunda parte de la redención, o si se quiere, la venganza.
Luego de eso Eric se acercó a Marta, que estaba en el suelo desangrándose, comenzó a acariciar su frente y diciendo estas palabras, condujo su alma hacia el reencuentro con su pequeña hija, para iniciar el camino hacia la eternidad.
-Vámonos, Marta, tu hija espera por ti. Este mundo ya no tiene nada que ofrecerte. Has sido una madre ejemplar, lo único que te queda es reencontrarte con tu hija y ser feliz por la eternidad-.

Los dos testigos ocultos de lo que ahí había sucedido, Eric y Julián,  se fueron del lugar también, ya nada había por ver ahí. Yankowitz llegaría al lugar y encontraría aquella escena que le causaría dolor, con eso habría pagado por una parte de todo el mal hecho a los demás. La policía llegaría alertada por Ana, la compañera del bar donde trabajaba Marta, levantaría un acta y cerrarían el caso, arrestando a Yankowitz, acusado de asesinar a sus dos amantes, y por estafas, venta de droga y otros cargos.
Ahora que Julián sabia todo lo que Eric había vivido para rectificar su camino y encontrarse de nuevo con su querida Maryam, sólo podía preguntarse qué clase de cosas tendría que hacer el para cumplir esas supuestas misiones que no había terminado en su vida mortal.
Regresaron entonces los dos hombres a su propia dimensión. Pero aún había algo que no le quedaba claro a Julián y necesitaba respuestas:
-Contéstame algo, Eric, ¿Qué sucedió con Maryam? ¿Ella también está cumpliendo sus misiones inconclusas?

-No. Lamentablemente el destino de ella se cumplió aquella noche, ésa era su misión, morir justo antes de casarse.

-¿Qué dices?. Entonces si tú ya cumpliste con hacer pagar a Tim y Mark Hartman por tu muerte y la de Maryam, y si hiciste a Leila y Yankowitz pagar por sus crímenes, luego ayudaste a esa chica Martha a vengar la muerte de la bebé...
¿Quiere decir que tus misiones han terminado no? ¿Has sido capaz de reencontrarte con Maryam?

-No, Julián. Te he dicho que hay cosas que ni tú ni yo debemos saber. No sé cuándo terminan mis misiones, no sé cuánto tiempo más estaré alejado de mi amada Maryam.

Y no se trata de venganza, debes entender que no es hacer pagar con muerte los errores de los demás, la muerte es sólo el primer paso hacia su redención, al morir sus cuerpos humanos son enterrados y ahí se acaba lo que se conoció como vida.

Pero aún hay más que sólo la muerte del cuerpo, el alma es enviada al lugar que se merece, ese lugar algunas veces puede ser un paraíso, o un purgatorio.

-Pues me parece muy egoísta por parte de tu Dios, después de que le serviste en vida, le sirves en muerte y aún así no te deja estar junto a la mujer que lo único que ha hecho es amarte, y no tenía por qué morir de esa forma  solo por sus caprichos.

-Recuerdas el rayo, y la plegaria antes de él.

-Sí-.

-Antes de eso, yo seguía pensando como tú, sin aceptar a Dios ni a su mandato. Renegando de mi destino, pero ahí, justo ahí, me di cuenta que sí quería honrar la muerte de mi adorada Maryam, sí quería hacer pagar a los Hartman por toda la maldad que habían traído al mundo. Pero también me di cuenta que no podría hacerlo solo. Necesitaba ayuda, estaba a punto de combatir a las fuerzas del mal, mucho más fuerte que yo.
Esa ayuda que necesitaba, sólo podía venir de alguien que fuera más fuerte que el mismo Satán.  Fue entonces que en mi corazón encontré la respuesta,  encontré la respuesta a mis ruegos por justicia. Encontré la repuestas que necesitaba en su poder. Porque aunque trates de negarlo como yo lo hacía, no quiere decir que no exista, y que no te escuche.
Julián estaba sólo escuchando atentamente las palabras de Eric. No dijo nada. Sólo alcanzo a esbozar un tímido rasgo de sonrisa. Eric continúo diciendo.
-Bien. Hice lo que se me encomendó, te mostré lo que hice, ahora es tiempo de que tú vuelvas a creer. Busca tu respuesta,  pero antes debes saber cuál es la pregunta.





XIII. Lazos Eternos


Después de haber visto de primera mano cómo Eric y Maryan eran separados y aún después de la muerte sus almas no podían permanecer  juntas para amarse en paz. Había llegado la hora de que Julián retomara lo que había dejado inconcluso, era el momento de cumplir con las misiones de vida que le habían sido otorgadas al nacer y que repentinamente se habían quedado en el limbo debido a su inesperada desaparición.
Eric le había mostrado una parte de todo lo que él había tenido que cumplir hasta ahora, para lograr llegar a ese lugar donde podría al fin dar descanso a su alma y reencontrase con la mujer que representaba el amor y todo lo que valía en su vida.
-Julián, ahora debes partir, te enviaré a un lugar donde jamás estuviste, pero significa una gran parte de tu pasado. Aunque en verdad no importa si estuviste o no ahí, pues no lo recordarías aunque así hubiese sucedido.

-¿Cómo que me enviarás, que acaso tú no vendrás conmigo? Creí que como mi guía tu deberías permanecer junto a mí.

-Estaré observando, pero hay cosas que deberás hacerlas tu solo, y es mejor así. Debes visitar a una persona que significa mucho para ti.

-Querrás decir al Julián que supe ser, al Julián que vivió, al Julián que supo quién era, y que en verdad existió Ahora sólo soy un recuerdo en la mente de algunas personas.

Me enviarás a ver a alguien que quizá ni siquiera reconoceré. No dudo que esta persona haya sido especial, tal vez sea mi madre, mi padre o un hermano, pero no recordaré absolutamente nada de ella, ¿qué sentido tiene entonces que me digas que ha sido importante para mí?

-Eso no lo sabes, recuerdas que te dije que poco a poco en tu mente se irán restaurando porciones de tus recuerdos. Pues, bueno, no sabes si al ver a esta persona, esos recuerdos aparecerán. Pero eso ni siquiera yo lo sé, sólo debes acudir en ayuda pues ahora te necesita más que nunca.

-Pero, ¿cómo sabré que hacer? Aún me es tan difícil adaptarme a esta nueva realidad que ahora me toca vivir, no sabré qué hacer.

-No te preocupes, lo sabrás y si no encuentras respuesta, sólo tendrás que pedirlas y Dios te las dará y hará todo más claro para ti.

-No sé si estoy listo para pedir ayuda a un Dios que nunca pareció preocuparse por mí, mi vida, mi familia o mi muerte, ¿por qué querría ayudarme ahora?



-Sigues con tu absurda actitud de negación. Sabes que mientras más tratas de negar es cuando más te das cuenta de que el sí existe, no podrás continuar con esta actitud por mucho tiempo. Ahora toma mi mano y nos pondremos en marcha hacia este lugar del que te hablé.
Julián entonces tomó de la mano a su ángel guardián. Cuando se suponía que los dos jóvenes debían reaparecer en este lugar nuevo, fue sólo Julián quien apareció, desde las alturas cayó al piso polvoso de tierra
-Oye, si no querías venir al menos deberías ser mas cuidados en donde me tiras- dijo Julián mientras se limpiaba el polvo de su ropa y observaba a su alrededor en un lugar que efectivamente nunca había visto, jamás en su vida lo había visitado y era completamente distinto a todos los lugares que había visto hasta ahora.

Había muchos árboles a su alrededor, también se escuchaba el cantar de pájaros muy diferentes a los que había escuchado desde que se encontraba viviendo de esta nueva manera.  Los caminos estaban todos cubiertos por polvo y tierra, definitivamente no estaba en la ciudad y ni siquiera el país donde había vivido (y muerto) hasta ahora.

-¡Genial! Estoy aquí en medio de un bosque, se supone que debo ayudar a alguien que no conozco, que no podrá verme, y aparte de eso me dejan solo en medio de la nada. “OYE, ERIC, UN POCO DE AYUDA AQUÍ NO ME CAERÍA NADA MAL ¿SABES?”- Gritó Julián alzando sus manos al cielo.


En ese instante algo cayó de las aturas y golpeó su cabeza. Era algo pequeño, y al golpearlo justo en su cabeza el objeto rebotó y fue a parar a un pequeño jardín un tanto descuidado, pero con unas hermosas flores, púrpuras y amarillas.

-¡¡¡AY!!! ¿Qué fue eso?- preguntó Julián mientras miraba hacia el jardín tratando de encontrar con la mirada lo que había golpeado su cabeza.

-Sólo tómalo, encontrarás las respuestas que necesitas- se escuchó decir a la voz de Eric que provenía del cielo.

Julián se acercó al jardín y estuvo buscando esa pequeña cosa que se suponía le daría las respuestas que necesitaba para cumplir la tarea de ayudar a aquella persona  especial en su vida. Al fin, de tanto remover la yerba que estaba poco a poco apoderándose del jardín debido a que nadie parecía preocuparse por cuidarlos lo suficiente, logró ver como algo brillaba reflejando la luz del sol al moverse junto con la yerba.
-¿Pero? Esto es…No puede ser…esto…es de….

Cuando por fin logró encontrar aquello que estaba buscando, se sorprendió mucho pues  era un pequeño arete de oro en forma de argolla, tenía una pequeña avería y estaba un poco chueco, pero lo que le sorprendió no fue el estado del arete, sino lo que representaba. Y los recuerdos de la vida pasada que llegaron a su mente con sólo observar esa pequeña pieza de oro.

Él sabía que ese arete representaba una gran parte muy especial de su vida, tenía esa sensación y vagamente recordaba quién se lo había obsequiado, también sabía que eso había sucedido hacia ya muchos años, sintió un poco de temor pero al final se decidió a tomarlo con su mano  y  fue ahí cuando sucedió. Inmediatamente se vio inmerso en algo que se asemejaba mucho a un sueño o una visión, había sido una vez más transportado a otra dimensión, a un escenario de su pasado.

Estaba a punto de presenciar algo que había vivido él mismo en sus años de adolescencia.
Se vio a sí mismo sentado en un autobús, acompañado de una muchacha, esto debió haber sido ya varios años atrás pues era la época del colegio, los dos se veain muy jóvenes. 
Así como ya lo había aprendido de las dos experiencias anteriores donde había visto lo sucedido con Eric y Maryam, sabía que no podía interferir de ninguna manera en los acontecimientos que estaba a punto de presenciar. Así lo hizo, simplemente se mantuvo al margen de la conversación y los hechos.

Julián  se dirigió a la joven que estaba ahí a su lado, parecía ser un viaje un tanto largo, algo así como una excursión o viaje de trabajo escolar.

-Beatriz, hace mucho tiempo que te vengo diciendo lo que siento por ti, y la verdad es que siempre me confundes, no alcanzo a saber a ciencia cierta si es que sientes algo por mí; o es sólo amistad. A veces me demuestras que tal vez sí me quieres, pero es entonces que tus actos me demuestran lo contrario. Cada vez que nos besamos, siento que si hay algo entre tú y yo, pero luego cuando te pido que seas mi novia, siempre me dices que simplemente podemos ser amigos.


-Yo sí te quiero y siempre te lo he demostrado. Siempre me he sentido super bien a tu lado, me haces sentir a gusto contigo, me encanta pasar el tiempo conversando contigo, me haces reir y adoro los momentos que pasamos juntos, pero es algo complicado de explicar. Siento que siendo amigos estamos mejor, al ser novios creo que perderíamos esa magia que hemos logrado crear cuando estamos juntos.



-No me digas eso, porque no te lo creo. Si me vieras como otro de tus amigos, no creo que aceptarías que nos besáramos, no creo tampoco que andes por ahí besuquenadote con todos tus amigos, ¿o me equivoco?

-Jajaja, no, tontito. Claro que no hago eso con todos mis amigos.

En aquel momento una tímida sonrisa se dibujó en el Julián de la segunda dimensión, mientras seguía observando y poco a poco recordando aquellos momentos de sus tiempos en vida, ciertamente eran momentos que lo llenaban de alegría, debían haber sido sin duda momentos muy especiales, y ahora lo eran aun más porque desde su muerte, éstas eran las primeras memorias que regresaban a su existencia.

El diálogo entre los dos jóvenes sentados en el autobús continuo, mientras Julián sigue observando atentamente, para seguir recordando aquellos momentos de felicidad.

-Es que, mira, es tan difícil para mí explicarte lo que me pasa, tengo miedo, no me preguntes más, mejor vamos a disfrutar estos momentos juntos - dijo Beatriz, mientras posaba su brazo sobre el hombro de Julián.


-Exactamente de eso quiero hablarte, Beatriz. Esta es probablemente la última vez que tu y yo podamos pasar tiempo juntos. Es nuestro último paseo escolar,  después de esto vienen los últimos exámenes y luego cada quien deberá tomar caminos diferentes.

Tú te irás a la universidad y vas a conocer muchachos mejores que yo... y…



-No. No digas eso, Julián, podemos seguir siendo amigos, no tenemos por qué dejar de hablarnos, sólo por...

-Y...yo debo irme del país. No quiero hacerlo, pero no me queda otra alternativa. Yo quisiera quedarme a forjar un camino acá, estudiar y trabajar para pagar mis estudios, y ayudar a mi madre. Pero si trabajo no podré estudiar y sin estudio no podré trabajar. Para terminar de rematar mi hermanita de catorce años está embarazada de un desgraciado que la abandonó. Mi única opción es irme por el bien de mi familia.


Inmediatamente la expresión facial de la joven muchacha cambió tanto que se notó una tristeza enorme en su mirada, no dijo nada pero en su interior ella sabía que ésta en verdad sería la última oportunidad que tendrían para estar juntos.

Ella tomó la mano de Julián y sin decir nada mantuvo su mano sujetada durante todo el camino. A veces sin llegar a decir nada se pueden expresar tantas cosas del corazón.  Ese gesto de ella denotaba que no quería que Julián se fuera, pues al sujetar su mano de esa forma era como decirle "No quiero dejarte ir". Pero sin tener el valor para decirlo, pues aunque ella no lo dijera, no había otra opción.  El destino de ellos había sido escrito.

En ese momento, Eric apareció junto al espíritu de  Julián, en esa segunda dimensión alterna al mundo de los vivos...
-Parece que no eres el único a quien separaron del amor de su vida - dijo Julián a Eric con una notable tristeza.

-¿Cómo sabes que ella fue el amor de tu vida?- preguntó el espíritu de Eric a Julián.

-¿Qué nos ves cómo estamos de idiotizados los dos en ese asiento? Es más que obvio que nos quisimos mucho.  Sólo con las miradas es suficiente para notarlo - respondió Julián.

Eric sólo se sonrió, como dándole la razón a Julián. Luego Eric pidió a Julián que lo siguiera. Pues había algo más que quería mostrarle.
Ahora los dos espíritus estaban sentados sobre una pequeña banca de madera que se encontraba a la orilla de una piscina, en una especie de centro turístico.

-Mira hacia la piscina- dijo Eric.
Ahí se encontraba la pareja de jóvenes conversando, a lo lejos Julián sólo observó cómo su otro yo y la joven Beatriz se fundían en un beso en medio de la piscina, como no importándoles quién más estuviese ahí. Parecía que nada más importaba, eran sólo ellos en un universo aparte.

 El espíritu de Julián sonrió de como cuando a la mente se te vienen aquellos recuerdos tan agradables. Eric solo observo el rostro de Julián y se sonrió también al ver la felicidad que sentía aquella alma buena. En ese instante se escuchó el grito del maestro de la clase anunciando que ya era hora de prepararse para el regreso a casa.  El paseo había terminado. Y lamentablemente sólo quedaban ya minutos de aquel último día juntos.

-Es hora de regresar, no querrás perderte lo que sucedió en el autobús de regreso a casa - dijo el espíritu de Eric al de Julián, y se puso de pie mientras caminaba hacia el autobús. Julián lo siguió hasta entrar al autobús. Una vez dentro del autobús la joven pareja se veía feliz, parecía ser que aunque sabían que sería la última ocasión juntos,  no la pasarían triste, más bien estaban dispuestos a disfrutarlo al máximo.

Sentados ahí en ese viejo asiento de autobús, nada parecía importar a su alrededor, sólo existían ellos dos, se tomaron de la mano y no había nada que decir, simplemente había que dejar pasar los últimos minutos juntos, hasta que esos mismos llegarán a su fin. Después de darse un beso ella recostó su  cabeza sobre el pecho de Julián. Pasaron unos cuantos minutos cuando de repente a alguien se le ocurrió apagar las luces del interior del autobús.
No eran la única pareja en esta misma situación.  Eric dio un ligero vistazo a  su alrededor y pudo notar cómo había varias más parejas de jóvenes dentro del autobús. Observó a Julián y se sonrió de una forma un tanto picaresca.
-¡Hey! No me mires a mí, son cosas de adolecentes- dijo Julián.

-Jaja. Entiendo… - respondió Eric.

Eran aproximadamente las 6:00 ó 6:30 p.m. Ya el sol se había ocultado, y la oscuridad causada por la falta de luz dentro del autobús creaba una escena de amor propicia para una última cita o lo que sería eso, una despedida sin despedirse. Aprovechando que prácticamente nadie podía ver más allá de su nariz por la oscuridad del autobús, Beatriz y Julián seguían en su propio mundo lejos de todos los demás compañeros de colegio.

Julián se acercó, le dio un beso a  Beatriz en la mejilla, y mientras ella aún continuaba recostada sobre su pecho, él susurro con una suave voz diciéndole al oído:
-Me vas a hacer mucha falta, pero te prometo que antes de partir te buscaré para despedirme de ti.

Al instante ella  cambio de posición sentándose erguida en el asiento del autobús, y sin soltar la mano de Julián le respondió:

-A mí también me vas a hacer mucha falta, espera un momento- dijo Beatriz, mientras soltaba por un momento la mano de Julián para despojarse de un pequeño anillo que ella portaba en su dedo menique. En realidad no era un anillo, sino un arete pero por alguna razón ella lo utilizaba como anillo en su fino y delgado dedo. Ella tomóel arete y volvió a tomar la mano de Julián, para tratar de poner el anillo en su dedo.

-Toma esto para que nunca te olvides de mí.

Pero, como suele suceder por cuestiones lógicas de la naturaleza humana, los dedos de los hombres son mucho más rústicos y de mayor grosor que los sencillos y hasta frágiles dos jóvenes soltaron una carcajada al ver dicha situación. Luego Julián tomó el arete, se quitó una cadena de plata que llevaba en su cuello, y colocó ahí el regalo que le acababa de dar su amiga.

-No podría olvidarte jamás, guardaré esto conmigo siempre…te lo juro.

Mientras tanto las almas de Julián y Eric que se encontraban aún presenciando toda aquella escena. Eric observó cómo Julián se encontraba contemplando el arete en la palma de su mano, con una cara de mucha nostalgia, como quien recuerda a un amor del pasado, pero no una relación cualquiera, sino el amor de verdad.

Eric se acercó y dijo: -¿Ves como tú y Beatriz están sujetando cada uno el dedo menique del otro?

Julián no contestó, solamente  volvió la vista hacia el asiento de los jóvenes, Eric continuó diciendo:
-¿Sabes algo?  Maryam creía en las llamadas “promesas de dedo menique”. Según Maryam, en la antigua China, si una pareja se amaba podían sellar su amor para siempre simplemente con entrelazar sus dedos meñiques, de esa forma y sin tantos protocolos se creaba un lazo que los mantendría juntos, por la eternidad, pasara lo que pasará.



Julián sonrió, miró a Eric, y mientas se preparaba para partir dijo:


-Maryam tenía razón...

 Continuará…